Neru & SaitoSaito y Diana consiguieron sentarse en la primera fila de los asientos, con una vista perfecta del salón de la justicia. La rubia, al ver que el chico la había seguido, se mostró curiosa, pero mantenía su vista en el inminente juicio.
—
Diana, siento haberte acompañado y molestado, pero tenía curiosidad y la cola del mostrador no parecía dispuesta a moverse demasiado rápido... Por cierto, ¿Es esa la Consejera a la que estábamos buscando? Porque tiene toda la pinta de ser ella.—
Sí, es ella. Shhh, que empieza —afirmó la bella diosa, chistándole para que guardara silencio.
La aparición del acusado, Mateus Palamecia, sólo hizo que Diana se pusiera todavía más tensa. Y no fue la única: Kazuki, sentado en el otro lado de la sala con Neru también se removió en su asiento.
Había algo en aquel individuo que ponía nervioso a ambos.
—
Lea los cargos —pidió la Consejera, cuya voz resonaba por toda la sala.
Los otros dos jueces, el robot y el ser gelatinoso, intercambiaron miradas nerviosas. Por unos segundos se produjo un incómodo silencio en la mesa del jurado, sin que ninguno de los tres hiciera nada. Finalmente la Consejera, tras echar un vistazo a su espalda (donde tal vez esperaba encontrar a alguien que no estaba), suspiró y le hizo una señal al robot de su izquierda.
—
S-sí. Mateus Palamecia, alias El Emperador, líder de la organización criminal conocido como los Villanos Finales —leyó el mecánico ser de forma torpe—.
Está ante este consejo acusado de violar la ley de no intervención con otros mundos, del intento de resurrección de un antiguo dios oscuro, y del asesinato de un aprendiz de la Orden de Caballeros de la Llave Espada de Bastión Hueco.—
¿Cómo se declara?—
Absolutamente inocente, sus señorías.La voz del "Emperador", al igual que la de los jueces, también se oía amplificada por algún tipo de aparato. Pero había algo inquietante en su voz, algo que produjo que toda la sala se llenase de murmullos de miedo y nerviosismo.
La Consejera, con el ceño fruncido, recogió varios papeles y se aclaró la garganta antes de volver a hablar:
—
Primer cargo. En el mundo denominado Tierra de Dragones, un miembro de los Villanos Finales negoció con un grupo de nativos llamados "hunos" para proveerles de armas, interviniendo en el curso natural de aquel mundo. Sin embargo...—
Se acabó demostrando que ningún miembro de mi grupo hizo tal acto —le interrumpió Palamecia, con una sonrisa siniestra en sus labios—.
Es más, ¿no se descubrió que fue un Portador de la Llave Espada el responsable, su señoría?La mujer azul repasó a toda velocidad los papeles que tenía entre sus manos, hizo un gesto de aprobación y cambio de folios.
—
Segundo cargo. En el mundo denominado Coliseo del Olimpo, varios miembros de los Villanos Finales entre los que se encontraba el acusado intentaron resucitar a un antiguo dios oscuro. El altercado finalizó con la captura del acusado, pero...—
¡Protesto! —le volvió a interrumpir, manteniendo su gesto de superioridad—
¿Acaso alguna constitución dictamina que es ilegal conspirar para resucitar a un dios? Una nueva ola de susurros y cuchicheos en todo el salón de la justicia. La actitud de Mateus, interrumpiendo a la Consejera y su inquietante presencia estaba poniendo nerviosos a todos los extraterrestres de la sala.
—
Tercer cargo —anunció la jueza, leyendo un nuevo documento—.
En el mundo denominado Bastión Hueco, se produjo el asesinato de un aprendiz de la Llave Espada a manos del acusado. Tres maestros y varios aprendices fueron testigos del acto, y...La mujer dejó de hablar de pronto, arrugando mucho el ceño y sin apartar la vista del papel. Estaba claro que había algo que no entendía en aquella hoja.
