Fabián y Pandora, Nadhia Hodges (Cuento)

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Fabián y Pandora, Nadhia Hodges (Cuento)

Notapor EspeYuna » Mié Feb 29, 2012 12:01 am

¡Hola a tod@s! He decidido compartir con vosotros el primer "cuento" o relato corto que he llegado a terminar hace una semana. Consta de dos actos y un epílogo. A continuación os dejo un poco de información sobre él y el primer acto.

Aviso de que mi nick en los foros suele ser EspeYuna, pero para firmar mis cuentos, blog-novelas o fanfics utilizo el nombre ficticio de Nadhia Hodges, para que no haya confusiones ;)

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Título: Fabián y Pandora
Autor/a: Nadhia Hodges
Género: Fantasía, Romance, Vampiros
Sinopsis: La noche del 31 de Octubre, Fabián es engañado por los niños de su pueblo y lo encierran en el campanario de la catedral. Allí conoce a Pandora, una niña muy especial con la que entablará amistad.


Acto I
1985


I
Atrapado


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Fabián siempre esperaba con ilusión el 31 de Octubre. Ese día era muy especial para el pequeño pueblo en el que se había criado con sus abuelos, rodeado de montañas y cercano al mar. Por la noche, todos los habitantes se disfrazaban de criaturas mágicas y se montaba una espectacular fiesta en la gran plaza de la catedral, donde no faltaba la música, los cuentos de brujas y las manzanas recubiertas de caramelo. A medianoche, los adultos se colocaban en el centro de la plaza, alejando a los más pequeños, para lanzar cohetes al cielo estrellado.

Era el tercer año que Fabián disfrutaba de aquella noche tan divertida. A diferencia de los demás niños, él jamás se había disfrazado y estuvo ahorrando los últimos meses, sacrificando las chucherías de los fines de semana, para comprar las telas necesarias. Su dulce abuela le ayudó a hacer el traje, prohibiendo a su nieto acercarse a la máquina de coser. El resultado deslumbró a Fabián cuando éste se miró al espejo: un pequeño vampiro le observaba con ojos atónitos, cubierto con una gran capa de seda negra que rozaba el suelo de mármol.

—Pero todavía no eres un vampiro de verdad— dijo su abuelo, riendo—. Porque si realmente lo fueses, no podríamos ver tu reflejo.

Fabián se unió a las risas de su abuelo y, dándole dos besos a él y a su abuela, salió corriendo de casa para dirigirse a la esquina de la panadería, donde había quedado con sus compañeros de clase. Estaba emocionado por mostrarles el trabajo de su abuela.

Los niños lo observaban con recelo, mientras que todas las niñas estaban deseosas de poder bailar con él en la plaza. Fabián siempre se ruborizaba ante aquellas proposiciones e intentaba negarse. La culpa la tenía la belleza que había heredado de su difunta madre: su tez blanca, su cabello negro como el carbón y sus grandes ojos azules destacaban entre los demás pequeños del pueblo. Aún así, solía ser tímido y le daba vergüenza encontrarse en aquella situación.

Pasaron unas horas desde que el grupo de 5º de Primaria llegó a la gran plaza: bailaron al son de la música, compraron muchos dulces y escucharon viejas leyendas del pueblo alrededor de una fogata, entre las cuales una siempre llamaba la atención de los más curiosos, incluido Fabián: decía la historia que una niña se quedó encerrada en lo más alto de la catedral, y que desde entonces, cada noche de brujas, su fantasma asusta a los que osan pisar el campanario.

Pero Fabián pensó que quizás habían inventado esa leyenda para que los más gamberros no fuesen a lastimar las hermosas campanas de la catedral, las que una vez estuvieron al cuidado de su abuelo.

Una vez terminaron de contar historias de miedo y se apagó la primera fogata, dos compañeros de clase se le acercaron. Antonio y Pablo.

—Fabián, ¿vienes a jugar con nosotros?

Contento porque no se olvidaran de él, aceptó encantado y les siguió. Pero pronto se dio cuenta de que se dirigían a los patios traseros de la catedral.

—¿A qué vamos a jugar?— preguntó Fabián, confundido.
—Al escondite— dijo Antonio, el más robusto de los dos—. Pero tenemos que empezar al pie de las escaleras de caracol, las que dan al campanario.

Fabián, aún pensando que se podían meter en un buen lío, intentó confiar en sus nuevos amigos.

Atravesaron los jardines y entraron en la iglesia. Fabián nunca se cansaría de observar los grandes techos y las lámparas de araña, sin contar con el gran órgano que alguna vez había escuchado cuando acompañaba a su abuela a misa.

Los tres se detuvieron cuando estaban a unos pocos pasos de la vieja escalera. Fabián pensó que la puerta que daba a ellas estaría cerrada con llave, pero misteriosamente estaba abierta. Desde allí se podía oír el eco del viento, el cual resoplaba entre las viejas campanas.

—Fabián, como es la primera vez que juegas con nosotros, te la picas tú— dijo Pablo, cogiendo la mano de Fabián y llevándolo a los primeros escalones—. Tienes que subir las escaleras hasta la mitad, contar hasta diez en voz alta y volver a bajar. Nuestro límite son los jardines, ¿de acuerdo?

Él asintió y empezó a subir. Sabía que la mitad de las escaleras se encontraba claramente marcada por una enorme ventana, desde la que se podía observar la plaza. Cuando llegó, se dispuso a contar hasta diez. Su corazón dio un vuelvo al pronunciar el cinco. Un fuerte portazo se había escuchado desde abajo. Entonces lo comprendió todo.

Asustado salió corriendo a trompicones hacia la puerta, que ahora se encontraba cerrada. Intentó abrirla, pero fue inútil. En medio de la oscuridad, gritó los nombres de Antonio y Pablo, golpeando la puerta desesperado. Lo único que pudo oír fueron risas en la lejanía.

Intentó pedir ayuda, pero fue en vano: Fabián sabía perfectamente que todo el pueblo se encontraba ahora en la plaza y que desde allí nadie lo escucharía.

Había sido engañado. Desde el principio lo habían utilizado para su propia diversión. Sus piernas cedieron y cayó sobre la puerta, demasiado asustado como para observar la oscuridad que se encontraba a sus espaldas. Empezó a llorar aterrorizado. Entonces le vino a la mente la leyenda de la niña que se quedó encerrada en el campanario. Se estremeció y, sin saber qué hacer, se acurrucó contra la puerta e hizo un ovillo con la capa de su disfraz. Estaba impregnada del olor de su abuela, su colonia… aquello logró calmar a Fabián y, sin darse cuenta, se quedó dormido.



II
Encuentro


Spoiler: Mostrar
¿Dónde estás, pequeño pajarito?

Una hermosa voz aterciopelada despertó a Fabián de su apacible sueño. En un principio no sabía dónde se encontraba, pero los recuerdos fueron aflorando. Y de nuevo el terror se apoderó de su mente. Se levantó, sacudiendo sus pantalones, con cuidado de no romperlos. ¿Cuánto tiempo habría pasado desde que lo encerraron?

Entonces volvió a oírla.

¿Dónde estás, dónde estás?

Fabián se quedó paralizado. La voz no provenía de la gran plaza, sino de las propias escaleras.

Ante todo Fabián intentó tranquilizarse. Puede que hubiese sido su imaginación, porque bien sabía que a veces el eco de las viejas campanas confundía al oído humano. Pero no fue así.

Pequeño pajarito, ahora dormido entre mis brazos

Yo te cuidaré, no tengas miedo

Pronto podrás volar, libre de toda maldad

Mi pobre pajarito, mi pequeño pajarito


No había duda alguna de que la voz provenía de arriba. ¿Y si se estaba volviendo loco? ¿O si sólo se trataba de alguna broma que le tuviesen preparada los niños del pueblo?

Fue entonces cuando se acordó de su abuelo, al que muchas personas del lugar lo tenían considerado un hombre muy valiente e intrépido en su juventud. Ese orgullo fue suficiente para que el joven se arriesgase a subir las escaleras de caracol.

