La llave, la espada, o lo que sea, desaparece de mi mano sin que haga nada, sobresaltándome ligeramente y haciendo que vuelva a retroceder con rapidez. Sin embargo, me embarga una sensación extraña, da la impresión de que no se ha ido del todo. La siento en algún lugar, cerca de mí. No sé cómo o por qué, pero sé que acudirá a mis manos con solo desearlo. Es agradable, por lo menos, si siempre puedo... no sé, "llamarla",... nunca estaré desprotegida. No podré quedarme indefensa. Sonrío quedamente mientras me paso la lengua por los colmillos y vuelvo a avanzar, atenta a las palabras del desconocido.
-Mi nombre es Ryota. Para ti, Maestro Ryota. Acabas de convertirte en aprendiza de la Llave Espada. Enhorabuena, Gata. -No deja de haber algo gracioso en la enhorabuena de un hombre que me ha amenazado con matarme si no aceptaba. Pero bueno, ya es lo de menos. Sin embargo, desvío la mirada sin poderlo evitar cuando dice lo de Maestro. Aun así, no me queda otro remedio que morderme la lengua, pero los animales no tropiezan dos veces con la misma piedra. Ya sé de lo que es capaz, así que no pienso volver a buscar pelea con él si puedo evitarlo.
―¿Por qué no pruebas tu propio poder? Deberías ser capaz de convocarla ahora.- Así que tenía razón, puedo llamar a la... Llave-espada (no iba tan desencaminada en cuanto al nombre después de todo) con solo desearlo. Ryota me observa, como si me estuviera examinando. Es realmente incómodo, y algo desagradable. No parece siquiera pasársele por la cabeza la posibilidad de no ser obedecido. Y no deja de ser lógico por otro lado, ¿cómo no voy a obedecer? El fuerte gobierna al débil, eso es obvio. -Pero no seré débil por mucho tiempo- pienso, ya que es lo único que puedo hacer. -Y entonces podré librarme de absolutamente todas las cadenas. Incluso las que Ryota me imponga- Después de todo, me veré obligada a controlar mis actos, pero nadie puede controlar mis pensamientos. Y parece ser que a partir de ahora serán el único lugar donde pueda refugiarme.
Por otro lado, sinceramente tampoco sé muy bien que hacer. Cierro los ojos, para aislarme del mundo, y puedo sentir la energía en mi interior. La llave esta aquí, solo tengo que cogerla. Alzo el brazo, y cuando abro los ojos incluso yo me sorprendo al verla en mi mano. Es pesada, al menos más que mi daga, aunque supongo que me acostumbraré a ello. Lo que no me gusta tanto es que sea tan grande y llamativa, pero tampoco estoy en situación de quejarme.
Hago un par de gestos para acostumbrarme a llevarla mientras escucho, por fin, alguna explicación. -Pues menos mal que hay gente que se preocupa de que los mundos estén en paz, porque si no la hubiera...- pienso con algo de irritación, que procuro no dejar traslucir. Desde luego, aquí nunca ha llegado ningún héroe a salvarme de nada, ¿y de qué me sirve el que los mundos estén en paz si me voy a morir de hambre antes de que sea consciente siquiera de que hay una guerra? ¿y por qué tienen que distanciarse los mundos? ¿para volvernos prisioneros en nuestra propia tierra? Sinceramente, no entiendo los motivos de esta gente, pero supongo que tampoco importa. Yo pienso pelear por mí misma, y si eso significa pelear por Ryota, lo mismo me da lo que piense. Los animales no piensan y no se plantean las cosas, hacen lo que tienen que hacer y punto... y los gatos, bueno, hacen lo que quieren hacer y punto. Asiento con la cabeza sin decir nada. Supongo que simplemente no tengo nada que decir.
-Así pues, ¿tengo tu palabra definitiva de que, siempre que regreses a este mundo, no llamarás la atención ni montarás el caos en él?
-No creo que vuelva a este mundo en una buena temporada.- digo sinceramente. ¿Por qué iba a volver? ¿Por los buenos recuerdos? -Y aunque vuelva, no me gusta llamar la atención si puedo evitarlo. Soy la primera a la que no le gusta que la persigan para ahorcarla. Y ahora que ya lo he aceptado todo, ¿puedes devolverme mi daga? No es que pueda lograr nada con ella de todos modos, pero no querría perderla...- Lo cierto es que no tengo otra y si no voy a volver por aquí no sé dónde podría agenciarme una. La frase queda suspendida en el aire unos segundos antes de que añada con irritación y prácticamente silabeando la palabra- ... Maestro.
Sin embargo, hay una cosa que me llevo preguntando desde que me entere de que venía de otro mundo y que me ha estado carcomiendo desde entonces, y aprovecho también para saciar mi curiosidad -¿Cómo puedes moverte entre los mundos? ¿Puedes hacerlo sin darte cuenta?- no me cabe duda de que es algo extraña, pero es algo que tengo que saber si es que quiero encontrar alguna pista de por qué acabé aquí. ¿Pude simplemente perderme del mundo en el que nací? Me resulta difícil de creer, incluso hasta mí, pero no pienso descartar ninguna posibilidad que pueda llevarme hacia mi pasado.