—
Déjeme que le ayude, Consejera. Sí, se produjo tal asesinato, pero como estará leyendo —la prepotencia del Emperador crecía a cada palabra. Por mucho que fuese el preso, era evidente que quien tenía el control de la situación era él—,
cuando ocurrió yo ya me encontraba encerrado en una de sus confortables celdas de máxima seguridad. No soy responsable de que el asesino usara mi nombre al hacerlo.»
Además... ¿No fueron los Portadores quienes interrumpieron en nuestra propiedad? ¿Eso no se considera allanamiento de morada, su señoría?Los Jueces volvieron a quedarse en silencio, intercambiando miradas. La Consejera presionó un botón de la mesa, y rápidamente los tres seres empezaron a hablar entre ellos. Sus voces ya no se amplificaban: era el momento de decidir el destino del acusado.
—
Los alienígenas adoran las, eh, leyes... —musitó Kazuki, cabizbajo.
Por su parte, Diana no paraba de dar golpecitos al suelo con el pie y de morderse una uña, nerviosa. Su vista estaba clavada en el Emperador, e ignoraba por completo a Saito.
La deliberación duró apenas unos minutos. La Consejera se levantó de su asiento, volvió a activar el amplificador y se dirigió a la multitud:
—
Ante las pruebas y evidencias mostradas, este tribunal es unánime. Mateus Palamecia, alias El Emperador, se le declara inocente de todos los cargos y es puesto en libertad de forma inmediata.Y la cápsula se abrió. Mateus, sonriendo con gozo, invocó su vara dorada con un rápido movimiento y se elevó unos centímetros del suelo.
—
Ha sido un placer —declaró, inclinándose levemente ante los jueces.
De vuelta en el suelo, el Villano fue guiado por unos guardias hacia el exterior, hacia la libertad. Ante la atónita mirada de Diana y la resignación de Kazuki, abandonó la sala.
El Emperador era libre.
****
SaekoLa espera se hizo eterna, y aburrida. Gengar se encargó de hacer la cola para el mostrador de información, mientras que Saeko pudo sentarse en unos bancos metálicos a poca distancia de la fila. Al buscar algo que leer para entretenerse, lo único que consiguió encontrar fue un folleto para promocionar la nave y sus instalaciones abiertas al público civil, mapa incluido. Por suerte para ella, al igual que con el cartel de antes, las palabras parpadeaban cambiando constantemente de idioma.
Durante su espera, pocas cosas pasaron. De vez en cuando algunos aliens se paraban para hacerle una foto a Saeko (o eso parecía, pues usaban unos aparatos demasiado modernos), e incluso uno intentó ponerse al lado de la chica mientras un amigo sacaba la foto. Por lo demás, fue un aburrimiento.
Gengar tampoco tuvo mucha más suerte. O tal vez sí. La extraterrestre que tenía detrás, una especie de esfera rosa con pequeñas patitas y muchos ojos, intentó entablar conversación con él y, directamente, le tiró los tejos. Incluso le ofreció un papelito con su número de teléfono. Sí, Gengar había ligado.
Y por fin llegó el turno del fantasma. Saeko acudió rauda para ocupar su sitio justo cuando el alien que tenían delante (un ser cabezón de un solo ojo que hablaba algo de unos mosquitos en peligro de extinción) se iba. En el mostrador, un simpático ser que parecía un perro antropomórfico les sonrió.
—
Bienvenidos al Transporte Penitenciario Durgon. ¿En qué puedo ayudarles?La petición de ver a la Consejera fue recibida con escepticismo por el alien, que enarcó una ceja mientras miraba de arriba a abajo a la
homo sapiens.
—
¿La Gran Consejera? ¿De parte de...? —la aparición de la Llave Espada de Saeko cambió por completo su cara—.
¡Oh, por supuesto! Sin embargo, me temo que la Gran Consejera se encuentra en estos momentos en medio de una sesión de juicios.El perro señaló la puerta que llevaba al Salón de la Justicia, el mismo lugar al que habían ido Diana y Saito.
