Re: [Reino Encantado] Cuentos a la luz de una hoguera
Publicado: Vie May 16, 2014 11:55 pm
—Hasta… hace unos días no había visto a ningún… Sincorazón —Rebecca asintió, muy atenta a las palabras de Aleyn a pesar de que su huidiza mirada se negaba a posarse en él—. Y tampoco recuerdo haber oído hablar de ellos en algún relato o leyenda. El único origen que se me ocurre en estos momentos es la Montaña Prohibida. ¿Quizás sean el arma definitiva de Maléfica para acabar con el reino?
Rosa se removió, abrazándose las rodillas, y se quedó un momento en silencio antes de contestar:
—Cuando me atacó aquel… Sincorazón, pensé que tendría que ver con Maléfica. Que algo había empezado, que estaría relacionado con la maldición. Y tengo el presentimiento de que sí, de que es algo que podría tener su origen en Maléfica. Pero tampoco puedo jurarlo.
—Maléfica…—repitió Rebecca, que experimentó un escalofrío.
—Lamento no poder ser de más ayuda. Aunque… aunque realmente me gustaría serlo. No se puede permitir que esas criaturas sigan amenazando a la gente…[/quote]
Rebecca esbozó una tímida sonrisa, tan breve que Aleyn pudo pensar que se la había imaginado.
—Eres una buena persona—afirmó.
El rostro de Rosa se iluminó y dijo:
—Siempre ayuda a toda la gente que se encuentra. Es la persona más desinteresada que he conocido.
Rebecca observó intensamente a Aleyn. Después se quedó pensativa un buen rato, hasta que finalmente emitió un suspiro, miró al cielo cada vez más oscuro y se incorporó.
—Deberíamos marcharnos. Os acompañaré a vuestros hogares.
—¡Pero qué pasa con los Sincorazón!—exclamó Rosa, poniéndose de pie de un salto.
Rebecca le dirigió una mirada rebosante de tristeza.
—No hay nada que podamos hacer ahora… Hemos de investigar y nos llevará tiempo… Además, debemos ver hasta dónde han llegado los Sincorazón. El castillo no… está amenazado, al menos de momento. En cambio, la gente del rey Huberto, sí…—bajó la cabeza y se retorció los dedos—. Lamento no poder hacer nada ahora mismo…
—No… Yo… Lo comprendo—Rosa se obligó a dejar de fruncir el ceño y a sonreír—.Todavía no os he dado las gracias, por todo. ¿Cuando veáis a vuestra amiga podéis decirle de mi parte que le debo la vida y no lo olvidaré?
—Claro…
Echaron a caminar, en principio sin un rumbo concreto, aunque después Rebecca insistió en llevar a Rosa en primer lugar a su casa, mientras lanzaba ojeadas furtivas a Aleyn. De modo que la joven empezó a guiarlos a través del cada vez más oscuro bosque.
—Por cierto, señora Rebecca… Si vos erais de este reino, ¿es posible que vuestra compañera también? —inquirió Rosa—. Porque a pesar de que es un nombre extranjero, me resulta muy familiar…
Rebecca pegó un pequeño respingo ante la pregunta y balbució un poco antes de susurrar:
—S-sí. Pasó un tiempo en este reino. Pero no creo que yo sea la más indicada para decir nada…
El resto del camino lo continuaron en silencio.
****
Las ventanas de la cabaña en la que vivía Rosa eran un foco en medio de la noche, casi cerrada ya. Feliz por regresar a su hogar, Rosa se volvió hacia sus compañeros. Tomó las manos de Rebecca y volvió a agradecerle todo. Después se acercó a Aleyn y, tras un titubeo, lo abrazó, poniéndose de puntillas para poder susurrarle al oído:
—Muchas gracias. Un día espero poder compensarte —se separó y se despidió con un gesto—¬. Estaré bien. Mis tías y yo prestaremos mucha atención a los alrededores y no bajaremos las guardias. Tened mucho cuidado al volver.
Acarició una última vez a Ygraine y echó a correr hacia su hogar con ligereza. Se despidió con el brazo desde la puerta y después se metió en su hogar. Incluso a esa distancia escucharon sin problemas los gritos de alivio de varias mujeres.
—No te preocupes por ella. E-estará a salvo—le aseguró Rebecca a Aleyn—. Aquí hay magia. Esa cabaña está bastante bien protegida—si Aleyn fue a hacer alguna pregunta, la joven se le adelantó—. Necesito hablar contigo. ¿Te… importa que hablemos en tu casa? Prometo marcharme en cuanto terminemos—farfulló. A pesar de que su naturaleza parecía ser esquiva, le clavó con intensidad un ojo que parecía brillar en medio de la noche.
