Funcionó… a medias. El barril me salvó la vida, probablemente, pero el impacto fue más fuerte de lo que había imaginado. La madera se rompió al instante y me cortó en las manos y los antebrazos; por suerte, sólo eran heridas muy leves, nada que me impidiera seguir dedicándome a mi música.
El choque me hizo perder el equilibrio y caí de espaldas al suelo con un fuerte golpe que me dejó aturdida durante unos preciosos segundos. Maldije en voz baja, intentando reincorporarme, cuando una hoja de oscuridad partió a mi enemigo en dos. Ryota. Debía de haber acabado ya con el segundo demonio. Se acercó a mí y me tendió la mano para ayudarme.
Se la acepté con desgana, ya que me temblaban las rodillas y me costaba levantarme. ¡No me gustaba nada tener que deberle tanto a nadie!
—
Gracias…—
Tienes buenos reflejos. Y reaccionas bien en situaciones tensas. —Le miré con incredulidad. ¿Reflejos? ¿Yo? Ni en broma. Como mucho, un poco de suerte. Ryota sonrió—
Creo que te debo unas pocas explicaciones, sin embargo, no puedo hacerlo sin más.—
¡¿Qué?! —exclamé—
Eso no es justo. ¡Casi muero por culpa de esos bichos! ¡Dos veces! ¡Y sólo por estar en el lugar equivocado y en el momento equivocado!Ryota señaló la boca del callejón.
—
Ahora está claro que te estaban persiguiendo. No sé si lo seguirán haciendo después de esto. Es posible que no. Aun así, considero que estás en peligro. “Posible”. Bien. Maravilloso. Ya me imaginaba la Corte infestada de demonios de ésos en plena noche. La mera idea me provocó un escalofrío.
—
Si estás dispuesta a asumir que necesitas aprender a defenderte, puedo enseñarte cómo —prosiguió Ryota—,
pero no permaneceré en París más que un par de días. Puedo enseñarte magia, si lo deseas, así como a pelear. Pero será una vida peligrosa, ya que nosotros nos dedicamos entre otras cosas a luchar contra criaturas como las que has visto. Defendemos a la gente, ya que persiguen a aquellos con corazones fuertes como el tuyo.No entendía absolutamente nada. ¿Nosotros? ¿Corazones fuertes?
—
Serías una buena guerrera. Tienes lo necesario. Claro que es posible que no busques este tipo de vida.—
Yo no soy una guerrera —fue todo lo que pude decir—.
Ni siquiera soy una gitana, ni alguien con auténticos recursos, ni… ni… bueno, ni nadie en realidad. —
Sé que es inesperado, pero a menos que estés dispuesta a comprometerte, no podré darte explicaciones —repitió Ryota. Me limité a asentir; no iba a poder sonsacarle nada—.
Si necesitas tiempo, puedo concedértelo. Dos días antes de que me vaya. Si no… Piensa que no hay vuelta atrás.—
¿Cambiaría algo si dijera que sí? —pregunté con un susurro apenas audible. De repente, me habían entrado unas ganas enormes de llorar—
Decidme la verdad. Por favor. Necesito saber si podría llegar a proteger a mi familia con un poder así. Es obvio que necesito aprender a defenderme, ya que esos demonios no parecen tener muchas ganas de marcharse de París… pero mi gente ya lo pasa muy mal sin esa amenaza y… q-quiero poder hacer algo útil por ellos…
Me trabé, y terminé por callarme.
Incroyable. ¡Quién hubiera imaginado que alguien que lleva tantos años viviendo de su habilidad con las palabras y la actuación sería capaz de desmoronarse de esa manera! Pero realmente no tenía ni la menor idea de qué hacer a continuación. Y eso me fastidiaba.
Respiré profundamente, intentando serenarme.
—
Lo que quiero decir es que sí, que me gustaría aprender a pelear como es debido y a usar magia. Pero como ya he dicho, tengo familia y no sé si sería capaz de dejarla de lado por ello. Así que me gustaría pensarlo bien si es posible… esto… ¿monsieur?
Esperé su respuesta, aunque ya había tomado mi decisión. Tenía tiempo para no precipitarme, y aprovecharía cada segundo.
—
Habéis dicho que partíais en dos días —añadí después—.
Si os parece bien, me gustaría hablar con vos una vez más para comunicaros mi respuesta… ¿tal vez el segundo día, a la misma hora, en las afueras? Imagino que sabréis cómo llegar, cruzando el puente y todo eso… Si Ryota prefería otro lugar u otro momento, no me importaba. Había elegido las afueras por su cercanía a la Corte; no solía haber demasiados guardias por ahí. De todos modos, podía moverme por casi cualquier lugar de París a menos que estuviese demasiado cerca del Palacio de la Justicia.
No hubo mucha más conversación después de eso. Emprendí el camino de vuelta a la Corte de los Milagros a paso ligero, con más ganas que nunca de llegar a esas siniestras catacumbas que escondían el refugio gitano.
Me llevé una buena bronca por parte de Fleur, en parte por mi tardanza («
¡Nos has tenido muy preocupados!») y en parte por no haber hecho las compras que me habían encargado. Por suerte, Alphonse y Jaelle no tardaron en tranquilizarla, y Gilbert se ofreció a ir mañana en mi lugar. Esa noche fui a dormir con el estómago vacío, pero con la cabeza llena de ideas que podía considerar, en el mejor de los casos, absolutamente locas.
