
—Traba la puerta.
Mientras Neas esperaba su destino, ya fuese sentado contra el muro, de pie con los brazos cruzados, o sencillamente mirando con expectación a la puerta de frente, Alexis se ocupaba de ganar suficiente tiempo y seguridad para encontrar la manera de escapar de aquel predicamento.
La única salida de aquella vieja, muy vieja habitación, era la puerta doble que la Aprendiza miraba fijamente. La ventana que tenían detrás había sido cubierta por tablones por dentro, que ya se caían a pedazos, pero también estaba protegida por barrotes de metal por fuera. Si lograban poner algo entre ambas manijas de la puerta, a sus perseguidores les sería más complicado alcanzarles. Desgraciadamente, aparte de la mesa y las tres sillas metálicas de la habitación, no había nada más que pudiese ayudarle a cumplir su propósito: una maceta y varios archiveros destrozados, un ventilador de techo y un montón de basura inservible cubierta de una capa de polvo tan gruesa que, a veces, pensaba que le llegaba hasta los tobillos.
Era cierto que podían romper la mesa para tomar una de sus patas, o arrancar uno de los barrotes de la ventana, pero aquello les tomaría tiempo. Y eso era lo que menos querían desperdiciar. No, no podía permitirse perder valiosos segundos. Debían de actuar rápido, antes de que irrumpieran en la sala...
—Así que hasta eso debo hacerlo yo. Qué decepcionante —se quejó Alexis, dejando que un bufido escapara por sus labios. No sonaba bastante nerviosa o desesperanzada, por lo que uno advertiría que la Aprendiza no había perdido el control todavía. Pero lo que sí había perdido, definitivamente, era la paciencia; obviamente, trabajar con Neas, de Tierra de Partida, no le resultaba agradable. En lo más mínimo.
Sin levantarse de donde estaba, sentada con la espalda contra la pared bajo la ventana, la joven y curiosa Aprendiza Oscura alzó una de sus grisáceas manos en dirección a la salida. Evocando las últimas pizcas de energía mágica que le quedaba en su cuerpo después de todo lo ocurrido, se concentró en llevar a cabo un hechizo cuya naturaleza podía o no ser desconocida para Neas. Un chirrido tremendo, de metal rasgando metal, resonó en la habitación mientras la puerta y la pared de concreto que la rodeaba comenzaban a apretarse contra sí mismas. Arrugas comenzaron a aparecer en el acero y grietas en el muro, y cuando Alexis terminó, la salida parecía haberse vuelto más pequeña.
—No esperes verlos con vida luego —señaló Alexis, volviendo su mirada al chico durante unos instantes, aunque luego volvió a pegar sus ojos en la puerta. Tal vez estaba pensando en sus compañeros; y si no, eso había asumido Alexis—. El tal Xayim es discípulo del Maestro Ryota... pero te aseguro que el gordinflón está perdido —la chica guardó silencio durante unos instantes, suficientes para que Neas formulara su respuesta o exhibiera alguna clase de reacción. Luego, algo amarga, añadió—: Si se alimentaran de grasa en lugar de corazones, la ciudad entera estaría satisfecha.
***

El día que todo comenzó, Neas fue convocado al gimnasio. Como de costumbre, el mensaje no pudo llegar personalmente por parte del Maestro; no por que el mencionado no le diese la importancia suficiente a sus Aprendices, sino porque las Misiones obligatorias generalmente se planeaban por las mañanas. Y, para no molestar a alguno que otro dormilón, se les solía dejar una nota por debajo de la puerta, con la esperanza de que la leyeran antes de que llegase la hora de la cita.
Palabras más, palabras menos, la suya venía por parte del mismísimo Maestro de Maestros: Ronin. Con su conocido tono jovial, reconocible incluso por escrito, aunque sin restarle más importancia de la necesaria, citó a Neas en el gimnasio a las diez de la mañana. La nota no hacía mención a otros compañeros ni a la Misión que estaba por encomendársele.
El chico bien pudo levantarse al alba y haber tenido tiempo de sobra para prepararse y desayunar algo, o tal vez se despertó diez minutos antes de la hora prevista y tuvo que romper un récord mundial para llegar a la hora acordada; pero de cualquier manera, logró prepararse a tiempo.
***

Al otro lado del universo, un joven Aprendiz acababa de cerrar una mañana tranquila. Había tenido un día libre de entrenamiento, lo que seguramente significaba que en cualquier iban a pedirle que llevase a cabo una Misión. Y es que en Bastión Hueco sencillamente no se daban abasto, con tan pocos dispuestos a seguir el camino del verdadero equilibrio y la lucha contra la dictadura de la Luz. Los números crecían, era cierto, pero la ventaja la seguían teniendo en Tierra de Partida, donde el peso del trabajo era menor al tener más mulas que cargaran con ello.
Quien le dio el mensaje a Xayim fue Diana. Una simple orden al cruzárselo por allí: "el Maestro Ryota te espera en la Sala del Trono". Como era costumbre, la chica no se extendió más; nadie lo hacía, especialmente aquellos que habían llegado antes del Ocaso de una Estrella. La jerarquía era obvia, elemental.
Así que, sabiendo que tenía trabajo que hacer, Xayim tuvo que comenzar sus preparaciones.
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