Muy bien... lo primero que debo decir es que... Bueno, en ningún momento pretendo sustituir a los Kingdom Hearts que saldrán de ahora en adelante, por lo que muchas cosas pueden pisarse o lo mi historia puede acabar siendo todo lo contrario a lo que Nomura y sus chicos nos tienen planeados. El fic está ya mas o menos pensado, así que dudo que pueda hacer muchos cambios si hay información nueva y demás...
Bien, segundo tema de discusión: el periodo de entrega de los capítulos. Bien, mi persona se halla en la universidad, por lo que no podrá... digamos subir cada semana, seria imposible entre libros de mil páginas. Así que las entregan se harán cada 2-3 semanas, según yo esté más libre de la universidad y demás. Lo mismo se aplicará a las fiestas, ya que es entonces cuando los universitarios debemos estudiar más (sí, ciertamente, algo muy triste).
La longitud de los capítulos irá variando, desde luego, aquellos que desarrollen toda la historia dentro de un mundo, serán más largos que los que narran un único hecho, o solo la mitad de un mundo xD.
Y lo último, pero no menos importante: las críticas siempre serán bien recibidas, estoy dispuesta a mejorar. Muchas gracias
Ahora sí, comencemos con el fic verdaderamente~
Capítulo 1: Partimos a un nuevo viaje
Capítulo 2: El taller Highwind-Villiers
Capítulo 3: Comando estelar, responda
Capítulo 4: Explosión de luz
Capítulo 5: El lugar donde las memorias se pierden
Capítulo 6: Dos y dos suman oscuridad
Capítulo 7: Virus informático a escala de mundo
Capítulo 8: El tiempo en un chasquido de dedos
Capítulo 9: El verdadero poder de la llave-espada
Capítulo 10: El orgullo de un reino
Capítulo 11: Incluso la Parca erra de su cometido
Capítulo 12: La invocación de la llave sin alma
Capítulo 13: Maestros de la llave-espada
Capítulo 14: Xehanort
[Opcional]: ¿Quién ayuda a un dios? El corazón de un héroe
Capítulo 15: La muralla indestructible
Capítulo 16: El mundo que posee la llave final
Capítulo 17: Kingdom Hearts emite su juicio
Capítulo 18: Lluvia de corazones
Capítulo 19: Las manecillas del reloj
Epílogo: Un futuro que no me pertenecía
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Prólogo: Abrirse viejas heridas
Todos los corazones están unidos por unas cadenas sólidas y al mismo tiempo tan frágiles como puro cristal. Las cadenas mencionadas reciben el nombre de memorias o recuerdos, los cuales van siendo cada vez más complejos, combinándose los de unas personas y otras... Así se va tejiendo una auténtica red.
Se crea una fortaleza inexpugnable, impenetrable y, al mismo tiempo, llena de brechas. Todos los corazones unidos son poderosos, si la luz está con ellos, nada podrá tocarlos o dañarlos. Sin embargo, esto no deja de ser una utopía. El corazón humano está destinado a caer, las personas son débiles y abrazan todo tipo de sentimientos. Incluyéndose los negativos, como la ira y la tristeza.
¿A qué nos lleva esto? Se debe recordar que los corazones se encuentran unidos por unas “cadenas”, si uno de los corazones cede, el resto estará condenado a un mismo destino. Se trata de la enfermedad más contagiosa de todas: las oscuridad.
No soy médico, ni nunca he pretendido serlo ya que únicamente quiero saciar mi propia curiosidad. Soy egoísta. Puede que sea así, pero no hay que ser un genio para conocer los síntomas y saber que causó el comienzo de esta condena. El empezar de nuestra autodestrucción:
El poder. O, como un servidor prefiere denominarlo: la llave-espada.
