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"Hace frío, todo está oscuro. La persiguen por un siniestro bosque. Se escuchan disparos a lo lejos, no puede hacer otra cosa, solo puede correr. Corre para salvar su vida, entre los árboles y los arbustos. Se para derrapando y levanta algo de polvo. No puede seguir, un barranco la impide continuar. O vuelve atrás y busca otra escapatoria, o está perdida. Una voz pronuncia su nombre. Es tan cálida y real, pero a la vez tan lejana...
-¡Leah, despierta!-
Que despierte, como si fuese tan sencillo.
-¡Despierta!-
La encontraron, aquellos cazadores, de espeluznantes ojos amarillentos y luminosos... La han alcanzado, un disparo y todo acabó. Solo un disparo..."
Un fuerte golpe en el costado hace que abra los ojos. La pesadilla, ese sueño infernal, se ha acabado. Se frota los ojos y lo primero que ve es a su madre, con las manos en la cintura y el ceño fruncido. Descubre la fuente del dolor de su brazo derecho, se ha caído de la cama.
-¿Mamá...?¿Qué haces aquí?-
-Ya va siendo hora de que te levantes, ¿no?-
-Pero... si hoy es domingo...-
-Eso no quiere decir que puedas estar en la cama hasta el mediodía-
-Pero... Si solo son las nueve...-
Su madre la ignora y sale de la habitación. Un suave olor a tortitas entra por la puerta abierta. Se levanta frotándose el brazo dolorido. A partir de hoy no leerá más libros de terror por las noches. Abre el armario y coge unos pantalones negros, una camisa blanca y unas botas hasta la rodilla. Se mira en el espejo, se ve bien y decide bajar a desayunar. Las tortitas con sirope de chocolate la esperan sobre la mesa, acompañadas de un vaso de zumo. Se sienta y disfruta del delicioso desayuno que le ha preparado su madre. Al ser la directora, este es uno de los pocos momentos que puede pasar con su madre.
-Hoy tengo mucho trabajo que hacer y exámenes que corregir... Ya iremos otro día a la playa juntas, ¿vale?-
La misma frase de los domingos por la mañana desde hace dos años...
-Vale... Como siempre...-
-Y está todo el asunto del viaje en barco y tengo que buscar a alguien que os eche un ojo...-
-¿Cómo? ¿No vienes? Dijíste que vendrías, ¡me lo prometiste!-
-Solo van dos clases, en la academia siguen estudiando niños, y lo sabes, no me hagas repetírtelo-
Indignada, se levanta de la silla y el zumo se derrama por la mesa. Mira a su madre con odio y se dirige a la puerta. Coge sus llaves y sale dando un portazo. Las lágrimas luchan por recorrer sus mejillas, pero las contiene y echa a correr. Va sin rumbo fijo y llega a una plaza con una pequeña pero bella fuente en su centro. Bancos de madera rodean la plaza. Un par de niños corren detrás de un balón de fútbol, una anciana da de comer a las palomas y una chica jugetea con su móvil... Se sienta en uno de los incómodos bancos. El frío traspasa sus finas mangas. Olvidó coger una chaqueta, ni siquiera ha cogido sus llaves, son las de su madre. Mira el llavero, una luna de fondo rojo con una estrella entre sus puntas. Dos leones la custodian y bajo todo ello está grabado en plata el nombre de la Academia Redmoon. Su madre pasa más tiempo en la academia entre papeles que en su propia casa con su hija, su única hija.
Ese crucero en barco solo las distanciará más. Tal vez haga amigos, con una amiga es suficiente. Una gota cae en el centro del llavero, nubes grises cubren el cielo antes azul. Se levanta del banco, ya no hay nadie en le plaza. Camina empapándose cuesta arriba hacia su casa. No tiene reloj y no sabe que no han pasado ni veinte minutos desde que salió. Un rico olor a café sale desde una cafetería, y la hace parar. Mete las manos en los bolsillos, tiene suficiente para un café, aunque sea en moneditas pequeñas.
La cafetería tiene un decorado rústico, acogedor. Se acerca a la barra e inmediatamente se le acerca un camarero.
-¿Qué le pongo?-
-Solo quiero un café, gracias-
El camarero vuelve segundos después con un café caliente y lo deja sobre la barra. Sale humo de la taza, mejor esperar o se quemará las manos.
-No vienes mucho por aquí, ¿verdad?-
-¿Yo? Eh... No, la verdad es que no. No suelo salir mucho...-
El chico la sonríe y se aleja para atender a otro cliente. Es un chico de su clase. Saca el dinero para pagar el café y lo deja sobre la mesa. Al salir el frío vuelve a apoderarse de su cuerpo. Decide volver a casa, allí al menos no hace frío. Al entrar ve a su madre esperándola sentada en una silla.
-Te has llevado mis llaves y tengo que salir-
-Lo siento, no me di cuenta... Podrías haber cogido las mias-
-Necesito las llaves de la academia, es importante-
Saca las llaves de su bolsillo y las deposita sobre la mano abierta de su madre. Pasa por su lado sin decir ni una palabra y sube a su cuarto. Por fin de vuelta, ya añoraba sus libros. Se sienta en su sillón y empieza a leer.
