Un Mundito Cada Vez Mas Ceñido
Hay que seguir una serie de pasos. No existe un manual para ello pero de una forma u otra es bien sabido que se exige un método de galanteo para asegurar cualquier tipo de culminación voluntariosa en el amor. Esta metódica se ha ido perfeccionando por sucesivas generaciones de expertos cortejadores. Se aprende de tío a tío. De lectura en lectura en las sombras. Uno de los fundamentos en los que pivota toda su teoría reincide mucho en la suavidad de los actos, las miradas y los gestos. Mide tus palabras. No hay prisa. No te lanzes cual bestia. Finge desinterés. Mantente impávido ante los sucesivos empalmes: Hay que ser sutil para hacer pasar el acoso por cortejo. Flynn se sabía esto y llevábase preparando para este momento toda la semana.
En un principio nada había sido planeado. Encontrar a la chica perdida en el lugar mas remoto de todo el Reino de Corona. Aguantar al puñetero caballo. Patearse bosques y guaridas repletas de malotes. Hacerse el torpe. El graciosillo. El desinteresado. Todo para que la chavala pudiese ver los puñeteros farolillos. Así pensaba él y se revolvía entre sus pensamientos. En el fondo todo le daría igual si salía como lo había ido planteando. El sitio era perfecto. Cojonudo para un casquete rápido. Le daba miedo que la barca se volcara pero el tiempo acompañaba. El cielo despejado. Sin oleaje. El exceso de farolillos en el ambiente hacía difícil la visualización para cualquier testigo.
Ella, Rapunzel, miraba el festival de las linternas ajena a todo esto. Era un sueño de la infancia hecho realidad. Un objetivo en la vida cumplido. Nota calorcillo a su espalda. Para su sorpresa, ante ella estaba Flynn con un farolillo por mano. La jugada maestra para asegurarse el triunfo. Ella, joven e inocente, lo vio como un gesto de bondad.
«Levantamos los farolillos. Canturreamos un poco sobre nimiedades y ya la tengo en el bote.» Se decía Flynn para sus adentros. «Ojalá hubiera podido dejar al camaleón con el puto caballo. Va a ser raro que nos esté mirando. »
Se cumplió punto por punto todo lo que se había ido planteando. Entonces Flynn supo como actuar. Fijó sus pupilas con las de la joven. Ante ella se formó la mirada mas sincera, compasiva y tierna que su rostro era capaz de esbozar. Rapunzel se mantuvo seria para ocultar su euforia. Una sonrisilla.
«Ahora la acaricio la mejilla. Esto nunca falla.» Se seguía diciendo Flynn mientras iba aplicando lo aprendido por el método del galán.
Rapunzel se encontraba embebida por sus pensamientos infantiles sobre el amor idealizado. Se dejó llevar. A fin de cuentas, hacía días que ya le tenía echado el ojo. Posiblemente por que era el primer hombre que veía en su vida (que pudiese recordar).
Y llegó el beso. Tierno y sencillo. Ella estaba edulcorada y él como una moto.
Lo que no sabían es que en aquellos mismos instantes algo relevante había acontecido. Un suceso oculto por tanto farolillo. En el cielo. Una estrella había dejado de centellear.
Ella estaba ya tumbada en el fondo de la barca, dispuesta a dejarse hacer. Flynn de los nervios había empezado a temblequear. Prefería seguir dándose el lote con ella hasta que le dejaran de tiritar las rodillas. El camaleón por su parte encontrábase dado de vuelta, teñido de un rojo casi fosforito y haciéndose el desinteresado.
Flynn maldecía para sus adentros. Sus pantalones de pana ajustados se la estaban jugando. Eran perfectos para ser maltratados y desgastados durante los robos sin miedo a roturas. Pero eran horrorosos de quitar y mas si tenemos en cuenta que no disponía de mucho espacio. Ponerse de pie en la barca era mala idea: La embarcación carecía de orza alguna y podía volcar con facilidad.
Aún haciendo uso de la ranura de la bragueta seguía teniendo el problema de que el bolsillo se encontraba muy oprimido y le impedía echar mano del condón de tripa de cerdo que había pillado de estraperlo aquella tarde.
