Aleyn y Tristan—
¡Mostraos, cobarde!Tristan se puso a espaldas de Aleyn y le disparó
Flama tenebrosa contra la nuca. La Llave Espada del aprendiz de Tierra de Partida no sirvió para nada. Seguramente cogió al chico desprevenido que el joven no se desmayara, ya que su resistencia era bastante alta. De modo que arremetió a darle puñetazos —patadas era algo difícil teniendo en cuenta la altura de Tristan… Y que Aleyn medía 1’80— contra su cráneo.
Con todo, como Tristan era bastante fuerte, Aleyn cayó de rodillas.
En ese momento, Ygraine saltó sobre Tristan y le encontró una pierna. Haber descubierto su posición con el hechizo había sido mala idea y, ahora, para colmo, el hechizo de invisibilidad desapareció.
En el tiempo que ocupó Tristan de librarse del zorro, Aleyn curó a Aurora e intentó atrapar a su enemigo, sin éxito, aunque Tristan se quedó con las pantorrillas desgarradas entre Ygraine y las malditas zarzas y cojearía bastante, desplazándose con movimientos lentos, a menos que se curara.
Entonces pudo dedicarse de nuevo a Aleyn, tumbándolo. Este probablemente no soltara la espada, así que tuvo que clavarle la daga en la mano. Solo entonces, y después del aullido que sin duda soltaría el joven, se la arrancó de las manos.
Fue el gran error de Tristan.
El chico había visto su aura nívea, chispeante y muy reducida. En el momento en que entró en contacto con su mano, la oscuridad en el interior de Tristan latió a modo de advertencia.
Y la luz estalló como un trueno. Para Aleyn no pasaría nada, excepto que la hoja se iluminó con una tonalidad blanca. Para Tristan, en cambio, fue igual que mirar al sol y meter la mano dentro. Tuvo que soltar la espada, cegado y con la mano que la había levantado prácticamente calcinada. El brazo entero le palpitaba y las quemaduras ascendían casi hasta el hombro. Los dedos ni siquiera le reaccionaban.
No podría ver nada durante unos instantes excepto las auras. Y fue entonces cuando notó que una se acercaba. Una blanca, que apenas sí se distinguía en medio del infierno de claridad, y otra pequeña y oscura, que se removía en el corazón de un cuerpo.
Con un grito, Aurora recogió la espada del suelo y la movió sin pensar: su único objetivo era salvar a su amigo. Le hizo un profundo tajo a Tristan en el muslo derecho. Ya no podría moverse sin cojear.
—
¡Traidor!—gritó la princesa, con los ojos anegados en lágrimas.
Aleyn podría ver que tenía las manos ligeramente quemadas. La espada comenzaba a rechazarla pero Aurora se negaba a soltarla. Llorando, cayó de rodillas al lado de Aleyn y se quedó sin saber qué hacer. Luego se puso de pie y farfulló con esfuerzos:
—
L-los caballos. I-iré a por los caballos.Aurora, con todo, no tuvo la oportunidad. Hubo una nueva explosión y los tres, además de Ygraine, salieron disparados una vez más por los aires, internándose más entre los árboles.
—
¡Marchaos, Abel!—gritaba Odín—.
¡Proteged a la princesa! ¡Puedo con él! ¡Esta lagartija no está acostumbrada a luchar!Abel, a Tristan le tenía que sonar aquel nombre. El gigante capitán que había visto en el castillo de Huberto. Malas noticias para él.
Y las cosas no cejaron de empeorar. En el campo de batalla hubo un silencio y, mientras el polvo caía, el Emperador dijo:
—
Ya que te veo tan animado, permíteme que equilibre un poco más la balanza para que este combate esté a tu altura.Acto seguido, se abrió un Portal de oscuridad y de sus entrañas surgió alguien a quien Tristan conocía muy bien y cuya oscura presencia le ayudó a despejarse la vista:
El otro Emperador.
—
No nos andemos con rodeos, acabemos con esto cuanto antes. Ha sido una visita menos fructífera de lo que esperaba; nuestra Maestra guarda bien lo que de verdad le interesa.Ambos Emperadores, hombro con hombro, extendieron sus respectivas varas hacia Odín, que empujó su espada y se preparó para contraatacar. Allí se iba a desatar el infierno. Abel debió interpretarlo así porque salió disparado, herido y cansado pero mucho más fuerte todavía que Tristan y Aleyn juntos, hacia el bosque. En su dirección.
