[País de los Mosqueteros] Avaricia pura y dura

Prólogo de Renata Leduc

Si ya has creado tu ficha, pásate por aquí para escribir la primera página de ese gran libro que va a ser tu vida. O échale un vistazo a los amigos y rivales con los que te encontrarás en un futuro.

Moderadores: Suzume Mizuno, Denna, Astro

[País de los Mosqueteros] Avaricia pura y dura

Notapor Drazham » Dom Nov 29, 2015 9:40 pm

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Mont Saint-Michel, uno de los pocos parajes franceses en los que se podía llevar una vida tranquila, lejos de la concurrida y ajetreada capital del país. Todo gracias a los pocos mosqueteros destinados a la región, y a que el Primer Ministro, el Cardenal Richelieu, no solía prestarle especial atención a las urbes de las afueras de París. Sin embargo, la escasa vigilancia del sitio lo hacía un tanto idóneo para los ladrones.

El grupo conocido como La Banda llevaba trabajando en la comuna francesa desde hace un tiempo. Pero claro, los botines que una población tan pequeña podía ofrecerle eran más bien escasos. Sin contar que los pocos de valor suponían un peligro al tener a la mayoría de los mosqueteros bajo su guardia. Saint-Michel se les quedaba cada vez más pequeña.

Pero Renata Leduc, integrante de La Banda, estaba de suerte. Un día cualquiera, mientras husmeaba por las callejuelas del monte, le llegó a sus oídos un chismorreo la mar de jugoso: Don Alcide, uno de los nobles más adinerados y con más influencia de la zona, iba a llevar a cabo en su mansión una fiesta para celebrar el decimoctavo cumpleaños de su hijo. Y como no, los invitados serían nada menos que otros tantos ricachones de buena familia, e incluso algunos venidos de la capital.

En pocas palabras, una pila de joyas, abalorios y diversos objetos de valor reunidos en un mismo punto. Y lo mejor de todo es que colarse en la fiesta no sería tan complicado por un pequeño detalle. Los hombres de Don Alcide estaban repartido por todos los establecimientos panfletos en los que se detallaba que se buscaba personal (a preferir, gente joven) para que trabajasen de camareros durante el evento. Los interesados deberían acudir a la parte trasera de la mansión antes del mediodía.

La gran pregunta: ¿aprovecharía Renata esta oportunidad de oro?

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¡Te doy la bienvenida a tu prólogo! Como Game Master me encargaré de llevar tu primer tema en el rol y evaluar el como te desenvuelves durante este.

Lo primero es lo primero: es fundamental que te haya leído el manual del rol para que sepas el qué y el qué no debes hacer en tus post. También te recomiendo que te leas otros prólogos finalizados para que te hagas una idea de como desenvolverte.

Para cualquier duda que te surja, puedes mandarme un mensaje privado y te responderé con mucho gusto. Dicho esto... ¡Que comience el espectáculo!
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Re: [País de los Mosqueteros] Avaricia pura y dura

Notapor Medu » Lun Nov 30, 2015 6:07 pm

“Tienes que aprovechar cada pequeña oportunidad, o perderás el beneficio.” Sinceramente, las frases del jefe podían llegar a quedar bastante memorables, si no fuese porque tras decirlas se llevaba un gran pedazo de carne cruda o una jarra de vino a la boca.

Pero tenía razón. París estaba lleno de pequeñas oportunidades, de pequeños momentos que se podían aprovechar muy bien para alguien de mi profesión. Demasiadas veces un simple paseo me había llevado a alguna recompensa. Un hogar con la puerta entreabierta, un transeúnte con la cartera descuidada, una tienda sin vigilancia….

Y una vez más, un simple paseo parecía ofrecerme una pequeña oportunidad. Las ventajas de habitar un territorio como Saint-Michel, alejado de la ajetreada vida de la capital francesa, no eran escasas. Los rumores volaban por las calles y aunque muchas veces eran chismorreos de vecinas, a veces se encontraban auténticas joyas. Literalmente.

La celebración de una fiesta de cumpleaños llegó a mis oídos. No una fiesta popular cualquiera, una organizada por el mismísimo Don Alcide. Conociendo su ego y su influencia, ese aniversario iba a estar a rebosar de ricachones refinados cargados de abalorios valiosos. Refinados y descuidados.

No tuve que molestarme mucho en confirmar esos rumores. Algunos establecimientos cercanos exhibían panfletos para anunciar la fiesta, a la vez que una oferta de trabajo temporal para la misma. Un agujero perfecto por donde colarse.

Y ahí estaba yo, acercándome a la parte trasera de la mansión del Don con las ropas más presentables que pude encontrar en el refugio. Debo confesar que me encontraba algo nerviosa, como suele ocurrirme con trabajos delicados.

Pero no era momento de dudar, el botín era muy grande como para echarse atrás. Suficiente como para cerrarle la boca a Engranaje durante… unas horas. Y sinceramente, era la más apropiada para el trabajo. Como estos rumores hubiesen llegado a los oídos de Ignita, habría tirado la pared de la mansión y estaría quitando collares de cuellos rotos.

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Muchas gracias, ¡espero hacerlo lo mejor posible y fallar lo mínimo!
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Re: [País de los Mosqueteros] Avaricia pura y dura

Notapor Drazham » Mar Dic 01, 2015 3:30 pm

Renata llegó puntual al lugar acordado en la circular. La mansión de Don Alcide no fue muy difícil de localizar, pues el enorme y ostentoso edificio podía llegar a confundirse por un palacio que lucía cual joya de la corona en una de las partes más altas de Mont Saint-Michel, siendo plenamente visible desde los niveles inferiores.

En la parte trasera encontró a dos guardias con la apariencia de panteras humanoides apostados en la entrada, corpulentos, armados con picas, y tan rígidos como si de estatuas se tratasen. En el momento que Renata les explicase que venía por la oferta de trabajo, ambos bajarían la vista hacia la muchacha y la analizarían con una expresión vacía. Al rato, los guardias asintieron y, sin mediar palabra, uno de ellos le indicó ladeando la cabeza que le siguiera al interior.

El centinela guio a la joven por un largo pasillo en el que habían repartidos varios carros con vajilla, cubertería, y unos cuantos cestos a rebosar de sábanas. Durante el trayecto se cruzaron con bastantes sirvientas que iban y venían a paso acelerado, ya fuese tirando de los carros, o cargando con utensilios para la limpieza. Por lo visto, aquella área de la mansión debía sestar destinada para los menesteres de los trabajadores de Don Alcide.

Tras atravesar una doble puerta al final de la pasarela, Renata llegó a lo que debían ser las cocinas. Y menudas cocinas se gastaba el noble. A lo sumo, la chica llegaría a contar una decena de mesas, con sus correspondientes fogones funcionando a todas horas, en los que los cocineros preparaban los manjares a servir en la fiesta.

En una esquina, un grupo de personas se apelmazaba alrededor de un doberman con indumentarios de chef que parecía estar dándoles indicaciones a la par que les señalaba y gesticulaba con efusividad. El hombre pantera dejó a Renata con el grupo y se marchó por donde vino en silencio.

Bien, veo que está llegando más personal —confirmó el can, poniendo los brazos en jarra y barriendo con la mirada a todos los presentes—. Lo repetiré una vez más para los nuevos: se formarán grupos de dos o tres personas y se os repartirá por las cocinas para echarnos una mano, y por la sala principal para atender a los invitados de la fiesta. A cada hora, los grupos irán rotando, por lo que trabajaréis en ambos puestos —les informó con tono severo, poniéndole énfasis a los aspavientos que hacía con la mano—. Y recordad, es de vital importancia que…

El estruendo de numerosos platos quebrándose se pudo escuchar a pleno volumen detrás del doberman, que calló de sopetón y se estremeció. Poniendo los ojos en blanco, y mascullando un par de improperios entre sus constantes gruñidos, se volteó hacia una puerta, que era por donde se había escuchado los platos romperse.