Horadó en el apretujado bolsillo mientras se la comía a morreos. Palpando con desesperación. Ella se mantenía ajena a todo. Con los ojos cerrados y creyendo estar viviendo una situación verdaderamente romántica. Flynn sintió un tejido suave, lo pellizcó con cuidado con el índice y el corazón. Fue tirando de él con cuidado. Salió enseguida.
—¡Por fin!
Y se hizo la luz. Literalmente. Un gran resplandor les cegó y vino seguido de olas. Ambos sin saber que ocurría se agarraron con fiereza a la barca. Varios vaivenes seguidos de calma.
Rapunzel se reclinó tenuemente y ante su vista veíase a una distancia aproximada de unos doce metros un aparato monstruoso. De aspecto metálico, prefabricado, a modo de cubos. Formaba una estructura sólida e imponente. Por varios de sus conductos humeaban varios vapores de tóxica composición. A ojos de ellos aquello era una especie de inmensa gaviota metálica. A nuestro ver era una nave gumi. De las feas, por cierto.
—¿Qué clase de brujería es esta, Flynn?
Pero él estaba a otras cosas. En su mente se cocía la ira. Sea lo que sea. Fuese lo que fuese. Aquel trasto le había chafado un polvo que iba para la historia. Mantenía la mandíbula apretada y su geta se tornó a un color carmesí que apuntaba a síncope.
Se oyeron unos repiqueteos en el interior de la nave. Seguidos de unos golpes. De la base sumergida de la nave se desplegaron una serie de flotadores que se inflaron al unísono con rapidez. De la parte superior abrieron una compuerta y un ocupante asomó su cabezón.
—¡Hemos amerizado tíos! Cuanto farolillo… ¡No eran luces de pista!
Se oyeron unos murmullos en el interior del trasto.
—¡Hay gente! —chilló Rapunzel.— ¡Hola!
—¡No grites! —bramó Flynn mientras tiraba de ella para que dejara de saludar.
El recién llegado hizo una reverencia un tanto macarra.
—¡Saludos tíos! Sentimos molestar. Venimos en son de…
—¡Cierra el pico, garrulo! ¡Que casi nos matas!
Rapunzel arqueó una ceja.
—Flynn. Relájate. No creo que lo haya hecho a propósito.
—Tronco, ha sido una situación de emergencia. Deje que le explique…
—¡Las hostias habidas y por haber! ¡Encima van de amigotes! Eh, gilipollas ¿Cómo te llamas? ¿Dónde vives? Que te voy a denunciar.
—¿¡Cómo que gilipollas!? ¡Espera a que me baje, que te voy a dar tal somanta palos que te va a poner la perilla en el prepucio, pedazo de payaso!
—¿¡Beat!? ¡Beat! —gritaron desde dentro.
De la nave salieron otros dos chavales y agarraron a Beat, que ya estaba bajando por una escalerilla lateral hacia el agua.
—No se te puede dejar solo en ningún momento —dijo Neku ante un Beat que se negaba a ser reducido.
—¡Me ha insultado!
Flynn siguió despotricando desde el bote mientras que se aferraba a éste para no caer del agua:
—¡No! Si quieres te doy la bienvenida. Como si no hubiese pasado nada. Vamos anda.
Rapunzel, con los brazos en jarras y estupefacta hacia la actitud desafiante de Flynn, se limitó a resoplar de exasperación.
—Para por favor…
Flynn comenzó a hiperventilar: «Mantén la calma. Ya mañana se puede volver a intentar» Miró de reojillo a Rapunzel. «Ella se está avergonzando de mi conducta. Contrólate. Contrólate por dios.»
Encima de la nave gumi, Neku daba palmaditas en la espalda a Beat:
—Ea ea ea. Ya pasó. Venga. Cálmate.
—¡Es que se ha metido conmigo! —gemía en plena rabieta.— No me dejas hacer nada, no es justo.
—No conocemos las normas de este mundo. No sabes a lo que te expones —miró al agua con preocupación.— ¿Y acaso sabes nadar?
—No. Pero me da igual.
—¿Ves? No te controlas. Piensa antes de actuar.
—¡Ha sido borde!
—Y dale, Beat. Hijo. Calma.