Mi pobre pajarito, mi bello pajarito

Se paró en seco. Esta vez la había escuchado claramente. No habían sido imaginaciones suyas. Clavando la vista en los viejos escalones de piedra descubrió aterrado una pequeña sombra. El corazón le latía a mil por hora y sentía que le faltaba aire. Decidido dio unos pocos pasos más y alzó la vista.

Fabián quedó maravillado ante la imagen que sus ojos cristalinos le ofrecieron aquella noche de luna llena.

En la ventana donde poco antes logró contar hasta cinco, una hermosa niña de largos cabellos cobrizos cantaba observando la fiesta de la gran plaza. La luna iluminaba aquel bello rostro, blanco como la nieve. Sus rasgos, tan bien definidos, la hacían parecer una muñeca de porcelana.

La niña vestía con un sencillo traje gris, acompañado de pequeños encajes blancos. ¿Iba descalza? ¿No estaría pasando frío?

Fabián intentó articular palabra, pero sólo salió de su boca un torpe balbuceo, suficiente para que la pequeña se diera cuenta de su presencia. Ella le observó espantada con sus enormes ojos llameantes. La joven criatura pegó un leve chillido que logró asustar de nuevo al intruso, y, sin más, salió apresurada escaleras arriba. Fabián no lo dudó y fue en su busca. Entre unos cuantos tropiezos logró llegar al viejo campanario, la zona más alta de la catedral.

Sólo lo había podido visitar cuando el sol asomaba, por lo que Fabián se encontró un poco perdido una vez empezó a pasear entre las viejas campanas. No había rastro de la niña en todo el piso, así que subió al segundo bloque de campanas, a las cuales podía acceder gracias a unas escaleras de madera. No encontró a nadie.

—¿Hay alguien ahí?— preguntó Fabián a la oscuridad—. Perdona si te he asustado, no era mi intención.

De repente empezó a sonar la campana más grande del piso, lo que hizo que el joven saltara del susto. Si Fabián no hubiese sabido de la existencia de la niña, habría salido por patas.

“Parece que a ella también le gusta jugar al escondite” pensó. Acto seguido, se adentró en el interior de la antigua forma ovalada.

Fabián encontró a la pequeña golpeando el interior de la campana con un enorme palo de madera. Ésta dejó caer el instrumento cuando vio al muchacho e intentó salir de allí, pero Fabián fue más rápido y le agarró la mano. Éste se sorprendió al rozar su piel. Tan fría…

...a la vez que suave.

—¡No te vayas! ¡Lo siento! ¡No pretendía asustarte! ¡Por favor, no te vayas!

La pequeña se dio la vuelta y observó a Fabián. Ahora no había temor en sus ojos, sino curiosidad.

—¿No quieres que me vaya?
—¡No! ¡No quiero quedarme solo!
—¿Por qué estás aquí? ¿Has venido a molestar a las campanas? — preguntó la niña, con sus extraños ojos carmesí, en los que ahora se podía observar una pequeña chispa de furia.
—¡Nunca molestaría a las campanas! ¡Mi abuelo las cuidaba mucho cuando era joven!

Fabián notó que la niña dejaba de oponer resistencia.

—¿En…en serio? Entonces no puedes ser malo.
—¡Por supuesto que no lo soy! — exclamó Fabián, enfadado de que ella pudiera pensar algo así de él sin conocerle.
—¿Y entonces por qué estás aquí?

Los dos salieron de la vieja campana y se dirigieron al pequeño balcón que daba a la gran plaza. Ella no le soltó la mano en ningún momento mientras le contó su historia. De hecho, le seguía observando con ojos curiosos. Fabián tenía la vista clavada en el suelo. Realmente su belleza le cegaba y el que le agarrase la mano con tanta dulzura le daba mucha vergüenza.

—¡Qué malos son tus amigos! ¿Por qué lo hicieron?
—No lo sé. ¡Y no son mis amigos! Un amigo nunca haría eso.
—¿Tienes alguno?

Aquella pregunta atravesó el corazón de Fabián y por un momento quiso llorar.

—No, ninguno.
—Yo tampoco. Suelo viajar mucho...

Los dos se asustaron cuando escucharon gritos en la plaza. Los mayores empezaban a alejar a los más pequeños para preparar los cohetes.

—Me gusta mucho tu capa— aquel cumplido sorprendió a Fabián, enrojecido.
—Gr…gracias. A mí también me gusta tu vestido— el pequeño entonces se acordó de sus pies descalzos—. ¿No tienes frío?
—No, estoy bien. Soy una criatura de la noche así que supongo que no hay problema.

Fabián tragó saliva. ¿Qué acababa de decir?

—¿Criat…cria…criatura de la noche?— empezó a tartamudear y un ligero escalofrío recorrió su espalda. Se acordó de la leyenda de la niña fantasma y apartó su mano de la de la pequeña.

Ella seguía contemplándole con ojos tranquilos y serenos.

—Antes era como los niños de allí abajo— dijo señalando a los que se encontraban abrazados a sus padres—. Pero fui descuidada con mi vida. Tropecé y… Alabastar me salvó.
—¿Alabastar?
—Es quien me creó y me cuidó desde aquello. Aunque no soy como él. Jamás he probado la sangre humana.

La mente de Fabián se nubló. ¡La pequeña niña no era un fantasma! ¡Era un vampiro!

—No…no te creo — fueron las primeras palabras que logró pronunciar Fabián—. ¡Los vampiros no existen! Quiero decir… ¡no es posible que las criaturas de la noche existan!
—¡Sí que existen! ¿Acaso no me estás viendo? ¡Creí que te gustaría que lo fuese! Si no… ¿por qué llevas esa capa? Se parece mucho a la de Alabastar…

Eso era cierto. De todas las criaturas mágicas que existían en las leyendas, los vampiros siempre le fascinaron a Fabián.

La niña suspiró y agarró de nuevo la mano del muchacho, metiéndolo dentro de una de las campanas más nuevas del piso. El pequeño no comprendió hasta que ella le señaló la pared reluciente, donde podía ver perfectamente su reflejo. Entonces se dio cuenta de que, aunque la pequeña estuviese a su lado, no lograba encontrar su imagen.

—¡Oh!
—¿Ves? —exclamó la joven de ojos carmesí, ahora con una sonrisa reluciente, complacida de haber convencido a Fabián.
—Y entonces… ¿no puedes salir a la luz del sol? ¿Duermes en un ataúd? ¿Cómo…?

Los labios de Fabián fueron sellados por la mano gélida de la pequeña vampira.

—¡Vas muy rápido! Yo también quiero preguntarte muchas cosas— su risa deslumbró a Fabián. ¿Podía existir de verdad una belleza así?
—¿Qué quieres saber de mí?
—Primero tu nombre. Si no lo sé, no podré pedirte que seamos amigos, ¿no?

Aquel comentario iluminó el rostro de Fabián con una sonrisa.

—¿Quieres… que seamos amigos… tú y yo?
—¡Claro que sí!

Fabián se apartó la capa e hizo una reverencia, interpretando su papel de vampiro, deseoso de complacer a su nueva amiga.

—Mi nombre es Fabián.
—¡Qué nombre tan bonito! ¡Yo me llamo Pandora! — ella respondió a su reverencia colocando su falda gris, un tanto arrugada.

“Pandora, qué nombre tan curioso”, pensó Fabián.


III
Amistad


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Los gritos de la gran plaza se intensificaron. Los mayores empezaron a encender los cohetes y en un instante fueron lanzados hacia el cielo estrellado. Fabián agarró la mano de Pandora para sentarse con ella en el balcón, disfrutando de aquel hermoso espectáculo. Una gran gama de colores iluminaron el pueblo. Fabián jamás había observado el efecto que tenían los cohetes a la altura en la que se encontraban él y su nueva amiga. Ojalá su abuelo estuviera allí para verlo.

