Moderadores: Suzume Mizuno, Denna, Astro
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Terror.
Un Apocalipsis como ningún otro había llegado sin previo aviso a la tranquila Villa Crepúsculo. Cientos... No, miles de personas huían despavoridas de los insaciables Sincorazón, que atacaban a sus suculentas presas sin que estas pudieran tener ninguna posibilidad para defenderse.
La Plazoleta del Tranvía, como muchos otros lugares, estaba en un completo caos. En ese espacio abierto muchas personas morían cada segundo. Sincorazón de toda clase, tanto terrestres como voladores, se lanzaban a cada uno de los presentes. Incluso aunque la gente que moría a manos de un Sincorazón no dejaban cadáveres que enterrar, las heridas que habían provocado antes de su inevitable muerte dejaron rastros de sangre suficientes para mostrar un escenario con un toque aún más macabro e infernal si cabía.
Y por fin... Llegaron las naves de la Federación. Con la potencia de sus ataques lograron despejar la zona de esos engendros de la oscuridad, dando vía libre a los que aún quedaban con vida para entrar.
—¡Maldita sea, no debí mandarle hacer ese recado!—un hombre muscoloso y con el pelo completamente blanco se resistía a dirigirse a las naves. Portaba una espada que enpuñaba con fuerza, pero una mujer le agarró del hombro.
—Querido... No debes ir. Ya sabes lo que ocurrió la última vez. No queda esperanza, a este mundo le quedará una media hora.
—¡Pero Atesaki sigue ahí fuera! ¡No puedo...!
—¿¡Es que quieres acabar como Kiritsugu!?—El hombre enmudeció ante aquellas palabras. Tardó unos pocos segundos en reaccionar, pero la mujer siguió hablando para entonces—. No quiero perderos a ninguno de los dos. Si vas, no sobrevivirás... Solo podemos confiar en que nuestro hijo logre alcanzar una de las naves antes de que sea tarde.
El padre de Atesaki asintió en silencio, aceptando las palabras de su mujer. Con la decisión tomada, los dos corrieron hacia la nave gumi más cercana, a la que lograron entrar sin contratiempos... Esperando a que su hijo pudiera regresar sano y salvo.***
Mientras tanto, en las Terrazas del Atardecer los habitantes estaban sufriendo la misma masacre sin ninguna distinción. Jóvenes con Bates de Struggle intentaban dañar a esas cosas en vano, y los que poseían algún arma de verdad no tenían la experiencia para enfrentarse a ellas. Varios chicos corrieron despavoridos a través de unos callejones, topándose sin remedio con un callejón sin salida. Tres Soldados les persiguieron hasta allí, cortándoles el camino de vuelta... Y condenándoles a morir. El único que verdaderamente estaba armado con una espada (un adolescente de cabello rubio) cerró los ojos de completo terror.
—¡Ey, soldaditos de plomo! Spoiler: Mostrar
Una pelota llegó disparada a tal velocidad que derribó al Soldado central e izquierdo justo después de que rebotara en una de las paredes. El restante se giró para observar a su atacante, pero apenas le dio tiempo a ello: una espada le rebanó por la mitad justo en ese instante. Los aturdidos sincorazón no tardaron en correr la misma suerte. Tres corazones fríos como el hielo ascendieron hasta el cielo, antes de desvanecerse. Seguramente no tardarían en reaparecer en otro lugar. Esa victoria no correspondía a ninguno de los que habían sido acorralados en primer lugar, sino de un chico de pelaje blanco con una espada en la mano derecha.Spoiler: Mostrar
—¿Nunca habéis escuchado del Amigo tras la Pared?—Los que habían sido perseguidos por los Soldados en primer lugar se quedaron boquiabiertos ante la facilidad con la que el chico se había librado de lo sincorazón tan rápido.
—¿Quién... quién eres?
—Atesaki Ribasu, y como no movamos el culo ahora mismo los Sincorazón van a querer invitaros a una cena romántica. Con vosotros en el menú, claro.—El chico abrió los ojos como platos. ¿Cómo podía el tal Atesaki lanzar esa clase de bromas en un momento tan crítico como ese? ¡Villa Crepúsculo estaba siendo destruida!