Oh, sacrebleu… —Con un humor de perros (nunca mejor dicho), el chef se llevó la mano a la cara y negó con la cabeza—. Tú, la humana—. De pronto, tras recomponerse, apuntó con el índice a Renata—. Ven conmigo.

La joven no tendría tiempo a rechistar ante su orden; el perro la cogió del brazo y se la llevó hasta la puerta, abriéndola de un empujón con su mano libre y pasando al interior de la habitación contigua.

No, no, no… otra vez no…

La escena que se encontraría Renata a continuación era, ante todo, desastrosa. Arrodillados en el suelo, había dos jóvenes recogiendo los pedazos de los platos de antes. El primero, un oso un tanto rechoncho, estaba hecho un manojo de nervios, balbuceando mientras trataba de arreglar el estropicio causado con sus zarpas. El otro, un felino de pelaje grisáceo, mostraba un semblante más tranquilo que su compañero, a quien trataba de consolar posándole una mano en el hombro.

¡Vosotros dos!

El oso pegó un gritito de espanto y se incorporó de un bote, temblando como un flan y empalideciéndosele el rostro ante la mirada asesina que el doberman le lanzaba a la pareja.

Oh, hola, señor Clovis —comenzó el gato, ladeando la cabeza y rascándose la nuca—. Perdón por el escándalo de antes. Hemos tenido un pequeño… contratiempo. —Mostró una sonrisa inocentona.

El encargado de aquellos dos gruñó de exasperación y les señaló.

Ya me estoy hartando de vuestra incompetencia y de que me destrocéis la vajilla. Si no fuese porque necesitásemos personal os echaba a patadas ahora mismo. —El osezno apretó los labios y mantuvo la cabeza gacha, afligido—. Os daré una última oportunidad. Pero como volváis a romper otro plato, os vais a la calle.

Tras su advertencia, el chef Clovis dio media vuelta para salir de la habitación, no sin antes dirigirle unas palabras a Renata:

Tú ayúdales a lavar los platos. Quiero que toda la vajilla esté reluciente antes del cambio de turno, ¿entendido?

Y cerró de un portazo. Renata pudo comprobar con un solo vistazo en el berenjenal en el que se había metido. De momento, se tendría que olvidar de pasar a la salita principal, en donde se reunirían sus botines con patas. No hasta que la gigantesca pila de platos que quedaba por limpiar estuviese limpia. Y eso sin contar al dúo con el que le tocaría lidiar durante la jornada.

El joven oso suspiró y, arrastrando consigo un semblante apenado, volvió a arrodillarse para recoger los restos de plato que quedaban.

Vaya… Ahora sí que la hemos hecho buena —Alegó el chico felino, esbozando una mueca—. Pero bueno, nada que pueda arreglarse con un poco de cautela. Además, ahora somos más —Tomando un semblante más optimista que el de antes, sonrió y dirigió la mirada a Renata—. Espero que no te hayamos metido en un lío, chica nueva. Me llamo Bastian, ¿y tú?
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Re: [País de los Mosqueteros] Avaricia pura y dura

Notapor Medu » Mar Dic 01, 2015 5:58 pm

«Dos en la entrada trasera.» Regla seis, recordar la cantidad y ubicación de los guardias en caso de que las cosas se tuerzan. Con paso firme me acerqué a los vigilantes que custodiaban la puerta, observé a las imponentes e inexpresivas panteras y carraspeé.

Vengo por el anuncio, me gustaría asistir al Don como camarera.

Aunque mi presentación no fue muy extensa, la suya lo fue aún menos. Uno de ellos me hizo gestos con la cabeza, indicándome que podía pasar detrás de él. Seguí al vigilante por un extenso pasillo bastante ajetreado. Las sirvientas del Don parecían estar usando esa zona para mover sábanas y cubertería.

Tras un corto paseo, llegué a las enormes cocinas. Me tomé un instante para dar un rápido vistazo mientras mi escolta volvía a su puesto con su habitual silencio. No tardé en localizar a un doberman vestido de chef dando órdenes a jóvenes que parecían estar allí por la misma razón que yo. Bueno, no exactamente la misma razón.

Bien, veo que está llegando más personal. Lo repetiré una…

Di unos cuantos pasos hacia el cocinero, manteniendo las orejas atentas para escuchar su discurso. Mientras, mis ojos seguían explorando la sala, intentando identificar alguna puerta que llevase a los salones principales para hacerme una idea de la estructura del ala.

Un fuerte ruido de vajilla rota me estremeció. Tras el chef se hallaba una puerta de donde había surgido tal estruendo. El doberman no tardó en maldecir por lo bajo.

Oh, sacrebleu… Tú, la humana. Ven conmigo.

Si el estruendo no fue suficiente, el malhumorado chef se ocupó de sacarme completamente de mi trance. Le devolví la mirada, lista para contestarle, pero no tuve tiempo. Antes de que me diese cuenta, el perro ya estaba agarrándome del brazo y llevándome consigo a la habitación del accidente.

Y menudo accidente. Un par de jóvenes estaban arrodillados en el suelo ante una pila de platos rotos. Uno de ellos parecía estar intentando recoger el estropicio sin mucho éxito, mientras el otro trataba de consolarle.

¡Vosotros dos! —El grito del chef causó que el oso arrodillado se sobresaltase, levantándose del suelo mientras temblaba.

Oh, hola, señor Clovis —empezó a hablar el otro, un gato—. Perdón por el escándalo de antes. Hemos tenido un pequeño… contratiempo.

Ya me estoy hartando de vuestra incompetencia y de que me destrocéis la vajilla. Si no fuese porque necesitásemos personal os echaba a patadas ahora mismo. Os daré una última oportunidad. Pero como volváis a romper otro plato, os vais a la calle.

En momentos como esos, me preguntaba si el Don realmente se pensó su idea de pedir voluntarios. Permanecí quieta observando la escena hasta que el chef Clovis se dirigió a la puerta.

Tú ayúdales a lavar los platos. Quiero que toda la vajilla esté reluciente antes del cambio de turno, ¿entendido?

De nuevo me dejó sin oportunidad de rechistar, saliendo de la habitación con un fuerte portazo. Suspiré. Por lo visto no podría ir a los salones principales todavía. Aunque según el chef cambiaríamos de turno cada hora, así que tan solo tendría que tener un poco de paciencia.

Vaya… Ahora sí que la hemos hecho buena —Me giré hacia felino, que empezó a hablar de nuevo—. Pero bueno, nada que pueda arreglarse con un poco de cautela. Además, ahora somos más —Me dedicó una sonrisa que no respondí, acercándome lentamente hacia la enorme pila de platos sucios mientras observaba al osezno reanudar su tarea de recoger los fragmentos—. Espero que no te hayamos metido en un lío, chica nueva. Me llamo Bastian, ¿y tú?

Elvira Versalle. No importa, podría haber sido peor. Mientras podamos limpiar el resto sin que se rompan...

«Regla dos, nunca reveles tu identidad mientras estás en el ajo.» Limpiar platos durante una hora iba a ser incómodo, sobre todo con dos patosos como compañeros. Ojeé la habitación, en busca de algún cajón o pila de cubiertos. Por precaución a que los guardias del Don cacheasen, había dejado mi daga en el refugio. Debía asegurarme algún cuchillo por si las cosas se torcían de verdad.

¿Lleváis aquí mucho tiempo? ¿O habéis llegado hace nada y os han encasquetado a lavar los platos? —Mientras escaneaba la sala, pensé en empezar a recolectar algo de información. Aunque había llegado puntual, quizás me había perdido alguna orden o detalle importante por parte del chef.

