Aleyn—
¡Proclama quién eres y la maldición que pesa sobre ti! ¡Invoca el nombre de tus primos!—
¡Caballero Odín soy la princesa de...!—el grito de Aurora se perdió cuando Abel soltó un alarido de dolor.
Aleyn no perdió más tiempo y arrojó un hechizo acuático al cielo, que cayó sobre Odín cuando este tiró a Abel al suelo y se preparó para ensartarlo con su arma. Odín se detuvo un instante y Aurora cogió aire pero Abel, con un rugido de esfuerzo, levantó su arma y la clavó en el costado de la armadura del caballero, que devolvió toda su atención al hombre.
Aleyn, entonces, atacó junto a Ygraine al caballero. Su ataque, con todo, no lo cogió por sorpresa. Apenas sí necesitó mover la mano para embestirles con su enorme escudo —era difícil esquivarlo cuando estaba preparado para alguien muy superior a un humano—. Aleyn acabó por suelo junto a su mascota. Abel aprovechó ese momento para incorporarse, girar sobre su cadera y dar un golpe lateral que habría partido en dos a cualquier persona corriente.
Odín interpuso su espada y su mano tembló un poco pero, después, arrojó la enorme claymore de Abel contra la muralla. Maldiciendo, el hombre retrocedió rápidamente, jadeando y con la boca manchada de sangre.
—
Típico de los esbirros de Maléfica: no sólo cobardes sino que además, débiles.—El gigante sonrió con furia—.
Esa mujer nunca se rodearía de gente poderosa como el viejo reptil desconfiado que es.Abel trató de responder pero sólo consiguió toser, al borde de sus fuerzas. Aun así recogió su espada sin protestar. Solo entonces miró a su alrededor y se puso todavía más pálido.
—
¿Y la princesa?Aurora no estaba por ningún lado. Odín, entre tanto, se preparaba para una nueva ronda y Aleyn debía imaginar que no sobreviviría ni a un corte de su espada. Por eso mismo Abel gritó:
—
¡Vete de aquí! ¡Odín, pedazo de imbécil, tu enemigo soy yo! ¡Y no venimos en nombre de Maléfica sino a pedirte consejo para que la derrotemos!—
Me temo que me resulta difícil de creer—respondió Odín, lacónico, aprestándose al combate.
—
¡ALTO!Entonces la princesa reapareció de entre los árboles con algo en brazos.
Levantó la espada a duras penas y el filo comenzó a resplandecer con una pura luz blanca. Quizás, si Aleyn se fijaba, vería que el árbol gigante que había al fondo había perdido parte de su aura.
—
¡Caballero Odín, en nombre de mi padre, el rey Estéfano, y de mis primos, asesinados por Maléfica, te suplico que dejes de hacer daño a mis amigos y me escuches!Odín se quedó boquiabierto. Tras unos instantes dejó caer sus armas al suelo e hincó una rodilla, todavía patidifuso.
—
Portáis la Espada de la Verdad, que sólo aquellos que sirven al Bien pueden tocar. No comprendo lo que sucede pero os ruego que me perdonéis por haberos atacado.Abel soltó una risita estertórea.
—
Vaya, así que sólo hacía falta coger una puñetera espada mágica para…No llegó a terminar la frase: cayó inconsciente.
*Odín cargó a Abel sin problemas hasta los pies del inmenso árbol de donde Aurora, que había visto el resplandor mientras trataba de pensar, desesperada, qué hacer, había cogido la espada. Había un pedestal —de donde la había extraído— y también una especie de tumba llena de flores sobre las gruesas raíces del árbol. Dejaron ahí al capitán para que Aleyn se ocupara de él: tendría las hierbas necesarias a su alrededor o podía usar directamente magia. La vida de Abel no corría peligro pero había sufrido una fuerte conmoción de tantos golpes.
Aurora estaba todavía asustada y aferraba la espada contra sí con fuerza. Tardaría un poco en reaccionar. Odín, entre tanto, les miraba con expresión solemne.
