Hana―
¡Como te coja, te voy a cortar la mano!Fue difícil abrirse paso entre la gente pero, por suerte para Hana, en cuanto se metió en la calle principal, el tráfico se parisinos se volvió mas fluido y pudo avanzar más rápido, abusando de sus reflejos y su capacidad de adelantar a transeúntes.
Reconocería sin duda la melena negra girando, veloz, e introduciéndose en un callejón. Cuando Hana fuera detrás del ladrón, se lo encontraría aguardándola, puñal en mano y una sonrisa burlona. No parecía cansado a pesar de la carrera de obstáculos que habían superado ambos.
Se trataba de un hombre joven, con ropas más o menos largas, no tan chillonas como las que vestían los demás gitanos y sin tanto adorno, pero sin duda era de su misma etnia.
—
¿Buscas algo, guapita? —Levantó su mochila con la mano libre—.
Debes tener algo muy importante aquí dentro para que lo quieras con tanta desesperación. ¿Qué será? Se encontraba a unos cuatro metros de distancia. Podía usar un ataque para noquearlo, por supuesto, aunque quizás se arriesgaba a que se le escapara. El callejón era estrecho, pero el joven podía continuar de largo y perderse en la distancia. O quién sabe. Quizás quisiera trepar por las paredes y subir a un tejado. Por su agilidad, era posible.
O Hana podía intentar hablar con él. ¡Tenía enfrente nada más y nada menos que a un gitano! Quién sabía, quizás pudiera contarle algo interesante. Eso si no lo espantaba, claro.
También, claro… Si Hana prestaba atención, escucharía cómo se acercaban unos caballos. Si Hana se había fijado se habría dado cuenta de que no había demasiadas personas que montaran en aquella ciudad. Sólo guardias y algunos burgueses o nobles con mucho dinero. Podía arriesgarse y pedir ayuda, si lo creía necesario.
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SaitoSaito, por suerte, pudo comprar una capa negra como la que estaba buscando. No de muy buena calidad, porque al fin y al cabo se encontraba casi en los arrabales de la ciudad, pero le serviría. Y tuvo que ponérsela en seguida, porque la verdad es que la gente se giraba en su dirección con extrañeza ante la factura de su ropa. Una vez cubierto, aunque sufriría un poco los cálidos rayos de sol, pudo pasar más desapercibido.
Por el camino, en busca de alguien que pudiera indicarle el camino para llegar a Notre Dame, se encontró con un hombre rubio, de potente nariz, robusto y con perilla, examinando con el ceño fruncido un mapa. Se cubría de pies a cabeza con una capa azul, maltratada por el camino. ¿Un viajero, quizás? Le acompañaba un impresionante caballo blanco, que, en absoluto nervioso por la cantidad de gente que lo rodeaba, esperaba con paciencia a que su amo decidiera moverse.
—
Perdona, ¿para llegar a la Plaza de la Catedral tengo que ir por la calle principal que se encuentra antes de llegar aquí? —
¿Hmmm?—El hombre se volvió hacia Saito, con el mapa aún en manos, y esbozó una sonrisa burlona—.
Me temo que aquí el que se encuentra perdido soy yo. Pasan un par de décadas y lo cambian todo.—Con un gruñido de irritación, arrugó el papel y lo tiró al suelo—.
De todas formas, no creo que tardes mucho en llegar a la Plaza. Todas las calles llevan a ella. Supongo que yo también me dirigiré hacia allí, a ver si alguien en esta maldita ciudad se digna a indicarme cómo llegar al Palacio de Justicia.
Cogió las riendas de su caballo y echó a andar, dirigiéndose hacia una callejuela lateral. No hacía falta tener dos dedos de frente para comprender que estaba cansado del viaje y quizás no fuera la mejor persona para conversar; además, parecía que hacía mucho que no pisaba la ciudad. No podría darle información fresca. Pero se había ofrecido a acompañarlo hacia Notre Dame —si es que no se perdían los dos—.
Además, ¿qué querría hacer un viajero en el Palacio de Justicia?
Saito podía seguirle, continuar investigando por los alrededores o regresar hacia atrás y rehacer el camino, en busca de sus compañeras.
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GataRyota caminaba a buen paso, algo sorprendente para alguien que había pasado tanto tiempo en la cama. Gracias a la alegre multitud, que se dirigía en oleadas hacia la plaza de la Catedral, Gata tendría que abrirse paso entre las riadas que cruzaban por delante de ella sin perder de vista la figura del Maestro.
Curiosamente, a medida que avanzaban había menos gente. Y la que quedaba no parecía demasiado contenta, sino recelosa. En cambio, aumentó el número de guardias. En principio no parecían muy agresivos, al contrario, charlaban y reían en grupos. Se veía que estaban cómodos. En su territorio.
A los pocos metros los edificios se acababan y se abría un gran espacio donde se levantaba un edificio oscuro, macizo… y agresivo.
El Maestro se había detenido al lado de una de las casas y se volvió hacia Gata con una expresión de ligera diversión.
—
Si querías venir conmigo, no tendrías más que haberlo dicho.—Hizo un gesto para que se acercara—.
Esto es el Palacio de Justicia. Aquí es donde se juzga a la gente. Por lo que he oído, se dice que los gitanos invocaron a los Sincorazón para intentar liberar a los suyos, que habían sido encerrados.—Calló, pensativo—.
Desprende una oscuridad apabullante…El Maestro guardó silencio un buen rato, durante el cual Gata, si así lo quería, podía hacerle alguna pregunta. Entonces fue cuando vieron cómo se acercaba un coche de caballos oscuro, con un aire casi blindado. Los soldados más cercarnos se apresuraron a formar a su alrededor y saludar con un gesto militar cuando un hombre anciano, alto y nervudo descendió con elegancia. Vestía también de negro, de la cabeza a los pies.