» Desde luego se está preparando una gran fiesta. ¿A qué hora se reúnen todos en el salón para el discurso? Ahí sí que tendremos que trabajar bastante, moviendo carros de aquí para allá.
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Re: [País de los Mosqueteros] Avaricia pura y dura

Notapor Drazham » Jue Dic 03, 2015 2:42 pm

Elvira Versalle. No importa, podría haber sido peor. Mientras podamos limpiar el resto sin que se rompan...

Tú lo has dicho. Solo hay que tener un pelín más de cuidado y todo irá como la seda, ¿verdad, Podrick?

S-sí…

El osezno, que respondía al nombre de Podrick, le afirmó con varios cabeceos a su compañero y se levantó. Con los trozos de los platos rotos ya recogidos, se fue directo al contenedor para echarlos. Por el sonido que hicieron nada más caer, Renata podría deducir que el recipiente ya contenía más fragmentos de vajilla de un traspié anterior de esos dos.

¿Lleváis aquí mucho tiempo? ¿O habéis llegado hace nada y os han encasquetado a lavar los platos?

Como mucho, un cuarto de hora antes de que vinieses tú. Y sí, hemos tenido la “suerte” de acabar con esta faena nada más llegar. —Bastian se encogió de hombros—. Aunque como te imaginarás por la bronca del chef, hemos tenido un par de accidentes antes de que aparecieras.

Ha… ha sido culpa mía —confesó Podrick con tono lastimero—. Si no me hubiese tropezado cargando con los platos ya llevaríamos bastante trabajo adelantado.

Bastian bufó y le hizo un gesto con la mano al oso para que dejase de darle importancia.

» Desde luego se está preparando una gran fiesta. ¿A qué hora se reúnen todos en el salón para el discurso? Ahí sí que tendremos que trabajar bastante, moviendo carros de aquí para allá.

Antes de que alguno de los muchachos le respondieran, el murmullo de unos aplausos y risas se pudo percibir en la lejanía.

Por lo visto, ya mismo —dedujo, alzando sus puntiagudas orejas—. No creo que tarden mucho en mandar al primer grupo a la sala principal para que los invitados se lleven algo a la boca. Será pesado, incluso más que estar lavando platos. Pero no habrá problema mientras nos aseguremos de que todos tengan en sus manos una copa de champán o algún canapé.

»En fin, lo primero es ponerse con los platos antes de que ese chef con malas pulgas nos vuelva a echar la bronca.

Llegó la hora de ponerse manos a la obra. Bastian y Podrick cogieron una pila de platos del montón que quedaba por limpiar, Renata también tendría que hacer lo mismo por su parte si quería salir de las cocinas algún día.

Los primeros diez minutos de enjabonar platos quizás le resultasen los más tensos. Podrick, que saltaba a la vista que el pobre era el patoso del equipo, llegó a peligrar en más de una ocasión llevando platos de un lado para otro, a puntito de que volviesen a tener otro percance como el de antes. Menos mal que Bastian estuvo atento y le echó una mano al osezno. Al estar Renata cubriéndole las espaldas con su parte, ahora podía permitirse el lujo de entretenerse con Podrick para salvar el día. El felino denotaba ser bastante apañado para lo que aparentaba.

Mientras, la muchacha pudo aprovechar uno de aquellos momentos para rebuscar en la cubertería y agenciarse con un cuchillo, reluciente y recién afilado. Seguro que cumplía con sus expectativas.

La jornada iba viento en popa, sin percances a la vista durante la media hora que el trío estuvo dándole a los platos. Fue entonces cuando Bastian optó por romper el hielo e iniciar una conversación entre fregada y fregada:

Por cierto, chicos, ¿qué os ha traído por aquí para que aceptaseis esta oferta de trabajo? Imagino que el dinero lo querríais para algún caprichito, o lo que fuese —indagó con una sonrisilla—. A mí me gustaría ahorrar un poco y viajar al extranjero. Me gustaría salir por un tiempo de Francia y probar suerte afuera.

Seguro que te va bien acabes por donde acabes, Bastian —le animó Podrick, esbozando una sonrisa amarga—. Yo, por el momento, no puedo pensar en viajar. Antes me gustaría ayudar a mi familia con el dinero que vaya ganando. Han tenido problemas con la posada que regentaban.

Poca clientela, ¿eh? No es de extrañar para los tiempos en los que vivimos.

Podrick negó con la cabeza a la afirmación de Bastian y bajó la vista al plato que estaba limpiando, suspirando de melancolía.

No. Ladrones —confesó con un hilillo de voz—. Hace un par de semanas que un grupo nos asaltó en plena noche. No solo se conformaron con llevarse lo poco que teníamos, sino que también destrozaron el local y le dieron una paliza a mi padre cuando intentó detenerles.

El chico reprimió un sollozo. Las manos con las que sostenía el plato le temblaban de la enervación que sentía.

¡Dichosa avaricia! Nosotros tratando de subsistir como podemos para que luego nos quiten lo poco que conseguimos. —Gruñó por lo bajo—. No es justo…

Un silencio incómodo se apoderó de la sala. Bastian esbozó una mueca y se pasó la mano por la nuca, sin saber muy bien que decirle a Podrick para animarle.

Al final optó por cambiar de tema lo antes posible.

Bueno, Elvira, ¿qué ambiciones y planes futuros tiene una chica como tú?
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Re: [País de los Mosqueteros] Avaricia pura y dura

Notapor Medu » Jue Dic 03, 2015 6:50 pm

Preguntando averigüé que esos dos llevaban aquí unos pocos minutos más que yo, haciendo su primer turno en la cocina. Aunque por desgracia también confirmé que eran algo patosos, en especial el osezno.

Justo cuando pregunté sobre los posibles horarios de reunión, empezó a escucharse un fuerte murmullo tras las puertas. Viniese de donde viniese el ruido estaba claro que ya había muchos invitados juntos, aplaudiendo, riendo y seguramente hablando de sus asuntos de ricachones.

Por lo visto, ya mismo —comentó el felino—. No creo que tarden mucho en mandar al primer grupo a la sala principal para que los invitados se lleven algo a la boca. Será pesado, incluso más que estar lavando platos. Pero no habrá problema mientras nos aseguremos de que todos tengan en sus manos una copa de champán o algún canapé.

»En fin, lo primero es ponerse con los platos antes de que ese chef con malas pulgas nos vuelva a echar la bronca.

Asentí en silencio. Si quería alguna oportunidad de visitar el salón principal para repartir aperitivos, primero debía ocuparme de aquella sucia montaña de platos. Trabajé de forma automática, agarrando cada vasija y dándole una fuerte pasada con el estropajo. Intentaba hacer un esfuerzo por descifrar algún murmullo, pero era imposible.

Por suerte para mí, mi tarea enjabonando y aclarando los platos permitía que el gato pudiese atender un poco más a su compañero. Y seguramente a evitar más de un desastre. No dudé en aprovechar los momentos en que los dos animales trasladaban la vasija con cuidado para revisar la cubertería.

En el segundo intento, logré localizar un afilado y brillante cuchillo bastante similar a mis medidas preferidas. Me sería bastante útil si ocurría algún percance, así que disimuladamente lo guardé entre mi pantalón. Ahora era mío.

Por cierto, chicos, ¿qué os ha traído por aquí para que aceptaseis esta oferta de trabajo? Imagino que el dinero lo querríais para algún caprichito, o lo que fuese —interrumpió Bastian pasado un rato—. A mí me gustaría ahorrar un poco y viajar al extranjero. Me gustaría salir por un tiempo de Francia y probar suerte afuera.

