Light Hikari se decantó por utilizar el Nexo-D que tenía con su amiga Nadhia. El símbolo de su cuerpo brilló y, apuntando con sus manos al niño vestido de oso, musitó un hechizo en cuestión:
—Cura.
Todos los niños contemplaron con asombro los poderes de Light. No dijeron nada, esperando que la magia de color verdoso surtiese efecto y curase a su amigo. A los pocos segundos Osezno paró de temblar, los espasmos cesaron y se relajó un poco sobre la cama. Pese a todo la herida seguía teniendo muy mala pinta y la fiebre se mantenía alta.
—Parece que ha mejorado un poco —comentó Peter, apreciando los efectos del hechizo—. Muchas gracias, Light.
No obstante Osezno seguía mal, no le podían dejar así. Por tanto Light se ofreció a cargar con él y regresar al campamento. Rebecca le atendería en ese caso. Los Niños Perdidos estuvieron de acuerdo con el aprendiz y regresaron sobre sus pasos. Todos atravesaron la estrecha entrada hasta regresar a la superficie, donde andaba Conejo manipulando la trampa de las cuerdas que había capturado a Light nada más entrar.
—Campanilla. —ordenó.
La pequeña hada revoloteó con fuerza alrededor de Light, y sintió que un viejo poder ya conocido regresaba a él. No le hizo falta volver a creer en que podía volar, pues ya en su día lo consiguió. Y ahora... era capaz de moverse a voluntad por Nunca Jamás.
En cuanto Light se elevó por el aire los Niños Perdidos se despidieron de él, muy ilusionados. Lo tomaban como una mezcla entre héroe y salvador.
—¡En marcha, no hay tiempo que perder, te sigo!
Light cargó con un Osezno malherido a sus espaldas y salió despedido hacia las alturas, seguido por el líder de los Niños Perdidos. Desde esa posición pudo presenciar la enorme isla que era Nunca Jamás, al sur estaba la costa, con el barco de Garfio asomando entre el verdor de la selva, al norte unas enormes montañas que parecían sacadas de un cuento, y las cuales tampoco se habían molestado en explorar nunca. Y al oeste el terreno se volvía más montañoso, donde se encontraba, según el mapa, el campamento Indio. El cielo se empezaba a oscurecer. Parecía mentira que fuese horas atrás cuando el sol pegaba en lo alto, tras los árboles.
Peter Pan, Campanilla, Light y Osezno tuvieron claro el rumbo a seguir: el campamento de la Orden de Caballeros.
Freya se incorporó, agotada y herida. La pequeña niña se mantuvo en su sitio con el cuerpo parcialmente cubierto por los arbustos y las plantas. No parecía muy dispuesta a entablar relaciones con Freya así de buenas, pero tampoco había escapado, y la aprendiz abatió al terrible sincorazón con magia. Sentía mucha curiosidad, porque era la primera persona que veía capaz de eso.
—Espera... No tengo intención de hacerte daño —argumentó la aprendiz. La niña ignoró su advertencia y se puso tensa al verla ponerse en pie. Luego frunció el ceño—. Nos hemos visto antes, ¿verdad? Cuando ha aparecido el monstruo ese. He perdido a mi compañero, y ahora estoy sola.
Freya hizo amago de acercarse, pero nada más dar un paso adelante la extraña retrocedió, alarmada. Por tanto ambas decidieron permanecer quietas en su sitio.
—Solo estaba buscando provisiones, y he acabado aquí por casualidad. Es un sitio muy bonito, ¿sabes? Nunca había estado en un lugar parecido. Por cierto, soy Freya, ¿y tú?
Ella, no obstante, no respondió. Se mantuvo atenta en la mirada de Freya como había hecho desde el principio.
»¿P-Por qué es peligroso este sitio? ¿Y qué es esa puerta?
El silencio se apoderó del claro. Freya sintió que la niña seguía pensativa, casi como intentando entender lo que ella misma le acababa de decir, pero más tarde decidió salir un poco de la hierba y acercarse a ella. Miró a su alrededor, casi aterrada, y volvió a mirar a la aprendiz.
