Recuerdos borrosos

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Recuerdos borrosos

Notapor Gray » Sab Mar 03, 2012 2:27 am

Recuerdos Borrosos

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Bueno, este por ahora es una especie de prólogo o capítulo de una serie que voy a intentar seguir. No puedo prometer fechas, ni tampoco que la siga, pero se intentará.

Se podría decir que la historia transcurre por ahora en el mundo real, como si fuera una ciudad real. Me inspiré en el parque de mi ciudad, que es bastante coqueto y se puede disfrutar de muchas cosas~ Intentaré explicar lo mejor posible el ambiente del lugar, así practico la descripción de los lugares~ Y si, por ahora el nombre de los personajes no es seguro, por tanto es posible que cambie el nombre del protagonista.

Opiniones por favor.

—Prólogo / Capítulo Uno
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Aquel día era especial. Era soleado, ramas de árbol tapando la luz del sol gracias a las hojas, una suave brisa que danzaba del este al oeste, suavizando la tempratura provocada por el astro candente. Allí estaba él, tumbado. Sintiendo como la hierba seca debido al calor se amontonaba a su espalda, incluso alguna que otra brizna se le había metido en su camiseta favorita, color azul, algodón y sobre todo sin ninguna inscripción excepto dos letras, “GG”. No tenía un signicado conciso, pero podía decirse que aquella prenda le había atraído desde el primer momento, además su precio era cuanto menos irrisorio para la calidad que poseía.

Sus amigos estaban a su alrededor, estaban hablando de temas intrascendentes, nada que le despertara especial interés, pero de vez en cuando levantaba un poco la voz, para puntualizar con algún dato desconocido para ellos, pero nunca abriendo sus ojos ante ellos. A lo lejos un suave chirrido comenzó a oirse, al encontrarse en verano era muy normal escuchar a las cigarras, que según había leído debían ser machos, ya que eran ellos los que de alguna manera cantaban para atraer a las hembras.

Si ponía un poco más de atención podía haberse dado cuenta de que cerca de donde se encontraban, estaban jugando a baloncesto. Aquella cancha en la cual había solamente una canasta, y en la misma en la que de vez en cuando el se dignaba a jugar, aunque sin mucho éxito. Se trataba de un entretenimiento, por tanto el perder o no carecía de sentido. Aunque a él le molestaba perder, le hacía sentirse inútil, y esa, es la peor sensación que podría sentir aquel chico.

La gente no solía pasear mucho por aquel parque en ese día de la semana y aprovechando ese hecho, los cuatro habían decidido dirigirse allí. Todos necesitaban un descanso, ya que en casa por alguna u otra razón, estaban incómodos. Ya fuera por estudios, por amores no correspondido o por muestras de cariño de personas entre ellas. Él en cambio estaba tranquilo. No tenía problemas en casa, los estudios le iban bien y de alguna que otra forma podía decir que las chicas no le atraían demasiado. Tampoco lo hacían los chicos, si se da a mal entender, simplemente no encuentra a una que le despierte su curiosidad, ya que él se guiaba por eso, la curiosidad.

Tras finalizar parte de la charla del día, sus amigos decidieron comenzar un juego. Habían llevado las cartas, con lo cual tocaba jugar las partidas de Poker. Aquello se había convertido en una especie de rutina, una mano, otra y de nuevo otras dos cartas. Se podían llevar horas así, pero claro, levantarse de su posición le costaba horrores, era como si se hubiera quedado pegado. Tardó un par de segundos en inclinarse hacia delante, mientras colocaba sus piernas cruzadas, dispuesto a disfrutar de una tarde habitual.

— Al fin se despertó la bella durmiente, ¿has dormido bien o quieres que te echemos un poco de agua encima para quitarte el sueño? Así quizás nos ganes jugando.— Comentó intentando hacer la gracia uno de sus tres amigos, mientras que él se frotaba los ojos con la mano derecha.

— Ya, ya, que gracioso, pásame cartas.— Dijo finalizando el circo.

