Tierra de Partida
En los jardines, Sorkas y Hana entrenaban por turnos contra el Maestro Ronin. El hombre, en medio de un paseo para bajar la comida, los había visto y, como tenía ganas de entrenar un poco, los puso a trabajar sus habilidades contra él. Desde entonces habían transcurrido dos agotadoras horas de ejercicio prácticamente continuo. Nada de magia, sólo Llave Espada contra Llave Espada. Y podían decir que les estaba dando una soberana paliza. Ronin reía, de buen humor, cada vez que daba un revés con su Llave a alguno de los dos y lo mandaba directo al suelo. Si no fuera por el Cura que les aplicaba cada poco tiempo, seguramente no podrían ni levantarse. Ronin era, simplemente, demasiado rápido y fuerte. Cada golpe era peor que un mazazo y nunca terminaban de verlo venir. A veces les permitía leer sus movimientos pero, carcajeándose, insistía en que un enemigo no iba a atacarles lentamente para que pudieran detenerlo, y de repente los golpes comenzaban a llover de la nada y resultaba imposible detenerlos.
—¡Ah, Ronin! —exclamó una voz—.Qué bien me vienes. Deja de machacar a esos chicos y préstamelos
Sonriente, Ronin dio un empujoncito a Hana, que cayó sobre su trasero en la fresca hierba, y se volvió hacia Lyn. La joven avanzaba enérgicamente, con la armadura repiqueteando a cada paso, y lucía una mueca de seriedad.
—¿Para qué los quieres, Lyn? ¡Si todavía no he terminado con ellos!
—Los necesito para una misión —les contempló de arriba abajo, sudados, cubiertos de moratones, y arqueó una ceja—.Y para evitar su muerte, por lo que parece.
Con una grave carcajada, Ronin dio su consentimiento.
—¡No importa, ya he calentado lo suficiente! Todo tuyos, Lyn —y, silbando entre dientes, retrocedió hasta sentarse en un banco de piedra para contemplar la escena.
La joven Maestra se acercó a los acalorados aprendices y les explicó con sequedad:
—Hay un mundo, al que creo que no habéis ido, en el que están habiendo bastantes problemas relacionados con los Sincorazón —Lyn frunció el ceño—. Chicos, esto es muy serio: están echándole las culpas de las desapariciones y las muertes a los gitanos, un grupo minoritario y bastante odiado. No podemos hacer nada por ellos, claro, pero es nuestro deber acabar con los Sincorazón…
»Y esperar que gente inocente no termine por cargar con las culpas
Lyn se quedó unos instantes en silencio. Luego agitó las orejas y recuperó su tono enérgico:
—¡Ese mundo es muy quisquilloso en cuanto a sus normas! Id a buscar algo de ropa con la que no llaméis la atención y procurad no armar revuelo. En especial tú, Hana —le advirtió señalándola con un dedo—.¡Recordad que las cosas están muy tensas! Nada de intervenir a favor de los gitanos, nada de meterse en líos. Mirad lo que hace la gente e imitadla. Y, si podéis, acabad con los Sincorazón. Si es demasiado para vosotros, volved a informar. ¿Entendido?
Bastión Hueco
Ban había sido convocado al despacho de la Maestra Nanashi. Era un lugar severo, con estanterías abarrotadas de libros que cubrían las paredes, una gran mesa de caoba que le servía como escritorio frente a un gran ventanal por el que entraba la luz de la tarde. No había cuadros, ni ningún tipo de adorno. Estaba claro que la Maestra consideraba aquella habitación como un lugar exclusivo para trabajar sin ningún tipo de distracción.
La mujer le observaba sentada al otro lado de su escritorio con una expresión neutral, ni seria ni alegre. Su elegante y pulcro vestido, blanco y azul, parecía brillar con la luz que entraba de la ventana.
―Buenos días —guardó un silencio, con los ojos clavados en el muchacho, aguardando una respuesta―.Es un placer conocerte, Ban. Sé que llevas poco tiempo con nosotros, pero hoy vas a tener que empezar tu primera misión.
Se podía leer cierta inflexibilidad en su postura, en sus gestos al hablar. Desprendía un aura de autoridad inferior a la de Ryota, pero de inmediato se percibía que era una persona dura y acostumbrada a dar órdenes precisas. La mujer examinó su reacción y continuó hablando:
―Tendrás que viajar a París, Ban donde, desde hace unas semanas proliferan los Sincorazón, o eso dicen. Los rumores los consideran demonios invocados por la etnia gitana para matar a los ciudadanos “normales” —arqueó una de sus finas cejas con un ligero escepticismo―. El rencor entre el pueblo está acumulándose muy rápidamente y no sería raro que desembocara en una matanza innecesaria.
»Eres demasiado inexperto para acabar con ningún Sincorazón de rango más o menos medio, así que esta misión será de reconocimiento. Debes averiguar si es cierto que hay un número anormal de Sincorazón, o incluso un Sincorazón especialmente fuerte atosigando a la población. ¿Comprendes? Sólo reconocimiento, no es necesario que pelees ni hagas nada más que un par de indagaciones.
Nanashi se incorporó y dio un lento rodeo a su escritorio sin dejar de hablar:
―París es la capital de un reino llamado Francia, Ban, con ciertos problemas con las potencias que lo rodean. Se podría decir que llevan años en guerra constante. Así pues, no hace falta más que una chispa para que la población busque alguien a quien culpar de todos sus males. Nuestro propósito, como te habrá dicho Ryota, es luchar contra la luz. Pero no podemos permitir que muera gente inocente a manos de los Sincorazón en el proceso.
»En el almacén encontrarás ropa de París con la que pasar desapercibido. Trata de no llamar la atención; es posible que Tierra de Partida pretenda investigar también la situación. ¿Alguna pregunta?