—Entonces… ¿es cierto que os podéis convertir en murciélagos? —preguntó Fabián, intentando volver a interrogar a Pandora, que ahora observaba los cohetes maravillada.

Ella empezó a reírse.

—¡No, no! En realidad viajamos de forma muy extraña… no sabría muy bien cómo explicártelo… supongo que sólo un vampiro puede entenderlo.
—Ah…

Pandora le explicó a Fabián todo acerca de los vampiros. Según le contó, Pandora no recordaba nada acerca de su vida anterior, sólo que el pueblo fue en el pasado su hogar.

—¿Y esa canción?
—Es lo poco que recuerdo de mi vida mortal. Fue hace dos años cuando Alabastar me encontró aquí… ¿ves esta marca en mi muñeca?— la pequeña se descubrió su mano izquierda y mostró una dura cicatriz—. Él me mordió. Aunque siempre me ha dicho que para que pueda ser inmortal, debo beber la sangre de un humano. ¡Pero yo no quiero!
—¿Puedes seguir creciendo?— Pandora asintió con la cabeza—. ¿Entonces de qué te alimentas?— preguntó Fabián con ojos expectantes.
—Como no he bebido nunca sangre humana, puedo alimentarme de la de los animales, e incluso puedo comer dulces y golosinas como tú. Pero es debido a eso de que mi cuerpo no es tan fuerte como el de Alabastar.

Fabián imaginó qué aspecto debía tener el vampiro Alabastar. Le vino a la mente el conde Drácula, con su enorme capa negra, con la que cubría a sus víctimas antes de chuparles la sangre, dejándolos sin vida.

—¿Y por qué estás aquí sola? ¿Dónde está Alabastar?
—Siempre venimos por estas fechas para que yo pueda ver desde aquí la fiesta. Recuerdo vagamente que me gustaba bailar con mis amigas en la plaza, comer dulces… él ahora estará alimentándose— ella volvió a agarrar la mano de Fabián con fuerza—. ¡Pero no te preocupes! ¡Me prometió no dañar a nadie del pueblo!

Fabián asintió, agradecido de no tener que preocuparse por la vida de sus abuelos. Entonces recordó que en su pequeño bolsillo había guardado unos cuantos caramelos. Los sacó y le ofreció uno de fresa. La pequeña vampira se lo llevó a la boca, ilusionada de saborear aquel amable gesto por parte de su nuevo amigo.

—¡Está muy bueno!

El pequeño sonrió y cogió otro caramelo. Mientras Pandora lo masticaba, Fabián no pudo resistir a observar su perfecta dentadura, buscando algo…

—¿Qué?
—¡Ah, no, nada! Es sólo que…

Fabián había sido bastante descuidado. Pero no podía pedirle a Pandora que le enseñase sus colmillos.

—¡Ahora me toca a mí preguntar!— dijo Pandora, tragando lo que quedaba de caramelo entre sus dientes—. ¿Cómo es tu abuelo? ¿Es cierto que él cuidaba de las campanas?

Las horas pasaron volando para los dos. Fabián estuvo hablando con orgullo de su abuelo y le contó a Pandora que cuando fuese mayor le gustaría seguir cuidando del viejo campanario.
Llegó un momento en el que Pandora se fijó en el horizonte, pensativa.

—¿Qué ocurre?— preguntó Fabián.
—Alabastar debería estar de vuelta dentro de poco. Pronto amanecerá.

Aquellas palabras entristecieron a Fabián. Pandora había dicho que sólo pasaba por el pueblo la noche de brujas, para luego emprender viaje de nuevo con Alabastar…

—¿No puedes quedarte?
—No, Fabián. Lo siento.


IV
Promesa


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Pequeñas lágrimas cayeron sobre las gélidas mejillas de Pandora. Fabián, sin saber qué hacer, la abrazó con dulzura. Los dos se quedaron así, intentando encontrar una solución para no separarse, pero era inevitable que el sol apareciese de entre las gigantescas montañas que rodeaban al pueblo.

Unos ligeros rayos de luz iluminaron el campanario. Pandora se asustó y abrazó con fuerza a Fabián, tanta que hasta el pequeño sintió un ligero dolor en el cuello.

—¡El sol está saliendo! ¿Dónde está Alabastar? ¡No puedo dejar que el sol…! ¡No!

La niña empezó a sollozar aterrorizada. Fabián la intentó tranquilizar aferrándola a su débil cuerpo humano.

—¡No dejaré que la luz te alcance!

Pensó por un instante en llevarla hacia las escaleras de caracol, pero el sol ya estaba iluminando aquella zona y era demasiado peligroso arriesgarse. El joven condujo el cuerpo de Pandora hacia el interior de la campana más grande y vieja del piso. Una vez allí, se quitó la capa y con ella tapó a la niña. La pequeña volvió a acurrucarse en aquel ser tan cálido y reconfortante.

—Fabián… el año que viene volveré al campanario. ¿Me esperarás para jugar de nuevo?

Fabián asintió con la cabeza.

—Esperaré por ti.
—¿De verdad? ¿Lo prometes?
—Lo prometo.

El pequeño se sorprendió cuando la joven vampira posó sus gélidos labios en su mejilla izquierda, para después volver a hundir su rostro en su pecho.

La desesperación empezó a apoderarse del joven. Poco a poco, la sombra de la campana era sustituida por los rayos de sol, que ahora resultaban terroríficos a los ojos de Fabián. No quería que nada le pasase a su amiga, no podía perderla.

De repente, un fuerte estruendo hizo eco en las campanas. Alguien había abierto de una patada la vieja puerta de las escaleras. Se oyeron muchas voces, pero entre ellas una le resultó muy familiar.

—¿¡Fabián!? ¿Estás ahí? ¡Fabián, contesta!

Era la de su abuelo, que había estado buscándolo toda la noche tras darse cuenta de que no había vuelto de la fiesta.

—¡Abuelo! ¡Estoy aquí! — gritó Fabián desde el interior de la forma ovalada.

Se oyeron un montón de pasos apresurados, subiendo torpemente las peligrosas escaleras.
Fabián salió de la campana, dejando a su amiga, ahora dormida, con la capa aún puesta. Tenía que avisar a su abuelo. Él sabría qué hacer.

El abuelo de Fabián corrió hacia su nieto y lo abrazó con rudeza.

—¡Mi pobre niño! ¿Qué haces aquí arriba? ¡He estado toda la noche buscándote! ¡Tu abuela está muy preocupada por ti! ¡Ambos lo estábamos!

Fabián, aún con ganas de disfrutar de ese abrazo, intentó liberarse. Su abuelo lo observó confuso, y se sorprendió al ver a su nieto llorando.

—¿Qué ocurre, Fabián? ¿Te has hecho daño?
—¡No, no! ¡Es mi amiga! ¡No puede darle el sol, sino se quemará!
—¿De qué hablas?
—¡De mi amiga Pandora! Está aquí bajo la campana.

Fabián cogió la mano de su abuelo y lo condujo a la campana donde había dejado a su pobre amiga.

El pequeño se metió dentro para sacarla de allí cuanto antes, pero sólo pudo soltar un grito ahogado.

Pandora había desaparecido.



~ Continuará...

¡Saludos! :)

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EDIT: Editado varias veces para corregir errores y usar algunos consejos de Deja ^^
Última edición por EspeYuna el Vie Mar 23, 2012 1:02 am, editado 3 veces en total
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Re: Fabián y Pandora, Nadhia Hodges (Cuento)

Notapor Deja » Jue Mar 01, 2012 12:42 am

¡Buenos días EspeYuna, o, si prefieres, Nadhia Hodges!

He leído el texto porque tiene una presentación muy buena, es decir, la mayoría de lo que cuelga la gente nueva por aquí son cosas de dos párrafos y sin previo prólogo, sinopsis, etc...

Para empezar, el "Género" podrías dejarlo así: Género: Fantástico, Romántico, Vampírico, esto es, con adjetivos en vez de sustantivos. Pero allá cada uno con su estilo, si quieres ponerlo así, ponlo así, pero lo correcto es con adjetivos.

