—¿Dónde diantres te habías metido?
Eso mismo se preguntaba ella cuando Ronin apareció en el punto de encuentro dos horas más tarde de la acordada durante aquella misión, teniendo que soportar la lluvia de tormenta sobre ellos. Algo descontenta por el comportamiento del pirata por conocer ya sus escapadas a la taberna, la joven alternó la mirada entre él y su maestro, quien tras estar a punto de echar la bronca a su compañero por enésima vez desde que ella había comenzado a compartir su vida con ambos, se detuvo al comprobar las magulladuras de Ronin.
—¡Qué le vamos a hacer! Me entretuve un poco...
Ryota se acercó con cautela. Su aprendiz reconocía que tenía un semblante increíble para mantener la compostura, pero sí que percató que estaba extrañado por el aspecto de Ronin. Éste presentaba heridas, algunas algo profundas, en ambos brazos y en el pecho. Y su ropa estaba parcialmente destrozada. Juntando ambas cosas con barro hasta las orejas y la lluvia cayendo sobre él, cualquiera ya descartaría que hubiera estado de nuevo en una de sus tabernas favoritas cantando en la barra y bebiendo hasta olvidar cómo se llamaba.
—¿Qué es lo que llevas ahí? —interrogó Ryota, observando que algo se movía bajo el regazo de Ronin. La aprendiz no se dio cuenta hasta el momento que su mentor había percibido una cuarta presencia.
La cuarta presencia de un portador.
Pero Ronin retrocedió, no muy seguro de que fuera buena idea que Ryota se acercara.
—Ahora no —inquirió el maestro, serio y cansado—. Es una larga historia. Y sé lo que me vas a decir, pero no... no podía dejarla.
—¿Y has comprobado siquiera si su corazón...?
—Lo has sentido, ¿no? —dijo Ronin, con pocas ganas de discutir— Es muy fuerte, y me hago responsable... uf...
Ronin tosió y Ryota tuvo que adelantarse para echarle una mano y mantenerlo en pie antes de que cayera al suelo. La aprendiz de Ryota, preocupada por su estado, se acercó dubitativa y pidió permiso con la mirada a su maestro para usar sus habilidades curativas. Sin embargo, Ronin la detuvo al instante que notó sus manos, con una vivaracha sonrisa iluminando su deplorable estado:
—No, Nanashi. Esta pequeñaja te necesita más.
Y ella hizo caso, sorprendida cuando Ronin destapó el bulto y le mostró el motivo de su tardanza aquel día.
—Eso es todo lo que he conseguido averiguar.
Diana hizo una reverencia al maestro Ryota, quien descansaba en su trono con un aspecto un tanto débil todavía, aunque aquellos días ya era capaz de mantenerse en pie por sí mismo y volver a liderar Bastión Hueco en la medida de lo posible. A su lado Nanashi se mantenía en pie sin separarse un solo momento. En otro de los tronos descansaba Ariasu jugueteando con su bastón, y Shinju permanecía sentada en el restante acariciando las alas de su querida mascota.
La aprendiz había regresado tras una larga misión de cuatro semanas en aquel mundo encantado que tanto le había fascinado a Nanashi de joven.
Tanto ella como Ryota sabían que muchos de sus cuentos y leyendas eran realmente ciertos.
—Siento que la información sea bastante pobre, pero el castillo ahora mismo está rodeado de sincorazón y es imposible acercarse a una media de quinientos metros desde todos los ángulos, ya sea tierra o aire... y la cantidad va en aumento. Es posible que a este paso la oscuridad se extienda y alcance la aldea más cercana al bosque.
Escuchando el informe de Diana, ambos intercambiaron una mirada, recordando al instante viejos tiempos.
—De acuerdo, Diana. Buen trabajo —dijo Ryota, con una voz que sonaba bastante agradecida por el esfuerzo de sus aprendices—. Puedes retirarte.
Diana se giró, dejando revolotear el aroma de su hechizo a su alrededor. A tres pasos, escuchó la voz de Ariasu a su espalda, y se quedó quieta en el sitio, olvidándose cómo diantres respiraba un mortal:
—¿Nada más, pillina? —preguntó, juguetona, Ariasu— Me extraña tanto que alguien tan experimentada como tú no haya conseguido información más interesante... ¿te encuentras bien, flor de pétalo?
