Libertad, dulce libertad.
Hace ya un par de días que la joven Mirellä Bones tomó la drástica decisión de abandonar la prisión en la que se había convertido su hogar y aventurarse en las oscuras y tétricas callejuelas de Ciudad de Halloween. Durante once largos años, estuvo bajo el cuidado de su madre adoptiva, Eloise Tristan, acogiéndola al quedarse huérfana con tan solo cinco años.
Desgraciadamente, no fueron años muy felices para la vampiresa debido a la crueldad y los maltratos que recibió por parte de Eloise, siendo la gota que colmó el vaso el enclaustramiento que le impuso hasta que no cumpliese la mayoría de edad.
Pero todo eso se terminó. Su mundo ya no se reducía a las paredes que conformaban su antiguo hogar. ¡Tenía toda una ciudad en la que comenzar una nueva vida!
Aunque… ¿Por dónde empezar? Ciudad de Halloween tenía mucho que ofrecerle, pero antes no estaría mal solucionar el problemilla del sustento. Nadie dijo que independizarse fuese una tarea fácil.
Sin embargo, aquella noche que deambulaba sin rumbo alguno por un callejón…
—¡Mademouselle, Mademoiselle!
Mirellä escuchó aquella voz vivaracha a sus espaldas, pero cuando quiso darse la vuelta para comprobar quien la estaba llamando, un destello de luz repentino la sorprendió, dejándola casi ciega. Cuando la muchacha recuperó la vista, se topó delante de sus narices con un esqueleto vestido de azul y rojo, con una boina en la base de su cráneo, y un lustroso mostacho. No obstante, lo que le llamaría la atención de aquel individuo era la vieja cámara de fotos que sostenía con sus huesudas manos.
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—¡Mademouselle, es perfecta! —El esqueleto se colgó la banda de la cámara en el cuello y juntó sus dedos índices y pulgares para formar un rectángulo, encuadrando a Mirellä desde su punto de vista—. Llevo buscando toda la noche a una jovencita como usted.
Una vez que terminó de tomar planos de la chica, el tipejo se aclaró la garganta y se llevó la mano al pecho con orgullo.
—Permítame que me presente: Pierre Péroné, fotógrafo de la revista Sustos y Glamour —le comunicó—. Estaba buscando a una modelo para una sesión fotográfica que publicaríamos en el siguiente número, y usted encaja a la perfección para el puesto, mademouselle.
>>¿Estaría interesada? Le pagaríamos un buen pellizco, se lo garantizo.
Sonaba bien, ¿verdad? Aquella oferta le había caído del cielo y podría ponerle fin a sus problemas financieros. Aceptarla o no, era decisión suya.
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