Importante: En vez de guiones, utiliza rayas. —
Tienes algunos fallos en las introducciones de los personajes. En los diálogos no haces separación de oraciones, lo escribes todo seguido. Y, esto te lo demuestro con ejemplos que me es más cómodo, se escribe así:

- Pero todavía no eres un vampiro de verdad.- dijo su abuelo, riendo.- Porque si realmente lo fueses, no podríamos ver tu reflejo.
Escrito por ti.

—Pero todavía no eres un vampiro de verdad —dijo su abuelo, riendo—. Porque si realmente lo fueses, no podríamos ver tu reflejo.
Cómo se debe escribir.

Nunca, nunca he dicho, pongas dos exclamaciones en la misma frase, osea, esto "¡¡Corre!!, ¡CORRE!, ¡Coorre!" (y demás combinaciones) está mal escrito, lo correcto es un simple "¡Corre!" y si quieres enfatizarlo lo haces con un pequeño adjetivo. —¡Corre! —gritó desmesuradamente Fabián.

Poco más, luego en presentaciones tienes que aprender estos puntos:
—Utiliza spoilers para separar un acto de otro.
—Si quieres, si quieres he dicho, sube un capítulo semanal, no lo subas todo junto, se hace pesado verlo todo seguido.

Y bah, para acabar, en cuanto a la trama yo veo un claro "se vuelven a encontrar en la etapa adolescente" o por lo menos yo me lo imagino así, ya mayorcitos xD. ¡Muy bien hecho, nos vemos!
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Re: Fabián y Pandora, Nadhia Hodges (Cuento)

Notapor EspeYuna » Jue Mar 01, 2012 1:06 am

¡Muchas gracias por los consejos, Dejagow5!

Siempre he tenido la duda de las exclamaciones, así que te estoy agradecida de que me lo hayas resuelto ^^
Y también respecto a los guiones XD la verdad es que soy una principiante y me queda mucho por aprender. Espero poder mejorar por aquí ;)

Cuando pueda editaré la entrada para que quede más presentable gracias a tu ayuda.

Y en cuanto a lo de la presentación, me has dado una magnífica idea. El segundo acto consta de 8 mini-capítulos (como el primero que ha tenido 4). Puede que los suba de dos en dos, para que no sea tan pesado :P

Repito. ¡Muchas gracias!

PD: La trama es muy predecible, lo sé. Pero desde el principio quise que fuese como los cuentos de antaño, el típico final de cuentos de hadas. Espero que eso lo entendáis :P
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Re: Fabián y Pandora, Nadhia Hodges (Cuento)

Notapor EspeYuna » Vie Mar 02, 2012 11:03 pm

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Hoy publico los dos primeros capítulos del segundo acto. ^^


Acto II
1995


I
Dolor


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―Fabián, ¿puedes ayudarnos con esta campana? Es demasiado pesada para sólo nosotros tres. ¡Ay!
―¡Ah! ¡No os mováis! ¡Enseguida voy!

De ese inesperado encuentro pasaron diez años. Fabián cumplió su promesa y visitó cada 31 de Octubre el viejo campanario. Sin embargo, Pandora jamás volvió a aparecer.

Durante todo ese tiempo, el pequeño de ojos celestes creció para convertirse en un joven apuesto y fuerte. El simple hecho de pasar largas tardes en la biblioteca, buscando libros que pudieran distraerle de la aburrida vida del pueblo, hizo que tuviera que forzar demasiado la vista y, debido a ello, usar gafas.

Muchos compañeros de clase, incluidos los que lo encerraron, se burlaban de él a sus espaldas, pero eso a Fabián no le importaba. Incluso cuando su abuelo le preguntó por lo que pasó años atrás, él nunca mencionó a Pablo o a Antonio. En parte, les estaba enormemente agradecido.

Aunque su abuelo no le creyó, él sabía que Pandora había existido. La capa que su abuela le cosió desapareció junto con su amiga. Algún día ella vendría a devolvérsela. Estaba seguro de ello.


Fabián fue un buen estudiante. Cuando cumplió los quince años, su abuelo le permitió que ayudase en las reformas del campanario. Aprendió el oficio y se dedicó a ir todos los fines de semana a cuidar de las campanas. De ello que hubiese conseguido unos brazos fuertes, a pesar de tener un cuerpo delgado. De esa manera se sentía más cerca de Pandora.

Los últimos años Fabián empezó a dudar. Pronto debería abandonar el pueblo para ir a la universidad, pero aún así él seguía intentando convencer a sus abuelos para quedarse allí.
Y así fue como, a la edad de dieciocho años, Fabián tuvo que pasar por uno de los momentos más dolorosos de su vida. A su abuela le fue diagnosticada una enfermedad grave. Pasaba todos los días en cama, sin apenas probar bocado. Aquello fue suficiente para que Fabián se quedase en el pueblo un año más.

Desgraciadamente, los diminutos ojos de su abuela se apagaron una gélida noche de diciembre, dejando a los dos hombres de la casa totalmente solos.

Fabián pudo aceptar poco a poco la muerte de su abuela, aún cuando al recordarla se le formaba un nudo en la garganta y evitaba llorar delante de la gente del pueblo.

Pero su abuelo jamás lo superó. Pasaron unos cuantos meses, y Fabián tuvo que dejar de ir al campanario para ocuparse de él.

Su querido abuelo, aquel que había perdido lo más valioso que le había otorgado la vida. A su edad y comenzando una ligera demencia no era capaz de asimilar la muerte de su amada. No paraba de repetir que quería reunirse con ella, palabras que entristecían a su nieto.

Fabián pasó otro año junto a su abuelo, ya sin importarle sus estudios. Poco después de que el joven cumpliese sus diecinueve primaveras, los amigos de su abuelo se reunían con él, intentando convencerle de ir a probar suerte en la gran ciudad, pero Fabián se negaba rotundamente.

Aquel caluroso verano fue sin duda el más tormentoso de Fabián. La demencia de su abuelo fue de mal en peor. Ya apenas podía cuidar de sí mismo. Los fuertes brazos de su nieto lo bañaban, lo vestían, lo alimentaban… lo llenaban de cariño, a pesar de que a veces su abuelo no lo reconociera o le echase en cara cosas de las que no tenía culpa alguna.

A mediados de Septiembre, los ojos del pobre anciano se cerraron por última vez. Fabián salió corriendo de la casa, gritando de dolor. Los vecinos fueron en su ayuda y le ofrecieron todo cuanto les fue posible.

Fabián no quiso dejar la casa en la que había crecido junto con sus abuelos, pero bien sabía que no podría cubrir sólo los gastos de la propiedad, por lo que tuvo que aceptar la hospitalidad de la gente del pueblo. Y pensó que lo mejor sería trasladarse a la ciudad, agradeciendo las ayudas que estaba obteniendo de los servicios sociales y de sus vecinos.
El 31 de Octubre de aquel año gris tenía la pequeña esperanza de volver a ver a Pandora. ¿Ella habría escuchado sus llantos de dolor? ¿Dónde había estado todo este tiempo, cuanto más la había necesitado?

Aquella noche de brujas volvió a subir las escaleras de caracol. A las doce, los fuegos artificiales volvieron a iluminar el pueblo, pero a Fabián ya no le parecían bonitos. No si no estaba Pandora. Había llorado tanto por la pérdida de sus seres queridos que no pudo hacerlo esa noche.

Al día siguiente decidió que ya nada le unía a esa catedral y empezó a buscar residencia para quedarse en la gran ciudad. A principios de año, logró entrar en la carrera de Filología Hispánica. Todavía seguía enamorado de las letras.

A Fabián le costó bastante integrarse en la facultad. Si su experiencia con los niños del pueblo no le había ayudado, la tranquilidad de las montañas y el mar tampoco. Odiaba el ruido de la ciudad, se asfixiaba rodeado de rascacielos. Pero hizo un gran esfuerzo recordando a sus abuelos.