Aunque sonara "preocupada", Ryota detuvo las cuestiones de Ariasu alzando la mano, totalmente seguro de cuales eran sus intenciones.
—Diana ha cumplido con su deber. Puede marcharse —habló Nanashi por él, dejando que Diana abandonara la sala.
En el mismo instante que Diana cerró tras de sí los portones de la sala del trono, aligeró el paso por los pasillos, manteniendo su porte apetitoso entre todos los chicos del castillo e intentando distraerse de aquel incómodo momento jugando con ellos. Pero tras aburrirse con tres o cuatro aprendices que ya nada tenían que obsequiarle salvo falsas promesas de amor eterno, y acordándose de que la atracción sólo le traía problemas, desistió y les dio esquinazo gracias a sus habilidades, llegando al mirador para apoyarse en la barandilla y observar el triste paisaje de su hogar.
Recordó la voz de Ariasu y le recorrió un escalofrío. Sabía que había jugado con fuego aceptando aquella misión. Y ocultando información, traicionando a Bastión Hueco. Pero no podía permitir que nadie más se enterara de ciertos detalles. Algunos, pues, que conocía de una tercera persona.
Y mucho más, cuando a esa persona le debía la vida.
—No vas a ir.
—¡Déjate de chorradas!
Aquella mañana durante el entrenamiento en Tierra de Partida, Ronin y Lyn habían desaparecido por un momento tras un aviso urgente de Mog. Akio siguió, por desgracia, pateando el trasero a los aprendices de ambos, divirtiéndose a costa de ello pero enseñando algunas posturas de bloqueo bastante útiles. Dentro de lo que podría pensarse, se tomaba en serio -al menos un poco- su trabajo como maestro.
Pero cuando los dos maestros restantes llegaron discutiendo a voz alzada de Lyn, Akio dejó de lado sus deberes y se acercó a ambos. Se cruzó de brazos frente a ellos, esperando que le dieran una explicación para que Lyn se comportara así en público sin ademán de ser cautelosa con un aviso de Mog.
Los aprendices que estuvieran más atentos verían que Akio asentía a Ronin, pero que Lyn erizaba sus orejas y gritaba de nuevo que iba a ir, a saber dónde, le gustara o no al maestro de maestros.
Y si se acercaban un poco más, atreviéndose a preguntar por lo que sucedía, escucharían a Akio decir:
—Iré con ella —al darse cuenta de que los aprendices estaban demasiado cerca, enarcó una ceja y sonrió de forma siniestra—. ¿Acaso no os han dicho que espiar a vuestros superiores merece un castigo?
Sin embargo, Ronin le restó importancia al instante:
—No me extraña nada que estén preocupados si estamos armando tanto jaleo a primera hora de la mañana —dijo, intentando sacar una sonrisa a los aprendices. Sin embargo, la sonrisa duró poco—. La Federación nos ha mandado un mensaje de máxima urgencia. Al parecer, ha habido un aumento considerable de sincorazón las últimas semanas en un mundo en particular. La localización de estos era por lo pronto en una zona concreta y sólo afectaba a comerciantes que atravesaban un bosque desde su hogar hasta el siguiente destino, sobre todo en época de ferias. Pero... —Ronin se detuvo, observando a Lyn. Ésta giró la cabeza, con un humor de perros... literal. El maestro suspiró, rascándose la nuca— Ha aparecido un brote muy peligroso en las profundidades de ese bosque y están comenzando a atacar zonas cercanas a una aldea, con muchos inocentes... yo tengo que ir a la Federación para informarme, porque al parecer hay nuevas razas de sincorazón registradas en sus bases de datos. Me gustaría ir en persona dado que Kazuki está fuera, o quizás incluso mandar a Lyn a la Feder...
—Ni en broma esperes que vas a usar una excusa tan débil para alejarme de esta misión, Ronin —gruñó Lyn, echando humo por las orejas.
—Mira que eres terca —Ronin soltó un comentario fraternal lleno de enfado y preocupación a partes iguales. Pero se detuvo a medio camino, no queriendo discutir más—. Lyn y Akio irán a la aldea a protegerla de los ataques venideros... sólo eso, queda terminantemente prohibido atravesar las profundidades del bosque sin permiso, siendo aprendiz o maestro —recalcó, mirando al resto de mentores. Lyn se revolvió, pero Akio, sorprendentemente, asintió con seriedad—. Yo procuraré estar allí lo más pronto posible. Cuando nos reunamos intentaremos averiguar qué es lo que sucede. Lyn, Akio, proceded a escoger a vuestros aprendices. No demasiados, tampoco quiero que se llame mucho la atención con la guerra de por medio.