Era la hora de las preguntas.
****
Nikolai y SaitoLos jóvenes se ocultaron en diferentes celdas. Nanashi y Primavera hicieron lo mismo, completamente a oscuras, y no se escuchó más, excepto el gemido del preso y los pasos acercándose con lentitud.
—
Uno esperaría que hiciera algunas reformas después de haber tomado posesión de este lugar…La figura se detuvo un instante frente a la celda de Saito y, de pronto, Nikolai se apresuró a ponerse a su espalda. Antes de que el joven de Tierra de Partida pudiera ni reaccionar se encontró aferrado por unas fuertes ataduras que le inmovilizaron los brazos a la espalda y con una mano grande y fría, con dedos muy afilados, cogiéndole por la barbilla. Cuando quiso darse cuenta, la figura se había puesto a sus espaldas y lo apretaba contra su pecho. No le hacía daño pero, si intentaba moverse, no podría desplazarse ni un dedo.
—
Me temo que no podéis ocultar la presencia de vuestros Corazones por mucho que lo intentéis.Saito notaría que algo le aferraba las piernas y tiraba de él hacia abajo, tragándoselo. Pasó un instante en la más absoluta oscuridad antes de ser arrojado hacia arriba y acabar dándose de bruces contra el suelo. No vio nada, solo supo que algo lo aplastaba contra el asqueroso piso e inmovilizaba sus brazos.
—
Nanashi, no merece la pena que te ocultes. Haz un movimiento sospechoso y mataré a tus aprendices.—Una suave risa—.
Siempre acabamos en la misma situación, curioso.Escucharon unos pasos y se encendió una luz blanquecina que los cegó por un momento. Nanashi apareció al lado de Primavera, ambas armadas y tensas. Nanashi estaba lívida y Primavera parecía a punto de estallar de rabia.
Así, pudieron ver a quien les había capturado.
Saito estaba inmovilizado por una especie de brazo gigantesco de oscuridad que surgía del suelo y del cual se desprendían pequeños hilos de oscuridad, como si fuera ropa deshilachada.
—
Ahorrémonos las amenazas de muerte. Me siento bastante incómodo ya que mi antigua maestra ha hecho un conjuro para que no puedan entrar Sincorazón en esta zona. Tengo a tus aprendices y podría matarlos. También tenemos la opción de pelear y permitir que Maléfica sepa que estamos aquí.—Acarició con una de sus largas uñas la mandíbula de Nikolai y le abrió la piel, de modo que cayó una fina gota de sangre—.
Estoy interesado en continuar con mi búsqueda y sospecho que también es lo que tú estás buscando.Nanashi entornó los ojos. El Emperador sonrió.
—
¿Sabes dónde está?—
Todavía no pero sé que está aquí. Probablemente en la zona más profunda del Castillo. Maléfica siempre ha sido una teatrera. Si luchamos, sabrá que estamos aquí. Podrías intentar matarme pero luego Maléfica se encargaría, si no de ti, de tus queridos aprendices.—El Emperador aflojó el agarre sobre ambos muchachos—.
Ayudadla a elegir.Empujó a Nikolai al frente y el brazo de oscuridad levantó a Saito en vilo al frente, de modo que los dos chocaron y acabaron en el suelo enredados en una maraña de brazos y piernas.
El Emperador no se movió. Aguardó, apoyado ligeramente en su vara y con una mirada fría. No quitaba ojo de Primavera y Nanashi. Saito y Nikolai estaban entre dos fuegos muy peligrosos —y no debían olvidar que había un prisionero por ahí vivo—.
—
Diles el daño que le hará a Maléfica si pierde la Corona—dijo Mateus con voz suave—.
Explícales lo colérica que se pondrá y lo mucho que ayudará a la causa de los humanos.]—
No si te la llevas tú—respondió Nanashi, escupiendo las palabras.