II
Soledad


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Llegó el verano y Fabián fue a visitar la tumba de sus seres queridos. Primero fue a comprar pan del pueblo, aquel que tanto añoraba. La panadera, vieja amiga de su abuela, lo recibió con los brazos abiertos.

―¡Oh, cariño! ¡Qué sorpresa! ¿Qué tal llevas los estudios?
―Muy bien, aunque todavía no logro acostumbrarme a la ciudad. Echo de menos la tranquilidad de este sitio ― miró ansioso el manjar que se cocía en el horno―. ¿Sigues haciendo tus dulces de leche?
―¡Por supuesto, tesoro! ¡Ahora mismo te preparo unos para llevar!

Fabián sonrió. Realmente le dolía la mandíbula, intentando parecer estar bien y que nadie del pueblo se preocupase por él. Pasó por su antiguo hogar, ahora abandonado y en venta. También por la floristería, donde compró las rosas blancas que muchas veces el abuelo había comprado a su mujer por sus años de casados.

El cementerio era realmente hermoso. Las flores relucían en verano, cuidadosamente bañadas en agua de rocío. Todo gracias al amable jardinero que cuidaba de ellas.

Cuando Fabián llegó a la tumba, posó el ramo de rosas en ella y se quedó de pie, sin saber muy bien qué hacer. Estuvo hablando con sus abuelos, contándole sus experiencias en la universidad. Pero todo aquello lo hacía con desgana. Así que rezó por ellos, aun con la mente en otra parte, lejana, distante. Sus ojos celestes se quedaron clavados en las rosas.

Ni siquiera se dio cuenta de que el sol desapareció de entre las montañas. Pequeñas gotas cayeron del cielo, rozando los hombros de Fabián. Él apenas se percató de la ligera llovizna. Se encontraba tan solo…

―Muchacho, ¿te encuentras bien?

Aquella voz impresionó a Fabián y se volvió. Un hombre alto y de largos cabellos oscuros le observaba con su paraguas abierto. Sus ojos le resultaron muy familiares, pero apartó la mirada, demasiado avergonzado de su comportamiento. Estaba totalmente empapado.

―¡S…sí! ¡Estoy bien! Es sólo que… estaba pensando en mis cosas… ¿ya es de noche? ¡Vaya!

Quería que se le tragase la tierra. Sintió la mano del hombre posarse sobre su hombro. Es como si hubiese entendido los sentimientos de Fabián.

―¿Tus padres quizás?― su voz aterciopelada perturbó al muchacho.
―No… mis abuelos. Murieron el año pasado.
―¿Entonces… tus padres…?
―Mis padres murieron cuando apenas tenía siete años. Un accidente… mis abuelos fueron los que cuidaron de mí― Fabián no podía creer lo que estaba haciendo…¡contarle todo aquello a una persona desconocida, en medio de la lluvia!― Perdone usted, señor, si tiene que ir a alguna parte…
―No, tranquilo. Es bueno hablar de las personas que añoramos.

Ante aquellas amables palabras lo único que pudo hacer Fabián fue caer de rodillas y llorar. A llorar como no lo había hecho en meses.

La soledad le consumía. Pensó en su amiga Pandora, la única que podría hacerle recordar los tiempos en los que sus abuelos seguían mimándole.

―P…perdóneme, señor. Es sólo que… me encuentro muy solo…yo…

Fabián se levantó del suelo, intentando agradecer al hombre el que le hubiese escuchado bajo esa lluvia, pero al darse la vuelta y mirarle…

Fabián quedó hipnotizado bajo los ojos de aquel misterioso caballero. Sintió como si lo único que existiese en el mundo fueran aquellas pupilas que empezaban a envolver cada uno de sus nervios. Su mente se nublaba, sus piernas adormecían… ni siquiera se le permitía preguntar qué estaba pasando. Su cuerpo se acercó al del extraño ser que tanto le atraía. Había caído en sus redes.

Aún perturbado cuando el rostro del hombre se hundió en su cuello, Fabián sintió paz. Ya no le importaba nada...

―Eres muy valiente. No te preocupes, pronto acabará tu sufrimiento.

Fabián cerró los ojos sin oponer resistencia. Y una imagen fugaz pasó por su cabeza.

―Pan…dora…

Entonces oyó un grito en la lejanía que despertó su corazón adormecido.

―¡No! ¡No lo hagas!

Un chillido muy familiar hizo que el misterioso hechizo se detuviera.

Fabián se dio la vuelta. ¡La había escuchado con tanta claridad! ¿Había sido ella? ¿Por qué había gritado?

Con el sonido de la lluvia se acordó de donde se encontraba y se cubrió el cuello con la mano, ahora bastante asustado. Se volvió de nuevo hacia el hombre, pero sólo encontró el paraguas abierto en el suelo. No había rastro de él. ¿Qué demonios había pasado?

Salió corriendo hacia el pueblo, con el paraguas protegiéndole de la tromba de agua.

Unas horas más tarde, tras darse una ducha en la posada donde se quedaba a pasar la noche, observó la catedral en la lejanía, a través de la ventana.

¿Realmente había sido Pandora? ¿O había sido su imaginación? ¿Y ese hombre? ¿Qué había querido de él? Volvió a rozar su cuello, que, a pesar de haber estado bajo agua ardiente, seguía gélido.

Fabián había decidido el año anterior no volver a pisar el campanario. Los hermosos recuerdos de su infancia eran suficientes para amortiguar el dolor. No creía necesario tener que volver a buscar a su amiga. Pero el haber oído su voz cristalina una vez más despertó una pequeña luz de esperanza en su corazón.


~ Continuará...

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EDIT: Para corregir guiones y demás. ^^
Última edición por EspeYuna el Vie Mar 23, 2012 12:49 am, editado 2 veces en total
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Re: Fabián y Pandora, Nadhia Hodges (Cuento)

Notapor Sombra » Mié Mar 07, 2012 9:39 pm

Déjame decirte esto. ¿Nunca te has planteado unirte a una revista Online? xDD Hay varias a las que podrías unirte para mostrar tus relatos a mucha más gente, a parte de los de a este foro. En serio, escribes fenomenal. Los vampiros no es un tema que me apasione mucho pero, he estado enganchado todo el rato a pesar de eso, has sabido llevar los sentimientos de los personajes muy bien y los has dotado de una notada personalidad.

Te aplaudo y mucho.
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Re: Fabián y Pandora, Nadhia Hodges (Cuento)

Notapor EspeYuna » Mié Mar 07, 2012 10:56 pm

Sombra, me has dejado muy sorprendida por tu comentario y muy, muy emocionada por el apoyo. ¡Muchas gracias!
Aunque, si te digo la verdad, aún me considero una principiante xDDD éste es el primer cuento que llego a terminar.
Me alegra muchísimo que haya podido transmitirte los sentimientos de Fabián, que es lo que más temía de la opinión de mis futuros lectores... ¡ah! Y sobre lo de los vampiros, lo sé, es un tema muy utilizado desde el boom de Crepúsculo (aunque mis vampiros no brillan XDDDDD). Aunque bien es cierto que últimamente está siendo sustituido por un "boom" de ángeles, demonios, etc. (las modas, las modas...(?))

Sobre la revista Online... ¡jamás me lo había planteado, la verdad! Además que poco estoy informada de ellas XD
Actualmente subo mis relatos en un blog que tengo no hace más de dos semanas, aunque no voy a poner la dirección por aquí por si es incorrecto(spam)

¡Repito, muchas gracias Sombra! ^^ ¡¡Ah!! Y espero poder coincidir con tu personaje en el Rol de KHWorld. Ahora mismo estoy con el prólogo, espero terminarlo pronto para entrar en tramas y encuentros. ¡Besos! :wink:
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Re: Fabián y Pandora, Nadhia Hodges (Cuento)

Notapor Deja » Sab Mar 10, 2012 4:05 am

¡Buenas!