Seguro que te va bien acabes por donde acabes, Bastian —Podrick continuó la conversación—. Yo, por el momento, no puedo pensar en viajar. Antes me gustaría ayudar a mi familia con el dinero que vaya ganando. Han tenido problemas con la posada que regentaban.

Poca clientela, ¿eh? No es de extrañar para los tiempos en los que vivimos.

No. Ladrones —inconscientemente empecé a lavar los platos de una manera más lenta, atendiendo a lo que estaba contando el osezno—. Hace un par de semanas que un grupo nos asaltó en plena noche. No solo se conformaron con llevarse lo poco que teníamos, sino que también destrozaron el local y le dieron una paliza a mi padre cuando intentó detenerles.

«Sep, menos mal que no le he hablado a Ignita sobre la fiesta.» Pensé para mis adentros. Aunque no había sido partícipe de aquél robo prácticamente conocía todos los detalles, ya que Ignita había estado narrando con orgullo sobre su destrozo un par de veces en la guarida.

¡Dichosa avaricia! Nosotros tratando de subsistir como podemos para que luego nos quiten lo poco que conseguimos. —Se quejó el felino—. No es justo…

Se hizo un silencio incómodo. Lo utilicé para retomar mi velocidad con el estropajo, sin saber muy bien qué decir. Ni siquiera el típico “Lo siento” saldría de mi boca con el tono adecuado. Por suerte para mí, Bastian acabó desviando el tema para salir de aquella situación.

Bueno, Elvira, ¿qué ambiciones y planes futuros tiene una chica como tú?

Oh, no tengo ninguna ambición en mente. —Le contesté con sinceridad—Acepté este trabajo porque no me viene mal el dinero, pero en cuanto a planes de futuro… No sé, sinceramente prefiero que las cosas sigan tal y como están ahora.

Quizás un pensamiento monótono para algunos, pero me sentía cómoda así. Vivía bastante a gusto bajo el manto de La Banda y me conformaba con mis hurtos por Saint Michel. Aunque debo confesar que cada vez que el jefe me ofrecía trabajo en el exterior, un par de vocecitas en mi cabeza se peleaban.

Una voz ambiciosa, que me tentaba a descubrir los tesoros y las riquezas del resto del mundo. Y una voz perezosa, que me incitaba a seguir gozando de mi pequeño espacio. A seguir con la rutina. Hablase con quien hablase de La Banda, siempre acababa ganando la misma parte de mí. ¿Para qué irse lejos cuando tengo suficiente aquí?

Intenté despejar mi cabeza de esos pensamientos y centrarme en los últimos platos, con la esperanza que no quedase mucho para el cambio de turno. Tenía ganas de echar mano a los estirados invitados de la sala y prefería no dar muchos más detalles a mis compañeros de cocina, ya que seguramente tendría que inventarme algo si seguían preguntando.
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Re: [País de los Mosqueteros] Avaricia pura y dura

Notapor Drazham » Dom Dic 06, 2015 3:52 pm

—Oh, no tengo ninguna ambición en mente. Acepté este trabajo porque no me viene mal el dinero, pero en cuanto a planes de futuro… No sé, sinceramente prefiero que las cosas sigan tal y como están ahora.

Ojalá pudiese decir lo mismo. —Podrick soltó un largo suspiro y, tras una breve pausa, prosiguió con la limpieza—. En fin, de nada me sirve darle más vueltas al pasado. Mi padre siempre dice que hay que mirar por el mañana.

No es mal consejo —rio Bastian.

Podrick y Bastian siguieron charlando acerca de temas triviales mientras fregaban los platos, haciendo más amena la jornada. Al final, los tres lograron terminar con la monstruosa pila de platos sucios unos diez minutos antes de que llegase la hora. Justo a tiempo.

Más tarde, el chef Clovis entró en la salita e inspeccionó sus alrededores con suspicacia al no encontrarse con más “traspiés”. Luego pasó a ojear la vajilla con suma cautela, olfateándola para verificar que no se habían dejado ningún resto.

Bueno, no está mal. Al menos no hemos tenido más platos rotos —admitió, conformista. Chasqueó los dedos y le indicó al grupillo con un gesto que le siguieran—. A la sala principal. Os toca.

El momento que tanto esperaba Renata por fin llegaría. El can se llevó a los tres por una serie de pasillos por los que comenzaban a oír los murmullos de una multitud, acrecentándose con cada paso que daban. Mientras, Clovis les fue dando indicaciones sin siquiera detenerse por el camino:

Escuchadme atentamente, porque esto es muy importante: el Don espera que tratéis a sus invitados con el debido respeto, y que les atendáis en todo lo que necesiten. Es de suma importancia que nada, y repito, NADA salga mal.

Llegaron hasta un doble portón que el doberman les abrió al ser el más adelantado del grupo, liberando el bullicio contenido en la habitación: Renata podría contemplar una amplia sala rectangular decorada con terciopelo, esculturas y vasijas que debían costar un ojo de la cara, y una serie de enormes cuadros colgados en la pared en la que estaban retratados los miembros de la familia de Don Alcide.

Y como no, un gentío de hombres y mujeres ataviados en ropas de lujo, charlando entre ellos, riendo, y bebiendo sin ninguna otra preocupación en sus mentes que no fuese la de divertirse en la fiesta.

¡Cambio de turno! —Clovis les hizo un gesto a tres jóvenes que cargaban con las bandejas de aperitivos y champán, acudiendo raudos y veloces a la llamada del chef—. Pasadles los bártulos a los demás. Os venís conmigo.

El otro grupo asintió y, antes de marcharse junto a Clovis por el pasillo desde el que habían venido, les entregaron las bandejas a Renata y a los demás, dándoles aclaraciones de por donde se pasarían las sirvientas para traerles más canapés y champán en cuanto se les acabasen. Una vez se quedaron solos y ante la intemperie, Bastian tomó las riendas de la situación al instante y trató de organizar la carga de trabajo de la mejor manera posible: Podrick se encargaría de llevar los entremeses (siendo previsor de que las copas peligrarían con el osezno), dejando a Renata el champán. Mientras, el felino se encargaría de recibir las bandejas que llegaban y tenerlas a punto para los otros dos.

Supongo que así podremos apañarnos los tres.

E-espero que sí —balbuceó Podrick, un poco nervioso—. Suerte a todos.

Y cada uno se marchó a cumplir con su parte. Renata se quedó sola con la bandeja de las copas, rodeada de un montón de ricachones que le darían bastante trabajo. Tanto de camarera, como de su auténtica profesión, por supuesto.

¡Oye, chiquilla! Ven aquí un momento.

Nada más empezar, su primer comensal llegó haciéndole aspavientos para que acudiese. Se trataba de un león marino con un lustroso bigote y prominentes colmillos, envuelto en amplios ropajes de lujo debido a su corpulencia.

¡Por fin algo de beber! Esta sed ya me estaba matando.

Y sin pensárselo ni un momento, agarró una de las copas y se la llevo a la boca de forma exagerada, echando la cabeza hacia atrás y todo. No mentía cuando dijo que tenía sed, desde luego.

Sin embargo, los instintos de ladrona de Renata no le dejarían pasar por alto que el hombre dejó al descubierto una reluciente cadenita de oro que le sobresalía de uno de los bolsillos de la chaqueta. Seguro que a la muchacha le resultaría tan jugosa… y más aun lo que estuviese en el otro extremo de la cadena. Además, el acaudalado de su dueño estaba tan enfrascado en terminarse su copa que ni se daría cuenta de un ligero tironcito.

