Master Yami
(Fluffing a Duck - Kevin MacLeod)
—¡Eres el mejor peluchito que hemos conocido, sí, sí, así es, sí!
—¡M-Ma-Maestra Yami, kupó! ¡Mi pom-pompón no, kupó!
¿Se suponía que aquello era una cita?
No, de ninguna manera. ¿Una Maestra y un moguri; en los jardines, juntos los dos, acompañados por una canasta para picnic? Imposible, sencillamente. Entonces... ¿por qué tenía la Maestra Yami a Mogrey entre sus piernas, donde no paraba de acariciar su pelaje? ¿Y, para aparente desaprobación del moguri, también su pompón?
—¡A-ah, Maestra Ya-Yami, kupó!
Bueno... "aparente" desaprobación, sí.
No había nada más que decir sobre aquella curiosa pareja. Nadie podía precisar por qué Mogrey, el bibliotecario, había sido atrapado entre las tersas y suaves de la Maestra Yami; pero contemplando con atención a los Aprendices varones que pasaban por allí, de los cuales ninguno pudo evitar que se le escaparan los ojos en cierto momento, podría advertirse que el pequeño moguri estaba en el lugar que muchos habían soñado durante décadas y que por ello sería el blanco de muchos celos. Después de todo, era cierto que Yami era la Portadora más hermosa que Tierra de Partida tenía para ofrecer; y era cierto que no precisamente pocos de los púberes que entrenaban en la Orden fantaseaban con que, una noche de luna llena, la Maestra Yami los llamara a su habitación para una "misión muy especial".
¿¡Entonces por qué, de entre tantos candidatos, la hermosa Yami había decidido tomar a un moguri entre brazos!? ¡Era una locura!
Por otro lado, era cierto que la Maestra Yami, se decía... estaba "loca".
"Incomprendida", preferirían algunos; o tal vez simplemente "enajenada". Porque no podría negarse que la supuesta locura de la Maestra Yami había sido completamente funcional y, hasta cierto punto, incluso divertida. Después de todo, había obtenido su título por méritos propios, además de que era muy apreciada por los Caballeros de la Orden por habilidades y conocimiento que, hasta el día presente, no había demostrado frente a los Aprendices.
—¡M-Maestra, kupó! ¿No va a leer el libro que le traje, k-kupó? —cuestionaría el moguri en un momento dado. Y, a manera de respuesta, la Maestra Yami lo tomaría por los bracitos y lo alzaría frente a su rostro, arrugando la nariz y contemplándolo con extrañeza, diría:
—¡Pero si ya lo hemos leído, tontito!
Hollow Bastion - Kingdom Hearts HD 1.5 ReMIX
Bastión Hueco era inmenso. Más que un castillo o una academia, aquel sitio era un completo laberinto. Y aunque había suficientes huecos y recovecos, barandales y balcones, ascensores y escalinatas, como para que Gata pudiese pulir sus habilidades, no se comparaba en lo más mínimo a los simplones tejados de Port Royal. Aquella inmensa fortaleza muy seguramente debía sobrecogerla de alguna manera, hacerla sentir pequeña o débil, o recordarle que vivía en un universo inmenso, o sencillamente entusiasmarla con una promesa de aventuras y significado en su vida.
Sólo su tercer día allí. Si era impaciente, la joven probablemente ya habría llegado a pensar que habían terminado por olvidarse de ella. Sí, había tenido un par de entrenamientos en aquel transcurso de tiempo, pero aunque los compartía con sólo un par de Aprendices, no dejaban de ser algo impersonales. Y, hasta entonces, el Maestro Ryota no le había dado la tutela ni las órdenes que tanto le había prometido.
En su lugar, se las dio alguien más. Tal vez la pequeña había estado dando una vuelta por el castillo, o tal vez había estado contemplando el mundo lejano desde el mirador, o tal vez sencillamente había decidido pasar su rato libre en su habitación. Igualmente, allá donde la joven había estado, de pronto se topó con una mujer pelirroja, pálida y de vacíos ojos color rubí que se le plantó enfrente y le clavó la mirada sin decir ni una palabra. Hubo unos cuantos segundos de silencio, al menos por su parte, durante los cuales sencillamente miró a la chica con sus extraños ojos. Estaban vivos, sin duda alguna, por ese brillo en particular que toda persona tenía; pero aun así, había algún matiz en ellos que los volvía... inhumanos.
—Eres la gata. La segunda que hemos tenido aquí.
Su declaración vino de la nada. No hubo ni una señal previa de que la joven estuviese a punto de hablar, por lo que sus palabras fueron inesperadas. E igualmente inesperado fue su gesto: sin explicación alguna, tomó a Gata de la muñeca y, con fuerza mas con cortesía, la apremió a que la siguiera. Directa y cortante, simplemente añadió:
—Has sido llamada a una misión.
Master Rebecca
(Deliberate Thought - Kevin Macleod)
—¡Ya-Yami...!
Quienes estuviesen observando la extraña situación, contemplarían cómo la Maestra Rebecca descendía por las escaleras traseras del castillo a zancadas, bajando los escalones en grupos de dos o tres. En cuanto sus pies tocaron el césped, comenzó a andar con rapidez, aunque sin correr, hacia su compañera. Mientras la joven cruzaba el espacio que la separaba de Yami, ésta última detuvo los mimos que le estaba dedicando a Mogrey y miró al frente, reconociendo la presencia de la otra chica con una risita.
—¡Becca Bequita! ¿Estás listita a explorar los tesoros de la selvita? —cuestionó, levantando finalmente las manos para extenderlas en dirección a su compañera. Aprovechando la oportunidad, Mogrey se alejó de la Maestra, aunque lo único que pudo hacer fue rodar ridículamente por el césped hasta que logró apartarse un par de pasos—. ¡Mogreysito incluso nos trajo ese librito!
Rebecca se acercó hasta la otra Maestra y, sentándose de rodillas, tomó el volumen al que Yami se refería. Miró el título por unos minutos y luego lo abrió en una página al azar, para posteriormente ojearlo sin prestarle mucha atención. Volvió a alzar la mirada, encontrándose con la de la otra joven, e inquirió:
—Yami, este libro... Llevas meses con este libro de taxonomía... ¿Umm, de verdad crees que...?
—¡Sé lo que vimos, Becca! ¡Un hombre bestia, sí sí sí, una bestia hombre, surcando la selva como una saeta!
>>¡Y ya verás, ellos nos ayudarán a encontrarlo, esos lindísimos niños de allí!
Enok, Fyk y Sorkas habían estado escuchando; por mera casualidad, seguramente. Tal vez se habían quedado un rato ya, contemplando a la Maestra Yami; o tal vez sólo habían estado cruzando aquella sección de los jardines en el momento equivocado. Pero de cualquier manera el dedo inquisidor de Yami los apuntó a los tres, por turnos, marcándolos como los elegidos para...
¿...para qué.....?