Aquello último lo dijo con un deje de tristeza y frustración, pero hizo todo lo posible por no mostrarlo a los aprendices... puede que sin éxito.
—De acuerdo, ¡Fátima! —llamó a la aprendiz, pero con un vozarrón tan fuerte y lleno de ira contenida dentro de ella que la pobre no pudo evitar asustarse o pegar al menos un respingo— Kairi, tú también... y Jeanne, os venís conmigo.
—¡Eh, eh, eh, para el carro! —la detuvo Akio, furioso— ¿Tres aprendices? ¿Qué hay de mi valeroso ejército? ¡Neru, hora de mover el culo y demostrar lo que vale la doctrina de vuestro Rey!
Lyn refunfuñó, quizás molesta porque Akio la acompañara y se llevara un aprendiz suyo. Ronin observó el percal, con su único ojo visible puesto sobre la joven híbrida. Algo no iba bien.
En el último instante de partir, éste se acercó a Fátima. Posó una mano sobre su hombro y, a su espalda, le susurró al oído:
—Tengo una misión para ti, Fátima, porque conoces ese mundo y a Lyn. No la pierdas de vista. Y, por favor, no dejes que vaya al bosque hasta que yo regrese. Si es necesario cuenta con la ayuda de tus compañeros.
Tras aquella petición, el maestro de maestros se alejó, no sin antes tirar de una oreja a Lyn y sonreír con la mirada.
Aquella mañana, tanto Saito como Diana fueron requeridos en la sala del trono. Ryota y Nanashi no estaban presentes, pero sí Ariasu y Shinju.
—Siento que sólo hayan pasado unos días desde que volviste de misión, Diana, pero requerimos de tu experiencia en el terreno para investigar lo que está sucediendo en el mundo del que regresaste —Ariasu pidió disculpas a la joven, aunque sí con cierto deje de picardía y travesura—. ¿No estarás muy cansada, verdad...?
—No, maestra —respondió Diana con sequedad—. Me encuentro perfectamente. Han sido días suficientes para recuperarme.
—¡Perfecto, entonces! —Ariasu saltó del asiento, jugando con su vara para lanzarlo al aire y cogerlo al vuelo, acercándose entonces a Saito— Bien, veamos lo que nos da Ryota... ¿Saito, verdad? Parece que nuestro líder tiene altas expectativas contigo cuando nos ha recomendado tu ayuda para esta misión. A ver que te eche un vistazo, ¡oh sí, ya te recuerdo! —la maestra alzó la barbilla de Saito con su arma— Estabas aquel día con la pequeña Saeko en la demostración. Sí, sí, bien... Ryota por fin hace una buena elección, ¡espero que no me defraudes!
—¿De verdad es necesario que siendo dos maestras tengamos que cargar con ellos? —preguntó Shinju, molesta.
—Te equivocas, Shinju —Ariasu se giró hacia ella, señalándola con su vara—. Precisamente ser maestra requiere doctrina a tus aprendices. Son los gajes del oficio, acostúmbrate a ello.
Ariasu rió con la actitud de Shinju, la de una adorable muñeca de porcelana berreando por tener que cargar con algo innecesario durante sus horas de diversión fuera del castillo.
—Espero que al menos nos seáis de utilidad y cumpláis nuestras órdenes.
—¿Por qué no habrían de cumplirlas, Shinju? —preguntó Ariasu, mirando de refilón a Diana.
Shinju también la observó de forma aún más descarada y, con voz cantarina, respondió:
—Quién sabe, Ariasu. Quién sabe.
El bando de Tierra de Partida aterrizó en el mismo sitio donde Fátima lo hizo meses atrás, cerca de la aldea y de la casa de dónde había salido la muchacha de prendas celestes aquella vez. Lyn, antes que nada y tras prescindir de la armadura, se echó una capa y ocultó su aspecto bajo la misma, incluidas sus orejas de animal.