Beat se dirigió al otro chico que le había impedido ir al agua:
—¿Y tú no crees que tenga razón? ¿Los dos estáis de acuerdo? Está mal que se haya metido conmigo. Tiene que pagar.
Joshua se llevó su mano a la barbilla.
—A ver. Que haya insultado a lo primero que ha visto salir de la nave me parece normal y consecuente. Si tenemos en cuenta que Neku, mientras pilotaba, extendió su brazo con la clara intención de poder echar mano de una serie de chetos esparcidos por la consola de mandos… El ángulo de giro ejercido sobre el mando de pilotaje es proporcional al desplazamiento… —alzó la vista al cielo sumido en una serie de cálculos mentales.— La arcotangente por el producto de la guiñada del navío… Pero, claro. Habría que tener en cuenta el volumen en galóncubos gumi y la carga neta porcentual de las bodegas en el momento de la sutil turbulencia al impactar con varios de los farolillos de estas fiestas tradicionales… Que si no recuerdo mal fueron dos: Uno chocó con el motor gumi sanctus trasero describiendo una trayectoria hiperbólica y el otro con el gumi esuna-G lateral, de refilón. Hmmm, claro. Y su rumbo efectivo, sería muy similar al rumbo de superficie cósmica por la ausencia aparente de vientos en estas latitudes del mundo… —todos los oyentes de Joshua permanecían sumidos en silencio a la espera del resultado.— Según las estimaciones propicias me da que justo se obtiene una desviación axial de unos doce metros con treinta y cinco centímetros. Por lo tanto, si no hubiese llegado a coger un puñado de chetos podríamos haberlos pulverizado de un choque considerable que hubiese impactado de lleno con la barca. Mandando directamente sus restos mortales al fondo del mar, con los peces y demás fauna marina que los hubieran devorado. Dada la temperatura del agua y del clima oceánico imperante del lugar estoy convencido de que hubieran sido un festín para las lubinas, mules y moluscos cefalópodos como la sepia o el pulpo. En especial la sepia.
Flynn, que continuaba respirando con cierta ansiedad se mantenía agazapado y callado. Hubo un ápice de comprensión en Shiki, que acababa de salir de la nave.
—Rogamos sus disculpas, lugareño. A fin de cuentas este es su mundo.
—Reincido en lo de la sepia. Es importante.
—¿Cómo que su mundo? —preguntó Rapunzel.
Neku que permanecía junto a Beat calmándolo alzó la vista a Rapunzel.
—Acabamos de huir de Shibuya, nuestro hogar. Ha sido devorado por la oscuridad.
—¿Devorado por lo oscuro? —respondió ella, perpleja.
—Vamos, que ha sido destruido.
—¡Que horrible!
Joshua se llevó su mano a la barbilla.
—Lo cual no tiene lógica alguna. Se supone que el orden de los mundos ha sido restaurado. Nuestro mundo acababa de reconstruirse y sus habitantes, nosotros, habíamos retornado a él desde el intersticio de los mundos dormidos. No entiendo esta nueva destrucción. Es como si una nueva oleada de oscuridad hubiera tomado forma. Y que, lejos de ser una mera réplica de la primera, apunta a tener una fiereza equivalente o mayor a la anterior. Se avecina una gran batalla.
—Que sí, que sí. Que sóis de otro mundo. Por supuesto —rumió Flynn.— Seguro que también son enviados de dios. Que tienen superpoderes y demás cosas. Sigan sigan, que me estoy divirtiendo —de seguido escupió repetidamente al mar.— Dejadnos en paz.
—Si no son de por aquí ya me explicarás de dónde se han sacado este aparato.
—Brujería. Hay cosas muy raras por el Reino de Corona.
—No puedes decirlo en serio. Flynn, esto se pasa de raro.
—Lo dice una moza cuyo pelo, al brillar al son de una canción, cura a la gente.
Rapunzel abrió mucho los ojos:
—¿Qué estás insinuando?
—¡Nada! No insinuo nada. Estos son unos brujos de la sierra del norte. Estoy convencido de ello ¡Cabrones! ¡Piraros a vuestra montaña! ¡Que nos habéis chafado el espectáculo de los farolillos!
—¡Somos de otro mundo! —aseguró Neku.— ¡Hay tantos mundos como estrellas en el firmamento!