Pasé los dos días siguientes sin salir de la Corte por mi propia seguridad. Dudaba mucho de que el asunto de la “bruja” hubiese quedado olvidado, y era mejor permanecer lejos de miradas indiscretas. Por otro lado, la amenaza de los demonios sí que me preocupaba hasta el punto de llegar a pedir ayuda para aprender algo de peleas cuerpo a cuerpo. Sólo por si acaso. El resultado, pero, fue nefasto: los hermanos Gérald y Jérôme habían vivido un centenar de peleas tanto en tabernas como en callejones, pero apenas tenían paciencia y yo tampoco era una alumna excepcional. Las clases duraron poco, y no había manera de dejar de darle vueltas y vueltas a la propuesta de Ryota. El tiempo pasaba, pero no era capaz de avanzar.
El alba del segundo día llegó antes de lo que me habría gustado. Había pasado esa noche en vela, revolviéndome de un lado para otro encima de la manta que me hacía de cama. ¿Qué hacer? No había mentido al contarle a ese desconocido mágico que quería poder para ayudar a mi familia. Habían hecho tanto por mí… y quería devolverles ese enorme favor. Por otro lado, si Ryota se iba de París, yo también debería irme. ¿Adónde? No tenía ni idea. Pero sería un lugar lleno de extraños, lejos de las pocas personas que me querían. Estaría sola de nuevo, y en peligro constante.
Mi mente viajó cuatro años atrás a esa noche de luna llena en que todo cambió, y esta vez no hice nada para impedir que las lágrimas resbalaran por mis mejillas. Aún recordaba la promesa que había hecho mientras caminaba por las sucias calles de París, aún vestida de niña rica.
“
No olvidaré esto. Pienso acordarme de lo terriblemente mal que me han hecho sentir hoy. Y así, cuando esté asustada y lo que quiera que vaya a ocurrirme empiece a ocurrir, recordaré que nada puede ser tan malo como estar encerrada al otro lado de esa ventana. ¡Nada!”
Cuatro años habían pasado desde entonces. Los cuatro años más felices de mi vida, pero todo tenía que acabar. Mi futuro no estaba entre los encantadores gitanos que me habían acogido como a una más, a pesar de mis orígenes. No podía depender de ellos y esperar que todo lo malo pasara de largo.
¿Es eso lo que intentas decirme, Dios? ¿Qué debo avanzar y dejar París atrás? ¿Qué puedo cambiar y llegar a perdonarme a mí misma por mi debilidad si lo hago?
Porque, en ese caso, por fin he tomado una decisión.
***Faltaba muy poco para la hora acordada, pero aún no había salido. Las dudas me asaltaban, por supuesto, pero creía estar haciendo lo correcto en marcharme sin decir nada. Sería menos doloroso…
—
¿Vas a alguna parte?Su voz me asustó tanto que casi se me cae la lira al suelo.
—
¡Maldita sea, Gilbert! ¡Haz ruido o algo! —grité, con las mejillas encendidas—
Casi me muero de miedo. —
Hacía tiempo que no te asustaba así. Tienes que concedérmelo, Charleen. Gilbert rió con suavidad y se apoyó de espaldas a la pared. Charleen había sido el nombre con el que me había presentado ante él hacía ya cuatro años, y aún seguía usándolo.
—
¿Y bien? ¿Sales? Tu madre te matará si se entera de que te vas por ahí después de lo que pasó con ese guardia…—
Eso no volverá a pasar, Gil. —
No puedes saberlo. —
Sí, sí que puedo… porque me voy de París —solté sin más. ¡Ya lo había dicho! Aunque el hecho de hacerlo no me hacía sentir para nada mejor.
—
¿Cómo… que te vas de París? —balbuceó Gilbert, reincorporándose.
—
Yo… han pasado cosas que no puedo contarte, Gil, pero esas… cosas… me han hecho entender que no puedo permanecer siempre aquí. No es que no me guste la Corte o la ciudad, sabes que me encantan, pero no puedo quedarme toda la vida. Necesito hacer algo por mi misma de una vez.
—
¿Todo esto tiene que ver con tu madre? —preguntó, casi interrumpiéndome. Esta vez, el tono con el que había pronunciado “madre” era totalmente distinto—
Porque no necesitas demostrarle nada a nadie, Char, ¿me oyes? ¡Nada!—
No es por ella, lo prometo. Esto es algo que hago únicamente por mí. Necesito que lo comprendas.Estaba enfadado, podía notarlo. Pero nada me haría quedarme atrás. Podía gritar, intentar retenerme, incluso avisar a otros para ello; pero no lo conseguiría. Gilbert sabía lo cabezota que era yo, y sabía que era tarde para hacerme cambiar de idea, porque trató de relajarse.
—
¿Estarás bien por tu cuenta?—
Eh, no te preocupes por mí. Me las arreglo bastante bien, ya me conoces. ¡Y no creas que me voy para siempre! Volveré a tiempo para la boda —añadí con una sonrisita irónica. Gilbert se puso rojo como un tomate.
—
¡Charleen! ¡Q-qué cosas dices..! J-Jaelle y yo no… —
Ya, ya. Pero no te cases antes de que vuelva. Dales las gracias a Alphonse y a Fleur por todo… y a Jaelle. Siento todas las molestias que haya podido causar. Había llegado el momento de partir. Me anudé bien la pequeña bolsa que siempre llevaba conmigo a la pierna, cogí la lira, y salí al exterior. No hubo abrazos ni lágrimas. A Gilbert no le gustaba especialmente el contacto físico, y a mí no me gustaba llorar.
Además, era cierto que no pensaba irme para siempre.
Creo recordar que no pasaba nada si los posts eran muy largos(? Bueno, espero que haya hecho bien lo de los dos días, si no, pues a repetirlo o algo xD