—
Habrá que ver quién la puede obtener antes. Podemos enfrentarnos en un duelo cuando tú lo desees. Sin aprendices por medio. Sin nada más que tú y yo y el recuerdo de Erika.Nanashi rechinó los dientes y, por un momento, su rostro se descompuso en una máscara de odio y, ante todo, dolor. Consiguió controlarse a duras penas. Se veía que deseaba arrojarse sobre Mateus y matarlo y que sólo la detenía el hecho de que Saito y Nikolai estuvieran en medio. De su decisión dependería todo:
Que Nanashi y Mateus intentaran matarse mutuamente y, por tanto, Maléfica les descubriera pero…Quién sabía. Quizás les diera tiempo para matar al Emperador. Puede que incluso Saito y Nikolai pudieran escapar y buscar la Corona.
Que pudieran colaborar en un intento de obtener la misteriosa Corona aunque supusiera un enfrentamiento final… Que, al menos, estaría más calculado. Claro que eso significaría confiar en que Mateus respetaría su palabra y arriesgar a poner a Nanashi, que parecía a punto de estallar, más allá de lo que podía esperar.
En cualquier caso, la opción de que ambos dieran media vuelta y se ignoraran parecía imposible.
Así pues ¿cuál sería la elección de los aprendices?
Nikolai
VIT: 30/30
PH: 18/28
Saito
VIT: 70/70
PH: 32/32
****
Tristan Tristan tomó una decisión. Una de la que, quizás, se arrepintiera más tarde. Corrió hacia los goblins y empezó a chillar con toda la fuerza de sus pulmones. Al principio los goblins se sacudieron y miraron a su alrededor, extrañados: el motivo era simple, ellos no escuchaban un grito normal, sino un ruido muy agudo. Se dijeron que sería un murciélago o una rata y volvieron a mirar al cielo con aire ausente.
Tristan insistió y le clavó la Llave a uno de los goblins, que sacudió la pata con un quejido y, al bajar la vista, se quedó boquiabierto. Recogió a Tristan cerrando una mano alrededor de su cuerpo y aprisionándolo de piernas y brazos. Estuvo a punto de aplastarlo mientras se lo mostraba a sus compañeros, que comenzaron a salivar. ¡Comida rica y sabrosa!
Por suerte, al joven le quedaba el suficiente aire en los pulmones para rugir el nombre de Maléfica —entre otras tantas amenazas— que dejaron a los goblins por la duda. Dos de ellos insistieron en que no valía la pena escuchar las amenazas de un mini-elfo pero los otros tres empezaron a refunfuñar no se qué de prácticas de tiro para los rayos de la Señora.
Al final —y después de que uno de los goblins diera un tirón para arrancar a Tristan de las manos del larguirucho que lo sujetaba y estar a punto de acabar serrado entre dientes afilados y sucios— decidieron que irían al Castillo a llevar a mini-elfo. Si les decían que era una mentira, lo desmembrarían y se lo comerían.
—
Me quedo con su torso—dijo con una mirada fría el que más había insistido en comerse a Tristan.
El larguirucho se quedó solo con un bracito escuálido del chico en el reparto y se enfadó tanto que casi dejó inconsciente a Tristan al apretar los puños. Después se puso en marcha y comenzó a subir las escaleras.
*El ascenso fue largo y tedioso, en especial para Tristan que, si no acababa bocabajo, la mayor parte del camino lo hizo en horizontal y sacudido de adelante y atrás. Cuando se quejó el goblin apretó el puño y le gruñó:
—
Cállate o te como ahora mismo. Ya verás cómo la Señora se enfadará si no le das buenas noticias o si es una mentira. Ya verás, sí. Tengo un cuchillo muy fino y te cortaremos en pedacitos. Claro que estaría mejor si fueras grande, como los humanos normales, eh, mini-elfo. Qué suerte han tenido los que van a por los humanos. Tanta, tanta, tanta carne…Se puso a babear y Tristan tuvo la seguridad de dos cosas: que no podía escapar de su puño y que, si la mentira no colaba con algún superior, iba a acabar repartido en el estómago de varios goblins. Lástima que no hubiera nadie para ayudarlo.