—Nana —comentó. ¿Se trataba de su nombre acaso?—. Tú ser Freya. Yo ser Nana —aclaró, después vaciló un poco, nerviosa por algo que Freya no podía captar—. Vosotros ser extranjeros, tener que marcharos. Si vosotros no marchar, los monstruos negros alcanzar el Corazón.
La nombrada Nana retrocedió entonces un paso, y Freya lo pudo ver bien: tenía colgado un collar muy bonito con plumas y algunos huesos, pero sobre todo destacaba por el objeto del centro: una pluma de oro macizo, idéntica a la puerta que tenía detrás suya. Al percatarse de que Freya le había pegado el ojo retrocedió todavía más, protegiendo el colgante con su cuerpo.
»Adultos estar muy enfadados con extranjeros. Los espíritus lo dijeron. Dijeron que los monstruos negros se comerían el Corazón por culpa de extranjeros. Yo no volver a advertiros.
Y sin decir nada más Nana salió corriendo y se perdió entre la selva. Dadas sus ropas, si Freya optaba por seguirla, comprendería que le iba a resultar imposible darle caza a la niña. Pero a cambio había conseguido información muy útil: los sincorazón buscaban el Corazón, y era culpa de los Caballeros que ahora estuviesen en esa situación. Aunque nada de eso se correspondía con la versión que tenía ella de la misión, pues según los maestros los seres de oscuridad salieron de la nada la noche anterior. ¿Acaso estaban mintiendo los maestros, o había algo más que no alcanzaba a comprender en la historia de la niña? Niña que estaba relacionada con el misterioso portón dorado, sin duda. ¿Y qué eran esos espíritus exactamente?
Misterios y misterios, uno detrás de otro. No iba a ser una misión sencilla y Nunca Jamás peligraba más que nunca. Ryota tenía razón: lo más probable es que se volviese a repetir la situación del Castillo del Olvido. Debían andar con pies de plomo.
Y nada más había que hacer allí. Freya, sola, muerta de frío y herida, regresó con la provisiones durante todo el camino hasta el campamento. Más de un sincorazón le salió al paso, pero con dificultad logró derrotarlos, o evadirlos. Ya anochecía, para cuando alcanzó el punto acordado.
—De acuerdo, pero... ¿Adónde vais con todo eso? ¿Es que acaso ya sabéis cuál es exactamente la fuente de la oscuridad?
—Creemos que sí
Tanto Fran como Nono salieron del Strahl, seguidos por Maya y su grupo. Luego, con un botón, la nave se volvió invisible y partieron hacia el campamento. Según el mapa de Maya no era difícil localizarlo. Durante el camino encontraron algunos sincorazón piratas, tanto armados con sables como voladores. La viera y la niña fueron capaces de despacharlos sin mayores dificultades. Ascendieron a través de diversos caminos rocosos, plagados de traicioneras raíces y peligrosos barrancos.
—Existe un lugar en esta isla muy especial. Una antigua entrada de oro escondida en lo más remoto de la selva. La oscuridad está muy concentrada en ese punto, tanto que acercarse te puede costar la vida.
—Dicen que en ese lugar está el Corazón del mundo, kupó. Aunque nadie lo sabe con certeza, kupó. Es imposible abrir ese portón.
El Corazón del mundo... un lugar remoto, dorado y sagrado, perdido en lo más profundo de la isla. Sonaba a leyenda, si no fuese porque los sentidos de Fran indicaban que ahora estaba plagado de oscuridad y sincorazón. Fuera como fuese, el día terminó pasando y cuando alcanzaron el campamento, ya había caído la noche.
―Sí. ¿Tienes cartas por ahí para pasar el rato?
Balthier por suerte sí que tenía una baraja de cartas encima. Hana y él pasaron el rato jugando, con algunas victorias por parte de la sirena, y otras por parte del pirata del aire, que en más de una ocasión pareció dejar ganar a Hana. Media hora después tocaron en la puerta y tanto John como Michael Darling pasaron adentro.