—¿Y teníais que escoger este? Ya, claro. Sigue…
Joshua se llevó su mano a la barbilla.
—No ha resultado sencillo definir un destino para nuestra derrota por los flujos de tráfico gumi. Las barreras entre mundos están a medio arreglarse. Pero siguen existiendo rutas entre las grietas de estas; Nuestra idea. La prioritaria. Era ir a Ciudad de Paso, pero recibimos un radiotelegrama que nos informaba de que están colapsados todos sus centros de inmigrantes. Afirmaban que su mundo ha cumplido con creces todas las cuotas de acogida y no había forma de entrar. Asi que nada mas caer Shibuya fuimos aquí por ser el mundo que mas cerca se encontraba de entre los atajos de las barreras.
—Aun suponiendo que sois de fuera —comenzó a decir Flynn midiendo sus palabras.— Tendríais que pedir permiso antes de veniros aquí. A los gobernantes. De no ser así sería inmigración ilegal —arqueó las cejas a modo de triunfo.
Neku asintió.
—Todas las naves que pudieron huyeron de Shibuya. El combustible estaba racionado. Nos daba para viajar lo justo y por debajo de los límites necesarios como para poder utilizar la teleportación. No había alternativa.
Beat continuó con las excusas de Neku:
—Creíamos. Por el exceso de farolillos. Que esto era una pista de aterrizaje.
—Pobres chicos —dijo Rapunzel.— ¿Ves Flynn? Son buena gente. Y necesitan de nuestra ayuda.
—Los cojones. Que les den por saco.
—¡Flynn! ¡Eso es xenofobia! —gritó Rapunzel con un claro gesto de horror.
—¿Qué? ¿Cómo? —Flynn se percató en aquellos instantes sobre lo peligroso que era ahora despotricar sobre los chavales. Dado que se definían como extranjeros.— Por favor Rapun, no me malinterpretes pero quiero que nos dejen en paz. Bastante molestias nos han causado.
—¡Te niegas a acoger asiliados!
—¡Pero si no son de fuera! ¡Son humanos! Mismos brazos, mismas piernas. No son extranjeros. Y mucho menos alienígenas.
Rapunzel permaneció horrorizada:
—O sea, que para que sean de fuera tienen que ser distintos ¿No? Partes de la idea preconcebida de que para ser foráneo hay que tener diferencias. Exaltas la discriminación y la estereotipación de los individuos como criterio segregacionista. Y, por si fuese poco, llegas a poner un ejemplo extremo al compararlos con alienígenas.
—Yo no he querido decir eso.
—¡Si que lo has hecho!
—Pues no me has entendido bien.
—¡Acepta sus diferencias así como la carencia de ellas!
—Venga Rapun. Si son de lo mas normal.
—¡Y además los banalizas! ¡No sabía que fueses así de malvado! ¡Déjame!
Flynn se quedó con la boca abierta. No entendía que acababa de ocurrir.
«Vale. Ahora si que se la han cargado.» Flynn comenzó a crujirse los dedos para liberar la tensión.
—El problema es ahora —decía Neku a sus colegas.— Que tenemos que arreglar eso —señaló al ala izquierda de la nave, considerablemente dañada por el impacto con el agua.
Neku dio un salto y comenzó a inspeccionar con cuidado los desperfectos.
—Lo bueno es que no hay problema con que entre agua. La ala está compartimentada. Lo malo es que no es reparable —se agachó y palpó con suavidad la chapa como si se tratara de un paciente.— Fue la primera parte en tocar agua y de la tensión la ha reventado. Necesitamos piezas nuevas. De gumi aero. —empezó a contar los dedos pero dejó caer la palma de la mano con gesto triste.— No lo sé. Unas cuantas. El repintado se puede dejar para otra ocasión. Esto es serio. No podemos volar así.
—Dónde puñetas vamos a sacar bloques gumi de aquí, tíos. Estamos jodidos —bramó Beat.
Shiki echó mano de su gumi radar portátil.
—Y no hay cobertura —miró a sus compañeros con un ápice de nerviosismo.— ¿Estamos atrapados?
Joshua se llevó su mano a la barbilla.
«¡Oh no! Por favor. El plasta vuelve a abrir el pico.» Se quejó Flynn para sus adentros.