Igualmente tenía razón y era capaz de enfrentarse a esas criaturas. Serían muy locos los recién salvados si decidieran no hacerle caso y continuar por su cuenta. Con él al frente al menos tenían una posibilidad, ¿no? Corrieron a través de las callejuelas mientras tres Perros Rabiosos y dos Soldados Voladores se metían en su camino. El primero en atacar fue un Perro Rabioso, que Atesaki empaló con su Espada Mediana sin apenas problemas. Fue destruido al instante. El problema llegó cuando los dos Soldados Voladores se abalanzaron sobre él a la vez. Atesaki chasqueó la lengua unos instantes... Antes de que los dos Sincorazón atravesaran a Atesaki como si de una ilusión se tratase, dándose una fuerte patada entre ellos. Casi un instante después recibieron un golpe lateral que los estrelló contra la pared. El Falso Espejismo de Atesaki había funcionado a la perfección.
—¡Agh! ¡Quita, bicho!—Otro de los Perros Rabiosos logró morder a Atesaki en una pierna, y el último de los tres ya estaba saltando para el mismo propósito. Con un gruñido, el albino dio una patada que hizo chocar al segundo (aún mordiendo su pierna) y al tercero, volando ambos por los aires. Atesaki se giró y con dos tajos acabó con los Soldados Voladores que intentaban volver a ponerse en pie—¡Venga, vamos!
El grupo siguió corriendo hasta salir al campo abierto de las Terrazas. Una nave de la Federación está ahí recogiendo supervivientes, siendo protegidos por soldados con complexión reptiliana que disparaban con pistolas de plasma. Ninguno necesitó una orden para saber que tenían que entrar en esa nave. Todos corrieron a por ella, siendo protegidos de los Wyvern que intentaban asaltar a los supervivientes.
—¡Solo queda espacio para tres!—el soldado dejó vía libre para que ellos pudieran entrar, pero ya había dejado claro que algunos se tendrían que quedar en tierra. Atesaki estuvo a punto de gritar que los más heridos entrasen, pero todos empezaron a empujarse entre sí para poder colarse antes que los demás.
—¡Jajaja, estoy a salvo! ¡Pudríos en el infierno, debiluchos!—el adolescente con la espada tuvo mayor ventaja al estar armado, y logró entrar hiriendo incluso a uno de los que se quedaron en tierra, específicamente a una chica de unos 13 años.
—¡Pero será gilipollas!—Al tiempo que Atesaki se cabreaba por el acto egoísta del chico, el alienígena encargado de protegerlos optó por empujar al joven cayendo al suelo sin remedio. Atesaki simplemente pisó la espada para que no pudiera usarla—¡Llevaos a la chica!—Atesaki ayudó a la herida a subirse a la nave. Los disparos seguían pasando sobre sus cabezas—¿Cuántas naves quedan por aquí?
—Siento decirte que esta es la última. La mayoría se han repartido por la zona con mayor densidad de población—con esas últimas palabras desesperanzadoras, la nave gumi cerró y ascendió hacia el cielo, salvando a unos pocos y dejando a tres atrás: Atesaki, el rubio de la espada y otro chico uno o dos años por debajo, de pelo negro.
—¡¿Por qué narices has hecho eso?! ¡Suelta mi espada!
—¿Te crees que estás en condiciones de quejarte, bastardo?— Atesaki dio un pisotón a la mano del joven que le hizo soltar su espada, la cual agarró a una velocidad endiablada usando su mano libre y se puso a correr para huir de todos los monstruos que se empezaban a fijar en él. El de pelo negro, que estaba completamente aterrorizado, no tardó en hacer lo mismo—¡No hagas que me arrepienta de salvarte el trasero! Spoiler: Mostrar
La escapada no servía de mucho cuando quedaban tan pocos corazones por los alrededores. Muchos sincorazón se veían atraídos por las tres presas que corrían juntas en pos de sobrevivir. Un montón de Arañas de Tinaja saltaban como misiles mientras los tres ascendían por las escaleras, directos a sus cabezas.
