[País de los Mosqueteros] Todos para Uno

Participantes: Makoto, Freya y Lawrence + Maya y Simbad

Aquí es donde verdaderamente vas a trazar el rumbo de tus acciones, donde vas a determinar tu destino, donde va a escribirse tu historia

Moderadores: Suzume Mizuno, Denna, Astro

Re: [País de los Mosqueteros] Todos para Uno

Notapor Zodiark » Jue Ene 21, 2016 10:32 am

¡Cómo corren estos tipos!

Ni que lo digas —respondí jadeando mientras buscaba a los dos con la mirada, y por fin los vislumbramos—. Vamos con ellos antes de que se nos vuelvan a escapar.

En ese momento vi cómo Goofy caía de bruces al suelo, llevándose a Donald por delante. Y eso no fue todo, porque también fui testigo de la causa de la caída: ¡alguien le había hecho la zancadilla!

Eché a correr para ayudarles y darle un escarmiento al gamberro que había hecho tal cosa, pero frené en seco al ver que no era una sola persona, sino varias. Bueno, si a eso podía llamárseles personas...

Estos sujetos... no parecen tener buenas intenciones. Quedémonos un poco ocultos en esta esquina para ver cómo se desarrolla todo.— dijo Lawrence, tratando de ser sigiloso.

Mientras corría hacia nuestro improvisado y no muy buen escondite, paseé la mirada por aquellos tipos. Efectivamente no parecían tener buenas intenciones, por la forma en que habían tirado a Donald y Goofy al suelo y les habían rodeado. Lo que tenía claro es que en cuanto les viese en peligro acudiría en su ayuda.

Vaya, vaya. ¿A que vienen esas prisas, perros de la reina?

"¿Reina? ¿Será que Minnie también está aquí?"

Otro tipo apareció en ese momento, vestido con ropajes iguales que los de aquellos tipos. Pero este, en concreto, tenía un aspecto de lo más siniestro. Parecía un murciélago gigante, y tenía cara de pocos amigos.

¡Pero bueno! ¡¿Qué os habéis creído vosotros?! —gritó Donald, enojado, reincorporándose de un salto—. ¡No tenemos tiempo para vuestros jueguecitos!

Esto, chicos… Andamos un pelín apresurados, así que no queremos ningún problema.

Esto... ¿Acaso ocurrirá muy a menudo?

Parece un mundo muy poblado, seguramente habrá alborotadores aquí y allá causando problemas con frecuencia
—respondí a Lawrence, manteniendo su mismo tono de voz.

En cualquier caso, Donald parecía querer plantar cara a los matones. Tenía curiosidad por ver cómo se desenvolvían en combate, así podría comprobar si eran realmente los Donald y Goofy de Ciudad Disney o no.

Tarde para las excusas. Estas calles pertenecen a la guardia cardenálica. Y vosotros, chusma de la caballería al servicio de la reina, os habéis metido en nuestra jurisdicción.

¿Guardia cardenálica? ¿Querrá eso decir entonces que ese bicho repugnante es la autoridad aquí?

Pero la cosa no fue muy bien para los supuestos caballero de la corte y mago real a partir de ahí. Un furioso Donald empezó a plantar cara a aquellos tipejos, y Goofy se mostraba opuesto a pelear. No obstante ellos sí tenían ganas de gresca, y rodearon a Donald rápidamente. Este comenzó a temblar, miedoso.

Eh, eh —Miré a Lawrence para llamar su atención. ¡Teníamos que hacer algo, o les darían una paliza!

Donald, en ese momento, saltó hacia un barril cercano para esconderse, y Goofy le siguió. Los tales guardias cardenálicos comenzaron a reírse y burlarse de ellos, y me hicieron perder los nervios. ¡Si de verdad eran la autoridad de aquel lugar, no debían ser tan crueles! ¡Era injusto que tratasen así a alguien solo por pisar una calle que según ellos era de su jurisdicción!

Apreté los puños y salí de mi escondite, preparada para darle un escarmiento a aquel mamarracho.

¡Eh, vosotros! ¿Qué estáis mirando? ¡Largaos de aquí!

Tsst. Nos han descubierto...

Ups.

¡Qué alguien se lleve a esos mocosos humanos!

Cuando me quise dar cuenta, me vi agarrada por uno de ellos del hombro junto a Lawrence, y entonces vi el fallo que acababa de cometer por haberme dejado llevar por mis tripas.

¡Suéltame!

No quería provocar una trifulca innecesaria en medio de la calle, pero no tenía otro remedio. Donald y Goofy eran la única pista que había encontrado para cumplir la misión, y no me iba a ir así como así, dejándolos allí.

Agité el hombro con brusquedad, intentando zafarme un poco de la mano del tipo, y acto seguido le propiné un codazo en sus partes más queridas. Era una técnica que había utilizado ya más de una vez, y poco a poco había ido perfeccionándola.

¡Vamos Maya, enseñemos a este tipo de qué estamos hechos.