Todo el mundo se acomodó y empezó la conversación.
―Me sorprendió mucho veros por Londres. Creía que vivíais en Nunca Jamás. ¿Qué ocurrió? ¿No erais felices allí?
Las preguntaron pillaron por sorpresa a John, el mayor. Michael, entretanto, se pasó el rato observando la decoración de la estancia.
—Tenía entendido que mi hermana te lo había comunicado. Hablamos sobre todo después de llegar a casa —relató, ajustando el sombrero, dando a entender que ya conocía a Hana y su historia con Wendy—. Pienso lo mismo que ella por ese entonces. Llevábamos años en Nunca Jamás, fue terrible lo que le hicimos a nuestros padres, escapando de casa con Peter Pan aquella noche de luna llena.
Poco más pudo ofrecer el pequeño a Hana respecto a ese asunto tan personal, así que ella optó por continuar con la siguiente cuestión.
―Por cierto, ¿dónde está vuestra hermana? Vengo muy poco por aquí y me hubiese gustado saludarla.
—Lo desconozco. Lleva todo el día desaparecida. Se supone que quedó muy temprano para ver a unos amigos, aunque esa es la excusa que le dice a papá y a mamá.
Entonces, toda esa historia que escuchó Hana sobre Wendy era una mentira elaborada por los tres hermanos. ¿Pero y sus razones? No tardaron de igual modo en salir a la luz, con la siguiente pregunta de la aprendiz.
―¿Conocéis a los demonios negros? Ya sabéis, esas criaturas que aparecieron en el barco de Garfio. Han estado por aquí, por Londres, hasta hace muy poco, cuando desaparecieron de golpe. ¿Sabéis algo al respecto?
—Demonios negros, así se hacen llamar en la ciudad, pero en Nunca Jamás eran los Niños Malos. Pensábamos que solo vivían allí, ¡imagina nuestra sorpresa al descubrir que también estaban aquí! De hecho, Wendy y yo los perseguimos de vez en cuando, nos turnamos —argumentó. Entonces la razón por la que Wendy andaba desaparecida ese día era esa, que estaba persiguiendo a los sincorazón por libre. Luego John torció el gesto, cargado de preocupación—. Pero me preocupa. Hoy no ha vuelto.
—Por muy buenas intenciones que tengáis al haber vuelto a casa —intervino Balthier, que no perdió detalle de nada—, perseguir a esos monstruos sin el consentimiento de vuestros padres os deja en la misma situación.
—Ya... pero queríamos saber qué hacían aquí. Por qué están en todas partes. Y precisamente queríamos averiguar eso, teníamos miedo de que se hubiesen marchado a Nunca Jamás, o algo... —desvió la mirada, herido por la culpa de haber aprobado aquel plan para salir a escondidas.
Michael acarició un hombro de John, también triste.
― Parece que había uno especialmente feroz en el Big Ben, de hecho. ¿Escuchasteis hablar de él?
Tanto John como Michael negaron con la cabeza. No tenían ni la más remota idea de qué era ese sincorazón tan temible.
»Sinceramente, os pedí que vinierais porque algunas de esas criaturas están apareciendo por Nunca Jamás —las palabras de Hana pusieron a los dos hermanos en alerta, casi aterrados por lo que escuchaban—. Nada serio, ya las había antes, como sabéis. Sin embargo, no entiendo qué les atraía de Londres para tener tanta presencia aquí, ni por qué viajan desde este punto a Nunca Jamás.
Balthier suspiró, amargado por la de vueltas que le estaba dando Hana a toda esa información.
—No creo que unos niños sepan eso. Pero eh, vosotros no os preocupéis. Yo mismo me encargaré de que vuestra hermanita aparezca sana y salva, ¿vale? Seré un pirata del aire, pero también soy un caballero, y abandonar niñas a su suerte no es algo que mi conciencia pudiese soportar.
