por Soul Eater » Mié Feb 05, 2014 7:01 pm
Ni lo uno, ni lo otro. No tengo intención de matarte, pero tampoco quiero nada de ti. Fui advertido de una gata callejera que traía quebraderos de cabeza a los guardias de este mundo y se me solicitó solucionarlo a cambio de… pasar por alto algunas cosas.No pierdo nada por entregarte. Por el contrario, gano favores al hacerlo.-
La respuesta es completamente sorprendente. Tanto que me hace volver a abrir los ojos de par en par, y volver a cerrarlos nuevamente al ver el suelo. Sin embargo, no puedo evitar que una sonrisa feroz, gatuna, surja en mi cara. -Así que después de todo, aún soy importante... a mi manera, claro-. Incluso cuando eso me perjudica, ya que prácticamente es mi sentencia de muerte, puedo sentir algo muy parecido a una alegría salvaje. Después de todo, el que los guardias hayan tenido que llamar a semejante guerrero para atraparme no deja de ser un honor... de algún tipo.
-Pero sí tienes razón en una cosa: es una pérdida de tiempo para mí hacer un viaje sólo para arrojarte a los brazos de unos ineptos soldados, que no han podido apresar a una cría.
En eso estamos completamente de acuerdo, aunque no deje de sorprenderme. Y aún me sorprendo más cuando me aleja del borde del tejado y me suelta. -¿Todas las personas son tan complicadas o este hombre es especialmente extraño?- Respiro profundamente mientras trato de controlar mis temblores para no precipitarme al vacío yo sola. Esta vez si que me he librado por un pelo... si es que me he librado siquiera. Aún está demasiado cerca como para que me sienta segura, y sé que podría tirarme de un empujón. Me froto los brazos y los hombros mientras hago una mueca, mientras sigo escuchando sus palabras.
-Si has sido capaz de sobrevivir por ti misma en esta cloaca, puede que me seas de utilidad ¿Has dicho que harías lo que sea por salvarte de la cárcel? No dudo en que son palabras bien escogidas si estás colgando de un precipicio. Pero, ¿y ahora?-
¿Ahora? Ahora evidentemente todo lo que quiero es salir por patas y no volver a encontrarme con él en la vida. Pero incluso yo sé que esa no es la respuesta correcta. El desconocido es demasiado imprevisible, no es como los guardias que se limitan a insultar y correr detrás de ti. ¿Qué espera que diga?
-No quiero ir a la cárcel- digo lentamente, midiendo mis palabras -Y tampoco quiero morir. Así que haré cualquier cosa que me permita evitar las otras dos.- Hasta ahí es más o menos cierto. Tengo miedo de que entre sus muchas habilidades se cuente la de detectar las mentiras... no pienso convertirme en el perrito faldero de nadie, soy un gato, no un chucho. Y me niego a rebajarme hasta convertirme en una esclava. Pero supongo que a grandes rasgos, lo que he dicho es verdad. O al menos, creo que se lo creerá. No es precisamente un discurso hipócrita.
-¿Qué te parece si hacemos un trato?- Sonrío por dentro, aunque logro mantener mi rostro impasible. Ahora si que empezamos a hablar mi idioma. Si no me ha entregado todavía a pesar de que le han ofrecido... lo que sea que le hayan ofrecido, es que algo quiere. Y es mucho más fácil hablar con las cartas descubiertas. Sin embargo, sus palabras no son lo que espero, ni por asomo.
-Te ofrezco una vida diferente, a mis órdenes, como una aprendiza para adiestrarte en la batalla. Obedéceme a mí y a tus superiores y serás libre de hacer lo que te plazca. De todo, menos de volver a delinquir en este mundo. Podrás regresar de visita, pero tendrás prohibido llamar la atención. Mi encargo hoy ha sido el de quitarte de en medio, sin especificaciones de cómo hacerlo. Si recaes y me causas problemas, te eliminaré.
Antes de poder pararme a pensarlo siquiera, las palabras surgen a mis labios. -No lo entiendo- Sé que suena ridículo, pero es verdad. Casi puedo oír los engranajes de mi cerebro chirriando y tratando de encontrar algún sentido a sus palabras. Ha quebrado todos mis esquemas mentales y todavía no acabo de comprender ni cómo lo ha hecho, ni dónde se supone que estoy ahora. Y evidentemente, menos todavía sé lo que tengo que decir o lo que me conviene decir.