Una vez liberada del hombre, observaría a Lawrence y acto seguido a aquellos hombres, o lo que fuesen. Pensándolo con más calma, consideré que no era buena idea armar revuelo allí, y probablemente acabaríamos en el calabozo o algo peor, perdiendo un valioso tiempo y, para colmo, también la pista a Donald y Goofy.

Negué con la cabeza, mirando a Lawrence. Teníamos que huir de allí y llevarnos a Donald y Goofy como fuese.

"Lo siento, Ronin, pero tengo que incumplir tus condiciones."

Respiré hondo y me preparé, tenía que ser rápida como una centella. De un salto, me acercaría a Lawrence a toda velocidad y le taparía la boca con una mano. Acto seguido, lanzaría un hechizo Dulce Aroma para aturdirles. Daría otro brinco hacia adelante, invocando la Pétalo de Hada en mis manos, y les propinaría algunos tajos a cada uno aprovechando su estado de embriaguez, al mismo tiempo que me acercaríaa al barril donde se encontraban Donald y Goofy.

Allí, como seguramente ambos estarían bajo el efecto de mi hechizo, desmaterializaría mi Llave Espada y agarraría a Goofy de la muñeca mientras señalaría al interior del barril con la cabeza, pidiendo así a Lawrence que se encargase del pato. En caso de que Donald no estuviese bajo el efecto embriagador de mi hechizo, le diría que ya estaba a salvo y que saliese cuanto antes.

Con todos a salvo y, con suerte, los matones aún medio aturdidos, nos colaríamos por las callejuelas y huiríamos cuanto antes.

Seguramente aquello provocaría también bastante escándalo, pero al menos si nos escapábamos rápidamente no causaría tanta conmoción como si nos hubiésemos entretenido a combatir, lo cual atraería muchas más miradas.
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Re: [País de los Mosqueteros] Todos para Uno

Notapor Drazham » Vie Ene 22, 2016 10:50 pm

Simbad


Incluso el propio Simbad sería consciente de que con su estratagema estaba andando por arenas movedizas. Si no, la advertencia silenciosa que le lanzó el tabernero al intercambiar miradas se lo dejaría clarito. De todas formas, el hombre ya tenía suficiente con lo suyo, le había avisado, y no tuvo reparos en servirle una cerveza tras coger las monedas que repiquetearon en la madera de la barra. Hizo su trabajo, nada más.

La reacción de las comadrejas, en cambio, fue más interesante, dedicándole al chico muecas de extrañeza por esa generosidad tan espontánea. Y la cosa no es que mejorase mucho cuando Simbad trató de ganárselos con su discurso: usar términos como “negocios turbios” y algún que otro tonito irónico no les debió hacer mucha gracia, ya que dio lugar a que los rostros burlones y altaneros de los mosqueteros se endureciesen.

>>En efecto. Quiero unirme a la banda.

Tras unos segundos de incómodo silencio, el primero de los animales reaccionó, agarrando a Simbad por la muñeca del brazo con el que sostenía la cerveza y le acercó su amenazante rostro al suyo.

Si tu propósito es hacernos reír con tu sarta de desvaríos, lo estás haciendo de pena, humano —escupió la última palabra con asco—. ¿No te has parado a pensar que tu “amigo” estará en la tumba por bocazas y por inventarse bulos de gente con la que no le conviene enemistarse?

La comadreja le apretó con más fuerza la muñeca, y Simbad no podría evitar que la jarra se le resbalase de los dedos y se estrellará contra el suelo, escampando cerveza y pedazos de cristal por doquier. Eso, obviamente, atrajo la atención del resto de comensales, escudriñando al trío con temor. Solo eso, ninguno se atrevió a entrometerse, conscientes de quienes eran los tipejos con los que trataba Simbad.

Por eso detesto a los humanos. Siempre metiendo las narices donde no deben y creyéndose los reyes del mundo.

Pero, oye… Es la primera vez que veo a uno tan moreno.

Al captor de Simbad le cruzó por la cara una sonrisa cruel.

Piel clara u oscura. Me pregunto si eso afectará al color de su sangre…

Antes de que el mosquetero llegase a mostrar sus verdaderas intenciones, una delicada mano se posó en su hombro, disuadiéndolo durante unos instantes.

Caballeros, por favor. No creo que el color de la sangre de este chico importe mucho.

De pronto, la cara de la comadreja se descompuso en un terror que lo dejó tan pálido como un fantasma, y lo mismo le sucedió a su compañero. Liberó la muñeca del gitano y ambos giraron sobre sus talones, solo para reprimir un gemido tras verle la cara a quien les causaba tanto pavor.

M-Milady…

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Una mujer. Una grácil damisela humana de ondulados cabellos dorados que andaría en sus veinte. Sus caras prendas de vestir darían a entender que se debía de tratar de alguien de la nobleza, desentonando abismalmente en una taberna como aquella.

Aunque de apariencia frágil, Simbad notaría de inmediato un aura gélida alrededor de la mujer, que mostró una media sonrisa a los dos rufianes, que boqueaban como pánfilos.

Estoy segura de que es tan roja como la mía o la de ustedes. —Afiló su mirada, y dio la sensación de que la temperatura ambiente decayese—. Pero si no les convence, siempre podríamos comprobarlo.