—¡Cuidado, moveros en zigzag!—Atesaki aconsejó a los dos junto a él para que no murieran en esa lluvia de cerámica. No hacía falta decir que un mar de sincorazón de muchas clases distintas también les perseguían por detrás. Sería un milagro que sobrevivieran a tal marabunta. Y si con la lluvia de Arañas de Tinaja no fuera suficiente, dos Arañas de Barril se unieron arriba de las escaleras—Tsk...
El joven albino alcanzó a los sincorazón explosivos, que parecían dispuestos a empezar a cargar, pero... Atesaki sonrió en el último segundo. Con la Espada Mediana de su mano dominante, ejecutó un Doble Filo en forma de tajo que rebanó varias patas de los barriles explosivos.
>>¡Árbol va!—Atesaki reorientó las Arañas de Barril con dos patadas, en perfecta disposición para que rodasen escaleras abajo. Ya que no cayeron a la vez, los dos chicos que lo seguían por las escaleras lograron esquivarlo a tiempo. Sin embargo, los sincorazón no.
Una explosión reventó los tímpanos de los tres. Detrás del chico rubio los sincorazón de primera línea se vieron destruidos al instante, mientras que los de segunda y tercera línea cayeron hacia atrás, derribando al resto uno tras otro cual fichas de dominó. Aunque no era una medida perfecta, les había dado un tiempo extra considerable. Por fin llegaron al final de las escaleras: La estación. Con un vistazo rápido, sopesó los dos trenes que allí se encontraban: Uno de ellos tenía una gran cantidad de arañazos, abolladuras y destrozos, mientras que el otro aunque tenía algún cristal roto no presentaba ningún problema.
—¡Perfecto! ¡Entrad a ese tren!—ordenó Atesaki rápidamente. Quería llegar a la estación central al fin y al cabo.
—¡¿Estás loco?! ¡Vamos a tener un accidente mortal como usemos ese trasto! ¡¿Por qué no vamos por los túneles?!—el rubio no tardó en protestar como si viera en aquella vía de escape una absoluta locura.
—¿Es que prefieres un laberinto oscuro y estrecho donde ellos te maten enseguida? Quien no arriesga no gana. ¡A dentro!
El de pelo negro le hizo caso casi al instante, pero el rubio seguía sin atreverse. Tras mirar alternativamente las escaleras y el tren, tomó la única decisión que le quedaba realmente: el tren. Una vez entraron, Atesaki abrió la puerta inmediatamente a su izquierda (justo la sala de mandos). El conductor se encontraba allí acurrucado para que no le vieran a través de las ventanas, temblando de miedo. Tal vez el hecho de haberse encontrado solo desde el inicio del Apocalipsis le había salvado de los sanguinarios instintos y sentidos de los Sincorazón.
—¡Genial! No me habría gustado tener que aprenderme de golpe cómo manejar un tren. ¡Oiga, necesitamos llegar cuanto antes a la Estación Central!
—¿Q-qué?—el conductor pareció darse cuenta por fin de que Atesaki estaba con él—N-no... Si arranco el tren, me detectarán. Y entonces me atacarán, y estaré muerto...
—¡Es si no mueves este trasto lo que va hará que nos maten! Tengo todo un ejército de esas cosas detrás de mí y como no arranques YA nos cogen. ¡Así que mueve el culo, que allí están evacuando a la gente!
Esas últimas palabras del chico alvino fueron las que hicieron moverse al conductor. A toda pastilla el conductor puso los sistemas en marcha, poniendo el tren en marcha en el mismo instante en el que los Sincorazón lograron subir por las escaleras. Iban con toda la velocidad que el tren se podía permitir sin salirse de las vías, por lo que se libraron de ellos.
Saxor... ¿Dónde rayos estás?
