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Sabia decisión, Alaric. No te arrepentirás."Eso está por ver."De camino a la herrería, Carla aprovechó para ir poniendo a Alaric al corriente del encargo. Al menos, sobre lo que ella sabía:
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Se trata de un conde o algo así. No te dejes engañar por el título, por eso, creo que no lo es oficialmente, o lo destituyeron hace poco... Mejor para ti, supongo. Tiene que estar desesperado. Y en cuanto al trabajo, parece que quiere salir de la capital y necesita protección durante el viaje.—
¿Proteger a alguien...? Puedo hacerlo. —Al fin y al cabo, no sería la primera vez que hacía de guardaespaldas.
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¿Se parece mucho a lo que sueles hacer? —preguntó, con una curiosidad que empezaba a mosquear al mercenario—
. El trabajo, digo. Habrá algo interesante de vez en cuando, pero parece una vida aburrida. ¿No te cansas?—
No será algo nuevo. —Se encogió de hombros, indiferente—.
Cumplo con mis contratos, siempre que la tarea sea razonable. Quizás pueda resultar una vida aburrida, pero al menos me da para vivir.En realidad ni siquiera se había parado a pensarlo. ¿Una vida aburrida? No, desde luego no la consideraba así sobre todo cuando, con su trabajo, ni siquiera tenía la certeza de saber que al día siguiente seguiría vivo. Pero si lo pensaba... Tampoco era la vida que él esperaba tener.
Agitó la cabeza, centrándose en lo que tenía entre las manos. Pensar en aquellas tonterías no le haría ningún bien, y debía estar concentrado.
Llegaron al gremio de los herreros, y enseguida fue evidente que para Carla era como andar por casa. Saludaba a la gente con la que se cruzaban cada dos por tres, y era tan su naturalidad al pasearse por aquella zona que resultaba imposible deducir en qué herrería de todas trabajaba.
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Ahí está.Por fin. En una plazoleta encontraron a un hombre que garabateaba algo en un pergamino, y que miró a ambos con cierto escepticismo.
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Viene por el trabajo —dijo Clara, mientras Alaric hacía un gesto con la cabeza a modo de saludo.
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Ah, claro. Al conde le alegrará saber que puede contar con alguien más.¿Alguien más? ¿Acaso habría otro mercenario también involucrado? Trabajar en equipo nunca había sido su punto fuerte. Alaric estuvo apunto de preguntar, pero la repentina actitud esquiva del hombre, evitando el contacto social, le echó para atrás. ¿Qué le pasaba? ¿Acaso tenía miedo...? Genial, otro más.
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Si me dices tu... tu nombre, por favor...—
Bernt, ¿pero qué formas son estas? ¿Has informado siquiera a nuestro amigo sobre la situación?Antes de poder responder, alguien apareció detrás de Clara y Alaric. Un joven pelirrojo de larga melena, vestido con ropas elegantes pero sin llegar a ser muy pomposas, lo que probablemente le convertía en un miembro de la nobleza baja. ¿El no-conde que Clara mencionó antes?
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C-conde, yo no pretendía...Sí, era él. El cliente.
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Bernt, Bernt, ¿pero qué formas son estas? Vas a ahuyentar a nuestro amigo. —Alaric procuró ponerse derecho cuando el pelirrojo le inspeccionó de arriba a abajo. Necesitaba el trabajo, así que cuanto más fuerte pareciese mejor—
. Soy el conde Diedrich. Gracias por venir, señor y... ¿señorita?—
No, yo no. Sólo le acompañaba a él —corrió a decir Clara.
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Yo soy Alaric.—
Por supuesto. Bueno, disculpad a Bernt. Después de pasarse todo el día aquí trabajando es normal que esté algo distraído.
»Tu trabajo consistiría en acompañarme a una aldea cercana —está a un par de horas en carromato, no muy lejos de aquí— y proteger mi vida tanto en los viajes de ida y vuelta como en mi estancia en la aldea, que sería toda la noche. El precio que he acordado con los demás ha sido de quince monedas de plata por cabeza... ¿Qué te parece?—
Lo veo justo —respondió, casi al instante. Rechazar un trabajo así, tan fácil a primera vista, era de idiotas—.
Acepto el trabajo. Aunque debo saber algo de antemano: ¿cuántos seremos en el viaje? ¿Y tiene algún enemigo que pueda estar interesado en atacarle en concreto durante el viaje?Por supuesto, Alaric prefería ir sobre seguro aunque ya hubiese aceptado el trabajo. Saber si había alguna trampa, como que el conde estaba marcado por algún noble enemigo, sería bastante importante para asegurarse de que no la palmaba durante el viaje.
»
Podemos partir en cuanto lo desee. Antes de irse, buscaría a Clara para preguntarle dónde podría encontrarla a la vuelta, para pagarle su parte si el trabajo acababa saliendo bien. Al fin y al cabo, se había enterado de todo esto gracias a ella.