Ambos retrocedieron un paso, acongojados con su mera presencia. Fuera quien fuese, era alguien con suficiente poder para hacer temblar a la mismísima ley de la ciudad.

N-no creo que eso sea necesario —balbuceó, intercambiando miradas con su camarada en un mero intento de decirle que debían largarse de allí—. Tenemos… que seguir con la ronda. Con su permiso.

Y echaron a andar, procurando alejarse lo más posible de la dama y sin dirigirle la mirada hasta que cruzaron la puerta.

De modo que no buscáis ni el dinero, ni las riquezas.

La mujer se acercó a Simbad, estudiándolo con una mirada llena de curiosidad. Se llevó una mano a la boca, riendo por lo bajo.

Perdonad mi atrevimiento, pero me cuesta creer que alguien de vuestro perfil esté interesado en ingresar en la guardia cardenálica. Como habréis visto, suelo tratar con ellos, y los conozco demasiado bien.

»Así pues, ¿qué otro motivo de peso, que no sean los bienes materiales, tenéis para dar caza a unos demonios y arriesgar vuestra vida?

Bueno, Simbad no habría sacado nada de los mosqueteros. Pero, mira por donde, dio con alguien que sí parecía dispuesta a hablar. Su suerte había mejorado.

O tal vez no...

*****


Maya y Lawrence


¡Estaréis de broma si creéis que los dejaré hacerle daño a esos animales inocentes!

El mosquetero que agarraba a los dos aprendices no pudo elegir peor momento para bajar la guardia, confiando en que un par de niños no le darían muchos problemas. Aquello le costó una patada en la rodilla por parte de Lawrence, y un precioso codazo en sus partes nobles por cortesía de Maya. Acabó por caer al suelo, retorciéndose de dolor y dejando vía libre a la pareja.

¡Qué demonios…! —protestó el murciélago, incrédulo de que dos niños se librasen con suma facilidad de uno de sus hombres. Señaló a los dos y vociferó—. ¡Coged a esos críos, panda de inútiles!

El primero en pasar a la acción fue Lawrence, lanzándose a por el resto de mosqueteros con ímpetu justiciero. Sin embargo, por mucha motivación que tuviese, tirarse de cabeza a por tres hombres sin una estrategia en mente era una insensatez que le salió cara. Sus adversarios lo tuvieron chupado para tirarlo de morros al suelo y apresarle entre todos sin la más mínima delicadeza. Tal vez debería plantearse el tirarse a lo loco en un futuro…

De todas formas, la pequeña bruja no tardó en salvar el día: de su boca surgió una niebla de un empalagoso olor que inundó a los tres matones, notando al instante los efectos de la habilidad y soltando a Lawrence al surgir los primeros síntomas de la embriaguez en ellos. Su líder alado, pese a quedarse anonadado por la vuelta de tuerca, captó la peligrosidad del gas que exhaló Maya y se apresuró a taparse la nariz con la capucha antes de que le llegase.

Por supuesto, dejar para el arrastre a una panda de tambaleantes y ebrios guardas fue pan comido para la aprendiza, que cayeron como moscas al recibir unas estocadas superficiales. Seguramente pensaría que ninguno de ellos se percataría de la extraña espada con forma de llave que apareció entre sus manos. Pero ese no fue el caso para quien observaba la contienda, fuera del alcance del Dulce Aroma, y con la boca abierta: Goofy.

Se encontraba demasiado perplejo, tardando en darse cuenta de que Maya se acercó a él y tiró de su brazo. Aunque entendió a tiempo cuales eran las intenciones de los chicos y, sin mucho más que hacer, metió el otro brazo dentro del barril, agarrando a un desorientado Donald por la ropa y alzándolo sin apenas esfuerzo.

A partir de ahí, los tres (junto con el pato que cargaba Goofy) salieron por patas, colándose por un callejón cercano.

Mientras tanto, el murciélago despejó los restos del Dulce Aroma con una de sus alas y captó por el rabillo del ojo a sus presas escabulléndose. Se destapó el rostro y miró al suelo, donde yacían sus desparramados lacayos. Una escena más que lamentable.

Esto no le va a gustar nada al capitán.

***


Tras diversas vueltas de esquina y cambios de sentido a través de las angostas callejuelas, los aprendices y el dúo de mosqueteros llegaron hasta un pequeño callejón un poco más amplio que comunicaba con algunas de las puertas traseras de los establecimientos cercanos, de ahí que estuviese intransitada y a rebosar de barriles y cajas que usarían para el transporte de mercancías.

Al comprobar que estaban fuera de peligro, Goofy resolló y dejó en el suelo a Donald, quien estuvo hecho una auténtica furia y no dejó de revolverse y darles la tabarra con sus gritos gangosos durante la huida.

Y así seguía.

¡Esta ciudad es de locos! ¡De lo-cos! —berreó, acercándose a trompicones a un barril y arreándole una patada. La madera se quedó intacta, pero no se podía decir lo mismo del pie del pato, llevándose las manos al susodicho y pegando saltitos de dolor.