—Este lugar parece una apología del feudalismo. Vileza y bajeza del medioevo aderezado con tradiciones primitivas tales como un sencillo espectáculo de luces —señaló la torre mas alta de la ciudad, que se asomaba de entre tanto farolillo.— El castillo imperante en la ciudad realza su gobierno monárquico. Su sistema social es limitado. Su arquitectura no pasa de la piedra. Sus mentes raquíticas dan lo suficiente como para elaborar diseños navales bastos y simplones. Por poner ejemplo cercano: Fíjense en la barca. Madera de fresno. Taponado de fugas con resina de la subespecie endémica Pinus pinaster subsp. Coronalis para conseguir un correcto estancado en el fondo. Esmaltado tosco y artesanal. No me cabe la menor duda de que su tecnología dista mucho de la modernidad ansiada —Neku se mantuvo tenso ante las innegables declaraciones de Joshua.— Lo mas probable es que este mundo carezca de soporte para las naves gumi, y mucho menos que sirva de punto de parada. Si. Es oficial. Este lugar está fuera de la circulación galáctica —ante estas declaraciones todos los jóvenes mostraron una clara angustia. Joshua ni se inmutó.— Pero no sucumbáis al pánico amigos míos. Olvidáis algo fundamental. Tenéis que tener fe. Y hago fe de que siempre hay algo que está omnipresente ¡Y no hablo de dios! Ni del amor. O de los átomos. Ni siquiera hablo de la luz. Lo que está en todas partes no son ni mas ni menos que los moguri: Si hay un lugar existe un moguri en él —se dirigió hacia Rapunzel.— Seguro que alguna vez habrás visto alguno y ni siquiera te habrás dado cuenta.
—¿Moguri? No me suena.
Joshua asintió como si lo hubiese visto venir y por vez enésima se llevó su mano a la barbilla.
—Escuche atentamente mi descripción, rústica nativa. Buscamos a una serie de personajillos que forman una comunidad cerrada. Han tenido una gran diáspora y se pueden hallar por todos lados. Portan tocados de estridente estética por razones que no se sabe si son por gusto o por religión. Son de grandes narices. Con un gran afán por montar negocios y amasar grandes fortunas.
—¡Aquí los llamamos judíos!
—No Rapun —interrumpió Flynn.— Se refieren a otra cosa.
Pero entonces Flynn temió lo siguiente: Hacía lustros que era un cliente leal de la tienda de Mogjumo, el moguri de los barrios bajos de la ciudad. De hecho había ido allí aquella misma tarde. Su dependiente era una criatura de extraño aspecto y achuchable que encajaba a la perfección con la descripción de Joshua. Ahora bien: Facilitar la localización secreta del sitio no beneficiaba para nada a su imagen, dado que el local de Mogjumo se había especializado en la venta de toda clase de artículos BDSM, además de dildos y condones. Flynn parpadeó. Los de Shibuya le miraban expectantes de una respuesta.
—He oído hablar de ellos… en la ciudad. Nunca en mi vida me he topado con uno pero, sí, los hay. Hay habladurías… ya sabéis… —mientras decía todo esto hundía a presión el condón en el fondo del bolsillo de pana.— Pero son muy raros de ver. Insisto en que no conozco a ninguno de ellos. Nada. Ni una pizca. Tendréis que molestaros en buscarlos.
—Los moguris siempre están. No nos dices nada nuevo.
Flynn proseguía con sus reflexiones internas: «Casi nos mandan al otro barrio y encima desprecian mis intentos por ayudar. Son unos asquerosos. Definitivamente.»
Rapunzel también se estaba mosqueando. Pero su enfado era hacia Flynn:
—No intentes enmascarar tus horrorosos ideales xenófobos fingiendo ayudarles ahora dándoles información trivial. Eres falso y ruin. No sé cómo he podido estar tan ciega.
—Rapun. De verdad. Me estás malinterpretando.
—¡No me hables! ¡Llévame a la ciudad!
Rapunzel se dio la vuelta y estiró el brazo para recoger a Pascal. El camaleón miraba de reojillo a Flynn con una sonrisa burlona. Arqueó las cejas como si pudiese leer sus pensamientos y le dio la espalda también.