Entre tanto, la princesa se había incorporado y huía hacia el interior del bosque y se llevaba la espada consigo. Miró a Tristan cuando ya estaba lo suficiente lejos gritó:
—
¡Nanashi no te lo perdonará nunca!Y siguió corriendo. No era muy rápida, pero Tristan estaba herido y renquearía bastante si intentaba perseguirla. Por otra parte, Aleyn empezaría a espabilarse y, a pesar del intenso dolor de cabeza, podía intentar detener a Tristan o negociar con él o llamar a Abel para que le echara una mano.
Estaba claro que la situación le quedaba muy grande a Tristan. Se había precipitado, había pensado que sería demasiado fácil y no se había detenido a planear con cuidado nada. El pánico había podido con él.
Y, sin embargo, si no seguía adelante, ¿qué es lo que le haría Maléfica?
Si vais a entrar en otro pvp, ya sabéis: me tenéis que pasar por privado el post y yo os daré permiso para colgarlo después.
Por otra parte: podéis usar los glider pero no os servirán para moveros dentro del bosque, que es donde están Aurora y la espada y, por otra parte, llamarán la atención de los dos Emperadores.
Las opciones son muchas y variadas: podéis ir tras Aurora, podéis negociar, podéis pelearos, podéis intentar ayudar a Odín. Tristan se puede marchar o puede insistir, Aleyn puede hacerle daño o pasar de él. Eso sí: cuando Abel se acerque, aunque no matará a Tristan, sabrá sumar 2 + 2. Aunque Tristan tire la daga o lo que sea, los mordiscos, la sangre y demases dejarán muy claro quién ha atacado a quién, en especial por la mano calcinada. Lo que hagas ya depende de ti y de lo que Aleyn diga en voz alta.
Por cierto, aviso a Astro: la mano de Tristan se quedará calcinada porque es una herida mágica, que sólo se puede curar con magia de hada o de una criatura de la zona o a un sanador de alto rango como Nithael. Las pociones no servirán para nada, así que durante el resto de la trama —y la siguiente—, Tristan seguirá con la mano igual a menos que acuda a uno de los personajes mencionados.
En caso de que no lo consiga, le curarán en el espacio de una trama a otra en Bastión Hueco.
Sé que es una situación compleja, así que si queréis comentarla por privado conmigo, estoy para vosotros.
Tristan
VIT: 12/30
PH: 18/22
Aleyn
VIT : 19/32
PH : 3/11
****
Saito—
No nos vamos a ningún lado. Escúchame, por favor.Tuk se quedó mirándolo como si le faltara un tornillo, momento que aprovechó Saito para explicarle la situación entre susurros.
—
Te hemos rescatado, sí, pero nosotros vinimos aquí para debilitar a Maléfica antes de que lo conquiste todo… Tú puedes ayudarnos. Estoy seguro que sabrás mucho sobre este Castillo, podrías guiarnos, quizás conocer algún punto débil de Maléfica... ¿No quieres salvar los reinos que quedan? Además si nos vamos sin mi Maestra no aguantaremos nada, ahí fuera se va a librar una guerra que necesitamos ganar.La expresión de Tuk se iba endureciendo más y más a medida que el joven hablaba.
—
La persona que te encerró está merodeando por aquí, y solo ella podría hacerle frente en un combate de verdad. ¿No quieres vengarte de él? ¿Ni de Maléfica por haberte tenido aquí encerrado como a un animal? Esta es tu oportunidad Tuk. Ayúdanos, por favor.—
Ni hablar. Estás loco, hijo.—
Yo tengo a gente importante para mí luchando ahí fuera, no dejaré que sus esfuerzos sean en vano. Ahora eres libre para escoger, pero piénsalo bien: este hada y yo nos hemos arriesgado para salvarte. Tú decides si salvarnos ahora o no.—
¡Ni hablar! ¡Estás chalado! ¿Te das cuenta en qué jodido castillo estás, mocoso? ¡Tienes a un hada inconsciente y tú eres un mocoso invisible! ¡Bien! ¡Vete a luchar contra Maléfica si quieres! ¡Antes de morir quiero ver el cielo una vez más y ser capaz de respirar aire puro, maldita sea!Tuk parecía dispuesto a seguir y a seguir —siempre en susurros— pero, entonces, los interrumpió un sonido:
*
NikolaiNikolai subió y dejó atrás la Corona, ya que, por mucho que buscó, no encontró forma alguna de escapar de aquel lugar que no fuera por el hueco entre los hierros. Era una prisión perfecta.