Esto, Donald…

¡No hay más que rufianes que solo buscan peleas! —cortó a su compañero, olvidándose de su magullado pie—. Vayas a donde vayas te encuentras a esos matones consentidos y egoístas de la guardia cardenálica. ¡Y ya estoy harto de ellos!

Donald, escúchame un…

Y vosotros. —Pasó a señalar a Maya y Lawrence—. No sé de donde habréis salido, pero menuda idea la vuestra la de cabrear a esa panda de indeseables. ¡Ahora sí que no nos los vamos a poder quitar de encima!

Pero Donald…

¡¡Qué!! —Se viró hacia Goofy, a punto de estallar allí mismo.

Esos chicos son Portadores de la Llave Espada.

Se formó un silencio sepulcral entre los dos durante unos cinco segundos, hasta que Donald decidió romperlo:

¿Cómo…? —Su cara se volvió un poema.

Sí, sí. He visto a la chica del sombrero invocarla de la nada. —Echó una mirada dudosa a Maya y dijo—: Y, lo de la nube de gas… Eso era magia, ¿no?

Tanto Donald como Goofy se quedaron mirando a los muchachos, expectantes, y anhelando cualquier tipo de respuesta que pudiese arrojar un poco de luz a sus dudas. Eso sí, como no se diesen prisa, el primero no tardaría en acribillarles a más preguntas dado su actual estado de humor.

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Maya
VIT: 36/36
PH: 28/40

Lawrence
VIT: 7/8
PH: 4/4


*****


Makoto


El capitán Treville le dedicó una sonrisa tranquilizadora en pos de calmar los nervios del pobre muchacho, y dijo:

Es todo un placer, Makoto. Y sí, los mosqueteros conocemos bastante bien este turbio asunto. Más de lo que imaginas. —Su semblante se tornó ligeramente serio y carraspeó—. Tú maestro te habrá informado de que esos demonios; o yeux d’ambre, como los denomina casi todo el mundo, han estado apareciendo en diversos puntos de la ciudad, causando más que meros destrozos a su paso. —Obviamente, se refería a que ya habían llegado hasta el punto de acabar con las vidas de quienes tenían el infortunio de no poder escapar de ellos—. Pero no solo estamos hablando de civiles que han caído en sus garras. Son muchas bajas las que hemos sufrido en la caballería, y la mayoría de ellas no han sido casualidad. Tengo sospechas de que mis hombres son objetivo de lo que haya traído a esos demonios.

Ryota se llevó la mano al mentón, cabizbajo, meditando el alegato del capitán. La teoría de un supuesto culpable que provocase la aparición de los Sincorazón parecía cuadrar con sus palabras.

¿Han encontrado pruebas que apunten hacia una dirección en concreto? —preguntó.

Que demuestren la culpabilidad de alguien, no. Pero le alegrará saber que en uno de nuestros últimos registros, dimos con algo más que esas “piedras” que ya conoce.

Treville hurgó entre los pliegues de su capa y sacó un pequeño saco de cuero. Lo desanudó y extrajo lo que contenía en su interior, dejándolo encima de la mesa: una máscara hecha de un metal cobrizo y un tallado de lo más siniestro.

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Así que por eso cree que hay alguien “humano” detrás de esto.

En efecto, a menos que a los demonios les guste disfrazarse para el carnaval. —Se le escapó una risa melancólica—. También he traído un mapa de la ciudad con los puntos señalados de todos los altercados ocurridos hasta la fecha.

El hombre volvió a rebuscar entre sus ropajes, pero por su tardanza y su expresión de complicidad, no encontraba por ninguna parte el susodicho.

¡Oh, cierto! Me había olvidado de que lo lleva el chico nuevo —recordó, dibujando una mueca—. ¿No se lo he mencionado, Monsieur Ryota? No es el único con pupilos al cargo. Se le ve muy entusiasta, y creo que llegará lejos. Ahora mismo debe de estar preparando mi caballo, al otro lado de la taberna.

Ryota sonrió, quizás al sentirse identificado con alguien que tenía grandes expectativas de sus alumnos. Luego, le dio una palmadita en el hombro a Makoto y dijo:

Makoto, ¿por qué no vas a buscarle? Me gustaría hablar con el capitán de un par de asuntos.

El joven no podría negarse a la petición del Maestro. Tendría que dejar a los dos hombres solos, y tal como le dijo Treville, rodeando la taberna nada más salir a la calle, daría con los postes a los que se ataban los caballos. En ese momento solo había uno de piel castaña y de buena estirpe, pero acompañado de alguien más.

Makoto se fijaría en la pequeña figura que se ayudaba de un taburete para llegar a la silla de montar del equino y prepararla, vistiendo el uniforme de los mosqueteros, y con dos llamativas y redondas orejas que le sobresalían por los laterales del sombrero.

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El ratón mosquetero no daría cuenta de Makoto al estar tan enfrascado en reajustar la cinta de la silla, canturreando tan feliz y dándole la espalda. De pronto, la tranquilidad del momento se quebró de súbito cuando el caballo relinchó de espanto y se irguió sobre sus patas traseras, golpeando al pequeñajo en el proceso y tirándole de la banqueta.