—¡Vamos Flynn! ¡A remar!
Aquello era la gota que colmó el vaso. Flynn suspiró.
—¿Qué tal si te calmas, Rapun? Al menos un poquito.
Rapunzel ni se dignó a girarse hacia él para hablarle.
—No te me pongas chulo.
Flynn se pasó la mano por el pelo. Le sorprendió lo sudado que lo tenía ¿Qué podía hacer? Estaba hundido en la miseria y no sabía como lidiar con su súbito cambio de ánimos. Forzar a Rapunzel a que le prestase atención sería con toda probabilidad un fracaso porque podría tomarlo como una agresión. Flynn se lo pensó mas fríamente: Tendría que echarle tiempo. Dejar cicatrizar. La cosa pintaba que ya no tenía solución de un día. Pero existía la esperanza de que al final las cosas saliesen como había planeado. Todo podía empezar a arreglarse con la vuelta al embarcadero. Remadas solitarias. Tristes. Sin intercambio de palabras. Ella saldría de la barca sin despedirse y se adentraría sola en la ciudad. Su corazoncito empezaría a arrepentirse de su brusquedad y tarde o temprano volvería a caer rendida en sus viriles brazos. Si no era mañana, sería dentro de un mes.
—¡Rubia! ¿Quieres que te llevemos? —preguntó Beat.
«¡Pero será hijo de puta!» Flynn miró a Beat con cara de pocos amigos y deslizó su meñique a lo largo del cuello.
Beat procuró hacer un corte de mangas a Flynn mientras Rapunzel se entretenía en incorporarse.
—Por supuesto que voy.
Flynn abrió mucho los ojos y resopló de exasperación.
—Rapun. Te estás equivocan… —Flynn se moderó.— Emm…
—¿A que esperas? Ya veo que aparte de xenófobo eres cortito de entendederas ¡Acércame a la nave!
Él se bloqueó. A tanto no llegaba el código del galán.
—¡Dame los puñeteros remos, joder!
Flynn ni se molestó en resistirse y ella se los arrebató con brusquedad. El color enrojecido de su cara se había tornado a un gris ceniza. Estaba descompuesto. Aquello era un bajón.
Por otro lado, los de Shibuya habían accionado un mecanismo que permitía a los gummi sanctus desplazarse hasta la sección emergida de la nave, actuando esta como un hovercraft improvisado.
—¡Beat! —gritó Neku desde dentro.— Quédate fuera de vigía, no vayamos a chocarnos con algo.
—¡Oído! ¿Qué tal va mi hermana?
—¡Sigue vomitando!
—¿Ves, Joshua? Y mira que la dije que fuese en ayunas. No me hizo ni caso. Así aprenderá.
Joshua se llevó su mano a la barbilla.
—Sin lugar a dudas. Estaba dentro del grupo de riesgo. El tracto digestivo de infantes como Rhyme difiere…
—¡Echadme una mano! ¡Coño! ¡La escalerilla está empapada y me puedo resbalar! —gritó Rapunzel desde abajo.
—¡Voy señorita! —Beat alargó el brazo y agarró a Rapunzel con firmeza. Ella, siendo tan ligera, ascendió con facilidad.
—Bueno —comentó la joven mientras hacía una reverencia.— Me presento como es debido. Yo soy Rapunzel. El bichejo que está a mi hombro es Pascal.
—¡Yo soy Beat, tía!
—Me llamo Shiki. Y este es Mr. Mew —dijo mientras sostenía su peluche.
Joshua se llevó su mano a la barbilla.
—Joshua.
Y se oyeron dos voces desde dentro:
—¡Neku Sakuraba, a los mandos!
—¡Rhym… Buagh!
La nave gumi, ahora embarcación improvisada, pegó un tirón súbito y comenzó a deslizarse sobre la superficie del agua.
—Tenemos que encontrar a un moguri cuanto antes —comentó Shiki mientras miraba su radar gumi.— Nunca se sabe cuando nos… —parpadeó al darse cuenta de algo.— ¡El combustible! —echó a correr hacia dentro.— ¡Neku! ¿Cuánto combustible nos queda?
Beat no se alteró lo mas mínimo.