La subida le terminó por destrozar el brazo y varias veces creuó que iba a desmayarse. Cuando llegó arriba, ya no podía sentir los dedos.
Ni rastro de Mateus —al menos, si no estaba equivocado, de momento— ni de orcos o goblins preparados para capturarlo.
Vía libre.
****
Nikolai y Saito—
¿Uno de tus amigos?Nikolai, todavía herido y al borde del desmayo —convenía curarse cuanto antes— apareció por la puerta que llevaba al pozo. Los dos antiguos compañeros tendrían tiempo para reunirse y contarse lo que había sucedido. Tuk permanecería en su sitio, más y más nervioso, hasta que al final dijo:
—
Contadme qué está sucediendo fuera de este puñetero castillo y decidme quiénes sois vosotros y por qué creíais que podíais hacer daño a Maléfica. ¿Es que queríais suicidaros? ¿Qué es lo que buscáis?—Si alguno de los dos no se mostraba dispuesto a responder, Tuk haría un gesto desdeñoso y diría—:
He vivido aquí casi toda mi vida y si queréis un mapa del Castillo, más os vale hacerme caso. No pienso acompañaros, no quiero morir pero necesito saber qué ha pasado durante… ¿Cuánto tiempo llevo aquí…?—Calló un momento y dijo—:
Y más os vale hacerlo rápido. Si Maléfica se entera de que me habéis ayudado os matará. Estoy seguro de que nunca se ha olvidado por completo de mí.
»Luego os contaré lo que queráis saber y si ni entonces entráis en razón, pues allá os queméis en el Infierno, pero yo voy a salir de aquí.Atención navegantes: tenéis una sola oportunidad para obtener información vital, literalmente, ya no sólo para alcanzar a Nanashi —o no— sino para el resto de las dos tramas y próximas entregas.
Aprovechad el tiempo, haced preguntas, recopilad información y ni se os ocurra pensar que es una ronda de relleno.
Nikolai
VIT: 13/30
PH: 8/28
Saito
VIT: 70/70
PH: 32/32
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CelesteCeleste actuó rápido y no tuvo demasiados problemas para acabar con el animal, aunque le lanzó una dentellada que por poco le rebanó la nariz.
El otro resultó más complicado: el
Electro acertó al huargo, que desvió su atención hacia ella al mismo tiempo que el orco se arrojaba sobre Heike.
El problema fue que Celeste no tenía una táctica planeada. Sólo usar su arma a distancia y dar hostia limpia. Eso podría haberle servido con el otro pero con este había una diferencia básica: en esta ocasión, ella era la presa y no iba a coger a nadie por sorpresa.
El animal se abalanzó sobre ella y, aunque el arma se le hincó en el pecho, derribó sin problemas a Celeste y hundió las fauces en uno de sus hombros. Los colmillos se hundieron en su carne y le desgarraron la piel mientras la bestia la sacudía como un muñeco y la atacaba con las garras. Por suerte, Celeste no se quedó quieta y lo acuchilló una y otra vez hasta que el animal se desplomó a un lado, puede que muerto o inconsciente.
Celeste no se detuvo a considerarlo. Tenía trabajo que hacer. El
Cura llegó en un buen momento, pues el orco había conseguido arrinconar a la exhausta capitana. Sorprendida por cómo recuperaba las fuerzas, no perdió un segundo en contraatacar y clavar su estoque en un costado del orco al mismo tiempo que Celeste disparaba un
Piro. El orco rugió de rabia y se quedó cegado unos instantes. Los suficientes para que Heike cogiera impulso, cargara contra él, lo derribara y su espada se detuviera a unos milímetros de su garganta.
Jadeantes, los tres permanecieron en silencio un momento. Luego Heike masculló:
—
Te haría preguntas pero no merece la pena con alguien como tú. Reúnete con los de tu calaña en el infierno.El orco le escupió a la cara.