—
Ese debe ser el juez Frollo—dijo Ryota, mientras observaba cómo el hombre intercambiaba unas palabras con un par de soldados antes de dirigirse hacia las escaleras del Palacio de Justicia—.
Por lo que sé, es uno de los principales responsables de la acusación de brujería contra los gitanos. Habría que tenerlo vigilado.—Señaló, dirigiéndole una mirada de reojo.
Ryota no hizo amago alguno de moverse y el juez entró en el Palacio, cuyas pesadas puertas se cerraron con pesadez tras él. No había forma de entrar por delante, pues la zona estaba vigilada por guardias. Sin embargo, quizás por los lados…
Aunque claro, Gata podría no querer ni acercarse a aquel lugar. Seguro que se metería en líos. Podía continuar de largo por la calle, o intentar regresar por donde había venido. También, ir hacia el centro de la ciudad, a la plaza de Notre Dame.
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SaekoSaeko pudo escuchar varias conversaciones mientras cotilleaba por las tiendas, aunque ninguna le sirvió de mucha ayuda. Al menos no para el tema de los Sincorazón. La gente no los mencionó ni una sola vez. En cambio, parecían muy emocionados por otros temas:
—¡Van a repartir cerveza y vino gratis! ¡Seguro que sabe a meado, pero es gratis!
—¡Van a venir el rey y la princesa!
—¿Quién será el hombre más feo?
—¡Mamáaaa, vamos ya, que luego no podremos ver los títeres!
—Todo va a estar lleno de gitanos, qué asco. Controlad las bolsas, no vayan a desaparecer.
Y más, mucho más. Todo eran datos sueltos, pero una cosa estaba clara: la gente tenía muchas ganas de asistir al Festival, un evento lo suficientemente importante como para que la mismísima familia real acudiera a echar un vistazo.
—
Perdone . —Saeko se acercó a un puesto donde un hombre le dirigió una luminosa sonrisa y se preparó para venderle los mejores bollos de todo París—
, ¿es cierto… lo que dicen sobre los gitanos?El hombre se quedó sorprendido por la pregunta y balanceó un bollito que olía particularmente bien frente a la nariz de la joven.
—¿A qué te refieres, jovencita? Porque dicen muchas cosas. Pero yo que tú no les pediría que me leyeran el futuro.
—
Soy nueva por aquí, y he escuchado cosas terribles sobre ellos.—Oh, bueno, es como con todo. Los hay malos y los hay aceptables. Te ayudan si no te metes con ellos. Pero no te acerques a los chavales porque tienen la mano muy larga y desaparece en seguida lo que llevas encima.
—
No seas idiota—intervino de pronto una mujer fondona, que iba cargada con varias de pan—.
Ella quiere saber lo de los demonios.—Miró a su alrededor, nerviosa y bajó la voz—.
Que me aspen si cuando quemaron a todos esos gitanos no dejaron de haber desapariciones. Aprendieron la lección. Y a ver si no vuelven a recaer.
El hombre resopló y siguió con la mirada a la mujer, que se alejaba bamboleándose sobre sus cortas piernas.
—Niña, puedes pensar lo que quieras. Pero yo sólo te digo que tengas cuidado con la bolsa. No creo que un gitano te vaya a hacer más daño de lo que te puede hacer una persona normal.
Mientras Saeko continuaba con su periplo escuchó una animada música y no muy lejos vio a un grupo en una esquina, rodeados por un pequeño público. Un par de hombres tocaban al son de unas vihuelas y una muchacha bailaba con una cabra correteando en sus piernas, tocando una pandereta.
Vista de cerca, la chica era bastante joven, y muy, muy hermosa. La mayoría de su público eran hombres que reían y silbaban. De vez en cuando ella regalaba un guiño a alguno si le lanzaban una moneda.
Seguía bailando con gracia y una sonrisa de buen humor cuando un agudo silbido atravesó la calle y la música se cortó en seco. Los espectadores se marcharon apresuradamente, sin mirar atrás, y lo mismo hizo el grupo de músicos. Si Saeko se fijaba, dos soldados se aproximaban desde una calle lateral, y, por sus expresiones, no parecían estar de muy buen humor. La cabra se precipitó sobre el sombrero sobre el que la gente había lanzado el dinero pero, al atraparlo entre los dientes, la mitad de las monedas cayeron al suelo.
La joven soltó una exclamación, frenando en seco. Dirigió una mirada hacia sus compañeros, que ya se perdían en la distancia y, después de maldecir, se precipitó sobre el gorro para recuperar las monedas. Pero los soldados casi estaban encima de ella y las piezas estaban demasiado separadas las unas de las otras.
Saeko no debería meterse en problemas y estaba claro que era lo que iba a sucederle a esa muchacha. Quizás fuera el momento de continuar su camino hacia la Plaza…
Una cosita a Soul Eater:
Ten cuidado con los guiones o terminarán bajándote la puntuación final. Cuando abres conversación no debes poner el guión seguido.
Es decir, no deberías ponerlo así: « Lo sorprendente llegó cuando escuché una voz que se dirigía a mí. —Perdona, me llamo Saito ¿y tú eres?—».
Sino así:
«Lo sorprendente llegó cuando escuché una voz que se dirigía a mí.
—Perdona, me llamo Saito ¿y tú eres?».
Fíjate en tus compañeros y no dudes en escribirme si tienes dudas~
Fecha límite: sábado 14 de febrero