¡Ayyy! ¡Tranquilo, chico! ¿Qué te ocurre?

El ratón se levantó de un salto y trató de calmarle, cosa ardua dado su tamaño y a los zarandeos del animal. Una vez que consiguió tranquilizarle un poco, buscó con la mirada la razón por que se asustó. Y debió dar con ella, porque sus ojos se abrieron como platos al fijarse en la entrada a uno de los callejones cercanos.

Si Makoto hacía lo mismo por su parte, percibiría a cierto conocido reptando por el suelo.

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La Sombra se fundió con el suelo y culebreó hasta perderse por el callejón. Mientras, el ratón presenció la escena con una expresión tensa. Pareció estar cavilando en algo. Aunque no durante mucho tiempo, ya que salió escopetado detrás del Sincorazón.

¿Qué haría Makoto?

*****


Freya


Freya no se movió de allí. Y por el momento, nadie tenía pensado salir a ver qué pasaba con ese griterío.

Porque todavía se podían escuchar, pero cada vez más lejos. A este paso, no tardarían en llevarse a quien estuviese gritando…

Ausencia de Crystal justificada.

Fecha límite: Miércoles 27 de enero.
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Re: [País de los Mosqueteros] Todos para Uno

Notapor xXOrbOOkXx » Lun Ene 25, 2016 1:18 am

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Fue una estrategia complicada. Y funcionó en parte.

Afortunadamente, el mesero fue lo suficientemente inteligente como para largarse de allí, pero no antes de dirigirme una mirada de pura advertencia. Sonreí interiormente, dando por hecho que aquellos no eran mosqueteros mirase por donde lo mirase. Se suponía que los mosqueteros debían proteger la ciudad, no robar a sus habitantes, por muchos Sincorazón que derrotasen.

Si es que derrotaban a algunos, claro.

Fuera como fuese, poco a poco me lo iban dejando más que claro. Había utilizado la ironía y el sarcasmo, dejándoles claro que sabía perfectamente lo que estaban haciendo y que no eran los buenos de la película. Quizás si me hubiera hecho el tonto hubiera podido sonsacarles más información, pero no estaba para perder el tiempo, que se me escapaba de entre los dedos con rapidez. Comencé a estresarme.

Si tu propósito es hacernos reír con tu sarta de desvaríos, lo estás haciendo de pena, humano —escupió uno de los animales. ¿No te has parado a pensar que tu “amigo” estará en la tumba por bocazas y por inventarse bulos de gente con la que no le conviene enemistarse?

Mis mirada se volvió fría, como dos pozos de hielo. Me estaba agarrando una muñeca, la del brazo en el que guardaba el tatuaje del camaleón.

Suéltame la mano si no quieres que te la corte —murmuré en un tono amenazante y sombrío. Estuve a punto de cumplir mi venganza. Me hubiera encantado derramar su sangre, pero me obligué a tranquilizarme, sabiendo que la lucha solo me acarrearía problemas.

Por eso detesto a los humanos. Siempre metiendo las narices donde no deben y creyéndose los reyes del mundo.

Una pena que fuéramos igual de ladrones y embusteros, pensé, pero no dije absolutamente nada. La cerveza resbaló de mis manos, cosa que me hubiera cabreado de no ser por mi talante tranquilo. Mi cuerpo se tensó hasta límites inimaginables, queriendo salir de allí de una vez y simplemente irme por otro camino... o seguir a aquellos dos individuos hasta el núcleo de su organización.

Pero, oye… Es la primera vez que veo a uno tan moreno. —dijo el otro con segundas intenciones. Podría haberme zafado, pero me encantaba el rumbo que estaban tomando las cosas, sarcásticamente, claro. Odiaba a aquella clase de gente, pero no me gustaba dar rienda suelta a aquella clase de rabia.

Piel clara u oscura. Me pregunto si eso afectará al color de su sangre…

Preparé un hechizo. Uno sencillo, que no llamara la atención, preparé la mano izquierda dispuesta a cerrarla sobre su garganta y realizar Asfixia, y una vez aturdido, robarle la bolsa de platines; un plan que no me costó en organizar. Sin embargo, una voz femenina me disuadió a realizar mis planes. Una pena.

Caballeros, por favor. No creo que el color de la sangre de este chico importe mucho.

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Su voz era firme pero suave, con gotas de amenaza en su voz disueltas en la belleza parisina y recta que portaba. La reacción que provocó en aquellos dos individuos hizo que compusiera una mueca de interés mal disimulado. Mi muñeca quedó libre afortunadamente, por lo cual pude frotarme la zona afectada reduciendo el poco dolor que me había causado. Volví a sentarme, viendo los acontecimientos.

M-Milady…

Me recordó completamente a Nanashi. No solo porque vistiera ropas más adecuadas a la nobleza, dato que me apunté, sino que irradiaba un frío que congelaba hasta el corazón más ardiente. Incluso a mí me sacó un estremecimiento, aunque no lo saqué a relucir. Cogí una de las cervezas abandonadas en la barra y di un sorbo. Me prometí no volver a beber, pero yo no cumplía mis promesas.

