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Sentía que mi alma abandonaba lentamente el cuerpo roto del muchacho, sentía la agonía de morir que les había hecho pasar a muchos. ¿Por qué me tenía que pasar esto a mí?
Empecé a recordar el último día del muchacho al cual le había arrancado el alma.
Vi el alma del chico abandonar su cuerpo y aquella sería una oportunidad perfecta para sentir el placer de sacar vidas. Así que decidí acoplar mi alma en aquel cuerpo mortal.
Me desperté en la ambulancia. Lo primero que vi fue la cara sonriente del médico al ver que yo estaba vivo o al menos el cuerpo del chico al que había instalado mi alma.
-¿Te encuentras bien?- Preguntó el médico buscando casi desesperadamente algo en un bolso de cuero.
-Sí ¡no hace falta que me des una medicina!- Respondí levantándome de la camilla en la que estaba tumbado.
Abría la puerta de la ambulancia y me fui escuchando el médico chillar como un lunático.
Empecé a correr por las calles de Paris sintiendo otra vez las piernas. Una sonrisa se esbozó en mi cara mientras volvía a caminar lento al ver que yo ya no le importaba al médico.
Me paré frente a una tienda de espejos para observar cómo era mi nuevo cuerpo. Era un adolecente de unos dieciséis años, robusto, con pelo negro, ojos verdes y piel pálida.
Observé que unas chicas me saludaron con la mano y sonreían como unas idiotas.
-Jacky- Dijo la chica rubia con tono meloso -Nos han dicho que habían atropellado a un chico y nos lo han descrito igualito que tu-.
-Nos empezábamos a preocupar- Dijo la otra apoyándose en mi hombro.
Retire a la que se apoyaba en mi hombro con brusquedad y me fui sin decir palabra.
Al cabo de un rato caminando por la hermosa ciudad de Paris el teléfono del muchacho recibió un mensaje.
“Te esperó debajo de la torre Eiffel, si no vienes ya sabes lo que pasará”
En un principio pensé en olvidar el mensaje y seguir mi camino pero luego me di cuenta de que podría ser entretenido saber de quién se podría tratar el desconocido.
Al llegar a la torre Eiffel ya era de noche. Vi a un hombre trajeado con un maletín en la mano derecha y en la izquierda una bola de cristal del tamaño de un puño de un niño de ocho años.
-¿Has traído lo que te pedimos?- Preguntó el hombre de traje con una voz grave -Ya veo que no- Dijo el hombre mirando al cuerpo del adolecente atropellado.
El hombre trajeado tiro la bola de cristal al suelo rompiéndola en mil pedazos. Seguidamente abrió la maleta y saco una pistola. Al ver sus intenciones una sonrisa se esbozó en mi cara y seguidamente decidí que ya era hora de mostrar quien era en realidad.
El hombre de traje apunto a mi cabeza con la pistola y ese fue su error. Vi que la cara se le cambiaba a una expresión de horror. Luego sentí que mis ojos cambiaban de color, era una sensación agradable. Seguidamente vi como el cuerpo, ahora sin alma, del hombre caía al suelo aun con la expresión de horror en su cara.
No era la primera vez que mataba a alguien con simplemente mirar a los ojos y tampoco sería la última. Decidí dejar mis ojos con la tonalidad roja que hacía que la gente cayera ante mí al mirar-los.
Ya había matado a dos hombres y una mujer en las mágicas calles de Paris. La sensación al matar alguien era fantástica y agradable para mí, sin embargo sabía que desde que maté al hombre de traje alguien me estaba vigilando.
De golpe me entro hambre. Odiaba a las necesidades humanas pero las necesitaba para sobrevivir. Miré en la cartera del muchacho y encontré cincuenta euros, no me daba para comer en un restaurante de lujo pero si en una bocatería.
Le devolví el color natural a los ojos del muchacho ya que no quería matar a nadie ahora.
Vi a una anciana paseando un perro. Me acerque sigilosamente y le pregunté sobre algún restaurante cerca. Cuando la anciana se giro para responderme sentí algo frio atravesar el cuerpo del muchacho.
Miré el estomago del adolecente y vi que de él salía sangre, luego escuche la anciana chillar. Me giré para ver quién me había disparado pero no vi a nadie.
Sentí el cuerpo del muchacho caer al suelo, sentí como poco a poco las fuerzas me abandonaban. No podía mover mi alma ni el cuerpo del chico. Sentí miedo por primera vez en mi vida como dios de la muerte.
Muchos en la Tierra me conocían como La Muerte, pero yo jamás pensé que me mataría un simple habitante de este planeta. Nunca pensé que si me refugiaba en un cuerpo mortal acabaría como todas mis victimas.
Aun escuchaba la voz de la pobre anciana pidiendo auxilio. En ese instante pensé en que ella podría seguir mi legado, pero para ello la pobre anciana tendría que renunciar su vida. La cogí del brazo y con las últimas fuerzas que mi alma y el cuerpo del muchacho permitían le di por la mirada el poder de tener un alma inmortal.
Luego todo se volvió oscuro y supe en ese momento que estaba en el sitio donde había enviado a todas las personas que había matado y todas las almas que habían muerto en la Tierra.
