—A la caída del ocaso morirás.
Pobre Myxa, qué había hecho ella para merecer aquello. Mientras ella caminaba tan alegre por las calles de Villa Crepúsculo, a apenas una hora del anochecer, una anciana le había agarrado el brazo y le había mirado con los ojos muy abiertos. Su pelo alborotado y grisáceo por la suciedad que acumulaba, su dentadura mal colocada y sus enormes ojos revelaban que vivía bajo las mismas condiciones que la pobre chiquilla: en las calles, sobreviviendo a base de la mendicidad.
La mujer apretó con fuerza la ropa de Myxa en el callejón de Villa Crepúsculo que conectaba con el solar deportivo, negándose a soltarla. Al principio sus palabras eran balbuceos sin sentido mientras se movía violentamente hacia la niña, dándole a entender que iba a pegarle un guantazo que le dejaría seca. Pero aquellas palabras salieron de su boca, dándole a entender que dentro de poco moriría.
La anciana soltó a la chica y salió corriendo y agitando los brazos en alto en dirección contraria al solar, de nuevo balbuceando cosas incomprensibles para el oído humano. Estaba completamente fuera de quicio, eso seguro. ¿Pero por qué avisarla de que iba a morir? ¿Eran simples locuras o quizás se podía tratar de una auténtica vidente? Fuera como fuese, el rostro de la anciana no podía salir de la mente de Myxa...