Un crucero en barco, puede ser divertido...
-¡Leah, despierta!-
Que despierte, como si fuese tan sencillo.
-¡Despierta!-
La encontraron, aquellos cazadores, de espeluznantes ojos amarillentos y luminosos... La han alcanzado, un disparo y todo acabó. Solo un disparo..."
Un fuerte golpe en el costado hace que abra los ojos. La pesadilla, ese sueño infernal, se ha acabado. Se frota los ojos y lo primero que ve es a su madre, con las manos en la cintura y el ceño fruncido. Descubre la fuente del dolor de su brazo derecho, se ha caído de la cama.
-¿Mamá...?¿Qué haces aquí?-
-Ya va siendo hora de que te levantes, ¿no?-
-Pero... si hoy es domingo...-
-Eso no quiere decir que puedas estar en la cama hasta el mediodía-
-Pero... Si solo son las nueve...-
Su madre la ignora y sale de la habitación. Un suave olor a tortitas entra por la puerta abierta. Se levanta frotándose el brazo dolorido. A partir de hoy no leerá más libros de terror por las noches. Abre el armario y coge unos pantalones negros, una camisa blanca y unas botas hasta la rodilla. Se mira en el espejo, se ve bien y decide bajar a desayunar. Las tortitas con sirope de chocolate la esperan sobre la mesa, acompañadas de un vaso de zumo. Se sienta y disfruta del delicioso desayuno que le ha preparado su madre. Al ser la directora, este es uno de los pocos momentos que puede pasar con su madre.
-Hoy tengo mucho trabajo que hacer y exámenes que corregir... Ya iremos otro día a la playa juntas, ¿vale?-
La misma frase de los domingos por la mañana desde hace dos años...
-Vale... Como siempre...-
-Y está todo el asunto del viaje en barco y tengo que buscar a alguien que os eche un ojo...-
-¿Cómo? ¿No vienes? Dijíste que vendrías, ¡me lo prometiste!-
-Solo van dos clases, en la academia siguen estudiando niños, y lo sabes, no me hagas repetírtelo-
Indignada, se levanta de la silla y el zumo se derrama por la mesa. Mira a su madre con odio y se dirige a la puerta. Coge sus llaves y sale dando un portazo. Las lágrimas luchan por recorrer sus mejillas, pero las contiene y echa a correr. Va sin rumbo fijo y llega a una plaza con una pequeña pero bella fuente en su centro. Bancos de madera rodean la plaza. Un par de niños corren detrás de un balón de fútbol, una anciana da de comer a las palomas y una chica jugetea con su móvil... Se sienta en uno de los incómodos bancos. El frío traspasa sus finas mangas. Olvidó coger una chaqueta, ni siquiera ha cogido sus llaves, son las de su madre. Mira el llavero, una luna de fondo rojo con una estrella entre sus puntas. Dos leones la custodian y bajo todo ello está grabado en plata el nombre de la Academia Redmoon. Su madre pasa más tiempo en la academia entre papeles que en su propia casa con su hija, su única hija.
Ese crucero en barco solo las distanciará más. Tal vez haga amigos, con una amiga es suficiente. Una gota cae en el centro del llavero, nubes grises cubren el cielo antes azul. Se levanta del banco, ya no hay nadie en le plaza. Camina empapándose cuesta arriba hacia su casa. No tiene reloj y no sabe que no han pasado ni veinte minutos desde que salió. Un rico olor a café sale desde una cafetería, y la hace parar. Mete las manos en los bolsillos, tiene suficiente para un café, aunque sea en moneditas pequeñas.
La cafetería tiene un decorado rústico, acogedor. Se acerca a la barra e inmediatamente se le acerca un camarero.
-¿Qué le pongo?-
-Solo quiero un café, gracias-
El camarero vuelve segundos después con un café caliente y lo deja sobre la barra. Sale humo de la taza, mejor esperar o se quemará las manos.
-No vienes mucho por aquí, ¿verdad?-
-¿Yo? Eh... No, la verdad es que no. No suelo salir mucho...-
El chico la sonríe y se aleja para atender a otro cliente. Es un chico de su clase. Saca el dinero para pagar el café y lo deja sobre la mesa. Al salir el frío vuelve a apoderarse de su cuerpo. Decide volver a casa, allí al menos no hace frío. Al entrar ve a su madre esperándola sentada en una silla.
-Te has llevado mis llaves y tengo que salir-
-Lo siento, no me di cuenta... Podrías haber cogido las mias-
-Necesito las llaves de la academia, es importante-
Saca las llaves de su bolsillo y las deposita sobre la mano abierta de su madre. Pasa por su lado sin decir ni una palabra y sube a su cuarto. Por fin de vuelta, ya añoraba sus libros. Se sienta en su sillón y empieza a leer.
Un crucero en barco, puede ser divertido...