Alexis rió para sí misma mientras Ban farfullaba sus quejas acerca de Andrei. Se llevó las manos a la nuca y entrelazó sus dedos mirando hacia lo alto del ascensor mientras este ascendía.
—Tranquilo, te acostumbrarás a él. Siempre le gusta tomar el pelo a los nuevos y a esos estúpidos de Tierra de Partida —explicó la niña en alto, restando importancia a la secta que había nombrado su compañero. Se quedó en silencio un segundo y dirigió sus ojos hacia los de Ban—. Tierra de Partida es otro lugar. Nuestros enemigos directos; su líder allí es un tirano déspota de la luz; roban toda tu libertad, todo lo bueno que hay en ti, para proteger algo que nunca has terminado de comprender. Lo peor es que los lucidiotas no se dan cuenta de que él es el malo de la historia...
Las paredes que rodeaban el ascensor en su ascenso desaparecieron para dar paso a un paisaje oscuro y frío. Después de que Ban se recuperara del golpe de los fuertes vientos a las alturas en las que se encontraban pudo ver detrás de sí un gigantesco bastión, caracterizado por una altísima torre a la que parecía que se acercaban. Alrededor de este había una ciudad entera, construida por pequeñas casas y jardines de plantas ya machitas. Estaba rodeada por hielo, completamente congelada en los alrededores, como si el agua que antes corría a su alrededor hubiese terminado por rendirse a la oscuridad. Ya no se veía el sol en el cielo: cientos de nubarrones negros lo ocultaban de los ojos del muchacho.
El ascensor se detuvo frente a un pequeño patio con un acceso a lo más alto de la torre superior. Alexis salió del ascensor y, una vez Ban le acompañó, se dirigieron ambos hacia la puerta del fondo, que daba acceso a un pasillo oscuro iluminado por unas pocas velas, con algunas escaleras descendientes a su lado.
—Sobre él... Sí, es mi Maestro. Quiere hablar contigo, pero no parecía muy contento. Yo en tu lugar intentaría no ofenderle. No toques nada, no hables si no es para contestar a sus preguntas, ni siquiera le mires a los ojos directamente demasiado tiempo ni pestañees demasiado seguido. ¿Sabes qué? No respires. Cuanto menos le moleste tu presencia más posibilidades tienes de salir de esta.
Llegaron al final del pasillo finalmente hasta una puerta doble cerrada, iluminada por dos candelabros de tres velas a ambos lados. Alexis tomó aire y golpeó la puerta tres veces exactas. No hubo respuesta en los primeros segundos: después ambas puertas se abrieron solas, dando acceso a una habitación oscura apenas iluminada por dos velas junto a lo que parecía ser un trono en el centro de la sala, a una amplia distancia frente a Ban. La figura allí sentada descansaba su rostro frente a sus dedos cruzados. Los ojos del hombre brillaban con luz propia, como el monstruo que esperaba en la oscuridad de la habitación de un niño para alimentarse de él cuando menos lo esperara.
Alexis caminó lentamente hacia él, pero con paso decidido. Se arrodilló a su presencia y le miró directamente a la cara, esperando alguna respuesta por parte de su Maestro. Este, sin embargo, no hizo ningún gesto; costaba ver a Alexis tan redimida y poco chulesca ante alguien.
—Maestro, él es de quien os he hablado —explicó la niña, bajando la mirada de nuevo al suelo—. Ban Oswald. Tiene potencial.
El hombre finalmente dio señales de vida; levantó la cabeza para mirar directamente a los ojos de Ban. Separó sus manos y le indicó, en silencio, que se acercara hasta su trono.
—Acércate, hijo.
Las puertas de acceso a aquel oscuro lugar se cerraron tras Ban de golpe, sin darle ninguna escapatoria posible.