Atesaki volvió al vagón de pasajeros sin quitarse ese pensamiento de la cabeza. Una vez más se repetía la tragedia de Bastión Hueco, y aun así ni un solo portador se había presentado para protegerlos de los Sincorazón. ¿Dónde estaban todos? Era absolutamente imposible que todos los portadores de ambos bandos se quedaran de brazos cruzados mientras ocurría una catástrofe como aquella... Y aun así, no venían, incluso cuando la Federación había llegado ya. Si ya de por sí tenía una muy mala opinión sobre los portadores... Ese hecho lo único que iba a hacer era empeorarlo. Con resentimiento en sus ojos, observó el oscuro paisaje que en circunstancias diferentes habría mostrado una bonita puesta de sol... Spoiler: Mostrar
—¡Al suelo!
Justo en ese instante una bala de cañón atravesó las ventanas del tren. Si Atesaki no hubiera visto la amenaza a tiempo, ese ataque le habría volado la cabeza. Efectivamente, un Barco de Guerra le estaba persiguiendo por el lateral derecho del tren. El joven de pelo blanco se levantó de nuevo para intentar hacer frente a la amenaza... ¿Pero cómo podrían enfrentarse a enemigos de esa clase cuando se encontraban dentro del propio tren a unos 60 kilómetros por hora? No tenían dónde esconderse, y un ataque mal situado podía echarlos de las vías para terminar definitivamente con sus vidas. El Barco de Guerra ascendió para situarse por encima del tren.
—¡Me cago en la leche, acelera, acelera!—Prestando atención a las órdenes de Atesaki, el conductor aumentó la velocidad al máximo... Justo a tiempo para ver cómo en las vías tras ellos eran bombardeados sin piedad. Cada explosión destruía los raíles a sus espaldas, aunque el puente de piedra lograba aguantar afortunadamente. Tanto el conductor como los jóvenes gritaron de pánico al escuchar las explosiones.
El Barco de Guerra dejó de intentar bombardearos, regresando a la misma altura que el tren. Debido a que se acercaban a una curva, el tren tuvo que reducir su velocidad para no descarriar, haciendo que el barco de Guerra volviera a alcanzarlos. Habían tenido dos golpes de suerte en esa batalla contra el Barco de Guerra, pero esa suerte se les podía acabar en cualquier momento. Debían librarse de ese sincorazón antes de que realizara otro ataque o estarían perdidos.
—Voy a abrir las puertas—Su advertencia hizo que todos allí dentro (que salvo el conductor, estaban agachados para evitar ser vistos) se quedaran con una expresión de su rostro. ¡¿Hasta dónde podía llegar la temeridad de ese albino?!, seguramente pensarían los tres.
Atesaki dejó su Espada Mediana en el asiento más cercano y abrió la puerta para asomar el cuerpo y aferrarse como podía al interior con la mano libre... Y obviamente, con la espada "prestada" en la mano derecha. El Sincorazón estaba cargando energía para disparar...No quedaba tiempo. Tras concentrarse unas décimas de segundo, el chico lanzó directamente su espada. El Tiro Mortífero impactó en el mástil y... frenó la hélice que tenía a la fuerza. El barco disminuyó su velocidad abruptamente, logrando que el cañonazo ni rozara al tren. Con su objetivo cumplido, Atesaki volvió a entrar en el tren y tomar su Espada Mediana, antes de cerrar las puertas.
—¡Diana! ¡Vamos, conductor, ve lo más rápido que puedas!—A pesar de la petición de Atesaki, el conductor no lo hizo.
—¡Ya estamos enfrente, agarraos fuerte!—y con razón exigió que se agarraran fuerte. El tren pegó tal frenazo que chispas saltaban de las vías. La velocidad descendió rápidamente, pero no lo suficiente: Se llevaron un brusco golpe al final que casi eleva la parte trasera. Al menos estaban en la estación.
—¡Pues...! ¡Larguémonos de aquí!—tardaron unos segundos en llegar a reincorporarse, pero nadie dudó en hacerle caso. El rubio fue el primero en escaquearse, seguido del chico de pelo negro y el conductor del tren, saliendo Atesaki el último.