—
Hazlo. Atrévete.—Le mostró los dientes ennegrecidos—.
Acabarás conmigo pero toda esa gente seguirá muerta y vosotros no pudisteis hacer nada para evitarlo. Mi señora conquistará tu castillo y todos seréis esclavos si tenéis la mala suerte de no ser devorados por mis trop- Heike le rebanó el cuello.
La capitana se desplomó de rodillas a un lado del cadáver, que se sacudía en sus últimos estertores, se limpió la cara y miró a Celeste como si la viera por primera vez. De pronto, sonrió mostrando todos los dientes. A pesar de ser una sonrisa agresiva, tuvo algo de infantil, de ilusión. De esa sensación pura y total que sientes de pequeño al conseguir algo.
—
Lo hicimos. ¡Lo hicimos!Sin duda Celeste no se esperó lo que sucedió a continuación: Heike se acercó a ella y la abrazó, tan fuerte que le hizo crujir los huesos a pesar de la armadura. Y la capitana rompió a llorar. Solo unos segundos, un sollozo que debía haber contenido durante mucho, mucho tiempo. La cogió por los hombros y se separó, sin dejar de sonreír. Entonces debió caer en la cuenta de la estupefacción de Celeste, carraspeó, se apartó y dijo:
—
Grishnak era un segundo al mando de Melkor y uno de los aliados más antiguos de Maléfica. Lideró a los orcos cuando abandonaron las Ciénagas y se unieron al Hada Oscura. Y lo hemos matado—su tono se endureció y la mujer escupió con furia sobre el cadáver—.
No hay suficientes infiernos para alguien como él.Le asestó una patada al costado del orco y la alegría se esfumó por completo de su rostro. Se agachó y comenzó a registrarlo con habilidad. Le sacó varias armas, un par de botellas —le lanzó dos a Celeste— y sacó un papel que crujió al abrirse. Heike maldijo: con esa luz no había forma de leer. Se lo guardó dentro de la armadura y continuó escarbando y luego se levantó con un resoplido. Parecía que no iban a conseguir nada más.
—
Regresemos, hay que volar el puente.—Le dio una palmada en el hombro—.
Bien hecho, novata. El rey sabrá lo que has hecho. Imagina la cara de Melkor cuando lo sepa…Entonces escucharon el aullido. Heike aferró a Celeste por el brazo, la empujó hacia delante y exclamó:
—
¡Corre!Salieron disparadas hacia el puente, donde ya se habían terminado de extender las barreras de polvo. Varios de los guardias que habían salido a la ciudadela ahora también corrían con todas sus fuerzas para regresar al puente.
Los huargos aullaron y salieron disparados de entre las calles. Los atraparían en cuestión de unos segundos y Heike comenzó a rugir para que hicieran caer la reja del portón. Tendrían que ir a toda velocidad hasta el portón, ponerse a salvo y, entonces harían volar el puente. Podían arriesgarse a dejar pasar un huargo o dos: los matarían. Pero si los cogían
antes…
Entonces un chaval que corría frente a Celeste tropezó y se dio de boca contra el suelo. El casco salió rodando y desveló un rostro jovencito: no podía ser mucho más pequeño que Celeste.
Heike ya estaba en el puente y el chico se interponía entre la aprendiza y la protección.
¿Saltaría por encima? ¿O le echaría una mano?
Celeste recibe:
+Ultrapoción
+Omniéter
Celeste
VIT: 11/20
PH: 8/22
****
Victoria—
Qué ganas de entrar y matar gente, je, je. Tronco, ¿dónde están los explosivos? El jefe dice que los tengamos listos.Uno de los goblins cercanos se hurgó en la nariz y dijo:
—
En los carros de pertrechos, creo. Busca las bolsas que huelan mal.Así que Victoria tuvo que rehacer el camino andado. Un huargo la olió y atacó pero, por suerte para ella, su dueño lo controló, extrañado porque creía que el animal debía estar persiguiendo un ratón o algo demasiado pequeño para que tuviera relevancia. Victoria salió bien pero con un año menos de vida por el susto: las fauces estuvieron a punto de arrancarle la cara.