Estoy segura de que es tan roja como la mía o la de ustedes. —Afiló su mirada. Sonreí un poco al recordar una canción que trataba exactamente sobre eso—. Pero si no les convence, siempre podríamos comprobarlo.

N-no creo que eso sea necesario —balbuceó dirigiendo miradas acongojadas a su compañero—. Tenemos… que seguir con la ronda. Con su permiso.

La escruté de reojo, entornando los ojos. Se me ocurrió que ella podría pertenecer a esa banda de ladrones, quizás a un rango superior. O a los mosqueteros. Sí, quizás era una generala de los mosqueteros, enemistada con el otro bando. Asumía cosas deprisa, pero no se me ocurría otra cosa.

De modo que no buscáis ni el dinero, ni las riquezas.

Se acercó y rió como una jovencita, escrutándome como si quisiera leerme la mente, algo que previsiblemente no había conseguido. Arqueé una ceja. Le ofrecí asiento si quería, pero supuse que lo rechazaría. Di otro pequeño sorbo a la jarra.

Perdonad mi atrevimiento, pero me cuesta creer que alguien de vuestro perfil esté interesado en ingresar en la guardia cardenálica. Como habréis visto, suelo tratar con ellos, y los conozco demasiado bien.

Interesante. Muy muy interesante. Porque la palabra cardenálica, me sugería a la derivación de cardenal, es decir, un alto rango de la Iglesia. No me desagradaba la religión, Notre Dame siempre había sido refugio para todos los gitanos, pero la relacionaba con la Inquisición. Y eso ya no me gustaba tanto. Resumiendo: aquella guardia estaba regida por un cardenal, al margen de los mosqueteros. Quizás me estaba llevando una idea totalmente equivocada desde el principio.

»Así pues, ¿qué otro motivo de peso, que no sean los bienes materiales, tenéis para dar caza a unos demonios y arriesgar vuestra vida?

Perdonad mi atrevimiento, a mí también, madame —respondí sin quitarle la vista encima e imitándole el gesto cortés—. Pero, ¿quién sois exactamente y qué hacéis en una taberna de mala muerte como esta?

Me levanté suavemente, desviando la vista, como si estuviera incómodo. Probablemente había escuchado todo mi discurso, así que había que ir con pies de plomo si quería sacar algo de aquel asunto. Dejé pasar unos segundos de silencio.

Venganza sobre los yeux d`ambre —respondí, sin embargo, a su anterior pregunta—, pero mi interés no era unirme a esa guardia de ladrones, si es a lo que te refieres. Solo quiero matar a esos demonios, pero para lograrlo necesitaba un grupo con el que enfrentarme a ellos. Conozco el arte de la lucha, pero nunca está mal ir acompañado.

Le señalé un vaso con cerveza, por si quería apropiárselo y bebí de nuevo del mío, todavía de pie.

»Mi objetivo también era unirme a los mosqueteros, de los que también he oído hablar. Me da igual una guardia que otra, la verdad —confesé—. Pero la guardia cardenálica son con los que me he topado antes. La verdad, no sé la diferencia entre unos y otros.

Negué con la cabeza e hice un ademán de irme.

Aquí parece que no voy a encontrar lo que estoy buscando —le dije, algo abatido—. Será mejor que busque suerte en otra parte.

Si no decía nada o no reaccionaba, saldría de la taberna y me pondría a buscar a los dos animales que habían huido de escena para seguirles.
~Un cuarto de hora de risa, equivale a un año más de vida...~


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"La Cité des Clochés" La última noche en París (Libre)
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Re: Ronda 3

Notapor Crystal » Mar Ene 26, 2016 10:23 pm

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La cantidad de tenderetes, jolgorio y gente que había en el mercado, sacó una pequeña sonrisa a la aprendiz. Aunque era algo agobiante estar rodeada de tantas personas, una parte de las cuales chillaban a los cuatro vientos una gran cantidad de ofertas, hacía tiempo que no visitaba un lugar con tanta vida como aquel.

Con un poco de esfuerzo y paciencia, consiguió abrirse paso entre todas aquellas amas de casa hechizadas por los descuentos que se ofrecían en el lugar. Como recompensa, encontró un pequeño puesto dónde vendían unos bollos recién horneados que tenían una pinta exquisita. Obviamente, la aprendiz no pudo reprimir sus ganas de comer y acabó por comprar una de aquellas pequeñas delicias.

Mientras partía un cachito del bollo para que fuese enfriándose, se paseó por la zona, dispuesta a empaparse de toda la variedad de chismes que se contaban por el lugar. Le era difícil concentrarse en una sola conversación, puesto que había tanto ruido que era imposible que no llegasen fragmentos de todo el mundo.

¡Qué me dices! ¿Han vuelto a atacar otro comercio?

—Como te digo, ya van tres en esta semana. Los mosqueteros están haciendo todo lo posible para que la noticia no se extienda por la ciudad, pero llegados a este punto…

Qué me vas a contar. Yo he oído que hasta han llegado a aparecer fuera de París. Mi primo me contó que en Saint Mont-Michel incendiaron la mansión de un noble en plena fiesta.