Pero, ¿se atrevería a correr el riesgo? No parecía que nadie les estuviese prestando atención, y si iba a hacerlo, tendría que darse prisa.
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Re: [País de los Mosqueteros] Avaricia pura y dura

Notapor Medu » Dom Dic 06, 2015 8:36 pm

La jornada de limpieza continuó sin mucho percance y sin mucha conversación importante. A pocos minutos del cambio de turno, los platos estaban completamente limpios. Me sequé la frente y esperé a que el doberman asomase la cabeza.

Bueno, no está mal. Al menos no hemos tenido más platos rotos —dijo después de analizar con cautela cada vajilla fregada—. A la sala principal. Os toca.

Por suerte o por desgracia, me tocaría trabajar con los mismos compañeros en el salón. No debería ser un gran problema mientras pudiésemos mantener a Podrick alejado de los objetos frágiles. Seguí al chef Clovis por los pasillos de la mansión, notando como los murmullos crecían.

Escuchadme atentamente, porque esto es muy importante: el Don espera que tratéis a sus invitados con el debido respeto, y que les atendáis en todo lo que necesiten. Es de suma importancia que nada, y repito, NADA salga mal.

Tras la advertencia, llegamos a un lujoso doble portón. Tan pronto como Clovis abrió las entradas, el ruido y el brillo del salón principal nos inundó. Era una enorme sala rectangular, decorada con los adornos más caros y elegantes que se podrían esperar del Don. Lleno de estatuas, cuadros y ornamentos que podrían conseguirme una fortuna.

Sería un poco complicado intentar llevarse algún retrato o alguna estatua, así que bajé mi vista hacia una presa más fácil. Los estirados invitados, vestidos con ropas de gala y joyas relucientes.

¡Cambio de turno! —El chef ordenó a los actuales ayudantes del salón que se retiraran, cediéndonos el tuno—. Pasadles los bártulos a los demás. Os venís conmigo.

Escuché los consejos de mis predecesores, que básicamente me indicaron dónde las sirvientas rellenarían la comida y bebida. Por suerte Bastian estaba tan al tanto como yo de la patosería de Podrick, así que no tardó en asignarme el champán a mí. Cargué la bandeja con unas cuantas copas e intenté adoptar la postura que más se asemejase a una educada camarera.

Supongo que así podremos apañarnos los tres.

E-espero que sí. Suerte a todos.

¡Oye, chiquilla! Ven aquí un momento.

Tan solo habían pasado unos segundos desde que mis compañeros se habían dispersado y ya me tocaba entrar en escena. Me dirigí rápidamente, con cuidado de no poner en peligro las copas, hacia el noble que me había llamado. Nada más y nada menos que un voluminoso león marino.

¡Por fin algo de beber! Esta sed ya me estaba matando.

Tan pronto como mi bandeja se puso a su alcance, echó mano de una de las copas y empezó a beber sin ninguna clase de delicadeza. Iba a empezar a soltar mi labia pelotera cuando me fijé en el bolsillo del noble. Tentador para un primer botín, tentador.

Con una rápida mirada al león supuse que estaría demasiado atento a su bebida, y las ganas con las que tragaba cada gota de la copa posiblemente le impidiesen notar algo saliendo de su bolsillo. Con mi mano libre hice un rápido movimiento, agarrando la dorada cadena y tirando de lo que fuese que contenía aquél bolsillo.

Si se trataba de un reloj o un collar de oro, no tendría muchas dificultades para moverlo tras de mí y guardarlo en mis bolsillos traseros, con cuidado de que no sobresaliese. Dejaría mi mano detrás, para intentar simular una pose de camarera y hablaría con elocuencia al recién robado.

Mis sinceras disculpas, el cambio de turno nos ha pillado algo por sorpresa —Le dije acercando la bandeja—. No se corte, Don Alcide ha ordenado que los invitados reciban todos los manjares que exijan, hay champán de sobras para calmar su sed. De la mejor calidad.

Quizás me sería útil que bebiese un poco, así tardaría más en darse cuenta de su pérdida.
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Re: [País de los Mosqueteros] Avaricia pura y dura

Notapor Drazham » Mar Dic 08, 2015 1:59 am

¡Premio! Sin que el mamífero se diese cuenta de nada, Renata logró sustraerle de un leve tirón el tan valioso trofeo que estaba unido a la cadenita: un bonito reloj de bolsillo chapado en oro. Sin perder ni un segundo más, se guardó su recién adquirido botín y trató de actuar con toda la naturalidad del mundo.

Mis sinceras disculpas, el cambio de turno nos ha pillado algo por sorpresa. No se corte, Don Alcide ha ordenado que los invitados reciban todos los manjares que exijan, hay champán de sobras para calmar su sed. De la mejor calidad.

Ah, más le vale a ese viejo charlatán. El discursito que se ha marcado para describir con pelos y señales lo afortunado que se siente de su hijo parecía no tener fin. —El león marino dejó la copa vacía en la bandeja de Renata y se sirvió otra más, aceptando de buen gusto la invitación de la chica—. Al menos es un precio a pagar aceptable por el picoteo.

El ricachón se marchó contento con su copa, sin siquiera sospechar lo más mínimo de que le habían robado delante de sus narices. La primera caza de Renata fue un éxito rotundo.

Pero no pintaba que fuese a haber una segunda, por el momento. La muchacha tuvo que darse unos cuantos paseos por la habitación para atender las exigencias de los invitados, con la ardua tarea de moverse en un espacio atestado y mantener el equilibrio para no tirar las copas. Ir de un lado para otro en esas condiciones le dificultó horrores el buscar a una nueva presa, además de que ninguno parecía tener la guardia baja como el primero.

De pronto, con la mente absorta de tanto viajecito, se chocó contra una figura que no llegó a ver a tiempo. La muchacha se tambaleó y, a duras penas, logró recobrar el equilibrio antes de causar un estropicio con el champán. Al alzar la vista al frente, descubriría a la persona que le había salido al paso casi por acto espontáneo.

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Se trataba de un hombre humano (el único que habría visto en la fiesta) ya entrado en años, con alguna que otra cana asomándole por la cabellera, y que emanaba a su alrededor una aura que infundía respeto. Las ropas que vestía nada tenían que ver con los ostentosos atuendos de los demás invitados, pero eso no quitaba que le diesen un porte galante.

El misterioso individuo clavó una mirada inquisitiva en Renata. Saber si estaba molesto por el empujón de antes o no le resultaría imposible, pues no sería capaz de revelar ninguna emoción en su rostro. Se le quedó mirando cerca de unos diez segundos que se le harían eternos…

Para que luego alargase la mano y cogiese una de las copas de champán, marchándose en silencio.

Y entonces…

¡¡Ladrones!! ¡¡Me han robado!!

Renata reconocería de inmediato entre la muchedumbre los berridos del león marino, con unos ojos de espanto y manoteándose por todos lados como un maniático. Acababa de descubrir su pequeña jugarreta.

El resto de nobles murmurar entre ellos y a girarse de un lado para otro, intranquilos de que hubiese entre ellos un sucio carterista. Renata tendría que actuar con rapidez, porque sabía de sobra que una vez se les hubiese pasado el susto, se pondrían a buscar sospechosos. Y no empezarían por los más ricos del lugar, precisamente.
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Re: [País de los Mosqueteros] Avaricia pura y dura

Notapor Medu » Mar Dic 08, 2015 8:16 pm

Como robarle un caramelo a un niño. Guardé el caro reloj en mis bolsillos traseros y continué tentando al sediento león marino. Ahora era mío.

Ah, más le vale a ese viejo charlatán. El discursito que se ha marcado para describir con pelos y señales lo afortunado que se siente de su hijo parecía no tener fin. Al menos es un precio a pagar aceptable por el picoteo.