Empecé a recordar el último día del muchacho al cual le había arrancado el alma.
Vi el alma del chico abandonar su cuerpo y aquella sería una oportunidad perfecta para sentir el placer de sacar vidas. Así que decidí acoplar mi alma en aquel cuerpo mortal.
Me desperté en la ambulancia. Lo primero que vi fue la cara sonriente del médico al ver que yo estaba vivo o al menos el cuerpo del chico al que había instalado mi alma.
-¿Te encuentras bien?- Preguntó el médico buscando casi desesperadamente algo en un bolso de cuero.
-Sí ¡no hace falta que me des una medicina!- Respondí levantándome de la camilla en la que estaba tumbado.
Abría la puerta de la ambulancia y me fui escuchando el médico chillar como un lunático.
Empecé a correr por las calles de Paris sintiendo otra vez las piernas. Una sonrisa se esbozó en mi cara mientras volvía a caminar lento al ver que yo ya no le importaba al médico.
Me paré frente a una tienda de espejos para observar cómo era mi nuevo cuerpo. Era un adolecente de unos dieciséis años, robusto, con pelo negro, ojos verdes y piel pálida.
Observé que unas chicas me saludaron con la mano y sonreían como unas idiotas.
-Jacky- Dijo la chica rubia con tono meloso -Nos han dicho que habían atropellado a un chico y nos lo han descrito igualito que tu-.
-Nos empezábamos a preocupar- Dijo la otra apoyándose en mi hombro.
Retire a la que se apoyaba en mi hombro con brusquedad y me fui sin decir palabra.
Al cabo de un rato caminando por la hermosa ciudad de Paris el teléfono del muchacho recibió un mensaje.
“Te esperó debajo de la torre Eiffel, si no vienes ya sabes lo que pasará”
En un principio pensé en olvidar el mensaje y seguir mi camino pero luego me di cuenta de que podría ser entretenido saber de quién se podría tratar el desconocido.
Al llegar a la torre Eiffel ya era de noche. Vi a un hombre trajeado con un maletín en la mano derecha y en la izquierda una bola de cristal del tamaño de un puño de un niño de ocho años.
-¿Has traído lo que te pedimos?- Preguntó el hombre de traje con una voz grave -Ya veo que no- Dijo el hombre mirando al cuerpo del adolecente atropellado.
El hombre trajeado tiro la bola de cristal al suelo rompiéndola en mil pedazos. Seguidamente abrió la maleta y saco una pistola. Al ver sus intenciones una sonrisa se esbozó en mi cara y seguidamente decidí que ya era hora de mostrar quien era en realidad.
El hombre de traje apunto a mi cabeza con la pistola y ese fue su error. Vi que la cara se le cambiaba a una expresión de horror. Luego sentí que mis ojos cambiaban de color, era una sensación agradable. Seguidamente vi como el cuerpo, ahora sin alma, del hombre caía al suelo aun con la expresión de horror en su cara.
No era la primera vez que mataba a alguien con simplemente mirar a los ojos y tampoco sería la última. Decidí dejar mis ojos con la tonalidad roja que hacía que la gente cayera ante mí al mirar-los.
Ya había matado a dos hombres y una mujer en las mágicas calles de Paris. La sensación al matar alguien era fantástica y agradable para mí, sin embargo sabía que desde que maté al hombre de traje alguien me estaba vigilando.
De golpe me entro hambre. Odiaba a las necesidades humanas pero las necesitaba para sobrevivir. Miré en la cartera del muchacho y encontré cincuenta euros, no me daba para comer en un restaurante de lujo pero si en una bocatería.
Le devolví el color natural a los ojos del muchacho ya que no quería matar a nadie ahora.
Vi a una anciana paseando un perro. Me acerque sigilosamente y le pregunté sobre algún restaurante cerca. Cuando la anciana se giro para responderme sentí algo frio atravesar el cuerpo del muchacho.
Miré el estomago del adolecente y vi que de él salía sangre, luego escuche la anciana chillar. Me giré para ver quién me había disparado pero no vi a nadie.
Sentí el cuerpo del muchacho caer al suelo, sentí como poco a poco las fuerzas me abandonaban. No podía mover mi alma ni el cuerpo del chico. Sentí miedo por primera vez en mi vida como dios de la muerte.
Muchos en la Tierra me conocían como La Muerte, pero yo jamás pensé que me mataría un simple habitante de este planeta. Nunca pensé que si me refugiaba en un cuerpo mortal acabaría como todas mis victimas.
Aun escuchaba la voz de la pobre anciana pidiendo auxilio. En ese instante pensé en que ella podría seguir mi legado, pero para ello la pobre anciana tendría que renunciar su vida. La cogí del brazo y con las últimas fuerzas que mi alma y el cuerpo del muchacho permitían le di por la mirada el poder de tener un alma inmortal.
Luego todo se volvió oscuro y supe en ese momento que estaba en el sitio donde había enviado a todas las personas que había matado y todas las almas que habían muerto en la Tierra.
En teoría lo quería hacer mas largo y con mas historia pero en el concurso solo se permitía tres paginas de word así que el texto para mi gusto se quedo demasiado corto.