La conversación acabó allí. Habían sacado algunas conclusiones, pese a todo. Wendy y John se habían estado turnando esos meses para fugarse de su casa a escondidas y perseguir a los "Niños malos", intentando averiguar por qué estaban en todas partes. Pero Wendy andaba desaparecida, y lo más probable es que no volviese a aparecer. Al fin y al cabo era lo normal, los sincorazón arrebataban corazones a todo lo que se movía, y tarde o temprano tenía que pasar. Luego entró Shinju, cabreada, y Hana tuvo que controlar y calmar la situación como bien pudo.
―Siento haberte causado problemas, Maestra Shinju.
―¿Problemas? ¿PROBLEMAS? ¿Tú has visto a Lolo, lo cansado que está?
―Les he invitado porque han sido útiles. Los tres han estado ya en Nunca Jamás y me han permitido saber varias cosas de lo que ha ocurrido aquí y allí durante los últimos días. Te informaré de todo, lo juro. Pero si lo que dices sobre Neru es cierto, deberíamos salir a buscarlo.
Shinju suspiró. Sí, claro, era maestra y ya había estado a punto de matar a cuatro aprendices en otra misión de hacía unos meses. Otro remedio no le quedaba, así que se tragó su orgullo y sus ganas de echarse en la cama para darle el visto bueno a Hana.
―¿Podéis quedaros a esperar, por si aparece nuestro compañero? Se llama Neru. Si aún estáis preocupados por vuestra hermana, usad el teléfono para corroborar que haya llegado a casa
—Claro, sería un honor. Pero esperad, esperad —John les llamó la atención a los tres, buscando algo en sus miradas—. ¿Cómo habéis venido desde Nunca Jamás? ¿Sabíais sobre la ruta de las estrellas?
—No. —respondió Shinju con bordería y hastío por igual.
—Em... Es la ruta que usaba Peter para ir y venir desde Nunca Jamás, de hecho, creo que es la única que hay. Los cuentos relatan sobre el paraje de Nunca Jamás como una isla recóndita, de ensueño, escondida más allá de las nubes. Para alcanzarla es necesario "volar hasta lo más alto del cielo y girar desde la segunda estrella a la derecha, volando hasta el amanecer". Quizá... quizá es el camino que usan los Niños malos para viajar.
Shinju alzó una ceja y miró de reojo a Hana, no muy convencida de aquello, pero era mejor que nada. Balthier decidió acompañar a las chicas, y los hermanos quedaron en la habitación, a la espera de que el nombrado Neru apareciese por la puerta para explicar la situación.
Las calles eran oscuras, las farolas iluminaban lo poco que podían y las últimas personas que salían de sus trabajos marchaban acelaradas hacia sus hogares. El barrio pobre, esa fue la última localización del joven Neru.
―Shinju, ¿Lolo podría buscar a Neru desde el aire? Seguramente podrá ver mejor que nosotros
Shinju le dedicó una mirada envenada a la aprendiz.
—Lolo ya ha trabajado suficiente por hoy. —respondió, cortante.
Pero pese a todo, al cabo de un rato se terminó resignando y alzó su brazo. El loro blanco ganó altura y desapareció en la distancia. Por el camino Hana comunicó sobre todo lo aprendido a la maestra, que escuchó entre resoplidos todas y cada una de sus palabras. En cuanto terminó, asintió con la cabeza.
—Gracias, eso hace las cosas más fáciles. Cuando encontremos al Neru ese nos volvemos a Nunca Jamás, aquí ya no hay nada que ver. Ni siquiera aparecen sincorazón por la calle.
Después de una buena caminata alcanzaron una enorme plaza, decorada con bancos y diversos jardines repartidos a lo largo de su extensión. Un bar con la silueta de un gato negro que movía la cola, sobre un letrero que rezaba "Black Cat", se encontraba cerrado en ese instante. Otras rutas de la plaza llevaban a unos callejones, y al puerto, donde se divisaban algunas embarcaciones cargadas de redes y olor a marisco.
—Pues no hay nadie por aquí. Ni niñas en peligro, ni Caballeros desaparecidos.