—
Tendrás que esperar a que termine. Aunque también podrías...No llegó a terminar la frase. De pronto, todas las luces del hall se apagaron. Los extraterrestres presentes empezaron a hablar, alterados y asustados. Incluso alguno se puso a llorar a pleno pulmón.
—
Esto es raro, nunca tenemos apagones... —murmuró el perro recepcionista, claramente nervioso.
Para el alivio de todos, las luces volvieron a encenderse. Pero duró muy poco. Apenas un segundo, y volvieron a desaparecer. Y esta vez no fue lo único que sucedió: el característico sonido de unos seres al aparecer también resonó por la recepción.
Habían aparecido sincorazón.
El Hall estalló en pánico. Incluso sin las luces, aún se podía ver con cierta claridad, pero los gritos, aullidos, y huidas en estampida hacían difícil ver cuántos enemigos habían aparecido.
—
¡Cuidado! —chilló el perro, alertando a Saeko.
Un sincorazón se abalanzó sobre ella dispuesto a atravesarla con su arma. La joven tendría que apartarse o intentar bloquear su ataque si quería salir de una pieza.
Su enemigo: un sincorazón con aspecto de caballero metálico armado con una afilada espada. Además, por todo el Hall habían aparecido distintas Sombras que atacaban a todos los aliens que no habían conseguido huir, aunque de momento no parecían interesadas en Saeko.

x1
x?La Llave Espada que Saeko tenía en la mano llamaba a los monstruos de la oscuridad. Era el momento de pelear.
Sobre el móvil: para poder hablar entre vosotros, ambos tenéis que tener un "dispositivo de comunicación" comprado en vuestro inventario. Como sólo Saito lo tiene comprado, no podréis comunicaros. Zeix, si te compras uno antes de la próxima ronda te lo contaré para la trama y podréis usarlo.
****
IvanEl plan de Ivan fue, sorprendentemente, un éxito. Al menos casi hasta el final.
El golpe con la culata, el Campo Helado sorpresa, agarrar al guardia y quitarle el arma, todo bien. Pero el fallo llegó cuando el auto-denominado Cool Wind fue a cerrar la celda.
—
¡Que te sea incómoda la estancia~!Y las luces se fueron. Todo el bloque de celdas se quedó a oscuras, con la única iluminación de las barras fluorescentes que se alargaban por los suelos y paredes. Y, por supuesto, eso incluyó el funcionamiento de las celdas: el cristal no descendió como Ivan había planeado.
Oh, pero eso no fue lo peor. Porque el muchacho todavía no había podido entender lo que estaba pasando cuando algo le golpeó con fuerza en el costado, tirándole de la plataforma hasta el suelo. Por suerte la caída fue corta, pues la celda de Kit se encontraba en el segundo piso, aunque el golpe no se lo quitaba nadie.
Cuando mirara hacia arriba, les vería. Nada más se había ido la luz, habían aparecido. Sincorazón.
—¡Acabad con ellos! —gritó uno de los guardias, rifle en mano.
Los soldados de la Federación que había en el bloque se lanzaron al ataque, disparando con sus rifles, pero no parecían tener mucho éxito. Todos los sincorazón que habían aparecido volaban y esquivaban con facilidad sus disparos, atacándoles y acabando rápido con ellos.
Un sincorazón, el mismo que había derribado a Ivan de la plataforma, se lanzó de nuevo al ataque, directo a la cabeza del muchacho.
Era una especie de soldado con alas y garras afiladas, listas para descuartizar. Por suerte solo habían aparecido tres de ellos, mientras que los otros eran pequeños y se limitaban a disparar bolas de fuego a los guardias.

x3
x5—
¡Alerta, alerta, fallo de energía en el bloque A! ¡Las defensas no funcionan, y han aparecido sincorazón! ¡¡Los presos van a escapaaaaar!! —la voz chillona del Jefe Carcelero, alias cara besugo, pudo llegar hasta los oídos de Ivan.