Cuando, ¡al fin!, llegaron a la base del ominoso castillo, el goblin resollaba y Tristan estaba a punto de convertirse en plastilina de lo mucho que había apretado. Además, en contraste con la caliente y sudorosa palma del goblin, la cabeza y los pies se le habían congelado por lo fuerte que soplaba el viento a esas alturas; varias veces estuvieron a punto de precipitarse por las estrechas escaleras. Entraron por una puerta lateral y el goblin encendió una antorcha antes de empezar a recorrer unos decadentes, fríos y laberínticos pasillos. Subieron por otras escaleras de caracol y llegaron a una especie de vestíbulo por el que paseaban unos pocos goblins. El suyo habló con un par, que le indicaron a dónde ir. Estaban a punto de entrar a una sala cuando, saltando y con risitas infantiles, se acercó un niño. El goblin se apresuró a arrodillarse.
—
¡Señor, tengo algo que mostrarle!—
¡Hola! ¿Qué llevas ahí? ¿Es un regalo? ¿Algo de comer? Me muero de hambre. ¿Qué…? ¿Qué es esto?—
Dice que es el aprendiz al que la Señora devolvió el corazón.
El niño frunció el ceño y observó de cerca de Tristan. Aspiró por la nariz y luego murmuró:
—
Hueles a mi Señora…—
Dice que las hadas lo hechizaron y tiene información importante para la Señora Oscura.
El chico miró a Tristan y rió con crueldad.
—
Este humano no sirve a la Señora. Yo lo sabría porque me encargo de lidiar con los espías. Pero es cierto que hueles a magia de hada…—Con un movimiento silbó el aire y Tristan fue arrancado de la mano del goblin para quedar encerrado en una perfecta esfera de aire que le impedía escapar, por mucho que intentara invocar el glider o la Llave Espada—.
Lárgate, ya me ocupo yo de él.—El goblin se marchó arrastrando los pies y el niño se llevó a Tristan por el pasillo—.
Así que quieres ver a mi Señora. Eso es divertido. Dime por qué y te llevaré hasta ella. Dime esa información taaaan importante.—Le clavó unos peligrosos ojos rojos—.
Dime qué haces aquí o te sacaré el aire de los pulmones y dejaré que te mueras mientras te ahogas aunque estés, jeje, rodeado de aire.Se detuvo, apoyándose contra una columna. Su mirada no mentía: si Tristan no colaboraba, lo mataría. Y no parecía precisamente un niño paciente.
Tristan
VIT: 30/30
PH: 15/22
****
VictoriaAmbas aprendices decidieron dividirse y Charlotte se apresuró a ir detrás de Victoria, a la que no solo miraba con ojos chispeantes sino con la que se sentía mucho más cómoda: había que ser tonta para no percibir la hostilidad de Celeste.
Victoria no dudó en abrir el candado, que, como ya se ha comentado, no era tan grande como lo había descrito Celeste pero sí de un tamaño considerable. Les llegó una pequeña vaharada de polvo cuando asomaron las cabezas y se encontraron en una especie de trastero oscuro: la ventana estaba cerrada y no entraba ni un rayito de luz. Victoria podría encender su móvil sin problemas y Charlotte lo miraría con algo de curiosidad pero daría por sentado que era algo mágico mucho menos digno de atención que sus alas o los tesoros que había a su alrededor. Armaduras, cofres, vestimentas… Charlotte corrió hacia la ventana y la abrió de par en par, de modo que entró una corriente de aire y la luz de la luna.
Y, sobre un pedestal, algo reflejó la luz. Charlotte correteó hacia el objeto con los ojos muy abiertos. Estaba sobre un pequeño cojín de seda, protegido por una cubierta de cristal…
Era una perla.
—
¡Qué bonita!—exclamó, extasiada—.
¿Crees que podemos cogerla un minuto? Solo para verla de cerca…La niña parecía fascinada aunque había vestidos y cofres —que quizá contuvieran tesoros— que podrían atraer mucho más a Victoria.