Unos pasos sonaron a espaldas del grupo, se trataba de un hombre adulto, un pescador que regresaba del puerto y se dirigía al centro de la ciudad. Apestaba a tripas de pescado, eso sí.
—¿Buscáis una niña? Me temo que perdéis el tiempo. Los periódicos dicen que los demonios se han marchado, pero yo creo que es todo una mentira. Esta mañana dos de ellos asesinaron a una niña y a otro chico de pelo negro en esta plaza. Mirad —Y señaló un rastro de sangre ya seco en el centro de la plaza—. Lo siento por sus padres, de verdad, pero no se le puede hacer nada. Han sido unas víctimas más de esta locura. Y yo me voy ya, antes de que pase algo peor. Vosotros deberíais iros a casa también.
El hombre se alejó sin decir nada más, parecía que valoraba mucho más su vida que otra cosa.
—¿Cómo que está muerto? ¿Por qué me tiene que pasar esto a mí? —después señaló a Hana, acusadora—. ¡La culpa es vuestra! En Tierra de Partida no os enseñan nada, sois unos debiluchos.
—Y esa niña también parece estar muerta. Pero algo me huele mal aquí, y no es el olor de los barcos. ¿Vosotras qué pensáis hacer? —preguntó, mientras Lolo aterrizaba de nuevo en el hombro de la maestra.
—Estoy harta... Me vuelvo al hotel, ya mañana por la mañana me reuniré con esa aburrida de Rebecca. Tú haz lo que te dé la gana, pero intenta no morirte. Creo que no pido demasiado.
Shinju estaba vencida, derrotada, agotada. No le quedaban fuerzas. Sin esperar a nadie dio media vuelta y se alejó por el camino desde el que habían venido, directa al hotel. Dependía de Hana decidir qué hacer ahora, que sabía que Neru, su compañero de misión, estaba muerto. Y Wendy también. ¿Cómo iban a reaccionar sus hermanos, y sus padres? ¿Y qué era aquel camino de las estrellas del que había hablado John?
—Recuerda que todavía puedes contar conmigo, para algo soy el protagonista.
Si regresaba al hotel tras Shinju se encontraría con los padres de Wendy, más le valía tener una buena excusa preparada.
El silencio se apoderó de la cueva por unos instantes cargados de tensión. Y Neru tuvo muy claro lo que hacer.
—Ni hablar, "Seymour". —le enfrentó, sin vacilación alguna—. Pero... Yo te propongo otra cosa: Esta chica no tiene nada que ver con los que vosotros estéis tramando... o Mateus Palamecia.
El gesto de Gabranth se tensó al escuchar el nombre del Emperador, aunque no dijo nada. Ni él ni Seymour. Ambos aguardaron a lo que el aprendiz tuviese que decir.
>>En definitiva, mi propuesta es la siguiente: Soltadla y llevadla a salvo a su hogar... Y yo me quedaré aquí, asumiendo todos los daños que eso pueda suponer. Incluso si eso es mi muerte. Es mi mejor oferta, y me atrevería a decir que la más honorable también.
—Está bien, Caballero de la Luz —accedió de inmediato, para sorpresa o no de los presentes—. Gabranth, por favor, ¿haces los honores? Lleva a nuestra invitada al lugar acordado.
El caballero rubio dudó por unos instantes, buscando algo en la mirada de Seymour, pero no dijo nada tampoco. Se adelantó, con el repiqueteo de su armadura resonando en la cueva, superó el primer cadáver que encontró en el camino y se acercó a Wendy. Neru se apartó, por supuesto, pues formaba parte del trato que la llevaran de vuelta a su hogar a cambio de quedarse él allí.
La niña no ofreció resistencia, pero por los ojos llorosos Neru notó que estaba aterrada. Parecía suplicarle algo con la mirada, como si quisiese que la salvara de verdad. El Juez sujetó a Wendy por su hombro y la llevó hasta la salida, donde terminó desapareciendo por un oscuro pasillo de roca, iluminado a duras penas por lo que parecían ser antorchas clavadas en las paredes.
—Es admirable la determinación de los Caballeros, sin duda. —elogió así al aprendiz.
