Spoiler: Mostrar
La mañana amaneció rosa. Y no precisamente porque el día fuera a ser maravilloso, sino literalmente, rosa.
Los aprendices de Tierra de Partida, tanto nuevos como no tan nuevos, pudieron comprobar, con sorpresa, que el castillo había sido decorado con motivos de corazones, flores, ositos monísimos y, por supuesto, ponis multicolores. Todo exageradamente arreglado: desde suelos con alfombrillas de formas amorosas hasta esquinas ocultas con Cupidos colgando en ellas.
Al final, la gente se fue dando cuenta, poco a poco, de lo ocurrido, por si no lo habían comprobado nada más levantarse. Y no, no se trataba de ninguna invasión encubierta de los sincorazón (pero no lo descartéis). Había llegado ese fatídico día para muchos: 14 de febrero. San Valentín.
A lo largo de la mañana, la noticia fue corriendo de boca en boca por todos los aprendices. Resultaba que la Maestra Yami (esa loca de ahí, como la llamaban muchos), era la causante de la decoración. Incluso se encargó durante el resto del día de repartir flores de diversos colores a los alumnos que se lo pidieran.
—¡Amor o desamor! ¡Amor, sí! O desamor, no… —iba diciendo, cada vez que entregaba una.
El resto de Maestros no parecían incluidos en la celebración. Ronin se reía de cada Cupido que veía balanceándose; Nanashi parecía ignorar todo lo que le rodeaba; Kazuki se había encerrado en su habitación, alegando que le dolía la cabeza con tanto color; a Akio y a Lyn no se les había visto el pelo en todo el día; y Rebecca estaba mucho más tartamuda que de costumbre.
Por si aquello no fuera poco, la cosa no acababa ahí. Durante todo el día, tres divertidos moguris a los que alguien (ejemYamiejem) les había dado una misión, además de ponerles una graciosa pajarita, consistente en repartir mensajes (tanto por escrito como dialogado) entre aquellos que quisieran transmitir algo a alguien, ya fuera dando su nombre o en el anonimato. Los moguris, que se habían tomado muy en serio su misión, obedecerían en todo lo que les dijeran los aprendices (incluyendo mensajes mal sonantes o amenazas de muerte, no muy de San Valentín, pero los moguris más tarde se reirían de ese tipo de chistes, al salir del trabajo, en un bar con sus amigotes de Ciudad de Paso).
La guerra había comenzado.