Restos de una improvisada barricada era lo primero que vieron. Y la barricada claramente no había funcionado, ya que los Sincorazón que pudieron la pasaron por debajo, y los que no... Simplemente la habían echado abajo. La salida de la Estación Central estaba completamente abierta y a la vista, pero bastantes sincorazón purasangre estaban en el camino.
—Mier... ¿da?—sin embargo, gran parte de ellos no estaban prestando atención a los recién llegados. Estaban más centrados en derribar una puerta que llevaba a la Torre del Reloj. ¿Por qué los sincorazón estaban más ansiosos por una torre que cuatro presas, tres de ellas incapaces de defenderse por sí mismas?
Golpe de suerte o no, aún sí que hubo sincorazón que se fijaron en ellos. Los cuatro se movieron hacia la salida en piña, mientras Sombras intentaban saltar sobre ellos. Atesaki protegía al grupo con agilidad, ya que su velocidad era tan buena como su habilidad con la espada. Cuando las Sombras estaban a punto de atacarlos, Atesaki le hacia un tajo que las eliminaba de un golpe. Las Neosombras eran más fuertes, por lo que sus ataques sólo servían para hacerlas retroceder. Atesaki no salió airoso de todos los asaltos en el corto pero peligroso camino a la salida: cuando atacaban varios a la vez, a veces tenía que dejar que los Sincorazón dañaran su propio cuerpo, priorizando hacer retroceder a los más fuertes.
Con esa técnica lograron salir al exterior, sin heridos salvo por el joven de cabello blanco. Para su fortuna, una nave gumi estaba buscando supervivientes por los alrededores, por lo que intentaron llamarla haciendo señales. La nave de la Federación no tardó en detectarlos y descender hasta ellos, despejando a los sincorazón de alrededor mediante disparos de plasma. Mientras el conductor y el chico de pelo negro se subían, Atesaki agarró al rubio del hombro y esperó a que los dos entraran para dejarle subir a él.
—¡Tu turno!—el alienígena extendió su brazo derecho para ayudar a Atesaki a subir. A pesar de todas las dificultades, al final se podría salvar... ¿Verdad?
—!Oh, venga ya!—un sincorazón emblemático bastante más grande que los anteriores apareció y cargó hacia la nave. Ni siquiera los disparos de plasma tenían la potencia suficiente para hacerlo frenar. Spoiler: Mostrar
Ese sincorazón parecía imparable, y como llegara hasta la nave gumi todos los que se encontraban dentro estarían muertos. Con un suspiro resignado, Atesaki tomó una decisión y se lanzó.
—!Yo lo entretengo, llévatelos de aquí!—tras ese grito, él ya se encontraba frente al Dos Hojas. El simple hecho de alejarse del foco principal de corazones fue suficiente para que esa armadura se fijara en él en vez de ellos. La nave gumi no tardó en hacerle caso: cerró la puerta y ascendieron para salir del mundo. Ahora Atesaki se encontraba solo. Los primeros ataques vinieron desde arriba. Atesaki trató de bloquearlos y... Sus huesos crujieron—¡Aaaarg!
Claro, en esos momentos se estaba enfrentando a un sincorazón mucho más poderoso que todos los anteriores. No eran los sincorazón debiluchos a los que se enfrentaba a diario solo por diversión, no... Éste estaba en una liga completamente distinta. Viendo que la fuerza bruta no era recomendable, pasó a una táctica distinta: Usó su Punto Ciego para salir de la vista del sincorazón. Prosiguió con unos cuantos tajos consecutivos, aunque la forma de armadura del Sincorazón lo hacía bastante resistente.
El Dos Hojas saltó a los pocos segundos y descendió con una estocada hacia el suelo. Aunque evitó el golpe directo, la onda expansiva desestabilizó sus movimientos... Lo que resultó en algo fatal cuando lanzó su ataque de viento. El ataque le envió por los aires y le estrelló contra la pared de la estación, a unos metros considerables sobre el suelo. La gravedad no se hizo esperar y Atesaki cayó al suelo recibiendo aún más daño.