Había que moverse. Los guardias apenas podían contener al grupo de sincorazón que habían aparecido, y algunos cristales de las celdas estallaron: varios presos estaban libres. Cool Wind tenía que elegir qué hacer: quedarse para acabar a los sincorazón o aprovechar el caos para intentar huir. Aunque también podía echarse a llorar y volver a su celda, quién sabe.
Una cosa estaba clara: si no se movía, acabaría muerto.
***
Neru & Saito—
Que pase el siguiente acusado.El ambiente seguía tenso tras la marcha del Emperador. La cápsula había vuelto a descender para traer al siguiente preso, pero todos los espectadores se encontraban hablando entre ellos sobre lo sucedido. Diana, la diosa rubia, parecía más distraída que nunca, con la vista perdida y el ceño fruncido.
En la zona de los jueces había aparecido alguien a toda prisa. Un enorme ser de bastante altura, con el aspecto de una ballena bípeda (pero con músculos) hablaba con la Consejera y se inclinaba repetidas veces. No hacía falta leerles los labios para darse cuenta de que el grandullón se estaba disculpando por algo.
Kazuki, por su parte, se levantó.
—
Tengo que, eh, ir a informar. Quédate aquí hasta que, esto, venga a buscarte. No te metas en problemas, Nepu.Y abandonó el Salón por la misma puerta por la que habían entrado, dejando al aprendiz solo. No era muy responsable abandonarle así, pero de todas maneras, nada malo podría pasarle en un lugar como ese, ¿verdad?
La nueva cápsula surgió al fin, mostrando a un preso radicalmente distinto al primero. Neru podría reconocerle: el gordinflón que había escoltado en la nave.
—
Lea los cargos.Esta vez no hubo silencio incómodo. El soldado ballena de su espalda cogió un papel y, con algo de dificultad, empezó a leer:
—
Doctor Jumba Jookiba, científico jefe de Industrias de Defensa de la Galaxia. Está ante este consejo acusado de realizar experimentos genéticos prohibidos.—
¿Cómo se declara? —preguntó la Consejera.
—
¡Soy inosente! —protestó el doctor con su peculiar acento, moviendo exageradamente los brazos—
Mis experimentos son exclusivamente teóricos y están dentro de límites legales.—
Al parecer sí ha creado algo en su último experimento —repuso la jueza, apretando un botón de su mesa.
Al lado de la cápsula cerrada de Jumba se abrió otra compuerta en el suelo, de donde empezó a salir otra cápsula.
—
¿Creado algo? ¡Nooo! Eso sería irresponsable y poco ético. Yo jamáaaas jamáaas...La nueva cápsula surgió de golpe, mostrando dentro un pequeño y peculiar ser azul de orejas grandes. Curiosamente, se encontraba pegado en la parte superior de la cápsula, observando todo a su alrededor con unos grandes ojos negros. De no tener cuatro brazos y antenas, habría resultado hasta mono.
—
... haría más de uno —al ver a esa criatura, la cara del científico empalideció.
—
¿Qué es esa monstruosidad? —preguntó el enorme soldado, poniendo cara de asco al verlo.
—
¿Monstruosidad? Lo que ven ante sus ojos es el primero de una nueva espesie. Lo llamo experimento 626 —explicó Jumba, inflando el pecho como gesto de orgullo—.
Es antibalas, ignífugo, su mente supera a la de un superordenadorr. Ve en la oscuridad y desplasa objetos de un tamaño tres mil veses mayor. Su único instinto... ¡destruirr todo cuanto toca! ¡Ha ha ha ha!El gordinflón rompió en carcajadas maníacas, cayéndose de culo al suelo de tanto reir.
—
Así que es un monstruo —afirmó la Consejera, arqueando una ceja.
—
Uno pequeñito —contestó el acusado, juntando los dedos pulgar e índice para hacer el gesto de pequeño.
—
Es una afrenta a la naturaleza. ¡Debe ser destruido! —rugió el ballenato.