Jeje, tienes algunos fallitos así por encima y a primera vista:

Los diálogos han de ser de esta forma:

―Hola ―dijo él―. ¿Cómo estás?


Tú lo escribirías de este modo: ― Hola .― dijo él―. ¿Cómo estás?
Es que tienes ahí más cosas, cambias la estructura completamente de un diálogo a otro :<. A ver, la secuencia es así: Raya, palabra sin espacio, raya, acción, raya, punto (o coma, pero es en otros casos más claros) y la segunda frase.

Luego en composición de oraciones, creo que estas dos:
Estuvo hablando con sus abuelos, contándole sus experiencias en la universidad.

Contándoles tiene que ir en plural, si no, no concuerda el complemento indirecto.
Quería que se le tragase la tierra.

Utilizas dos veces el pronombre se. No sé como se usa esa expresión, supongo que cambia según la zona en España xDD

En cuanto a la trama, lo dicho, escribes muy bien, sigue el consejo que te ofrece Sombra e intenta apuntarte a alguna revista. Yo creo que das muy pocos detalles, lo que leo en el capítulo I del Acto II es prácticamente un resumen.

¡Nos vemos! ¡Espero haberte sido de ayuda!
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Re: Fabián y Pandora, Nadhia Hodges (Cuento)

Notapor EspeYuna » Sab Mar 10, 2012 1:46 pm

¡Gracias Dejagow5 por encontrar esos fallos! ^^

La verdad... ¡reviso muchas veces los textos antes de subirlos a cualquier sitio en la red, pero parece ser que siempre necesitas el ojo de otra persona! Se suelen escapar mucho esos detalles :S
Por ejemplo, la de "contándole-s" ha sido por despiste XD
Y lo de "se utilizado dos veces"...mmm...¡me has dejado intrigada! Yo soy de la zona de Extremadura, aunque no sé si será por la forma de hablar de por aquí xDDDD intentaré informarme.

Y sí, el capítulo 1 del acto II me supo muy acelerado... :P si hubiese sido una novela más larga hubiese profundizado más en él, pero bueno, no creo que lo cambie a estas alturas XD

¡Muchas gracias por los halagos y el apoyo! ^^

(¡Ah! ¡Y también espero encontrarme con Dejay por algún encuentro o trama! ¡Ya leí tu prólogo! :3)
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Re: Fabián y Pandora, Nadhia Hodges (Cuento)

Notapor EspeYuna » Mié Mar 14, 2012 5:27 pm

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Ya va siendo hora de que publique los dos siguientes capítulos. ^^


III
Esperanza


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Conforme la fecha se acercaba Fabián se iba poniendo cada vez más nervioso. Aquella angustia hizo que el segundo año de carrera empezara con mal pie, pero no le importaba. En su mente sólo estaba ella.

Llegó al pueblo la tarde del 31 de Octubre, dispuesto a volver a encontrarse con Pandora. Como ya formaba parte de los mayores del pueblo, cocinó, cargó con la leña para las grandes fogatas y jugó un poco con los niños. También ayudó a la panadera con los pasteles y dulces que había preparado para la fiesta. Aquellas tareas lograron calmar el corazón inquieto de Fabián.

Pudo reconocer algunos rostros familiares, como los de Antonio y Pablo, contando historias de fantasmas a los más pequeños. El marido de la panadera los hizo callar lanzándoles panes del día anterior, duros como una piedra.

Una vez se apagó la primera fogata, Fabián no aguantó más. Compró una gran bolsa de caramelos de fresa y a hurtadillas logró llegar a los jardines traseros de la catedral. Recordó lo inocente que había sido en aquellos tiempos y empezó a reír para sus adentros. Lo que estuvo dispuesto a hacer para tener amigos…

La puerta de las escaleras de caracol permanecían cerradas, pero Fabián conservaba una copia de las llaves. Temeroso de que hubiesen cambiado la cerradura, metió la llave y la giró con cuidado. Suspiró aliviado cuando sonó el “click” y giró sin problemas el pomo de la puerta.

El gélido viento congeló el cuello de Fabián. Éste se abrigó con su cazadora y subió poco a poco las escaleras. Cuando llegó a la gran ventana donde diez años atrás encontró a Pandora, se detuvo y se fijó en la gente del pueblo, que comenzaba a formar corrillos para bailar al son de la música.

“¿Pero qué estoy haciendo?”, pensó. Se encontraba persiguiendo un fantasma del pasado, sin importarle apenas su futuro.

Se acordó de su capa perdida. Y lo acontecido meses atrás con aquel misterioso hombre. Ahora sostenía con fuerza el paraguas en su mano derecha.

Fue suficiente para que Fabián cogiese aire y llegara al final de las escaleras.
Pudieron pasar dos horas desde que Fabián se sentó en el balcón, disfrutando del paisaje nocturno.

“No, estoy bien. Soy una criatura de la noche así que supongo que no hay problema.”

Fabián alzó la cabeza para contemplar las estrellas. Intentaba matar el tiempo recordando vagamente el rostro de Pandora. Su piel tan blanca como la nieve, su pequeña nariz, sus gélidos labios, sus grandes ojos carmesí.

“Entonces no puedes ser malo."
“¡Por supuesto que no lo soy!”

Empezó a reírse solo. Los recuerdos afloraban.

Se volvió para observar las campanas. Algunas habían sido restauradas, siendo sustituidas por otras. Sin embargo, la más vieja y grande siguió en el campanario.

“Lo prometo”

El viento que soplaba y silbaba entre las campanas estremeció el cuerpo de Fabián. Se puso de pie y empezó a pasear entre ellas, mientras se llevaba dos caramelos de fresa a la boca.
Con aquel bello sonido se acordó de la canción de Pandora.

―¿Cómo era? ¿Mi pequeño… pajarito…? No, espera…

Se sentó de nuevo, bastante molesto de olvidar la canción de su amiga.

¿Dónde estás, pequeño pajarito?

Y los demás versos salieron solos, para sorpresa de Fabián, que jamás la había entonado en voz alta. El eco de su voz retumbó en las paredes de la catedral.

¿Dónde estás, dónde estás?

Pequeño pajarito, ahora dormido entre mis brazos

Yo te cuidaré, no tengas miedo

Pronto podrás volar, libre de toda maldad

Mi pobre pajarito, mi pequeño pajarit...o…


Los ojos de Fabián se cubrieron de espesas lágrimas. El dolor de no volver a verla era insoportable. ¿Para qué se engañaba? Ella no volvería. Era una vampira, él un simple humano. Ante la rabia se quitó las gafas y las intentó lanzar con violencia. Pero no pudo hacerlo, así que las dejó en el piso de madera. Débil y cansado, se acurrucó entre sus piernas y siguió llorando mientras escuchaba a los mayores del pueblo preparar los cohetes.

―¡Pandora! ¡Te necesito! ¡Por favor, Pandora! ¡Te quiero!

Fue entonces cuando oyó un ligero silbido, casi como un susurro, a sus espaldas. ¿El viento? ¿Las campanas?

―¿Fa..Fabián?

Fabián alzó el rostro y se dio la vuelta. No. No podía ser. Era imposible. Se colocó torpemente las gafas.

―¿Pandora?


IV
Reunión


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Unos pies descalzos aparecieron de entre las sombras, para luego ser iluminado el resto de su cuerpo a la luz de la luna.

Ni todas las maravillas del mundo juntas podrían haber competido con tal inexplicable belleza.
Una joven de largos cabellos cobrizos y perfectos rasgos se acercó a Fabián. Temerosa al principio, observó con detenimiento al muchacho que yacía en el frío suelo de madera, llorando. Éste no era capaz de moverse. ¿Acaso era una ilusión? ¿Se habría quedado dormido?

La muchacha aparentaba la misma edad que Fabián. Su hermosura le cegaba. Su piel hacía parecer que su cuerpo brillase con luz propia. Sus ojos carmesí eran tentadores, al igual que sus finos labios. Lucía un largo traje de seda gris, con pequeños encajes blancos que Fabián supo reconocer.