«Eso no suena nada bien. ¿Por dónde caerá ese Saint Mont-Michel?».

—Da igual a cuantos hombres manden la reina y el cardenal, esos monstruos acaban destrozándolo todo y, entre tú y yo… Hay rumores acerca de que los más perjudicados han sido los mosqueteros de la reina. Hablan de bajas a causa de los yeux d’ambre.

«¿Los yeuxdequé? Ugh, dónde está Simbad cuando necesito traducir cosas».

Encima eso… Como nos quedemos solo con esos brutos de la guardia cardenálica…

De repente, los cuchicheos pararon y un grito femenino se alzó por encima de todas las conversaciones.

¡Suélteme! ¡He dicho que me suelte!

Todo el mundo parecía alertado. Freya buscó con la mirada el lugar de dónde provenía aquella alarma, pero entre tanto bullicio su visión estaba bastante limitada.

Hablando del Rey de Roma… Seguro que se trata de esa mala bestia que tienen por capitán. Lo acabo de ver pavoneándose por el mercado no hace mucho.

Por lo visto, nadie de por allí tenía interés alguno en hacer algo. Qué pocas ganas de ayudar tenía aquella gente; seguro que los yeux d’ambre, cuyo nombre Freya aún no sabía pronunciar bien, ya había causado suficientes estragos como para que la gente dudase tanto para mover un solo dedo. Como había escuchado, podía tratarse del capitán, y eso aseguraba problemas grandes. Se tomó un tiempo para acabarse el bollo, mientras los gritos se alejaban; si no actuaba con rapidez perdería la oportunidad.

Por qué siempre acabo metiéndome en líos...

Freya correría hasta el lugar de dónde venían los gritos, dispuesta a ver de qué iba todo aquel alboroto. Si la situación lo requería y encontraba la oportunidad, no dudaría en ayudar a la mujer que chillaba, intentando apartarla de la persona que la sujetaba.
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Re: [País de los Mosqueteros] Todos para Uno

Notapor Shiroe » Mié Ene 27, 2016 12:37 am

¡Qué demonios…! —Respondió el murciélago ante nuestra "reluciente" zafada—. ¡Coged a esos críos, panda de inútiles!

Rápidamente me embarqué en una pelea contra los supuestos dichosos mosqueteros, pensando en que sería fácil enfrentarme a una panda de abusadores... Error. Los sujetos se tiraron contra mi y me dejaron como sticker pegado al suelo. Supongo que no sólo se necesitan emociones para ganar una pelea.

Afortunadamente, para mi, Maya realizó una extraña habilidad que consistía en exhalar un gas de su boca, gas el cual olieron los bárbaros y me permitió liberarme de éstos. Maya me tapó la boca a tiempo para no inhalar semejante gas.

Así que, ¿Estos son los tipos de aprendices que reciden en Tierra de Partida? ... Increíble. — Pensé para mis adentros, sorprendido por la acción realizada por mi compañera Maya.

Un poco más lejos del gas estaba el perro con la boca abierta, parecía sorprendido de lo que acababa de ocurrir. Mi compañera se acercó a éste para sujetarle del brazo y tirar del mismo, el perro todavía parecía estar en shock, aunque no tardó en meter su brazo dentro del barril y tomar al pato por sus vestimentas, sacándolo del barril con suma facilidad.

Me acerqué a mi compañera y los sujetos aún con la boca tapada, debido a que quedaba un poco de ese gas en el aire, así que no me quería arriesgar a inhalarlo "Por accidente". Los bárbaros, que yacían en el suelo, se despertarían tarde o temprano, no podíamos quedarnos por mucho tiempo por más que quisiéramos, así que optamos por escapar de la zona mediante un callejón que estaba cerca de la zona.

[center]***[center]

Estuvimos dando vueltas y vueltas, callejón por callejón, alejándonos más y más de la zona de "peligro" junto a nuestros ahora nuevos acompañantes, el pato y el alto perro, en especial el pato, quien no dejó de moverse y gritar balbuceando todo el camino. Al final logramos llegar a un callejón no tan angosto del cual sobraban los barriles y una que otra caja por la cual se guardaban las mercancías.

Este parece ser un lugar lo bastante alejado y poco transitado. — Comenté a mi compañera. — Descansemos un poco. — Agregué.

El perro soltó al pato, dejándolo a su libertad, pero éste no paró de hacer berrinche.

¡Esta ciudad es de locos! ¡De lo-cos! — Estaba bastante enojado, tanto así que se acercó a uno de los barriles que había cerca y le propinó una buena patada a ésta. Aunque luego de un momento el que acabó acariciándose el pie por el dolor fue él; acción ésta que me causó un poco de gracia para mis adentros, y es que vamos... ¿A quién no?

Esto, Donald…— Le habló el perro, que fue inmediatamente interrumpido por el pato.

¡No hay más que rufianes que solo buscan peleas! — Respondió enojado el pato quien se había dejado de acariciar el pie.—. Vayas a donde vayas te encuentras a esos matones consentidos y egoístas de la guardia cardenálica. ¡Y ya estoy harto de ellos!