Por lo visto no bebió tanto como esperaba, pero por suerte se marchó sin darse cuenta del hurto. Sonreí para mis adentros y me dirigí a atender al resto de presas. Aunque por lo visto, tendría que esforzarme algo más esta vez. No podía permanecer el tiempo suficiente con un mismo noble sin que otro me gritase desde lejos pidiendo champán.

Por supuesto, caballero.

»El más caro que tenemos, se lo aseguro.

»En seguida le traigo otra copa, señora.

Empezaba a asfixiarme un poco. El salón debía estar más abarrotado que de costumbre, cosa no muy práctica para alguien que tiene que acarrear frágiles copas sobre una bandeja. Cada vez que volvía a las mesas a cargar más soltaba un resoplido, esperando cazar algún premio más antes del cambio de turno.

Quizás era la falta de recompensas o el poco espacio que me dejaban para maniobrar, pero sin darme cuenta acabé chocándome de espaldas contra alguno de los invitados. Por suerte mis reflejos no estaban tan adormecidos. Aunque perdí el equilibrio y tuve prácticamente que arrodillarme para que ninguna de las copas cayera, logré salvarlas sin causar ningún destrozo.

Mis más sinceras disculpas señor, ha sido culpa mía.

Me incorporé mientras soltaba algunas palabras vacías, con la esperanza de que aquél choque no terminase en gritos y problemas. Al no recibir ninguna respuesta, me fijé un poco más en el invitado. Me sorprendió encontrarme con un humano, prácticamente inexistentes por éstos lugares. De hecho juraría que aparte de los miembros de La Banda solo había coincidido con algún mercader de raza humana.

Raza aparte, no parecía tan distinto de los demás nobles de la sala. Sus ropas eran algo más cantosas y distintas que las del resto pero seguían la misma línea elegante y cara. Me devolvió una mirada inexpresiva y no soltó ningún comentario sobre el choque. Varios segundos después, alargó la mano para coger una de las copas de mi bandeja y se marchó.

«Bueno, por lo menos no ha montado un alboroto.» Pensé. «Si hubiese empezado a gritarme habría tenido probl...»

¡¡Ladrones!! ¡¡Me han robado!!

Como posiblemente era la única ladrona en aquél salón y la voz me sonaba bastante familiar, algo me decía que el león marino no había bebido lo suficiente. Se había enterado muy pronto de que su dorado reloj ahora me pertenecía. Los cuchicheos y murmullos empezaron a alzarse por toda la sala. Joder.

Los nobles alterados sí que iban a ser difíciles de robar, así que para mi desgracia aquél caro salón había dejado de ser mi mejor baza. ¿Quizás si concentraba el alboroto en la sala principal podría examinar algunas de las habitaciones de la mansión?

Fuera como fuera, tenía que empezar a alejarme de la escena del crimen. Me dirigí hacia la puerta por la que había entrado, bandeja y un par de copas aún en mano. Con algo de suerte podría alcanzar las cocinas e informar a Clovis del accidente y éste dejaría sin vigilancia alguno de los pasillos.

Si alguien intentaba pararme de camino, podría mentirle diciendo que andamos muy cortos de champán y que iba a por algunas botellas más en la cocina, además de decirles que a los asustados nobles no les haría mucha gracia quedarse sin bebida en un momento como este.
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Re: [País de los Mosqueteros] Avaricia pura y dura

Notapor Drazham » Jue Dic 10, 2015 2:26 pm

Renata sabía cuál era su prioridad: alejarse de la escena cuanto antes. Mientras los nobles seguían un poco alterados, la chica dejó la bandeja de las copas en la primera mesa que vio y culebreó hasta la puerta que comunicaba con las cocinas, la vía de escape perfecta para librarse de las acusaciones antes de que empezasen.

Pero justo antes de llegar a tocar el picaporte de la puerta, una mano grande y fuerte la agarró del hombro, parándola en seco y tirando de ella hacia atrás.

¡Bueno, bueno, jovencita! ¿Ibas a alguna parte?

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Hagamos uso de nuestra fabulosa imaginación y pensemos que los colores de su ropa son solo rojos y negros.


En cuanto Renata virase la cabeza, se toparía con su captor, que le dedicaba una sonrisa maliciosa: un enorme gato negro y tripón, con dos prominentes dientes sobresaliéndole de la mandíbula inferior y con un minúsculo bigote. Para agravar aún más sus problemas, la muchacha reconocería los indiscutibles atuendos de los mosqueteros que portaba.

Pero no, este no se trataba de un mosquetero convencional. De seguro que le alarmarían los colores negros y rojos de su uniforme, indicativo de su relación con la infame guardia cardenálica, una panda de brutos sin escrúpulos que se aprovechaban de su posición para actuar como les placiese.

Renata podría darle cualquier excusa, pero el grandullón no haría más que agarrarla con más fuerza.

Oh, me temo que no te puedo dejar salir. Como verás, tenemos por aquí a un ladronzuelo y necesitamos a todos los presentes para iniciar una investigación. En especial a los trabajadores. —El mosquetero ensanchó aún más su desagradable sonrisa y miró a la chica con suspicacia—. Pero bueno… Si tanta prisa tienes, puedo hacer una pequeña excepción. Dejándome que antes compruebe si estás limpia, por supuesto.

La joven no tuvo la más mínima oportunidad frente a la fuerza del gato; tiró de ella aún más y se preparó para cachearla con la otra mano.

¡¡Mi reloj!!

Aquel grito de júbilo paró en seco al matón, que alzó la vista y puso una cara de perplejidad. Si Renata hacía lo mismo por su parte, vislumbraría al león marino y al humano de antes. Al primero casi se le salían los ojos de las órbitas, contemplando un pequeño reloj dorado que el hombre le tendía. Curioso, el abalorio era prácticamente idéntico al que había robado…

¡Porque era el mismo! Renata tendría la oportunidad de llevarse la mano al bolsillo, ahora que el mosquetero no le prestaba atención, y comprobar por su propia cuenta que ya no tenía reloj alguno.

Lo encontré tirado en el suelo —le explicó el hombre humano—. Tenga más cuidado la próxima vez.

—¡Por el amor de dios, Mamfred! ¡Menudo susto nos has dado con lo de los ladrones! —le recriminó al mamífero una vieja pata que le apuntaba con su abanico—. Esto no nos pasaría si dejases de beber tanto.

El aludido, notando el peso de las miradas de reproche del resto de los nobles, agachó la cabeza, avergonzado.

Bueno, yo… —Sin saber que más decir al respecto, cogió el reloj que le tendía el humano y, antes de alejarse en silencio, le dijo—: Muchísimas gracias, caballero.

El mosquetero gordinflón, que aun seguía alucinando por la escenita, bajó la vista hasta Renata. Soltando un despectivo “¡bah!”, la dejó libre de un empujón que casi la tiró por los suelos.

¡Vuelve al trabajo! ¡O… lo que sea que hagas aquí!

Malhumorado, cogió un puñado de canapés que había en una de las mesas y se marchó echando pestes.

Por otra parte, después de recuperar el equilibrio, la chica llegaría a atisbar por el rabillo del ojo al buen samaritano que le devolvió el reloj a su dueño colándose por uno de los pasillos que daban a la zona de los sirvientes. Si se daba prisa, podría seguirle la pista antes de perderlo de vista.

Porque Renata se estaría haciendo bastantes preguntas respecto al misterioso individuo que le había arrebatado el reloj sin que se diese cuenta, ¿no?
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Re: [País de los Mosqueteros] Avaricia pura y dura

Notapor Medu » Jue Dic 10, 2015 9:16 pm

¡Bueno, bueno, jovencita! ¿Ibas a alguna parte?

Casi di un brinco cuando una corpulenta mano se posó sobre mi hombro. O mejor dicho, se aferró cual gancho de grúa. Estaba demasiado cerca de la puerta como para cambiar de ruta, así que probé con alguno de los discursitos que me había preparado de camino a la salida.