-¿Dónde está la trampa?- digo algo enfadada. Estoy asustada, nerviosa. Me siento perdida por completo, y me huelo un engaño. Simplemente, es totalmente ilógico. Puede obligarme a hacer lo que quiera, ¿para qué va entonces a "ofrecerme" nada? ¿Para qué me va a adiestrar? ¿Para que me revuelva contra él? Si, tal vez le interese que sea más fuerte si quiere que me enfrente a algo o a alguien que me supera... pero sería infinitamente más sencillo elegir a alguien mejor que yo y punto. Y además, quiere que acepte obedecerle ¿pero qué tengo que aceptar si él puedo obligarme si me niego? Simplemente, es incomprensible. No estoy acostumbrada a tratar con personas, pero creo que viendo a la gente desde los tejados nunca he visto a nadie haciendo una oferta de este tipo. Aunque por otro lado, tampoco he visto nunca a un hombre de este tipo en ninguna parte.
Sin embargo, hay otro interrogante que surge en mi cabeza, y que incluso borra al resto de preguntas. -Este... ¿mundo?- las sombras vuelven a llenar mi cabeza, recuerdos de algún lugar oscuro y lleno de extrañas criaturas. Recuerdos vacíos de personas y contenido. -¿Hay... otros mundos? ¿De verdad?- Así que no estaba loca, es cierto que hay algo más ahí fuera. -¿Vienes de otro mundo?- me llevo una mano a la frente, tratando de serenarme, de tranquilizarme. Querría decir que las piezas por fin empiezan a encajar, pero es más bien todo lo contrario.
-Esto no es posible, simplemente no puede estar pasando-
-¿Qué me dices?- ¿Y de verdad lo pregunta? Dice que si no estoy de acuerdo me eliminará, ¿qué clase de oferta es esa? ¿Y qué clase de persona te obliga a aceptar algo que te conviene?. Es simplemente... cuando vuelvo a mirar, veo una ¿llave? delante de mí... ¿o es una espada? ¿Y para qué me la ofrece? ¿Para qué va a darme nada?
-No lo entiendo- repito, entre irritada y triste, incluso alegre. ¿Voy a poder escapar de este agujero? ¿A otros mundos? ¿De verdad va a darme ese poder? ¿Y entrenarme para hacerme fuerte? ¿Qué mas puedo querer? Libertad para recorrer, no este mundo, sino cualquier otro. Hasta ahora, ni me había fijado en que incluso el cielo y el mar podían ser una prisión, y ahora ¿me ofrecen la llave para abrir la puerta que acaba de presentarse ante mí? Y no me refiero precisamente a la espada o llave esa, que también podría serlo, sino a la mera propuesta de permitirme escapar.
-Tiene que ser una trampa.- Por un lado lo sé, mi razón me dice que es así. Pero a fin de cuentas, no tengo elección. Si no acepto, acaba conmigo. Y si acepto, puede que también, pero a lo mejor hay una diminuta posibilidad de que pueda salir ganando. No me importa no poder volver más por aquí, no es un sitio al que volvería de visita, desde luego. El hecho de aceptar órdenes... es arena de otro costal. Pero bueno, gato con guantes no caza ratones. Si realmente me hago más fuerte, tal vez en algún momento pueda acabar con mis supuestos superiores y así poder hacer lo que quiera, sin que nadie más pueda hacerme daño.
Respiro hondo y miro de frente. -Aceptaré las órdenes de todo aquel que pueda derrotarme- termino en un susurro, que espero que no haya oído. Pero es verdad. No estoy dispuesta a obedecer a un cualquiera. Aunque si todos son como él... me temo que eso lo llevaré peor que un día sin pescado. Aun así, creo que si el mismísimo diablo se presentara con una oferta semejante, la aceptaría.
Casi con miedo, alzo la mano para tocar la empuñadura del arma. Retiro la mano rápidamente en cuanto la toco, como un animal asustado, mientras retrocedo unos pasos. Realmente, casi esperaba que hiciera algo. Que surgieran cadenas de la nada, o que el hombre me empujara. Supongo que todavía no me lo acabo de creer solo estoy esperando a que ocurra algo que me haga volver a la realidad. Pero no pasa nada. Todo es igual de cierto, de verdadero.
De acuerdo entonces. Acepto pienso definitivamente, tomando una resolución de la que tenía que informarme más a mí misma que al desconocido. Así que vuelvo a acercarme y esta vez no dudo en agarrar firmemente el mango.
-No tengo nombre.- Añado, porque parece que el desconocido lo estaba esperando. -Ni nadie me ha hablado nunca como para necesitar nombrarme. Supongo que basta con lo que dice todo el mundo que soy, una gata. Así me llamo: Gata.