—Tenemos lo justo para llegar al puerto de la ciudad. Esperemos que los moguris no inflen el precio. Son unos aprovechados.
—Podéis talar unos árboles —dijo Rapunzel señalando a la orilla opuesta. Donde había bosque.
Joshua se llevó su mano a la barbilla mientras esbozaba una sonrisilla.
—Rústica nativa. Que ignorante eres. Nosotros utilizamos fuentes de energía mucho mas modernas. Verás, las naves gumi se impulsan con caras felices… De media salen a 6000 platines por cada barril refinado. Están compuestos por rostros arrancados de bebés procedentes de mundos subdesarrollados, todos ellos son disueltos en ácido fluoroantimónico y aromatizados a fresa; En caso de que se agoten puede seguir produciéndose energía de forma renovable sonriendo en cabina, una simple sonrisa feliz puede acelerar la nave con facilidad, pero pasadas las horas se te acaban paralizando los músculos de la cara entre inmensos dolores. Si dejas de sonreír en pleno viaje espacial y la nave no tiene combustible de reserva, los sistemas de renovación de aire y presurización dejarán de funcionar y en el mejor de los casos te explota la cabeza antes de que te des cuenta.
—Fantástica tecnología —afirmó Rapunzel con los ojos como platos.
—Ya ves. Todo progreso es un pequeño milagro.
Atrás de ellos quedaba el bote. Su ocupante restante se mantenía estático. Disgustado. Con la hombría atrofiada. Del dolor surgió una vocecilla en el subconsciente de Flynn. La voz del código del galán había acudido a él:
«¿Vas a quedarte rezagado? ¿O vas a reclamar tu polvo legítimo?»
—He fracasado.
«Simplemente has tropezado. Las circunstancias. Pero hasta en lo mas profundo de la caída. En la oscuridad mas abismal. Siempre hallarás un destello de luz. La luz entre las piernas que se abrirán ante ti. Ve, hijo mío. Reclama tu chumino.»
—¡Mis erecciones son mi poder!
A espaldas de la nave gumi se oyó un intenso chapoteo:
—¡Cabrones! —gritó un Flynn que se iba acercando.— ¡Remaré hasta que se me caigan los brazos! ¡Nadie me deja atrás!
Beat resopló entre risitas y le vociferó:
—¡A callar, xenófobo!
—¡No soy eso! ¡Mírame Rapun!
Ella no respondía y rehuía de hacer cualquier tipo de contacto visual
—¡Es igual! ¡Sólo quiero que me escuches! ¡Tienes razón, he sido un borde y un incomprensivo! ¡Me he comportado como un crío! Pero si aún te queda alguna duda, si aún crees que he sido excesivamente soez contigo pido de todo corazón tu perdón.
«Piensa en otra gilipollez. Tiene que parecer sincero. Tiene que sonar bien al rebotar dentro de su cabeza hueca.» Le decía la voz a Flynn. «Espera ¡Ya lo tengo!»
—Y has de creer que amo de manera equitativa a todos los seres independientemente de que pudiesen existir diferencias inexistentes en su físico. Lo que importa es querer a su ser como tal. El resto nos es indiferente. Pues sólo cuando se focaliza el afecto hacia el espíritu se consigue un amor genuino.
Rapunzel perdió la respiración. Sonaba tan bien que tenía que ser algo bonito. Pero en el fondo tenía el presentimiento de que todo lo que había ido diciendo no era mas que burda palabrería. Los engranajes de dentro de su cabeza comenzaron a desempolvarse y empezó a comprender sus verdaderas intenciones. Era mejor dejarlo estar.
Pero otra no estaba por la labor:
—¡Paren máquinas! ¡Dejen que se suba!
Todos fijaron sus miradas en el la persona que había gritado. Era Rhyme.
—¿Por qué? —dijo Beat sorprendido.
—¡Que bellas palabras! ¡Que corte de cara! ¡Que brazada mas musculada! ¡Le amo!
Flynn a lo lejos veía barullo en la nave. No parecían haberse tomado a bien sus palabras.
—¿Qué ocurrirá?
Debido a un acto reflejo hizo un brusco movimiento de cabeza. Acababa de esquivar un botellazo que iba directo a su frente.