Porque ya se sabe lo que muchos dicen respecto a este tema: “cuanto más te acerques a la luz, mayor será tu sombra”
Secó la pluma en un pañuelo, dejándola después sobre el tintero. Luego, observó el escrito que había tomado forma bajo sus manos: como introducción, le parecía más que correcta. Era muy adecuada. Leyó el texto una y otra vez, haciendo en ocasiones pequeños gestos con la cabeza, como si estuviese memorizando cada una de las palabras. A continuación, se levantó de la silla observando unos instantes aquel cuarto de blanco inmaculado.
Se dirigió a la puerta, extendiendo la mano hacia el pomo para tratar de girarlo: nada. Como siempre cerrada y, seguramente al otro lado no habría nadie para desbloquear la cerradura. A pesar de estrellar la pierna contra la puerta, ésta no cedió. Hizo una mueca, no había esperado lo contrario: muchas veces había intentado forzarla sin demasiado éxito. Tras observa que no había ningún movimiento al otro lado, esbozó una sonrisa para si mismo. En aquella ocasión tenía un plan.
Dejó el escrito en la mesa, procediendo a recoger sus cabellos rubios con una gomilla y depositó una nueva nota en uno de sus bolsillos del pantalón tras hundir la mano en él. Después, se dirigió a la cama y sacó un objeto color plata (que no era otra cosa que la llave) de debajo de la almohada: se la había robado a uno de sus captores, y aquel era el momento de usarla.
La metió en la cerradura, escuchándose un suave “clic” que casi podría considerarse mágico en aquellos instantes. Entreabrió la puerta con cuidado, comprobando que, efectivamente, no había nadie por los alrededores. Nunca volvería a tener una oportunidad como aquella, así que se decidió a salir y encajar la puerta tras él, echando la llave por si a alguien se le ocurría volver a revisar que continuase dentro. Inspiró con fuerza, comenzando a caminar para localizarlas escaleras que había subido al llegar, intentando no hacer el menor ruido que le permitían sus zapatos. Decidió aligerar sacando un par de cubos color rojo intenso y comenzando a ensamblarlos. Luego, metió la nueva nota en el interior, como si se tratase de una pequeña cápsula. Sonrió para si: a falta de una botella con mensaje podía montar dos bloques gummi para crear algo parecido a una nave que aguantase en el espacio.
Bajó las escaleras, vislumbrándose una nueva sonrisa en sus labios: la salida debía estar muy cerca ya. Y lo mejor de todo era que aún no le habían encontrado: aquello iba mejorando por momentos. Cruzó entre las columnas de fino mármol con rapidez, hasta que su suerte decidió finalizar.
Ante él se alzó una figura blanca y de aspecto humanoide cuyos brazos simulaban más tentáculos que verdaderas extremidades humanas. Llevando todo el cuerpo ensartado por finas dagas, enarboló una, amenazándole para que no continuase su trayecto al exterior.
—Ya era extraño que ninguno de vosotros apareciese para entorpecer el camino -susurró, frunciendo el ceño mientras evaluaba la situación. Lo último que debía hacer era dejarse llevar por la frustración y otros sentimientos. Inspiró hondo, moviéndose lentamente hacia la derecha, comprobando que el curioso ser lo imitaba. Sí, sin duda estaba allí para evitar su avance.
Se agachó a tiempo de evitar un corte directo a su costado, y, desde ahí, volvió a levantarse cogiendo impulso para alcanzar la salida y atravesarla. Falto de aliento y sabiendo que en milésimas de segundo su acompañante indeseado volvería aparecer supo que aquella vez tampoco podría completar su huida.
La prioridad era conseguir que el mensaje saliese de allí y que encontrase un destinatario adecuado, fuese quien fuese, y cuando antes.
Activó el motor de la cápsula y la lanzó al aire, lo más alto que pudo antes de que la criatura se posicionase a su lado, acompañada por una gemela, y que lo agarrasen por los brazos. No opuso resistencia mientras lo inmovilizaban, su mirada color ámbar se encontraba fija en los bloques gummi que se elevaban en el cielo, alcanzando lentamente el espacio exterior.
