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La ciudad de la noche perpetua, aquel era uno de los apodos que tenía aquella ciudad, con razón. En aquel mundo algo como la Luz no existía, daba igual que hora fuese. Aquel mundo nunca tendría algo que iluminase las calles con la fuerza de un sol. Al fin y al cabo, aquel mundo pertenecía a la Oscuridad.
Y eso era algo que cualquier persona que viajase normalmente entre mundos lo sabría, era algo que todos los que usaban naves gumi sabían. Evitar Mundo Inexistente a toda costa, allí solo había una ciudad desértica que muy pocos visitaban y aún menos vivían allí antes.
Podías caminar durante días por las frías y húmedas calles sin encontrarte a nadie, normal. En primer lugar los monstruos de las sombras, los sincorazón rondaban por los exteriores de los edificios a la espera de encontrarse con cualquier ser con alma para así devorar sus corazones sin miramientos. Eran un verdadero peligro. Y cualquier habitante de la ciudad lo sabía.
Pero no quedaba más remedio que salir de vez en cuando a la busca de víveres. La comida era algo que escaseaba y a pesar de que aquella ciudad era monstruosamente grande, tanto que parecía que jamás iba a acabarse muchos de los edificios estaban limpios y sin nada de provecho, posiblemente algún que otro habitante más hubiese pasado por allí.
El caso era que Neas, al igual que cualquier otro ser vivo necesitaba comida y en su hogar ya no quedaba a penas. No había problemas con el agua, llovía muchísimo cada día por lo que con dejar en una terraza un par de cubos vacíos bastaba para beber durante varios días.
La calle en la que se encontraba el muchacho era bastante ancha y seguía recta durante al menos cincuenta metros antes de dividirse para la derecha y para la izquierda haciendo una forma de "T". No había callejones por los que escurrirse en caso de que apareciese una horda de sincorazón ni puertas al interior de edificios donde pudiese refugiarse por lo que tenía que ser lo más sigiloso posible. Para aquellas criaturas, Neas y otros humanos eran como un faro en mitad de la noche y a pesar de que podía defenderse de aquellos monstruos vencer a uno era casi imposible por lo tanto luchar contra dos a la vez era un completo suicidio y por desgracia, aquellas cosas nunca iban solas.