Bastión Hueco. Mundo devastado por los sincorazón, quienes merodeaban por los alrededores del castillo que se alzaba en el centro del nefasto paisaje. Una ciudad totalmente abandonada, tornando siniestra a los ojos de los aprendices si osaban contemplarla desde el mirador. Y más cuando se hacía de noche.
Habían pasados unos cuantos días desde que Saito y Saeko fueron recogidos de sus respectivos mundos. El primero, a mano del Maestro Ryota, quien le prometió ayuda para encontrar a su preciada Louise, claro que si cumplía con los objetivos de éste. Saeko, por otra parte, le debía tanto a Shinju como a su nueva Maestra, Ariasu, el hecho de ser rescatada del PCM y del comandante Sark.
Ambos se encontraban, como muchas mañanas, en el mirador de Bastión Hueco. Fue entonces cuando, de entre los aprendices —que no eran muchos, eso era cierto—, una cara tremendamente familiar para Saeko hizo acto de presencia.
Shinju, caminando con elegancia entre los aprendices, se dirigió a Saeko, con un sobre en la mano.
—Toma, una invitación del Maestro Ryota —explicó Shinju, entregándosela a la joven—. Y no, tu mascota tendrá que quedarse en la habitación.
Seguidamente, se alejó para encontrarse cara a cara con otro aprendiz, Saito. La joven le miró de arriba abajo, curiosa.
—Así que tú eres el nuevo pupilo de Ryota, mmm —musitó Shinju, pensativa—. Toma, es de tu Maestro. No faltes.
Y sin más, la joven volvió por donde había venido, habiendo cumplido con su trabajo.
La carta estaba escrita, por supuesto, por el Maestro de Maestros en Bastión Hueco:
Saito, Saeko. Me complace anunciaros que dentro de una hora tendrá lugar vuestro primer entrenamiento en la sala del trono. Nos gustaría empezar con vosotros de inmediato y explicaros vuestro cometido en el largo camino como portadores de un arma tan especial como lo es la Llave-Espada.
Ryota
La nota no explicaba mucho más de lo que sería su primer entrenamiento. ¿Su cometido? ¿A qué se refería? Ambos tendrían que averiguarlo en la sala del trono junto al Maestro Ryota.