El BAN que los reunió
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Light se sacrificó por todos sus amigos. Ya nada quedaba, salvo cerrar los ojos y esperar a que Erased absorbiera sus datos, una vez clavó la jeringa que contenía la sentencia de muerte del enemigo del mundo virtual.
―Ugh... ¿eh?
El joven héroe se despertó en un lugar rodeado de oscuridad. Recordando su último acto antes de ser arrastrado por Erased, se levantó como pudo y notó que le pesaba el cuerpo una barbaridad. Le costaba bastante respirar, pero se envalentonó en explorar aquel paraje frío y oscuro. Quizás lograra encontrar una luz que le salvara. Todavía mantenía la cordura, por lo que la Corrupción podía aún no haber hecho efecto del todo sobre él. ¿Y si Eileen podía ayudarlo a regresar?
El muchacho se buscó entre los bolsillos y encontró, por sorpresa, el palo de helado de sal marina. Quizás, envuelto por la nostalgia, lamió lo que quedaba del resto del polo para probar el sentido del gusto una vez más, antes de perecer si no encontraba una salvación.
Y entonces, se acordó de alguien muy especial para él en sus días como Jugador. En su compañero, aquel muchacho al que había odiado. Porque se largó a Bastión Hueco sin más pretexto que hacerse fuerte. Poco a poco, los recuerdos afloraban y Light sonreía al tiempo que invocaba a su arma, el alma de su compañero materializada en una poderosa espada que había nacido de su nuevo corazón: Ragun.
―Habíamos prometido tomar un helado juntos una vez terminara la semana. Y fíjate, jamás podremos cumplir esa promesa.
Suspiró y se volvió a levantar, dispuesto a seguir buscando una salida con Ragun en mano. Pero pasaron los minutos, las horas, o puede que los días si Light no tenía en cuenta la noción del tiempo. Pues era imposible saberlo en un lugar como aquel, solitario y lúgubre. El silencio era su compañero y pensó que se volvería loco si nadie le decía algo.
Tal fue la angustia que gritó con todas sus fuerzas, descargando la ira, el dolor y la tristeza. Cuando terminó, ni tan siquiera escuchó el eco de su propio grito. Desesperado, soltó a Ragun y se tiró al suelo, acurrucado sobre sus rodillas. Ya sólo le quedaba esperar a morir. Y aquello le aterraba. Estar sólo en aquel lugar, sin nadie que le pudiera consolar en aquel momento. ¿Cuándo la Corrupción decidiría consumirlo? ¿O cuánto tardaría en morir por causas naturales?
Se aferró al palo del helado de Eileen, y una lágrima descendió por su mejilla hasta que goteó en su mano. Y de pronto, algo inesperado sucedió:
―¡Ah!
Cuando el joven colocó su mano cubierta en lágrimas encima del mango de Ragun, una brillante y cegadora luz le hizo cerrar los ojos. Para cuando los abrió, el arma que portaba en nombre de su fallecido compañero ya no se encontraría a su lado.
―¿Lu... Luciérnaga...?
Pero sí que lo estaría el verdadero Ragun. El del corazón digital que había pasado tantas penurias con él, se hallaba en aquel momento a su lado, levantándose del suelo con dificultad. El muchacho, completamente desnudo y confuso por lo sucedido, se acercó a su compañero.
―¡¡Ragun!!
Light había recuperado a su amigo del Reapers Game. Cogió con sus manos y pellizcó las mejillas del joven, esperando que así pudiese comprobar si se trataba, realmente, del mismo Ragun que conocía y no de una alucinación.
―¡Ey, ya basta! ¡Me haces daño, bestia!
Ragun alzó una poderosa bofetada a Light. Éste, con ojos vidriosos y una estúpida sonrisa, se abrazó a Ragun.
―¡Estás vivo! ¡Joder, estás vivo!
―Sí, sí, sí ―afirmó el aprendiz de Bastión Hueco, dando unas palmadas a la espalda del chico que le abrazaba con ímpetu―. Aunque decir que estamos vivos no es lo más correcto.
―¡Bueno, qué más da! ¡Estamos juntos, que es lo que importa!
>> ¡Tengo tanto que contarte!
Ragun negó con la cabeza.
―En realidad, sé por todo lo que habéis tenido que pasar. He estado siempre contigo, ¿no?
Ragun señaló la mano de Light, y su compañero, al darse cuenta de lo que quería decir, sonrió.
―Cierto, has estado siempre ahí.
Se hizo un silencio incómodo entre ambos, sobretodo cuando Light, al fijarse en el muchacho, se dio cuenta de algo más importante. Se le encendieron las mejillas y miró hacia otro lado.
