Al final, se perdió por el horizonte, pero los hermanos que habían observado el fenómeno intercambiaron miradas de complicidad.
La caída de la chica, procedente de otro mundo, no cesó allí, sino que no paró hasta estar relativamente cerca del suelo. Y aun así, cuando la luz dejó de envolverla y volvió a ser presa de la gravedad, se vio lanzada por un túnel vertical donde no se veía final y, por tanto, se precipitaba hacia una irremediable muerte.
No obstante, nada más traspasar la boca, la caída se hizo suave e, incluso, agradable. A su alrededor flotaban muebles y toda clase de objetos. Perdidos, como ella, supuso.
Cerca de un piano, tocó algunas teclas al azar que retumbaron sin armonía ni dulzura, chirrionas. Rió. Era lo único que podía hacer en su situación. Luego, cogió un espejo pequeño que había cerca, se miró en él con ligera coquetería, y se lo guardó bajo la capa. Estuvo entreteniéndose con algunas cosas más, antes de sentarse en una tumbona, descansar y ver el suelo peligrosamente cerca
―Nada de burros esta vez ―deseó, con retintín.
El castillo estaba mortalmente silencioso aquel día. Tal vez el carácter lóbrego de ambos aprendices no hiciera notar la diferencia, pero unos pocos minutos de paseo entre sus muros les bastaría para que les llamara la atención semejante situación. ¿Dónde se había metido todo el mundo? ¿Cómo era posible que no se hubiesen cruzado con nadie?
Sin embargo, cerca de la hora del almuerzo, alguien llamó a la puerta de la habitación de Saxor. Era un aprendiz que, aun cruzándose varias veces por los pasillos, apenas había tenido contacto con él. Le reconocería como el único y predilecto de Wix, la Guardiana del castillo.
Daichi.
Llevaba unas gafas de sol bastante chulas y sonreía mostrando todos sus dientes.
―Oh ―se quitó las gafas, claramente decepcionado cuando vio a Saxor―. Pensaba que… ya sabes… Me habían dicho que aquí residía esa chica. La de pelo morado, ¿sabes? ―miró de arriba abajo a Saxor―. Definitivamente, no ―suspiró―. Una pena. Pero eso no quita que tengamos trabajo. Los Maestros me han encargado una misión y quieren que me acompañes. Tú y otro aprendiz. No soy muy de fiar ―sonrió―. ¿Por qué no te preparas y nos reunimos cuando estés listo en este pasillo?
Dicho lo cual, se encaminó hacia la puerta de Ike. Antes de llamar, volvió a colocarse las gafas, hizo un gesto a Saxor para que le deseara suerte y golpeó con los nudillos. Cuando Ike le abrió, rompiendo sus esperanzas, se las guardó definitivamente en uno de sus bolsillos.
―¿Cómo lo llevas? ―saludó―. ¿Qué te parece si me acompañas a dar un paseo y te enseño los alrededores, novatillo? ―se apoyó en el marco de la puerta, divertido de la reacción que pudiera estar teniendo Ike―. Viaje en primera clase, legal y autorizado por los Maestros. Puede que incluso nos dé tiempo a ir al rescate de una joven dama. Pero prepárate rápido, porque vamos en trío y el otro ya debe de estar casi listo.
Se quedaría allí, apoyado en el marco, mirando los preparativos que hiciera Ike. A menos que le diera un portazo en las narices para tener un poco de intimidad. Por su parte, Saxor, a quien Daichi no vigilaba, podía acercarse a sus dos compañeros en cuanto le complaciera.
No-estimados aprendices,
Me han llegado advertencias recientes sobre un creciente y peligroso número de sincorazón que se están concentrando en el ‘País de las Maravillas’. Probablemente alrededor de uno más grande.
Si bien tal tarea debiera ser antes examinada con cuidado por un experimentado Maestro, me voy a tomar la libertad de mandaros a solucionar el problema directamente, en vista de vuestras graaaaaaaaandes dotes como aprendices y en cómo últimamente sólo andáis metidos en crear catástrofes.
A ver si, con un poco de suerte, les lleváis ese caos y ruina a ellos. Soportaros un día entero sería capaz de extinguirlos por completo.
Con mis peores deseos,
Akio.
PD. Reuníos los cuatro en los Jardines. No me esperéis, tengo mejores cosas que hacer que instruiros.
Corrían rumores por el castillo de que Akio últimamente no estaba de buen humor. Pues bien, Fyk, Mei, Edge y Nadhia tenían la prueba viviente en sus manos.
Si bien el tono de la carta era inapropiado e hiriente, no podían ignorar la orden de un Maestro. Incluso si tal mandato parecía que… bueno… hubiese sido un encargo para él y éste lo cediera a aprendices para librarse del trabajo. Si acaso era así.
La carta les llegó cerca del mediodía, a través de un mensajero moguri. Tendrían una hora para prepararse antes de reunirse con sus compañeros, pero si coincidían todos en los Jardines antes y así lo estimaban, podían partir en cuanto quisieran. Total, Akio ya había dejado claro que le despreocupaba el asunto. Algo inapropiado para un Maestro hecho y derecho. Siempre podían quejarse… u obedecer sin rechistar.