Seymour le tapó la boca a Neru de nuevo, que quedó atado de pies a cabeza en el suelo, incapaz de ponerse en pie por sí solo, y se dirigió a la salida. Miró al aprendiz con intriga y después cerró la celda con llave. Se quedó solo, amordazado, incapaz de moverse y muerto de frío en mitad de la noche. ¿Qué habría sido de sus compañeros?, ¿habían abandonado Nunca Jamás, estaban a salvo...?
Un peligroso trueno resonó a través de los cortos y gruesos barrotes que dejaban ver el mar tormentoso y las olas, al fondo de la cueva, en el extremo opuesto a la puerta. Quizá pasaron horas, o puede que minutos, Neru no lo supo con certeza, pero para su suerte no volvió a escuchar a Seymour por allí cerca, ni a Gabranth, ni a Wendy. Si era cierto que la habían devuelto a su hogar, ¿por qué seguir manteniendo su promesa? Lo importante era escapar de allí e informar a sus compañeros, ¿no?
Fuera como fuese, uno de los cadáveres llevaba en su chaleco, asomando, un viejo mapa de Nunca Jamás. Pudo imaginar que se encontraba ahora allí y no en Londres. Podía registrar los dos cadáveres si así lo deseaba, quizá tuviesen algo útil encima. También estaban las dos estanterías decoradas con viejos libros, carcomidas por la humedad y la sal, quizá y solo quizá hubiese algo interesante por ahí.
Neru era perfectamente capaz de invocar la Llave Espada. De no ser por las cuerdas que le amordazaban no tendría ningún problema para abrir la puerta, apuntando a su vieja y oxidada cerradura. Pero en aquel estado apenas podía ponerse en pie siquiera, mucho menos maniobrar con su arma.
Una enorme ola entonces alcanzó el pequeño hueco con barrotes que hacía a modo de ventana, en la pared de roca, y una gran cantidad de agua helada entró dentro de la celda, empapando al aprendiz. Después, en un rincón oscuro, surgieron los ojos amarillos de un gigantesco sincorazón:
Tenía que hacer algo al respecto, ¿no? Más le valía darse prisa.
Jeanne explicó lo que le había sucedido con Seymour... a medias. Se encontró a un hombre de cabellos azules, fantasmal, que la intentó atacar. Rebecca frunció el ceño, a decir verdad, no le sonaba nadie con esas características, y mira que ella solía enterarse de todo, pero no fue el caso. Rebecca le explicó que quizá fuese el responsable de invocar sincorazón en el campamento mientras ella iba a recoger leña. Pero lo importante es que estaba a salvo.
Pasaron un par de horas juntas en el campamento, sin mucho más que decir o comentar. Encendieron una fogata con la leña dentro del círculo de piedras, alrededor del cual permanecieron sentadas. En cierto momento la maestra Rebecca sostuvo su propio amuleto, cerró los ojos y se concentró. Después volvió a la normalidad. Jeanne pudo imaginar que alguno de sus compañeros se había comunicado con ella mediante ese método.
Más tarde que temprano unas figuras aparecieron desde los cielos, sobre los árboles. Se trataba de Light, que cargaba sobre sus hombros a un niño malherido y de aspecto fatigado con una fea herida en el estómago. Iba seguido por Peter Pan y Campanilla: todos rodeados por un polvo dorado mágico que la aprendiz ya conocía bien.
—Light... ¿Puedo ayudar? Déjame ver.
Rebecca salió apurada hacia Osezno nada más verlo, escuchó lo que el aprendiz tuviese que decir y lo examinó con cuidado. Campanilla por su parte se acercó a Jeanne, la miró con el ceño fruncido y los mofletes hinchados, de mal humor. Al final se decidió y empezó a revolotear a su alrededor, otorgándole a Jeanne una capacidad que antaño la había ayudado mucho en su misión. Sí, era capaz de volar, de creer en las hadas: en los milagros.
—¿Quién es esta, Light? Sí, necesitamos toda la ayuda posible.
