Voy a intentarlo.
<<Querida Sara:
Si estás leyendo esta carta significa que he muerto y mi cuerpo sin vida ha llegado a tus manos.
Como ya sabías, hace dos meses me fui de casa sin avisar. No pretendo excusarme en nada, pero creo que se hace menester que te explique mis razones. Al pueblo habían llegado noticias sobre Roberto
Mendoza Lafuente, ¡Mendoza!, ¿te acuerdas de él, verdad, pequeña? Todo lo que nos pasó fue su culpa. Tenía que encontrármelo. Teníamos mucho de lo que hablar. Salí de casa disparado hacia la taberna.
La taberna del
cocodrilo, donde tu amiga Ruth y yo empezamos a salir hace dos años y donde lo dejamos hace otros dos. El lúgubre lugar estaba tan lúgubre como siempre. Paredes grasientas, cucarachas y taburetes flotantes sin patas, ya sabes. En uno de ellos, estaba sentado Maestro Sonrisas, lamiendo la barra donde el barman servía los vasos.
-¡Mendosa Lafuente... qué personahe! ¡Hase ná, medisertío en plan vasileo, quesiba pa la keli del
Fénix a darluna somante de hotsia'! ¡Tú te cré, y el suabón sadehao to su sona de la barra sin arrebañá!, ¡má' pa mí! ¡que se hoda!
Textualmente eso fue lo que dijo. Aproveché para trascribir sus palabras en mi agenda del Merchandaisin oficial de "
Salvamé II, el drama social".
Y volví a salir como una bala una vez más. Ahora me dirigía a la caverna del Fénix. Cuando llegué me asaltaron unos bandidos, eran más de cinco. Me secuestraron, me llevaron a su escondite y me quitaron toda la ropa. Me metieron en un armario. Tuve suerte, en ese armario encontré un candil encendido, papel, un carboncillo y vaselina. Me esparcí la vaselina por todo mi cuerpo desnudo, dejándolo brillante y aceitoso y usé el candil para quemar la puerta del armario, que era de paja. Mientras la puerta se deshacía en las llamas enrollé el carboncillo con el papel y lo dejé en el suelo. Arremetí contra la puerta con toas mis fuerzas. La derribé y las llamas de la puerta me convirtieron en una especie de "antorcha humana". Estaba a salvo, la vaselina impedía que el calor de las llamas llegara a mi cuerpo. Los bandidos estaban en la habitación contigua al armario.
-¡El Fénix! ¡El Fénix de la cueva ha entrado en cólera, ha adoptado la forma de una persona y viene buscando venganza! ¡Es el fin!
Huyeron del lugar. Yo volví al armario, recogí el papel con el carboncillo y te escribí esta carta. Las llamas que me han salvado de ellos son las que, al final, van a acabar conmigo, el efecto de la vaselina está llegando a su fin. Ha llegado mi hora.
Postdata: Sara, yo fui quien se comió tus
bragas cuando tenías 8 años.
Sinceramente tuya Cristina Mendoza.>>
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estornudo, fiel, muecas, masculino, gafas
Jódete, Sito. xDDDDDDDDDD