Fabián se levantó despacio, deseoso de que su cuerpo no se encontrase demasiado débil como para caer de espaldas.

Sostenía algo entre sus manos.

―Eso es…

La joven llevaba consigo la capa de vampiro de Fabián.

―¿Pandora, eres tú?
―Fabián… ¡Fabián!

Pandora fue muy impulsiva y se lanzó a los brazos de Fabián con demasiada rudeza. Éste correspondió al abrazo, aún dolorido. Los dos rieron nerviosamente.

Para Fabián, el cuerpo de Pandora era frío, pero resultó ser lo más cálido que había experimentando en años. Para Pandora, la calidez de Fabián era un tesoro que había añorado durante una década.

―Lo siento tanto, Fabián… lo lamento tanto…
―Pandora…

Los dos siguieron abrazados, envueltos por el silencio de la catedral. Los primeros fuegos artificiales asustaron a ambos y se rieron el uno del otro. Pandora cogió de la mano a Fabián y lo llevó hacia el balcón.

―Pandora… ¿qué ocurrió? ¿Por qué durante diez años no has aparecido?
―Fabián… lo siento mucho, yo en realidad quería verte, pero… pero Alabastar… él lo hizo por mi bien. Cuando fuiste en busca de tu abuelo, él me recogió. Por eso no pude despedirme de ti. Él sufrió muchos daños porque le quemó el sol. Durante un año entero tuve que cuidar de sus heridas. Y cuando por fin llegó el 31 de Octubre… Alabastar me aconsejó que no volviera a verte.
―¿Pero por qué?
―Dijo que algún día mi naturaleza vencería a mi conciencia… y que te mataría sin querer… eso me aterrorizó y no quise venir el primer año. Me asustaba tanto el poder hacerte daño, que pasaron los años y… y…― Pandora no pudo más y se acurrucó en el pecho del joven, llorando―. Sin embargo ahora sé que fue una estupidez… porque yo jamás he sentido sed de sangre por ti. Sólo quería estar contigo. Aunque estos sentimientos han sido siempre tan confusos― la joven alzó la mirada y rozó con su mano el rostro de Fabián―. Quería volver a ver tus ojos azules, una vez más.

Aquellas dulces palabras fueron suficientes para que Fabián abrazase con fuerza el cuerpo de Pandora.

―Entonces… los dos sentimos lo mismo ―el joven sonrió.
―¿Fabián? ―preguntó Pandora, confundida.

Fabián rozó con sus dedos las frías mejillas de Pandora.

―Te amo, Pandora. Fuiste mi primera amiga, la única capaz de hacerme sonreír durante tantos años. A pesar de no volver a verte, mi corazón seguía latiendo de alegría― Pandora no podía creer lo que estaba oyendo y miraba a Fabián sorprendida, con sus mejillas levemente sonrojadas―. ¿Sabes? Cuidé de las campanas por ti. Me hacía sentir vivo por dentro. Pero después de perder a mis abuelos, pensé que quizás también te había perdido a ti. Me asusté y decidí no pisar jamás el campanario… lo siento…
―Fabián… yo… yo también siento lo mismo. ¡Pero hasta que no lo has dicho tú, no he sido capaz de comprenderlo! ¿Por qué…?

Fabián dejó su timidez atrás y posó sus labios en los de Pandora. Fue leve, pero tan intenso y dulce que les pareció eterno. Tras separarse, Fabián contestó a la pregunta:

―Quizás éramos demasiado jóvenes para darnos cuenta.

Pandora besó a Fabián en su mejilla izquierda, como hizo diez años atrás. Se volvieron a abrazar en silencio.

―Fabián… ¿entonces por qué volviste a subir al campanario?
―Alguien me hizo recordar que tú habías existido― se empezó a reír y le enseñó el paraguas―. Por cierto, tengo que devolvérselo. ¿Está aquí?
―¡Oh!― Pandora exclamó al verlo. Entonces lo recordó―. ¿Eras tú? ¡El chico del cementerio!
―Entonces no fue un sueño. Tú gritaste.
―Me asusté demasiado. Él no se había alimentando en días y… ¡lo siento mucho! ¿Te hizo daño?
―No, tranquila. Pero quiero preguntarle algo.
―¿Qué quieres preguntarme?

Fabián se asustó. De entre las campanas surgió el caballero del cementerio, pero sus ropas lucían más acordes con su verdadera naturaleza. Las de un vampiro.


~ Continuará...

PD: Dejay, estuve informándome sobre lo de utilizar dos veces el pronombre "se"... parece ser que es muy utilizado para hablar por aquí, según estuve comentándolo con mi padre XD

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EDIT: Corrigiendo algunos fallitos de los guiones. :P
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Re: Fabián y Pandora, Nadhia Hodges (Cuento)

Notapor diegollave » Mié Mar 28, 2012 8:43 pm

se ve muy muy muy muy muy muy bueno O.O me gusta demasiado... puntos de karma sube de nivel ;-) !! estoy copiando los caps para leerlos en mi casa cuando llegue
98% de los adolescentes han fumado, si eres del dichoso 2% que no lo ha hecho, copia y pega esto en tu firma. =D
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Re: Fabián y Pandora, Nadhia Hodges (Cuento)

Notapor EspeYuna » Lun Abr 02, 2012 9:41 pm

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Aquí os dejo con los dos nuevos capítulos. Gracias a los que han comentado hasta ahora mi cuento. Ojalá hubiese más opiniones, pero parece que ahora más que nunca FanPlace está algo muerto :S

V
Inmortal


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Su capa envolvía su robusto cuerpo. Fabián recordó sus ojos penetrantes y su pálido rostro.

―Alabastar― pronunció Fabián.
―Así que Pandora te habló sobre mí. Bien, joven mortal… ¿qué es lo que quieres de Pandora?
―Si se refiere a la inmortalidad, no la necesito. Sólo quiero estar con ella.
―Mmm...― Pandora se apartó de Fabián y Alabastar paseó alrededor del muchacho. Pareciera que estuviese examinando su débil cuerpo―. Quizás podría…
―¿Podría…?― pronunciaron los dos enamorados al unísono.

Alabastar los observó a ambos. Nuevamente sus ojos se detuvieron en los cristales celestes de Fabián.

―En realidad le mentí a Pandora. Ella jamás te hubiese hecho daño. Su sed de sangre es diferente a la mía―el vampiro se apartó la capa y se apoyó en una de las campanas―. Una vez que pruebas la sangre humana, no eres capaz de reemplazarla. Pero no me fiaba de los humanos, y menos de uno perteneciente a este pueblo, donde Pandora estuvo a punto de morir…

―Alabastar, por favor…― Pandora quiso hablar, pero Alabastar la hizo callar con la mirada―. Bien sé que salvaste a Pandora de los rayos de sol, pero incluso así tengo una mente muy retorcida y me cuesta confiar en seres como tú. Pandora fue perdiendo poco a poco su sonrisa por no volver a verte, y decidí hacerte una visita, para convencerme de que eras buena persona, tal y como ella te había descrito. Fue una noche de invierno. Te encontrabas con tu abuelo llorando sobre el cuerpo de tu difunta abuela. Llegué en mal momento y decidí visitarte meses más tarde. Lo que mis ojos vieron aquel día hizo que me tragase mis palabras de repugnancia hacia tu naturaleza humana. El ver cómo te sacrificabas por tu abuelo, las largas noches levantando su cuerpo con tus débiles brazos, los insultos que tuviste que soportar…

Pandora agarró con dulzura la mano de Fabián, el cual intentó no volver a llorar acordándose del estado de su abuelo.

