Pero a parte de un sinfín de columnas y estatuas que se caían a pedazos, la isla no les ofreció más que silencio. Estuvieron deambulando por las ruinas sin mucho éxito en la búsqueda de sus compañeros, el maldito pedrusco estaba desierto.
Decepcionado por el resultado, Nikolai ya consideraba que seguir allí sería perder el tiempo. Estuvo a punto de proponerle a Kairi que se marchasen a probar suerte en otra isla cuando un estruendo le puso en alerta y su brazo se movió de forma automática, en posición para invocar un arma.
—¡Más! ¡¡Quiero más!!
Nikolai se giró con brusquedad a la columna de la que venían los gritos y sintió como un plomo le cayó en el estómago nada más verle. La cara se le descompuso en una expresión de horror.
«Joder, no, no, no…»
El chiflado de la máscara que les atacó antes de separarse. ¡Oh, señor! De todas las islas que tenían para elegir, tenían que acabar justo en la que estaba ese jodido psicópata. Nikolai, apretando los dientes, seguía teniendo la mano extendida para llamar su Llave Espada, pero una mezcla entre el miedo y la sensatez le impedían hacerlo; ese monstruo ya les tumbó a él y a Malik sin despeinarse. Luchar no era una opción.
Aunque por lo que vio, alguien o algo logró lo que ellos no pudieron hacer: tocarle. Los cortes irregulares que cubrían por todo el cuerpo al enmascarado se le asemejaron a los de unas garras. ¿Un monstruo, tal vez? Fuera lo que fuese, no debió de acabar muy bien si ese tipejo seguía tan enérgico.
Pero el tiempo de pensar qué demonios hacer se les acabó. El relincho del atemorizado caballo le advirtió de su presencia.
—¡Oh, vosotros! Pero solo estáis dos... —El individuo se metió la mano en el bolsillo y, por inercia, Nikolai se colocó delante de Kairi y Pegaso, en guardia. Temió que se tratase de un arma, pero no pudo estar más equivocado nada más el tipo reveló el contenido de su bolsillo—. Buscáis esto, ¿verdad?
Sus ojos centellearon al fijarse en el pedazo de piedra que alzó, atrayendo su atención por un buen motivo. Mismo tamaño, mismo tallado y misma forma curvada. Demasiado obvio para no asociarlo con la otra piedra idéntica que tenían en su poder.
Lo que acabó por desconcertarle fue que el enmascarado la arrojase a una distancia intermedia entre ellos. Niko, congelado en el sitio, intercaló miradas entre el fragmento y el enmascarado con la ceja arqueada.
»¡Es vuestra! ¡Ji, ji, ji!
Pero no tardó en ver a que venía todo esto. La risa de aquel chiflado no pudo enervarle más de lo que ya lo estaba, sabiendo que sus intenciones eran las de tentarles a que uno de los dos se acercase y luego… Lo que más le cabreaba de todo es que ese cretino, si quería, podía despacharlos en un parpadeo, pero se estaba limitando a jugar con ellos y a deleitarse con sus caras.
«Somos el mero entretenimiento de un demente», pensó con sorna.
Su primer impulso era el invocar al glider, avisar a la chica y al caballo de que hiciesen como él, y salir por patas antes de que al hombre se le cruzasen los cables y diese paso a una carnicería. ¡Diantres, si es que era lo más lógico en esa situación! Pero era ver la piedra en el suelo y su mente se quedaba en blanco. Seguía sin tener ni idea de que eran, pero entendía que su valor tendrían. Incluso el enmascarado creyó que venían buscándola.
Nikolai empezó a tener la sospecha de que esas piedras eran demasiado importantes. Más de lo que se imaginaba. Y por poco olvidaba que en un principio estaban allí porque buscaban una piedra en particular.
Sin quitarle de encima la mirada al hombre, Nikolai le hizo señas leves con la mano a Kairi para que retrocediese.
—Quédate junto a Pegaso. Si se tuercen las cosas largaos de aquí de inmediato y buscad a los demás —le susurró.
Consciente de que lo que pretendía hacer era una locura y que suponía un riesgo enorme, tomó una bocanada de aire y avanzó un par de pasos para alejarse de Kairi. La prioridad era encontrar a los otros, pero también cabía la posibilidad de que ese trozo de piedra fuese en realidad lo que se estaba imaginando y lo perdiese si huía. Por eso no quería poner en riesgo ni a la chica ni al animal de Hércules si algo salía mal.
Además, seguía siendo la oveja negra del grupo. Quiso pensar que sería del que menos se preocuparían para convencerse de seguir adelante.
—Pues con tu permiso, me lo llevo —comunicó con suficiencia al enmascarado, señalando con la cabeza la piedra.
Pero no avanzó más. En vez de ir a por ella, Niko invocaría su látigo para atraparla desde la distancia y llevársela de un tirón. Si el enmascarado hacía ademán de moverse para atacarle o agarrar la piedra, vocearía para que Saic saliese al exterior y usase su Retorno contra el individuo para hacerle retroceder hasta el punto más lejano posible. Si eso no era suficiente, y conseguía hacerse con la piedra, ordenaría a Saic que se aferrase a él para después usar su Impulso Efímero y esfumarse de su campo de visión.
Aprovecharía la invisibilidad para invocar su glider y salir volando con su premio, esperando que Kairi y Pegaso hiciesen lo mismo.