Con todo, Victoria llegó hasta los carros y pudo husmear aquí y allá. Estaban protegidos por orcos pero el estruendo de las primeras catapultas que arrollaban las murallas era tan grande que Victoria no tuvo que moverse con cuidado. Un saco se abrió y cayó un hilillo de polvo. Uno de los orcos gritó:
—
¡Cuidado! ¡Esa cosa puede explotar! ¡No, idiota!—Detuvo a un orco que iba a recoger el polvo—.
Cuidado con olerlo o acercártelo a los ojos: ¡te los disolverá, idiota!Ya tenía los datos que necesitaba: lo mejor sería no acercárselo a la cara. Lo ideal sería llevarse un saquito pequeño y tener cuidado para que la gente no se fijara en cómo iba volando por ahí, aunque ya de por sí las flechas y el arco llamaban la atención a cualquiera que se fijara…
Con todo, nadie estaba por la labor de ocuparse de objetos voladores, no cuando había una muralla que destruir y carne fresca que devorar. Al menos hasta que llegó al torreón y una de las flechas se metió en el ojo de uno de los orcos que empujaba. Soltó un grito y se quedó mirando de hito en hito los objetos.
Victoria, por suerte, actuó con rapidez, principalmente porque la torre estaba cada vez más y más cerca de la muralla. Cubrió las ruedas con polvo (no necesitó mucho). Luego tuvo que buscar a su alrededor. Cerca de las catapultas había fuego para impregnar la munición y pudo usar sus flechas para disparar (aunque tuvo que acercarse mucho para no fallar), gastándolas todas.
El efecto fue inmediato: nada más entrar en contacto con el fuego, el polvo hizo reventar las ruedas y lanzó a los orcos por los aires. La torre se detuvo en seco y gimió; durante un momento pareció que fuera a caerse hacia un lado, pues Victoria tuvo que rodearla para cargarse las de la zona contraria, pero luego se estabilizó y se quedó incapaz de avanzar un centímetro más durante un par de horas.
Victoria empezó a subir por la escalera; tuvo que empujar fuera de su camino a algún que otro goblin y, cuando llegó a lo alto, se encontró con una cara porcina que la miraba con la boca desencajada por la sorpresa.
El hechizo se había roto.
Por suerte, tenía la ventaja de la sorpresa y un golpe fue suficiente para quitárselo del camino. A los otros que esperaban en la plataforma, no. Se arrojaron sobre ella y la hirieron en un brazo y una pierna. Aun así, Victoria se pudo abrir paso usando sus alas y entonces se arrojó por el borde de la torre.
Se estampó contra el borde y unas manos de soldados se apresuraron a tirarle del pelo, de la ropa y de todo lo que encontraron para ayudarla a caer en el interior de la muralla.
Un soldado se agachó a su lado y le preguntó si se encontraba bien mientras varios la jaleaban con sonrisas de oreja a oreja mientras gritaban algo de «ángeles». La ayudaron a ponerse en pie. Varios arqueros disparaban contra la torre inmóvil y los orcos que no cayeron con una flecha en el cuerpo, se precipitaron por propia voluntad al suelo antes de convertirse en pinchos morunos.
Se escuchó un estruendo cuando una catapulta lanzó su carga contra el muro. Si Victoria miraba, vería entonces que otra de las torres había alcanzado la muralla. Nithael se alzaba sobre esta, alzando los brazos y, de pronto, cargó contra los orcos. No era difícil imaginar que Nithael podría usar su magia pero se estaba conteniendo.
Quizás porque tenía miedo de hacer daño a una Victoria invisible.
—
¡Corred a ayudar al otro ángel, por favor!No había muchos sitios a donde ir, a menos que prefiriera ir a asegurarse de que Celeste estaba bien.
En cualquier caso, debía darse prisa.
—
¡Ángel!—oiría gritar.
Pegada al interior de la muralla, Charlotte corría agitando los brazos y desgañitándose intentando que Victoria la escuchara a pesar del estruendo. Le hacía señas para que se acercara a ella pero Victoria tenía otras cosas que hacer. Como ayudar a Nithael y decirle que podía atacar con todas sus fuerzas antes de que los orcos saltaran al interior de la ciudad y la gente empezara a morir.
¿O perdería tiempo escuchándola?
Victoria
VIT: 37/40 [+1 Acc]
PH: 20/20
Fecha límite: lunes 7 de marzo