Esbozó una sonrisa, con aquello se conformaba. Al menos, por ahora.
Giró la cabeza unos instantes para poder ver a quien controlaba a aquellas cosas de complicada definición. Éste, ataviado con una pesada túnica negra no dijo nada, solo hizo un gesto con la cabeza para que volviesen a llevarlo a su habitación. Antes de marcharse, le quitó las llaves del bolsillo, jugando con ellas antes de hacerlas desaparecer.
—Será duramente castigado -esas fueron las únicas palabras que pronunció el encapuchado mientras el cautivo desaparecía de escena, encogiéndose de hombros a gesto de resignación.
***
—¡Majestad! ¡Majestad!
En el castillo Disney se rompió de golpe la tranquilidad que se respiraba gracias al Festival de Ensueño cuando el jefe de los magos de la corte empezó a gritar, corriendo a toda velocidad por los pasillos.
Buscaba desesperadamente al rey, queriendo comunicarle algo importante que había sucedido y que necesitaba su consulta de la forma más inmediata posible. Era una emergencia en toda regla, o al menos, asó lo consideraba el histérico pato. Sin dejar de gritar, continuó con la carrera por el laberíntico castillo vacío, todo el mundo tenía el día libre para poder disfrutar del Festival. Pero sabía que el rey no estaba allí, había delegado el placer de llevar a cabo la fiesta a su esposa. Aunque no quisiese admitirlo, la muerte de Ansem el Sabio le había afectado de sobremanera. Sobre todo ahora, con la paz que se respiraba en los mundos, tenía mucho más tiempo para pensar en sus asuntos. Y ello incluía sus amigos caídos en el anterior viaje.
Donald irrumpió en los aposentos del monarca sin llamar siquiera, aún con el sonido extraño que salía de forma natural de su garganta. Mickey parpadeó, contrariado mientras levantaba la cabeza de los escritos que debían llevar su firma: se habían acumulado a través de los años.
—¡Donald! Ahora pensaba bajar al Festival, no hacía falta de que vinieses tú también a insistirme -rió el monarca, bajando de la silla y sonriendo a su compañero.
—¡No es nada de eso, su Majestad! ¡Es una emergencia, han bombardeado la torre principal! -gritó, tirando del brazo de Mickey para sacarle de la habitación.
El rey no sabía como reaccionar ante aquel comportamiento de su amigo: ¿un ataque? Ni siquiera había sentido el temblor del supuesto bombardeo al cual el mago hacía mención. Aún así, no discutió cuando Donald lo llevó hasta la torre y señaló el agujero que había provocado el proyectil. El rey ladeó la cabeza: ¿sólo un proyectil? Y, además, de un tamaño tan pequeño que pasaría completamente desapercibido.
—¿Qué lo ha provocado? -preguntó tranquilamente a pesar de los histerismos de su plumífero acompañante.
—¡Ni rastro! -volvió a gritar, dando vueltas de un lado a otro. Mickey lo observó: se le hacía raro verle ataviado con ropas como las que utilizaba antes de encargarse de la magia del castillo- ¡Debe tratarse de magia sin duda!
—¿Magia...? -el ratón dudaba, así que se colocó a cuatro patas, echando un vistazo por debajo de los muebles hasta encontrar lo que buscaba tras un armario-. Donald, ayúdame a retirarlo, vamos a desvelar el misterio.
El pato mantuvo el pico abierto unos instantes antes de ir en ayuda del rey para mover el armario a otro lado de la sala. Luego, Mickey se arrodilló para coger el objeto que había provocado el impacto: dos bloques gummi muy artesanalmente colocados, por lo que no necesitaría la ayuda de Chip y Chop para averiguar sus secretos.
—Tiene algo dentro -señaló Donald, golpeando la cúpula de uno de los bloques que dejaba ver algún tipo de nota en su interior- ¡Espero que no sea una broma! -terminó añadiendo con un bufido.