Estaba decidida a hablar con él.
Rosa se removió, abrazándose las rodillas, y se quedó un momento en silencio antes de contestar:
—Cuando me atacó aquel… Sincorazón, pensé que tendría que ver con Maléfica. Que algo había empezado, que estaría relacionado con la maldición. Y tengo el presentimiento de que sí, de que es algo que podría tener su origen en Maléfica. Pero tampoco puedo jurarlo.
—Maléfica…—repitió Rebecca, que experimentó un escalofrío.
—Lamento no poder ser de más ayuda. Aunque… aunque realmente me gustaría serlo. No se puede permitir que esas criaturas sigan amenazando a la gente…[/quote]
Rebecca esbozó una tímida sonrisa, tan breve que Aleyn pudo pensar que se la había imaginado.
—Eres una buena persona—afirmó.
El rostro de Rosa se iluminó y dijo:
—Siempre ayuda a toda la gente que se encuentra. Es la persona más desinteresada que he conocido.
Rebecca observó intensamente a Aleyn. Después se quedó pensativa un buen rato, hasta que finalmente emitió un suspiro, miró al cielo cada vez más oscuro y se incorporó.
—Deberíamos marcharnos. Os acompañaré a vuestros hogares.
—¡Pero qué pasa con los Sincorazón!—exclamó Rosa, poniéndose de pie de un salto.
Rebecca le dirigió una mirada rebosante de tristeza.
—No hay nada que podamos hacer ahora… Hemos de investigar y nos llevará tiempo… Además, debemos ver hasta dónde han llegado los Sincorazón. El castillo no… está amenazado, al menos de momento. En cambio, la gente del rey Huberto, sí…—bajó la cabeza y se retorció los dedos—. Lamento no poder hacer nada ahora mismo…
—No… Yo… Lo comprendo—Rosa se obligó a dejar de fruncir el ceño y a sonreír—.Todavía no os he dado las gracias, por todo. ¿Cuando veáis a vuestra amiga podéis decirle de mi parte que le debo la vida y no lo olvidaré?
—Claro…
Echaron a caminar, en principio sin un rumbo concreto, aunque después Rebecca insistió en llevar a Rosa en primer lugar a su casa, mientras lanzaba ojeadas furtivas a Aleyn. De modo que la joven empezó a guiarlos a través del cada vez más oscuro bosque.
—Por cierto, señora Rebecca… Si vos erais de este reino, ¿es posible que vuestra compañera también? —inquirió Rosa—. Porque a pesar de que es un nombre extranjero, me resulta muy familiar…
Rebecca pegó un pequeño respingo ante la pregunta y balbució un poco antes de susurrar:
—S-sí. Pasó un tiempo en este reino. Pero no creo que yo sea la más indicada para decir nada…
El resto del camino lo continuaron en silencio.
Las ventanas de la cabaña en la que vivía Rosa eran un foco en medio de la noche, casi cerrada ya. Feliz por regresar a su hogar, Rosa se volvió hacia sus compañeros. Tomó las manos de Rebecca y volvió a agradecerle todo. Después se acercó a Aleyn y, tras un titubeo, lo abrazó, poniéndose de puntillas para poder susurrarle al oído:
—Muchas gracias. Un día espero poder compensarte —se separó y se despidió con un gesto—¬. Estaré bien. Mis tías y yo prestaremos mucha atención a los alrededores y no bajaremos las guardias. Tened mucho cuidado al volver.
Acarició una última vez a Ygraine y echó a correr hacia su hogar con ligereza. Se despidió con el brazo desde la puerta y después se metió en su hogar. Incluso a esa distancia escucharon sin problemas los gritos de alivio de varias mujeres.
—No te preocupes por ella. E-estará a salvo—le aseguró Rebecca a Aleyn—. Aquí hay magia. Esa cabaña está bastante bien protegida—si Aleyn fue a hacer alguna pregunta, la joven se le adelantó—. Necesito hablar contigo. ¿Te… importa que hablemos en tu casa? Prometo marcharme en cuanto terminemos—farfulló. A pesar de que su naturaleza parecía ser esquiva, le clavó con intensidad un ojo que parecía brillar en medio de la noche.
Estaba decidida a hablar con él.
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