—¡Como te pille cerca nuestra, te mato! ¡Pederasta!
Flynn dejó de remar. Aquella no era su noche y no podía ir a peor. Habría que esperar a que viniesen otras ocasiones. Otra vez a cocer a fuego lento un romance. Las veladas esplendorosas llegarían. Y se haría la luz. Literalmente. Por segunda vez consecutiva aquella noche. El brillo deslumbró a todos y el mar volvió a menearse. Los destellos se mezclaron con las astillas. A espaldas de la nave de los de shibuya apareció otro trasto gumi, de mayor envergadura que la anterior.
Beat la señaló mientras esta desplegaba sus flotadores de emergencia:
—¡La nave de Sanae!
Uno de los flotadores cubrió la parte de la barca que todavía quedaba intacta y la hundió como un ladrillo. Flynn asomaba su sanguinolenta cabeza del agua intentando agarrarse a algo.
—¡Cabrones! ¡Esto es un abuso!
—¿Véis lo poco que ha tardado en quejarse? No tiene solución —Rapunzel asintió de seguido con la cabeza.
—Voy a decirle a Neku que de la marcha atrás —dijo Beat sumido en una mezcla de culpa y compasión.
Rapunzel negó con el dedo.
—Continua o de lo contrario comenzaré a sonreír.
Muchas cosas cambiaron aquella noche. Cuando los farolillos se fueron despejando del horizonte, los habitantes de Corona descubrieron a una auténtica flota gumi fondeando en la bahía de la ciudad. Durante las semanas siguientes los moguris hicieron su Agosto. Los hostales se colapsaron y tuvieron que recurrir a las tiendas de campaña. Numerosos comercios subieron sus precios.
El Reino de Corona veía crecer su población de forma desbocada pues muchos de los forasteros shibuyanos se resistían a irse. Poco a poco los espacios se fueron limitando y el reino comenzó a sobrepoblarse. También supuso la entrada de Corona en una liga superior de mundos, ya que se convirtió en parada espacial, con un considerable apoyo monetario por parte de inversores extranjeros.
Pero a Flynn aquella estrechez de su mundo se le hacía holgada, como su cuerpo tras haberse dado de sí tras un impacto que en un principio no había sido tan grave. Había tenido un desgarro interno de la pleura que le había desplazado parte de los órganos y que le obligaba a andar de lado para evitar una serie de vértigos y cefaleas, por no hablar de sus numerosas costillas rotas, el collarín, las mordeduras de sepia en el talón y la prótesis de cadera que le habían apañado con un puñado de hierros oxidados en la cuadra de su primo.
Pero muchos de sus colegas ladrones parecían mas interesados sobre el cambio en su forma de plantearse la vida. Hacía tiempo que había dejado de ser un mujeriego. Y no lo achacaba a sus crecientes discapacidades. Solía decir lo mismo:
—Aquella noche descubrí el verdadero significado del amor. Y dista mucho de ser algo limitado al alma, como dije. O a las excusas, como creía. Es algo físico. Es algo que te incita a ser llenado o derramado. Es algo que te hace recordar que eres un pedazo de carne.
—¿Lo dices por el accidente? —dijo el mayor de los hermanos Stabbington.
—Lo digo por la cantidad de excusas que hay que echar sólo para un puñetero frote genital. Demasiadas molestias.
—Muy reflexivo te veo estas últimas semanas.
Flynn cabeceó nervioso.
—Es que ando algo preocupado y no paro de reflexionar sobre aquella noche. El tío de la nave que me dio la hostia. Un tal Sanae Hanek… Como cojones se llame. Pues, veréis. Me sacó del agua y me empezó a hablar del Submundo espiritual de Corona que si estaba en fase de desarrollo y de mi espíritu en una encrucijada, que tal. Y también habló de mi nueva ascensión a la vida… No se qué de una misión fundamental. La verdad es que no recuerdo mucho de lo que me decía antes de que me desmayara. No le he vuelto a ver y los shibuyanos dicen que no pueden ayudarme. Bueno, pues que desde entonces tengo un contador en la palma de la mano —enseña un número pintado de rojo que va decreciendo.— Me quedan dos horas y no se que mierda más me dijo porque también me pitaban los oídos. No entiendo nada. Estoy jodido.