Por respuesta, el monarca abrió con cuidado el cristal, recogiendo el papel del interior y leyendo su contenido con curiosidad. Al terminar, frunció el ceño y le entregó la carta al mago, echando a correr de nuevo a sus aposentos. Debía hacer algo de forma inmediata.
—¡He de escribir a Sora y a Riku! -gritó excusándose-. ¡Es muy importante!
—¡P-pero Majestad! ¡La reina Minnie le espera para continuar esta jornada del Festival! -replicó inútilmente, mirando de rejo el documento que había provocado tal alteración en el rey. Estaba encantado de poder volver a ver a Sora, pero, ¿qué le había llevado a tomar esa decisión?
Sacudió la cabeza, decidiendo que todas las preguntas encontrarían respuesta si la leía:
Estimado desconocido/a:
Ante todo buenos días/tardes/noches y gracias por tener interés en leer este escrito y no tirar la malformación técnica que creé con dos bloques gummi. No tenía acceso a recursos ni tiempo para construir nada mejor, espero que me excuse.
Aunque me agrade el conversar, me temo que debo aligerar el motivo por el cual envié esta nota al espacio cual náufrago al mar. De acuerdo, lo primero que debe saber es que no se trata de una burla o falacia por muy extraño que las causas del escrito puedan parecerle. Espero que usted sepa conocer la verdad de mis palabras.
Me encuentro cautivo. Si usted está leyendo esta misiva se deberá a un fallo de mis captores y que yo haya conseguido escapar durante unos minutos, pero no puedo huir de aquí.
Me hallo en otro mundo. No se alarme y manténgase concentrado/a . Hay miles de mundos allá fuera, y todos son navegables si se utilizan naves creadas con el material que tiene ahora entre manos: bloques gummi. Me di cuenta de ello porque me secuestraron de mi tierra natal, que no es otra que Vergel Radiante, y me trajeron con ellos para esclavizarme y tenerme a su servicio.
Le ruego que me ayude y que me saque de aquí cuanto antes, llevándome de vuelta a mi hogar. No sé que harán conmigo cuando termine de investigar lo que les interesa.
—A continuación le adjunto las coordenadas lo más exactas posibles de donde me encuentro, y un plano sobre como construir una nave y pilotarla –fue leyendo Donald en voz alta-. Ahora pone la fecha que fue hace... un par de semanas... y firma como Ansem
El pato tardó unos minutos en entender lo que significaba que ese nombre estuviese allí escrito. Cuando lo comprendió, gritó con fuerza, echando a correr tras el monarca, agitando la carta una y otra vez hasta que pudo darle alcance. Antes de que pudiese decir algo, Mickey se detuvo, entrando en la sala de los archivos: quería estar seguro de algo.
—¡Majestad, podría ser falsa, piénselo! –le dijo, acercándose mientras el monarca pasaba archivadores a una mesa cercana, ojeándolos- ¡Ansem, cualquiera de ellos, está muerto!
—¡Eso es lo que quiero averiguar! –replicó, sacando un documento y colocándolo sobre la mesa. Luego, cogió la carta de Donald y la puso junto a lo otro, de forma comparativa-. Hace años Ansem el Sabio me hizo varias consultas sobre libros que poseo para llevar a cabo sus investigaciones. Jamás pensé que lo utilizaría para desenmascarar a un posible farsante...
—¿Cree que es una trampa o una broma?
—No lo sé: por un lado me recuerda a su manera de expresarse, pero por otro lado...
—Lo entiendo –asintió el mago
Mickey frunció aún más el ceño, apartándose lleno de dudas. No había esperado aquel resultado, por mucho que le agradase.
—Coincidencia...
—¿Q-qué? –murmuró Donald, contrariado
—Hay coincidencia, tanto en la letra como en la firma. Sin duda, quien escribió ambos documentos... fue la misma persona.