―¿Qué pasa?
―¿Qué...?
―¿Por qué apartas la mirada, luciérnaga?
―¡Deja de llamarme así! ―replicó Light, girándose de nuevo a Ragun y mirando sin poder evitarlo a la entrepierna del joven― ¡¡Ponte algo, por el amor de...!!
―Claro, ¿y me puedes decir de dónde saco yo ahora la ropa, listillo? Además, tampoco es que me importe... nadie me va a ver, supongo.
―¡Yo sí te estoy viendo! ―exclamó Light, tapándose los ojos con una de las dos manos― ¿¡O es que acaso yo no importo!?
Ragun miró la inocente reacción de Light y, sin poder evitarlo, sacó una sonrisa que siempre llevaba oculta bajo sus ropas. Pero en aquel momento, podía exhibirla con naturalidad.
―Claro que importas.
>> De hecho, por eso mismo me da igual... porque eres tú.
―¿Qué...?
Light no vio venir la acción de Ragun. Con una mano, el antiguo portador de la Llave-Espada Oscura agarró con una de sus manos la que tapaba los ojos de Light, mientras que con la otra aferró a Light contra sí.
Y sus labios sellaron los de su luciérnaga.
Light abrió los ojos, sorprendido. A falta de fuerzas, asustado por no saber cómo reaccionar, pensó por un momento en apartar a Ragun de un empujón, y olvidar lo sucedido.
Sin embargo, no podía. Los labios de Ragun eran suaves, e increíblemente cálidos. A expensas de lo que pudiera haber imaginado, Ragun no era, para nada, un ser frío. Su calidez le embriagó desde el primer contacto.
Notó una punzada en la entrepierna y se asustó de sí mismo. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué no quería apartarse de Ragun? ¡Era un chico! Pero, a pesar de que un montón de contras pasaban por su cabeza para decir basta, no hizo caso de ellos.
Es más, rodeó el cuello de Ragun con sus brazos y le comenzó a besar con ímpetu. Una unión cálida, húmeda y excitante que le puso los pelos de punta. Al notar la mano de su compañero por debajo de sus ropas, saltó en el sitio.
Y se encontró con los ojos del chico oscuro, ardientes y llenos de deseo. Su respiración sonaba entrecortada, sentía el aliento del muchacho en su rostro y no se reconocía a sí mismo.
―Ragun, yo...
El muchacho no le dejó terminar. Sabía perfectamente lo que quería de él. No tenían ni idea de cuánto duraría aquel reencuentro, ni si la Corrupción desearía acabar con ellos en medio del acto. Por lo que dejaron de pensar en lo que sería o no lo correcto, y se dejaron llevar por el momento.
Sus cuerpos cayeron sobre la oscuridad, abrazándose y rozando cada milímetro de su piel. Light mordió el cuello de Ragun con ansia. a la par que éste buscaba de nuevo sus labios para devorarlo. La tensión de los días en el Juego les estaba pasando factura... y lo habían estado deseando. Sólo les había hecho falta un lugar donde poder expresar sus sentimientos, sin miedo a la muerte ni a las habladurías de los demás, ni el sentido de la guerra y sus correspondientes bandos.
―Déjame... tenerte esta vez ―dijo Ragun, descendiendo por el cuerpo de Light. Éste reprimió un gemido, en parte por orgullo a no sentirse doblegado por las caricias del aprendiz―. Quiero hacerte mía, luciérnaga.
Light desafió con la mirada a Ragun, agarrando su cabello hacia atrás e incorporándose a la par que rozaba el lugar más recóndito y sensible de su compañero. Soltó un bufido y lo aferró contra él, sintiendo todo el calor de su cuerpo.
―Eso está por ver, Ragun ―el chico afín a oscuridad le devolvió una pícara sonrisa para hundirse en su cuello, ascendiendo a su oreja y mordiéndola atrevido―. Recuerda que tú... ah... has sido el arma. Eso me convierte en... quien te domine.
―Pero eso quiere decir que ahora debemos cambiar las tornas, ¿no te parece?
Light soltó una pequeña risa y, sin pensarlo, se lanzó sobre el cuerpo de Ragun, dispuesto a no dejarse vencer. Lo haría suyo, él primero.
Poco le importaba ya lo que había dejado atrás. Con Ragun, su condena rodeado de Corrupción no le sería un problema, ni tampoco llegaría a morir solo. Y si lo hacía, lo haría rodeado de los brazos de quien le acompañó en aquel infierno.
Al final, el contenido de aquella endemoniada jeringa los había reunido. A la luz... y a la oscuridad.