Me giré intentando disimular mi cara de molesta por el apretón, encontrándome de frente con un gato grandullón. No tardé en darme cuenta de sus ropas, tintadas con un color bastante familiar para mí. Aquél gordinflón era parte de los mosqueteros, de la guardia cardenálica ni más ni menos.

Señor, me han ordenado informar al chef Clovis del alboroto que acaba de producirse —Le informé manteniendo un tono serio—. Las sirvientas y los cocineros podrían ayudarnos a...

Apenas pude acabar la frase. Su agarre en mi hombro cada vez era más doloroso y por su cara de pocos amigos no parecía estar tragándose ninguna palabra.

Oh, me temo que no te puedo dejar salir. Como verás, tenemos por aquí a un ladronzuelo y necesitamos a todos los presentes para iniciar una investigación. En especial a los trabajadores.

«¿Tendré que usar tan pronto el cuchillo?»

Pero bueno… Si tanta prisa tienes, puedo hacer una pequeña excepción. Dejándome que antes compruebe si estás limpia, por supuesto.

No, desde luego no era buena idea empezar un baño de sangre para huir de allí. Quizás una patada en la entrepierna era suficiente para ganar el tiempo necesario para esconderme o retirarme. Lo que estaba claro era que descubriría el reloj tan pronto como me pusiera las manos encima. Con un fuerte tirón me acercó a él, alzando su enorme mano libre y acercándola a mí.

¡¡Mi reloj!!

Estaba a punto de golpear al mosquetero cuando se oyó un grito entre la multitud, concretamente de una voz conocida. Mirando detrás del corpulento guardia alcancé a ver al león marino, feliz como una perdiz con un reloj dorado en la mano. Junto a él estaba el elegante humano con el que me choqué antes. ¿Le había dado una copia para calmarlo?

Lo encontré tirado en el suelo —explicó el humano—. Tenga más cuidado la próxima vez.

No pude evitar fruncir el ceño de sorpresa. A pesar de estar algo lejos, reconocía los detalles de aquél reloj. Me era casi imposible olvidar los aspectos de los botines a los que echaba el guante. Era una imitación perfecta, demasiado perfecta…

—¡Por el amor de dios, Mamfred! ¡Menudo susto nos has dado con lo de los ladrones! Esto no nos pasaría si dejases de beber tanto.

La duda me consumió. Aprovechando que el mosquetero se había girado al escuchar el grito dirigí lentamente una de mis manos tras de mí. Bastaron un par de golpecitos sobre mi trasero para confirmarme que ya no tenía ningún reloj en los bolsillos. Aquello no era una copia perfecta, era mi reloj.

Bueno, yo…

«¿Cómo?»

Muchísimas gracias, caballero.

«¿¡Cómo!?»

¡Vuelve al trabajo! ¡O… lo que sea que hagas aquí!

Por si el alarido del mosquetero no fue suficiente para despertarme de mi trance, el fuerte empujón que casi me mandó al suelo se encargó de enfriarme la mente. «Choqué contra él, tuvo que quitármelo justo en ese momento.» ¿Pero por qué? ¿Casualidad? ¿Me habría visto robarlo y solo quería hacer su buena acción del día?

Si algo realmente me mosqueaba era que ni me había percatado del hurto. El reloj estaba en los bolsillos de atrás de mi pantalón, era prácticamente imposible sacarlo sin notar nada. Y menos si se trata de una ladrona que…

«Ladrón.»

Mi mente dio un chispazo. No podía haber otra explicación, aquél estirado noble tenía que ser un compañero de profesión. Un pijotero galán no podría ser capaz de quitarme mis cosas. Centrando mi vista en el atracador pude ver como se escabullía hacia uno de los pasillos de manera sospechosa. Claro como el agua, se estaba dando a la fuga tras arrebatarme mi premio. No dudé en moverme por el salón para seguirle.

«¿Ornamento? Hace años que no le veo, pero no puede haber envejecido tanto.» Mientras andaba entre invitados, intenté pensar en su posible identidad. «¿De las otros grupos de Saint-Michel? No me suena ninguno con esa cara. ¿De la capital entonces?»

Tenía que concentrarme. Ese ladrón era bueno, si quería seguirle por los pasillos hasta su ruta de escape sin que se enterase debía avanzar por los corredores con mucha cautela y silencio.
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Re: [País de los Mosqueteros] Avaricia pura y dura

Notapor Drazham » Sab Dic 12, 2015 8:02 pm

Puesto que los invitados seguían un poco alterados por “falso” aviso de un ladrón, nadie le puso impedimento alguno a Renata para salir de la sala y perseguir al ladronzuelo que le arrebató su botín. Al llegar al pasillo, la muchacha pudo vislumbrar justo a tiempo a una sombra colándose por una puerta entreabierta. No lograría ver a tiempo si se trataba del individuo en cuestión, pero por ningún otro lado detecto más movimiento. Era su única pista a seguir.

En cuanto Renata pasase al interior, se hallaría en una habitación sin apenas decoración, posiblemente preparada para alguno de los sirvientes de la mansión. Una cama, una cómoda y un armario serían lo único que encontraría. Se llevaría un chasco enorme, pues allí dentro no daría con su queridísimo mangante.

Pero sí con algo interesante: Uno de los cajones de la cómoda estaba medio abierto, como si hubiesen estado rebuscando en este, en el cual centelleó un tenue brillo negro. Si se atrevía a fisgonear, hallaría en su interior una pequeña piedra que relucía con un atractivo tono azabache. Por sus muescas y su falta de refinado, no parecía tratarse de una joya… aunque eso no quitaba que pudiese tener algún valor para lo bonita que era.

Entonces, Renata sintió el pinchazo de un objeto punzante en su espalda.

No te muevas, preferiría tener los menores incidentes posibles.

Una voz fría y serena (quizás se podía denotar un atisbo de seguridad en ella) se escuchó tras de sí. De realizar el más mínimo movimiento, su agresor oprimiría con más fuerza lo que debía ser con certeza un cuchillo. Su tono no se asemejaba en nada al del humano al que seguía, pero sí que le resultaría muy familiar.

Era el de Bastian.

No me lo estáis poniendo muy fácil, ¿sabes? Primero he tenido que aguantar a ese oso zoquete y asegurarme de que no echase nada a perder. Y luego tú, que montas un escándalo por tratar de robar el primer objeto de valor que te plantan en tus narices.

El felino dejaría escapar un largo suspiro antes de proseguir.

>>Vale, lo admito, fallo mío el no pensar que la fiesta atraería a otros ladrones, en especial a novatos que no tienen un mínimo de paciencia —le recriminó con un tono arrogante. Salvo por la tranquilidad que emanaba, parecía una persona totalmente distinta a la que conoció en las cocinas—. Bueno, Elvira (si es que te llamas así y no has tenido la picardía de darme un nombre falso), vamos a hacer esto de la forma más simple y sencilla para que le pueda sacar provecho al desastre que has montado: o haces tal y como te digo, o no me quedará más remedio que, ya sabes, hacerlo por las malas. ¡Ah!, y te aseguro que si los guardas te encuentran aquí, por muy moribunda que estés, no tendrán reparos en…

Bastian calló de sopetón en cuanto unos gritos de horror se escucharon a lo lejos, provenientes de la sala principal. ¿Qué había pasado? A saber, pero Renata se percataría de que el puñal con el que la amenazaba el felino hacía menos presión sobre ella, bajando la guardia por el susto de antes.

Algo tendría que hacer, pues su situación actual era bastante delicada.