―Y entonces vuelves al campanario, esperando otra vez por Pandora. Nueve años y un humano seguía cumpliendo una promesa eterna. ¡Realmente eres un chico muy extraño, me fascinas!― Alabastar empezó a reír solo. Sus carcajadas parecían poder mover las campanas de la catedral―. Este verano estaba alimentándome por casualidad en las cercanías. Preocupé mucho a Pandora porque temía de que cometiese alguna de mis locuras, por eso me siguió― el vampiro enseñó sus colmillos y Fabián se estremeció― Fue entonces cuando me percaté de tu presencia en el cementerio. Pensé que te irías enseguida una vez empezó a llover, pero te quedaste allí. Parecías una estatua más que decoraba el lugar. Y no pude evitar hablar contigo.
―Y… sobre lo que pasó… bueno… ¿estaba sediento?
―En realidad no. Además, ni se me pasó por la cabeza beber tu sangre. Pandora jamás me lo hubiese perdonado.
―¿Entonces… por qué mi mente se nubló? Quiero decir… no sé qué me pasó…
―Caíste bajo mi poder hipnótico. Y pensé por un momento el convertirte en vampiro.
―¡¿En serio?!― gritó Pandora―. ¿No ibas a beber su sangre?
―Me subestimas, pequeña. Soy capaz de controlarme. Si no… ¿cómo pude crearte a ti cuando había tanta sangre derramada?

Alabastar suspiró, aunque no le extrañaba que su compañera dudase de él. De nuevo se dirigió al joven que le observaba con ojos nerviosos.

―Si no fuese por Pandora, ahora serías como ella. O no… quizás fue por ti.
―¿Por mí?
―Pronunciaste claramente su nombre. Pensé que la habías visto aparecer, pero no fue así. Llevabas a Pandora en tu corazón, a donde quiera que fueses. Eso me distrajo lo suficiente como para que tú pudieses oír a Pandora gritar.


VI
Sacrificio


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Pandora se aferró al cuerpo de Fabián, acariciando a su vez la capa del muchacho con sus dedos.

―Alabastar… ¿es eso cierto? ¿Fabián podría ser como yo?
―Sí. Pero no es decisión mía ni tuya, Pandora. Es sólo su voluntad la que puede elegir el rechazar su vida como mortal.

Fabián agarró con firmeza el cuerpo de Pandora. En ese momento sólo tenía ojos para la joven vampira.

―Pandora, ya no hay nada en mi vida humana a lo que me pueda aferrar. Mis padres murieron cuando yo apenas tenía siete años. Mis abuelos fueron las únicas personas con las que sentía realmente un lazo de unión. Pero la muerte nos separó y ya no tengo nadie con quien compartir mi vida. Sólo es contigo con quien deseo estar.
―Fabián…

Alabastar los observó. Los ojos celestes del joven eran sinceros, al igual que las palabras de amor que había transmitido. Sin embargo…

―Sin embargo, una vez que te conviertas en vampiro, sólo lo serás en parte, como Pandora―el vampiro se acercó a los dos―. No podréis vivir eternamente como yo. Algún día podríais llegar a envejecer. Y seguramente la muerte os separaría.

Aquella última frase atemorizó a Fabián. El poderoso Alabastar tenía razón.

―Si Pandora llegase a morir antes, yo seguiría sus pasos― dijo entonces Fabián, con ojos decididos.

Unas fuertes carcajadas resonaron en el piso. Fabián se asustó, sorprendido de la reacción de Alabastar.

―¡Realmente me encantas! ¡Eres fantástico! ¡No me lo he pasado tan bien en siglos, pequeño!
―Perdone, pero no sé a qué se refiere…
―Te he puesto a prueba de nuevo. Pensé que intentarías convencer a Pandora para alimentaros de sangre humana. Eso os haría inmortales y podríais disfrutar de vuestro amor para siempre. ¿No es acaso lo que has leído, joven, en antiguos relatos y leyendas? Una promesa de vida eterna…

Fabián se sintió un poco molesto por haber sido puesto a prueba de nuevo. ¿Acaso no confiaba aún en él?

―Alabastar, por favor. Deja de atormentar a Fabián― Pandora sonrió y dirigió sus ojos carmesí a los de Fabián. En esa mirada el joven comprendió que aquella era la naturaleza de Alabastar y que podrían pasar décadas, o quizás siglos, y seguiría comportándose así con él. Resignado, sonrió.

Alabastar suspiró, cansado de reír. Le esperaban décadas de diversión con aquel muchacho.

―Bueno, supongo que entonces no me queda más remedio que aportaros mi ayuda.
―¿Alabastar?― preguntó Pandora, que no llegaba a comprender.
―La sangre que corre por mis venas está impregnada de la sangre mortal con la que me he fortalecido desde que tengo memoria. La sangre de un vampiro puro. Con ella podríais ser inmortales sin la necesidad de morder a ningún humano.

Los ojos de Pandora se abrieron, iluminados. Los de Fabián observaban atónitos al vampiro, sin poder creer que aquella criatura de la noche les estuviese ofreciendo su propia sangre. Según tenía entendido por los viejos libros de mitología hallados en la biblioteca del pueblo, aquel gesto era el mayor privilegio que podías conseguir de los chupasangres.

―¿No tiene nada que decir, joven mortal?― Alabastar parecía esperar más del ojiazul.
―Le estaré enormemente agradecido el resto de mi existencia― Fabián se arrodilló ante Alabastar e hizo una reverencia. Pandora imitó a su amado.

Alabastar se acercó al joven y lo levantó del suelo. Alzó su barbilla y contempló de nuevo sus ojos celestes. Aquellos que perdería para siempre.

―Realmente eres muy valiente, Fabián. Es una suerte que hayas nacido con un corazón tan puro e inocente.

Después se dirigió a su joven compañera.

―Mi pequeña Pandora… nunca quise que bebieras de mi sangre. Pensé que podrías crecer feliz a mi lado, pero no fue así. Ahora no me arrepiento para nada― seguidamente le besó en la frente, y ella no pudo evitar abrazar a su creador.


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Re: Fabián y Pandora, Nadhia Hodges (Cuento)

Notapor diegollave » Lun Abr 02, 2012 9:51 pm

Descargado y próximamente leído! Este cuento es una adicción! Cada vez quiero más
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Re: Fabián y Pandora, Nadhia Hodges (Cuento)

Notapor Sombra » Mar Abr 03, 2012 5:25 pm

Y los dos serán inmortales, que bonito. Un amor que supera incluso la muerte. Me cae bien Alabastor, bastante bien ^^
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Re: Fabián y Pandora, Nadhia Hodges (Cuento)

Notapor Zee » Mar Abr 03, 2012 7:50 pm

Yo te aplaudo.

Llevaba ya cierto tiempo queriendo comentar en tu historia, aunque por alguna razón o por otra, siempre dejaba el comentario para el otro día. Y me parece que no hay otra frase que mejor describa mi opinión que la dicha ut supra. Te felicito por tu trabajo.

Me gustan lo concisos que son tus capítulos. Aunque a veces sintiera que es más diálogo que acción y descripción, parece ser ése tu estilo y, si a la gente le agrada, no soy nadie para criticar (y es bueno porque puedes subir muchos trocitos constantemente en lugar de un macrocap cada mes). Sobre la historia en general, por otro lado, no voy a mentir: tienes que esforzarte en no hacerlo tan Crepuscular si quieres que todo salga bien; ahora vas por muy buen camino, en realidad.

En resumen, aunque estoy acostumbrado a las cosas de otra manera, me gusta; y mucho.

Por cierto, no le hagas caso a Deja. El doble signo de admiración (incluso triple, me parece) está permitido en las obras literarias para dar énfasis a la exclamación; lo que no se permite son las mayúsculas o las dobles interrogaciones. Tiene razón con lo del doble "se", sin embargo, puesto que redundas al repetirlo.

Continúo leyendo y espero poder dejarte otro comentario la próxima vez. Un saludo ^^
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Re: Fabián y Pandora, Nadhia Hodges (Cuento)

Notapor diegollave » Jue Abr 12, 2012 11:21 pm

WAAA!!! Me ha encantado el sacrificio de alabastar!!!, ya quiero ver que sigue >.<
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