—Ugh...—usó la espada como apoyo para levantarse más fácilmente, pero le estaba costando. Al Dos Hojas no le costaría acabar con él, además de que ya estaba preparando su último ataque. Era su final. Spoiler: Mostrar
Un pilar de luz emergió justo debajo del sincorazón, deteniendo su ataque a Atesaki por completo. El causante de dicho pilar no tardó en colocarse entre Atesaki y el Dos Hojas: un joven enmascarado. Por la complexión, parecía ser un chico de unos 18 años. Llevaba puesto unas botas negras, unos pantalones y una chaqueta azul oscuro y unos guantes blancos, además de una máscara blanquecina que le cubría completamente la cabeza. Atesaki reconoció esas ropas al instante: era el uniforme de la guardia de Vergel Radiante. Sin embargo, había algo más llamativo aún que eso... El arma que portaba: una llave espada. Spoiler: Mostrar
—¿Te encuentras bien?
—¿Qué?—Atesaki estaba perplejo. Sin embargo, un sentimiento más se sobreponía a la sorpresa (sobre todo cuando un Cura le devolvió parte de sus fuerzas)... El rencor—... Portador, apártate de mi camino. No necesito tu asquerosa ayuda.
—¿En serio? ¿No estabas por los suelos hace un segundo?—Atesaki soltó un asqueado gruñido. Apretó con fuerza su Espada Mediana e intentó ponerse por delante de el enmascarado a la fuerza, pero no parecía querer ceder—Escucha, solos no tenemos posibilidad contra él: O cooperamos, o los dos estaremos muertos
—¿Yo, cooperando con un portador? ¡JA! No me hagas reír. Simplemente tenemos el mismo objetivo. Sólo nos es conveniente no fastidiarnos el uno al otro.
—...Tú mismo.
Y con esa corta charla, los dos se prepararon para enfrentarse al Dos Hojas. Ambos rodearon al sincorazón para atacarle desde direcciones opuestas. El enemigo de dos espadas pareció preferir acabar con el portador enmascarado primero, ya que le siguió con la mirada. Pero no era tan tonto como para despreciar a Atesaki. Brincó de nuevo y preparó otra estocada en picado, que ambos esquivaron saltando cuando impactó contra el suelo.
—¡Cierra los ojos! ¡Lúmino!—Atesaki cerró los ojos a tiempo para librarse del destello de luz que emergió de la Llave Espada, pero el sincorazón no tuvo tanta suerte. Se vio completamente cegado ante el hechizo, lo que le privó de uno de sus sentidos y solo podía detectar a sus enemigos mediante el "olor de sus corazones". Ambos prosiguieron a atacar al sincorazón. Por un lado el enmascarado se dispuso a atacarle de frente, usando su Llave Espada para atacarle por el área del pecho, ya que el Sincorazón no se veía capaz de leer la dirección de la hoja. Mientras tanto Atesaki lanzó la espada al suelo antes de chocar la mano izquierda y el puño derecho.
—¡Vamos allá!—usando su Estilo Callejero, Atesaki empezó a pegarle puñetazos y patadas desde atrás. Aunque sonaba claramente un eco metálico que podía indicar que las manos debían de doler a horrores, no pareció importarle. El Dos Hojas reaccionó a los golpes con un tajo circular, pero el chico albino lo esquivó simplemente agachándose. Aprovechó que en ese momento el cegado sincorazón se encontraba mirándolo a él para hacer un Gancho Alto a su cabeza, haciendo que se desestabilizara. El enmascarado hizo un Doble Salto para sobrepasar al Dos Hojas y atacarle también de frente.
—¡Perla Explosiva!—el perla que el enmascarado disparó hizo terminar la faena, tirándolo al suelo. Seguidamente, conjuró un Agua Bendita, que salió de su llave espada y empezó a humear en cuanto entró en contacto con el Dos Hojas. Atesaki también aprovechó para atacarle sin descanso con la espada recién recuperada. El sincorazón se levantó de nuevo, aún ciego, dispuesto a cargar de nuevo. Atesaki se movió hasta colocarse cerca de las paredes de la Estación.