Abrió sus ojos entonces y ante sus amigos aparecieron los ojos de su compañero. Un color ambar apareció en ellos, con la ya frecuente luz extraña que emanaba de ellos. Siempre se habían reído de él por sus ojos, porque parecían tan extraños frente a los de los demás, que pensaban que eran operados, pero ¿Cómo se operan unos ojos? Nunca entendió aquellas burlas, y por eso mismo fue que consiguió pasar de ellas. Tras un tiempo consiguió amigos, verdaderos amigos, las mismas personas que estaban allí. Tenía más, pero no eran tan importantes como ellos, ya que eran su soporte en la vida, gracias a ellos podía considerarse feliz.

Pasaron una hora o dos jugando a aquel juego venido de quien sabía donde. Un día habían aprendido y habían decidido jugar para probar, tras eso se habían vuelto adictos al juego. Lo bueno que tenía era que nunca apostaban y aunque no ganaban nada, el sentirse vencedor hacía que valiera aún más que el propio dinero, convirtiéndose en una satisfacción moral.

— Ya va siendo hora de volver a casa.— Comentó uno de ellos, mientras la luz del sol comenzaba a perderse por el horizonte, bañando con su luz naranja a todos los presentes.

— Yo voy un momento al baño, ahora vuelvo.— Comentó el joven de los ojos color ambar y el pelo negro.

Se levantó de manera extraña. Estar tanto tiempo sentado le había sentado mal en la circulación de sus piernas, haciendo que las sintiera como si fueran de gelatina. Tras un segundo o dos de incertidumbre en el paso comenzó a caminar hacia el baño, que estaba a unos minutos de donde se encontraban.

No se encontró a mucha gente paseando por el parque a aquellas horas, parecía quehabían sido más inteligentes que ellos, ya que en poco menos de quince minutos, la noche caería sobre sus cabezas, y la oscuridad nunca era buena compañera. Tras unos tres minutos en los cuales hizo sus necesidades y se lavó las manos, comenzó a volver por el camino de ida, para ir directo donde sus compañeros.

Un extraño susurro se hizo patente para él en el aire, no sabía de donde provenía, pero era de alguna forma como si estuviera atrayéndolo, por suerte venía del lugar de inicio. El extraño sonido comenzó a hacerse más notorio y sus ojos por inercia comenzaron a cerrarse, atraídos por la suave melodía que comenzaba a hacer hueco en sus oídos. Se quedó donde estaba, parado, mientras levantaba la cabeza hacia el cielo y cerraba los ojos del todo.

Aquel canto, si es que podía tratarse de eso, lo interpretaba una voz femenina. Aquel tono agudo no podía ser de otra que no fuera mujer, o al menos eso era lo que sus sentidos le decían. El tono comenzó cada vez a aumentar más y más, e incluso cuando notó que la voz se encontraba frente a él no consiguió abrir los ojos. La curiosidad por saber la letra de la canción le llevaba a escuchar atentamente todo, incluso aunque no viera a la intérprete.

— Vuelve a tu hogar... Donde te espera el guardian celestial... Vuelve Gray... Vuelve ya.— Entonaría aquella voz en su oreja, sacando de la ensoñación al chico.

Abrió los ojos con violencia mientras miraba a los lados, una suave brisa se acaba de formar a su lado, como si alguien hubiera volado en aquel instante. ¿Qué había pasado? ¿Quién era aquella chica que sabía su nombre y que además le cantaba? Porque... ¿Le había cantado no? Había dicho su nombre a su oído, pero para más inri, había desaparecido.

Una sensación de tristeza comenzó a ascender por su pecho. ¿Por qué había se sentía así? ¿Por qué las lagrimas comenzaron a brotar como si algo importante se hubiera ido? Solo sabía que se quedó allí, durante largos minutos, llorando acurrucado en el suelo, pensando en lo que había pasado, y en lo que según sentía, había perdido. Tras eso, se desmayó en el suelo, quedando tirado por largo rato.
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