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Re: [País de los Mosqueteros] Avaricia pura y dura

Notapor Medu » Dom Dic 13, 2015 7:15 pm

Alcancé la puerta por donde desapareció el misterioso humano y salí al pasillo. Por desgracia mi travesía entre la marabunta de nobles me había hecho perder contacto visual con el ladrón, pero me pareció ver algo moviéndose y entrando por una entreabierta puerta cercana. Tampoco había tardado tanto, así que era poco probable que el hombre se hubiera alejado más por el extenso pasillo.

Caminé con cuidado hacia la entrada, intentando echar una ojeada por la rendija. No parecía haber nadie en su interior, aunque desde esa posición mi visión estaba algo limitada. Opté por arriesgarme y abrir la puerta bruscamente, esperando sorprender al atracador.

Me encontré con una habitación bastante común, equipada quizás con una decoración algo escasa. Por lo demás, no había rastro de vida humana. «¡Tch!» Juraría que había visto alguien colarse en ese cuarto. ¿Una salida oculta quizás? Parecía un poco rebuscado, pero ya que mi otra opción era buscar ciegamente por los pasillos…

Por suerte, no había mucho donde registrar. La cama parecía no contener nada de interés pero al ojear la cómoda encontré algo que me llamó la atención. Uno de los cajones estaba entreabierto. Y aunque no contenía ningún botón o palanca secreta, guardaba una brillante piedra negra.

Era similar a una joya, pero mucho menos refinada. Su oscuro centelleo desvió mi mente por un momento de la tarea de buscar un pasaje secreto. Acerqué mi mano al cajón para intentar agarrar el curioso guijarro. Pero justo antes…

No te muevas, preferiría tener los menores incidentes posibles.

La frase vino acompañada de un ligero pinchazo en la espalda. No necesitaba darme la vuelta para comprobar que me estaban apuntando con un arma afilada, seguramente un cuchillo o una daga por el tamaño de la hoja. Tampoco había necesidad de girarse para averiguar quién era mi agresor, tenía buena memoria para las voces.

Empiezo a pensar que hay más ladrones que comerciantes en esta ciudad. —Musité empezando a levantar las manos despacio, en pose de rendición.

No me lo estáis poniendo muy fácil, ¿sabes? Primero he tenido que aguantar a ese oso zoquete y asegurarme de que no echase nada a perder. Y luego tú, que montas un escándalo por tratar de robar el primer objeto de valor que te plantan en tus narices.

Una recompensa es una recompensa, ¿no?

Desde luego parecía mucho más serio y centrado que en las cocinas. Tendría que cuidar mis comentarios y acciones para no ponerle nervioso, pero tampoco podía quedarme quieta. Mi actual posición me limitaba bastante, era muy poco probable que pudiera alcanzar a tiempo el cuchillo de mis pantalones o de poder golpearle sin salir mal parada.

Vale, lo admito, fallo mío el no pensar que la fiesta atraería a otros ladrones, en especial a novatos que no tienen un mínimo de paciencia.

«Ya veremos quién sale vivo de aquí, bola de pelo.» Pensé. Obviamente no iba a soltarle eso, a no ser que quisiera acabar con un bonito agujero en la espalda.

Bueno, Elvira (si es que te llamas así y no has tenido la picardía de darme un nombre falso), vamos a hacer esto de la forma más simple y sencilla para que le pueda sacar provecho al desastre que has montado: o haces tal y como te digo, o no me quedará más remedio que, ya sabes, hacerlo por las malas. ¡Ah!, y te aseguro que si los guardas te encuentran aquí, por muy moribunda que estés, no tendrán reparos en…

De pronto, unos gritos de terror sonaron tras la puerta. No cabía duda que venían del salón principal. «Como sea otro ladrón, me hago panadera.» Al girar inconscientemente un poco la cabeza por el sonido de los gritos, observé que no era la única sorprendida. Bastian había bajado la guardia y era mi única oportunidad de librarme.

Me di la vuelta bruscamente, intentando atrapar la mano con la que el felino sostenía el cuchillo. Con algo de suerte, podría ganar el forcejeo y arrebatarle el arma, para poder volver sus amenazas contra él.
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Re: [País de los Mosqueteros] Avaricia pura y dura

Notapor Drazham » Mié Dic 16, 2015 7:42 pm

Renata no dudó en aprovechar aquel despiste: giró sobre sus talones y se arrojó a por Bastian, quien ahogó un grito de sorpresa y agarró con más fuerza su arma, viendo a tiempo cuales eran las intenciones de la chica. El forcejeo comenzó, dando lugar a que el cuchillo bailase de un lado a otro de manera peligrosa. Claro que tuvo sus consecuencias, pues en uno de los tirones, Renata se llevó un tajo en el brazo izquierdo no muy profundo, pero que le escocería como mil demonios.

Una nimiedad comparado con lo que sucedió a continuación. Confiado, Bastian tiró una vez más del arma sin darse cuenta de que la punta bajó a causa de la presión que ejercía su adversaria… y acabó clavándose en su hombro.

El felino rugió de dolor y reaccionó propinándole un violento rodillazo a Renata en el estómago, mandándola contra el suelo y obligándola a rodar un par de metros. Aun postrada en el frío mármol, podía escuchar la respiración entrecortada de su agresor, agonizando por su hombro apuñalado. Los dos estaban heridos, pero era obvio quien de ellos lo tenía más crudo.

Sin embargo, antes de que Renata llegase incorporarse para aprovecharse de la situación, se lo pensaría dos veces al escuchar un chasquido metálico horriblemente familiar. De alzar la vista a Bastian, se lo encontraría apuntándola con un rudimentario pistolete, mientras que con la otra mano se agarraba el hombro para contener la hemorragia.

No sabes lo que me enerva que me obliguen a recurrir a los planes de emergencia.

La fulminó con una mirada fría y cruel, haciendo un esfuerzo monumental por mantener los pocos vestigios de talante que le quedaban. Dio un paso al frente, sin dejar de apuntar a Renata y con el índice cerrándose sobre el gatillo para disparar en cualquier momento.

Nunca llegó a hacerlo. No tuvo la más mínima oportunidad cuando una sombra negra se abalanzó sobre el gato a una velocidad endiablada. Bastian cayó de espaldas contra el suelo y observó con unos ojos llenos de terror a su supuesto atacante, con sus amenazantes garras en alto.

Desde luego, ni él ni Renata habrian visto nada parecido a eso en su vida..

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De la cajonera en la que se hallaba la piedra empezó a emanar un humo negruzco y denso que, por algún motivo, resultaba hasta repugnante a la vista. Entonces, en el suelo aparecieron dos charcos oscuros de los que emergió un par de criaturas idénticas a la que tenía Bastian encima, y saltaron para unirse a su compañera.

Y la carnicería dio lugar. Los tres se echaron encima del felino como buitres famélicos, que soltaba un chillido desgarrador detrás de otro por cada zarpazo que le asestaban. Y en cuanto los gritos cesaron, una especie de corazón flotó por encima de las bestias, envolviéndose en una nube de oscuridad y transformándose en una nueva criatura, distinta a las otras, pero con los mismos ojos ambarinos.

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Malas noticias para Renata: después de que los monstruos negros acabasen con Bastian, sin siquiera dejar rastro del difunto, clavaron sus incandescentes ojos en ella. Parecía ser que no tuvieron suficiente con el gato, querían más.

Y mientras, más gritos provenientes del salón se dejaron escuchar. Eso, y que un preocupante olor a humo podía olerse en el ambiente. Fuera lo que fuese, lo que estuviese pasando en donde se alojaban los invitados no tenía muy buena pinta.

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Mil disculpas por la tardanza, estos días he estado hasta arriba por el trabajo y no he podido postear con buen ritmo. Ahora que tengo mi situación más o menos arreglada, espero no tener más parones.
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Drazham
26. Umbrío
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