—
Cálmese, Capitán Gantu. Tal vez pueda razonar —opinó la mujer, dirigiéndose hacia la criatura de la cápsula—.
Experimento 626, danos alguna señal de que nos entiendes. Muestra ante el consejo que en tu interior hay algo bueno.El experimento, que estaba intentando arañar el cristal con sus garras, levantó la cabeza para mirar a la Consejera. Con aspecto de tener curiosidad, se puso en pie y se aclaró la garganta antes de pronunciar unas palabras:
—
¡Meega, nala kwishta!El grito de la criatura resonó por toda la sala, y el efecto fue inmediato. Todos los alienígenas presentes se mostraron horrorizados por lo que acababan de escuchar, e incluso se pudo ver al juez robot vomitando tuercas y tornillos. Ningún humano había entendido ni papa de lo dicho, pero para los extraterrestres debía ser algo muy muy fuerte. ¡Esa boca, cochino!
—
¡Qué... verguenza!El experimento se puso a aplaudir repetidas veces, riéndose cual maníaco.
—
Eso no se lo he enseñado yo —se defendió Jumba, frotándose la coronilla.
—
¡Detengan a ese estúpido científico! —ordenó el Capitán.
—
¡Prefiero que me llamen genio malvadooooooo! —los gritos del doctor resonaron por la estancia mientras la cápsula descendía con velocidad hacia el interior de la nave.
—
Y respecto a esa abominación. Es el producto defectuoso de una mente deprabada. Aquí no hay lugar para él. Se le condena a...No pudo terminar la frase. De pronto, todo el Salón de la Justicia se quedó a oscuras. Y no sólo eran las luces: ningún aparato de la nave funcionaba. Apagón total.
—
Esto no me gusta... —susurró Diana, tensa.
Un fuerte chillido de una de las espectadoras alertó a todos del peligro que apareció de golpe en la sala: sincorazón. Un numeroso grupo de sincorazón apareció, repartidos a lo largo del largo pasillo y de los asientos, y sin esperar ni un segundo empezaron a atacar a todos los presentes. Los alienígenas huían como podían, en medio de una avalancha de miedo y pánico.
—
¡La abominación se escapa! —rugió Gantu.
Era cierto, el Experimento 626 había conseguido de algún modo (seguramente ayudado por la falta de energía) salir de su cápsula, y corría hacia la salida más cercana. Gantu desenfundó raudo su pistola y disparó contra él, provocando que el monstruito diera un gran salto y fuera a aterrizar, justamente, sobre el regazo de Saito.
Pero ahí no acabo la cosa: Gantu no se cortó ni un pelo, y volvió a disparar. 626 saltó para esquivarlo, derribando al pobre Saito mientras lo hacía con una inusual fuerza para tan pequeño animal. Lo malo: desde el suelo, Saito vería que la abominación huía, sí, pero con el sobre de la misión en una de sus manos.
Se lo había robado al caer sobre él. ¡Encima de malhablado, ladrón!
—
¡Muévete, vamos! —le apremió Diana, quien ya había invocado su Llave Espada.
La rubia saltó al pasillo principal y se lanzó al combate. Saito tendría que elegir si seguía su ejemplo y ayudaba a acabar con los sincorazón o si le importaba más la misión y echaba a correr tras el experimento. Tú decides, Saito.
Decidiese lo que decidiese, tendría que hacerlo rápido, porque un ser de la oscuridad se abalanzaba sobre él. Por suerte, todos los sincorazón que habían aparecido eran del mismo tipo: soldados. Numerosos (era difícil determinar cuántos había), pero débiles.

x?Neru, por su parte, también podía pelear o marcharse, ya sea por miedo o por ir en busca de la ayuda de Kazuki. Al estar en la zona exclusiva no podría acceder al resto de los asientos del ala derecha, pero podía saltar sin problemas al pasillo para luchar.
Las dos opciones eran claras: o bajar al pasillo a luchar contra los sincorazón, o salir corriendo por la puerta. Tú decides, Neru.
Fecha límite: sábado 31 de mayo.