—¡Eh, oxidado!—Atesaki agarró uno de los escombros y se lo lanzó al Dos Hojas, que volvió a prestar atención a él. Decidió atacar a Atesaki y lanzó una embestida aérea con sus hojas. Con una sonrisa divertida en su rostro, no se movió del sitio para mostrar su Falso Espejismo en el mismo instante. Lo que ocurrió justo después era obvio: el Dos Hojas se estrelló contra la pared, rebotando y volviendo a caer de espaldas.
Un destello se pudo ver en la espada de Atesaki, al mismo tiempo que la llave espada del enmascarado resplandecía en un brillo dorado. Ambos habían decidido terminal con él en ese mismo instante. Atesaki saltó e hizo un Periodo del Huracán, y el enmascarado lanzó una técnica de sucesivos tajos que dejó un brillo de luz en cada corte. Cuando todos los cortes habían sido hechos, provocaron una pequeña explosión en su cuerpo. Ese último ataque fue el que terminó con el Dos Hojas, liberando un corazón rojo que ascendió hacia el cielo... El único sincorazón que había sido realmente derrotado en todo ese Apocalipsis.
...Pero no tuvieron tiempo de celebrarlo. Un brillo increíble emergió desde lo más alto de la torre, tan potente que casi ciega a los dos chicos frente a la estación. En cuanto el brillo cesó... Spoiler: Mostrar
Un vendaval equiparable a un huracán empezó a recorrer el mundo entero, y sobre sus cabezas una masa enorme de oscuridad empezaba a absorber todo lo que el viento desprendía del suelo. Además, cerca de donde la Cerradura había sido abierta empezaron a aparecer Lados Oscuros... Que para desgracia de Atesaki, era justo donde ellos se encontraban.
—Mierda... ¡Mierda...!—se le había acabado el tiempo. Villa Crepúsculo ya estaba literalmente muerto. Ya no había naves que los salvaran y nadie iría a salvarlo. Iba a morir allí. Mientras los Lados Oscuro observaban a los dos como hormiguitas, el chico enmascarado soltó un gruñido y se arrancó algo del hombro izquierdo.
—¡No queda tiempo, ponte esto!—le dio lo que se había arrancado: una armadura de caballero de la llave espada.
—¡Ni de coña me pongo eso! ¡Prefiero morir aquí a ponerme cosas de un portador!—Aunque se quejó, el portador no dudó ni un segundo y le puso la armadura a la fuerza—¿Qué narices...? ¡¿Cómo me quito esta mierda?!
—Mira, no voy a dejarte morir aquí. Él nunca me lo perdonaría—la torre empezaba a desprenderse del suelo, lo que indicaba que les quedaba nada de tiempo para ser absorbidos ellos también. Lanzó su Llave Espada al aire para transformarla en Glider, la cual voló de nuevo hasta donde ellos dos todavía se encontraban—Te vas encima de esto. Móntate—el enmascarado recibió un puñetazo en la cara (que curiosamente, atravesó la máscara sin hacerle ningún daño).
—¡¿Acaso no me has escuchado, pedazo de imbécil?! ¡No voy a-!—Atesaki se cortó al ver cómo el chico se quitaba y dejaba que el viento se la llevara. La cara que vio le dejó completamente mudo.
—No has cambiado nada... Hazme el favor de sobrevivir... Y cuida de él—Hikaru empujó a Atesaki (aún perplejo) hasta el Glider y forzó al mismo a largarse, dejando a su dueño detrás. Se dio media vuelta para observar a los Lados Oscuros, que ya habían llegado a la Estación y estaban dispuestos a llevarse un corazón más—Je... Parece que va a ser imposible salir airoso de esta.
Y poco después de que el Glider saliera de Villa Crepúsculo... El mundo desapareció.
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