—¿Desde cuándo... lleva en este estado?
—Desde anoche, aunque Light ya nos ayudó un poco. ¿No es así?
Rebecca observó con preocupación al aprendiz, más por el hecho de que hubiese empleado magia delante de los nativos de la isla que por otra cosa. Pero había sido por una causa justa y justificada: se trataba de un niño que bien podía haber sido herido por los sincorazón. No le puso mayor importancia y terminó por asentir con la cabeza.
—Está bien... Lo llevaré a una tienda de campaña, allí lo trataré. Esperad aquí, por favor.
La maestra cargó con un Osezno inconsciente hasta el interior de una de las tiendas de campaña. Light se pudo reunir con Jeanne, y ella con Peter y Campanilla. Se sentaron junto al fuego, o permanecieron de pie, lo que más les gustara. Lo importante es que al cabo de un rato apareció Freya desde el interior de la jungla. Llevaba provisiones y comida encima, pero estaba muy, muy herida y sucia. Campanilla no tardó en revolotear hasta ella, contenta por volver a encontrarse con la misma que la había liberado de las garras de Garfio.
—Vaya, esto me trae muchos recuerdos. Volvemos a estar todos juntos —comentó un Peter sonriente al verse rodeado de las mismas personas que encontró aquel día, cuando lucharon contra Garfio—. Espero que esta vez no tengamos que darle una lección a ese bacalao otra vez.
Campanilla recubrió a Freya con su polvo dorado y al instante lo percibió: sintió y recordó una capacidad que ya creía olvidada, era capaz de volar a voluntad de nuevo.
Más tarde llegó Maya, acompañada de Ukki, el Ente de Agua de rebecca y dos nuevos invitados que podían o no conocer: Fran y Nono, los piratas del aire.
—Demasiada gente para ser un campamento de Caballeros.
—¡Pero si tú eres la aventurera de la última vez, kupó! —exclamó Nono, acercándose a Jeanne. Se alegró por ver que estaba bien y a salvo.
Campanilla se acercó a Maya entonces, pero no la reconoció, a ella no. De igual modo recubrió a la niña con su polvo dorado. No sintió nada nuevo, y puede que ganase algún que otro estornudo. Sus compañeros eran libres de explicarle o no los efectos del polvo de hadas, y allí cerca tenían un enorme risco de cientos de metros de altura con el que probar su fe. Pero nada era certero en esta vida.
—Bueno, ¿y por qué no comemos algo?
Los aprendices estaban muertos de hambre, cansados y sedientos. Freya y Maya repartieron las provisiones que recogieron a lo largo del día en la selva, y todos se sentaron junto a la hoguera, excepto Fran, que permaneció un poco apartada del núcleo principal. Peter le preguntó a Nono qué era exactamente, a lo que el Moguri respondió enfadado que no era ningún "bicho con pulgas", y Campanilla se mantuvo cerca de Light por alguna razón. Al cabo de unos minutos la maestra surgió de la tienda de campaña, sonriente y tranquila. Peter la observó expectante.
—Está bien, no te preocupes. Se recuperará... —después miró a todos los invitados, y al resto de aprendices. Alzó la mano en dirección al Ente de Agua, que se transformó en líquido y regreso a la palma de su mano—. Veo... veo que habéis cumplido con vuestro cometido. Muy bien hecho. Oh...
Rebecca se fijó entonces en el estado de Freya, y se acercó a socorrerla. Le aplicó un hechizo curativo de alto nivel que la ayudó a recuperar fuerzas. Luego se sentó, junto a los demás, alrededor del fuego. Pasaron los minutos, y todos pudieron comer y reponer fuerzas. Peter, entretanto, acudió a visitar a Osezno.
—B-bueno... necesitamos reunir toda la información que hayamos podido recoger. Contadme, ¿cómo os ha ido?
La maestra Rebecca aguardó a las respuestas de los aprendices. Eran libres de decir lo que les diera la gana, de exponer sus propias teorías o involucrar a los allí invitados. Cada uno de ellos tenía cosas importantes que aportar, ¿no?