—
¿Por qué tendrán una perla aquí?—murmuró Charlotte—.
¿Será de la antigua reina? O… ¡O podría ser del hada Nerthus!—dijo con entusiasmo.
No parecía haber mucho más por la zona. Victoria podía hurgar por aquí y por allá, acercarse a la ventana —o lanzarse por ella— o acercarse a cotillear la perla.
****
CelesteCeleste decidió no regresar a la calma de su dormitorio y empezó a vagabundear en busca del supuesto cuervo. Charlotte le había respondido con cierto desafío, casi como si hubiera querido mirarla por encima del hombro —algo difícil teniendo en cuenta su tamaño:
—
Maléfica controla a las criaturas malas, todo el mundo lo sabe, por eso domina a los goblis y los orcos. Además, siempre tiene un cuervo consigo que da mucho miedo. Se llama Diablo y es muy inteligente. Dicen que habla con los demás cuervos y espían a todo el reino…—A su segunda pregunta, Charlotte puso mala cara y dijo—:
Mi mamá está muerta y mi papá está con el ejército. Es decir, que nadie se iba a preocupar por ella.
—
¿Sucede algo?No había escuchado acercarse a Nithael, pues el hombre había alzado un poco las alas para que no rozaran el suelo. También puede que Celeste estuviera más concentrada en escuchar un aleteo que en unos pasos suaves. En cualquier caso, el ángel estaba de pronto a su lado, en medio del pasillo, sumidos en un bosque de sombras y luz de luna. La miraba con una mezcla de reproche y sincera preocupación.
—
¿Le ha pasado algo a Victoria?Nithael esperaría a que Celeste respondiera y, le dijera o no la verdad, asentiría con aire pensativo y no diría nada mientras miraba hacia la torre con el ceño fruncido y empezaba a dirigirse hacia ella.
—
He notado algo de magia ahí arriba—explicó, escueto, si Celeste preguntaba. Mientras avanzaba dijo a Celeste—:
¿Un cuervo? Me pareció escuchar uno antes… Y noté algo, pero no estaba seguro. Ahora tengo un mal presentimiento.—Las plumas de sus alas estaban erizadas.
Giraron por una esquina y chocaron con una explosión de color rojo. Nithael sujetó a Celeste para evitar que cayera al suelo. Era impresionante que unas alas tan pequeñitas levantaran a una mujer baja pero tan redonda como Flora, que se recolocó el sombrero con desconcierto. Se le iluminó el rostro al ver a Nithael.
—
¡Qué bien que os cojo despierto! Justo me dirigía hacia la torre.—Señaló con su varita hacia donde Celeste se había negado a subir—
¡Alguien ha roto el conjuro que la sellaba! ¡Hay ladrones! Por fvor, acompañadme, me sentiré más segura y no quiero molestar a los soldados. Si alguien ha roto la barrera, significa que tiene magia…Flora se marchó revoloteando por el pasillo y Nithael avanzó tras ella, mirando a Celeste con expresión interrogante. Quizás esperaba que le siguiera o quería que confesara. En cualquier caso, podía meterse en un lío muy gordo… A menos que se callara, claro, y dejara que Victoria se llevara la bronca si es que no le había confesado la verdad a Nithael.
Del cuervo no había ni rastro.
Pasaron por un sector cercano a la muralla, donde un guardia dormitaba, con profundas ojeras, y no miraba hacia los campos bañados por la luz plateada. Nithael y Flora continuaron de largo, más enfocados en la torre, si bien Celeste tenía la oportunidad de espabilarlo. ¡Que estaba haciendo una guardia, demonios!
Que nadie me haga metagame: Victoria no tiene ni idea de que Nithael, Flora y Celeste se acercan a la torre.
Por cierto, quizás os interese saber que las acciones de Victoria y Celeste tendrán importantes consecuencias así que pensaos bien qué hacer.
Fecha límite: lunes 1 de febrero