Las órdenes eran claras. Al parecer primero debían explorar el terreno y procurar si los aldeanos se encontraban a salvo, o si ya era demasiado tarde y los sincorazón ya habían llegado para arrebatarles la vida. Lyn había sacado un mapa de la zona y había tres zonas a elegir:
—Nos dividiremos para comprobar el estado de la aldea y el movimiento del enemigo —Akio fue a decir algo, pero ésta le detuvo mostrando sus colmillos. El pequeño maestro no se asustó, pero sí desistió en decir algo—. Por aquí se encuentra la zona comercial, donde la mayoría de los aldeanos intercambian palabras tanto para los cotilleos como para lo más importante que le sucede a su gente. Es un buen sitio para comenzar a recopilar información, y además comprobar que se encuentran todos a salvo y no hay sincorazón en la aldea, ya que es este punto donde se reune más gente... otra zona a destacar es ésta, la favorita de Ronin —Lyn pareció sonreír por un momento, pero corrigió enseguida el recordar aquel detalle que no servía de nada—, la taberna. Y la otra zona a señalar serían los alrededores de la aldea, entre ésta y el bosque —Lyn y Akio intercambiaron miradas por unos segundos bastante tensos—. Me quedaré yo por la zona, te guste o no.
—¿Sabes que no me fío de tu palabra, verdad? Para algo me ha mandado Ronin contigo, chucho. Para no perderte la vista de encima y ponerte la correa y atarte a un árbol si es necesario.
—Ahora mismo te degollaría, pero no hay tiempo para discutir. Esta gente nos necesita y no soy tan estúpida como para...
—¿Para... qué? —Lyn se detuvo, cavando su propio agujero. Akio había dado en el clavo— ¿Ves? Tienes intenciones. Y no pienso permitir que tus caprichos interrumpan la misión o que, peor aún, la jodan, ¿ha quedado claro?
—¡A mí no me hables así, niñato! —la maestra estalló, para sorpresa de todos los presentes— ¿¡O es que acaso tú tampoco te permites esa clase de caprichos cuando te viene en gana!?
—¿¡Niñato!? ¡¡Yo pienso con más sentido común que tú, chucho pulgoso!!
—¡¡Akio...!!
Y la discusión prosiguió durante unos minutos. Eternos, inaguantables. Si los aprendices no se daban prisa por hacer algo y detener la discusión de sus mentores, quizás fuera demasiado tarde para los habitantes de aquella aldea. Y además, ya algunos aldeanos que pasaban por el camino estaban observando con descaro el panorama. Estaban llamando la atención.
—Je, tal y como Ryota suponía. Lyn está entre ellos.
Saito podría observar en aquella alta colina al bando contrario armando jaleo. Al parecer, el bando de Bastión Hueco se mostraba bastante más sigiloso a la hora de no llamar la atención en mundos ajenos.
—Qué divertido, ¿verdad, Diana? —comentó Shinju, observando la expresión de la semi diosa— Cuántos recuerdos debe traerte de Tierra de Partida...
—Shinju, ahora no es el momento —sonrió Ariasu a ambas—. Ya habéis escuchado su plan. Tienen pensado dividirse, y por lo que se ve, la maestra Lyn se quedará en los alrededores y Akio irá a la aldea. Pero nuestra misión no es proteger a los aldeanos. Es ir más allá de lo que nuestros ojos ven, algo que esta panda de pacotilla no hace por estar demasiado ciegos con su dictadura de la luz cargando sobre ellos. Pobres... no saben lo que se pierden.
Ariasu se acercó a Saito y a Diana, esperando su decisión.
—Aunque si queréis echar una mano a esa pobre gente contra los sincorazón, no os podría detener. Son palabras de Ryota —Ariasu resopló de forma teatral—. Así que, decidme. ¿Os apetece venir conmigo a pasarlo bien y descubrir qué pasa en el bosque? ¿O preferís quedaros?
—Tú ya sabes que tengo asuntos pendientes. Órdenes de Nanashi.
—Lo sé, muñequita, y espero que las cumplas a la perfección.
Shinju se alejó, caminando con gracia hacia la aldea. No esperaría a nadie. Sin embargo, Saito podía seguirla si quería.
—Iré con usted, maestra.
Diana ya había tomado su decisión. Ariasu sonrió, complaciente.
—¿Y tú, Saito? ¿Qué me dices?
Fecha límite: miércoles 1 de julio a las 23:59