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La noche comenzaba a apoderarse de la ciudad, y sus habitantes sabían perfectamente lo que aquello suponía.
Desde que los sincorazón habían aparecido en Agrabah, pocas eran las personas que podían dormir tranquilas en sus casas. Daba igual que cerraran con llave, colocaran muebles detrás de las puertas o taparan las ventanas y guardaran silencio: el palpitar de sus corazones era suficiente para que aquellas espantosas criaturas los encontraran, entrando a sus hogares sin usar la puerta, pues, como temibles fantasmas, atravesaban las frías paredes o el suelo mismo para devorar sus almas.
Mientras miles de hombres se preparaban para defender a sus familias, siendo ayudados por la Guardia Real, otros muchos aprovechaban la oportunidad para vender mercancía ilegal en los suburbios de Agrabah: pieles, droga, objetos de valor... un auténtico canjeo en el que se regateaba al mejor postor. Por supuesto, tampoco podían faltar las partidas callejeras, donde los dados eran lo más usado para apostar grandes cantidades de dinero, alguna que otra joya o mapas que podían ser tanto reales como auténticos timos. Aunque bien es cierto que poca mente inteligente deambulaba por allí, se veía compensado con cuerpos robustos, violencia sin igual y el filo de un arma blanca. Había que andarse con ojo.
Malik, por supuesto, sabía cuidarse solo.
Siendo él avaricioso y orgulloso, el honor siempre iba por delante, pero, ¿cómo demonios había acabado en uno de los barrios más peligrosos de la ciudad?