Donald, escúchame un…— Respondió el perro, quien nuevamente fue interrumpido.

Y vosotros. —Nos señaló enojado—. No sé de donde habréis salido, pero menuda idea la vuestra la de cabrear a esa panda de indeseables. ¡Ahora sí que no nos los vamos a poder quitar de encima!

Pero Donald…

¡¡Qué!! — Se volteó hacia su compañero respondiéndole de manera brusca.

Esos chicos son Portadores de la Llave Espada.

Tan solo faltó ese comentario para que el pato, el cual le hacían llamar Donald debido al repetido uso de ese nombre al referirse a él, se quedara callado, pensándolo más a fondo. No obstante, éste respondió luego de unos segundos.

¿Cómo…? — Respondió el pato "Donald" al comentario, ahora más confundido que nunca.

Sí, sí. He visto a la chica del sombrero invocarla de la nada. —Respondió apuntándole a Maya. —Y, lo de la nube de gas… Eso era magia, ¿no? — Agregó.

Sinceramente no sabía qué responder ya que la Maestra Lyn me había contado que no debíamos revelar nuestra identidad a nadie, aunque estos sujetos parecían conocer la Llave Espada y la Magia por igual.

Debido a que Maya tenía más experiencia y tiempo en esto, había decidido dejárselo en sus manos, sin mencionar que la pregunta fue dirigida hacia ella, no había nada más que añadir.
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Re: [País de los Mosqueteros] Todos para Uno

Notapor JRA » Mié Ene 27, 2016 7:13 pm

El capitán Treville le dedicó una sonrisa tranquilizadora en pos de calmar los nervios del pobre muchacho, y dijo:

Es todo un placer, Makoto. Y sí, los mosqueteros conocemos bastante bien este turbio asunto. Más de lo que imaginas. —Su semblante se tornó ligeramente serio y carraspeó—. Tú maestro te habrá informado de que esos demonios; o yeux d’ambre, como los denomina casi todo el mundo, han estado apareciendo en diversos puntos de la ciudad, causando más que meros destrozos a su paso. —Obviamente, se refería a que ya habían llegado hasta el punto de acabar con las vidas de quienes tenían el infortunio de no poder escapar de ellos—. Pero no solo estamos hablando de civiles que han caído en sus garras. Son muchas bajas las que hemos sufrido en la caballería, y la mayoría de ellas no han sido casualidad. Tengo sospechas de que mis hombres son objetivo de lo que haya traído a esos demonios.

Ryota se llevó la mano al mentón, cabizbajo, meditando el alegato del capitán. La teoría de un supuesto culpable que provocase la aparición de los Sincorazón parecía cuadrar con sus palabras.

¿Han encontrado pruebas que apunten hacia una dirección en concreto? —preguntó.

Que demuestren la culpabilidad de alguien, no. Pero le alegrará saber que en uno de nuestros últimos registros, dimos con algo más que esas “piedras” que ya conoce.

Treville hurgó entre los pliegues de su capa y sacó un pequeño saco de cuero. Lo desanudó y extrajo lo que contenía en su interior, dejándolo encima de la mesa: una máscara hecha de un metal cobrizo y un tallado de lo más siniestro.

Así que por eso cree que hay alguien “humano” detrás de esto.

En efecto, a menos que a los demonios les guste disfrazarse para el carnaval. —Se le escapó una risa melancólica—. También he traído un mapa de la ciudad con los puntos señalados de todos los altercados ocurridos hasta la fecha.

El hombre volvió a rebuscar entre sus ropajes, pero por su tardanza y su expresión de complicidad, no encontraba por ninguna parte el susodicho.

¡Oh, cierto! Me había olvidado de que lo lleva el chico nuevo —recordó, dibujando una mueca—. ¿No se lo he mencionado, Monsieur Ryota? No es el único con pupilos al cargo. Se le ve muy entusiasta, y creo que llegará lejos. Ahora mismo debe de estar preparando mi caballo, al otro lado de la taberna.

Me encontraba enfrascado el la conversación de los dos adultos, mi nerviosismo se había esfumado ya que en este momento no tenía que hablar con el capitán. Ryota me sacó de mis pensamientos con una palmada en el hombro.


Makoto, ¿por qué no vas a buscarle? Me gustaría hablar con el capitán de un par de asuntos.

No podía negarme ante aquella petición ademas si salía de allí me libraba de que Ryota me volviera a pedir alguna tarea que me pusiera nervioso, así que tras asentir con la cabeza y sonreirle, me levante de allí de un saltó y salí de la taberna.

Tras salir de allí me encontré lo que parecía ser un ratón con los ropajes de un mosquetero. ¿Sería aquel el otro aprendiz?
Enseguida me dí cuenta de que el ratón parecía estar enfrascado en su tarea de reajustar la silla de un caballo que había allí. Antes de poder si quiera llamar su atención un susto hizo que cayera de culo al suelo, de pronto el caballo se había puesto a relinchar mientras se erguía y golpeaba al pequeño ratón el cual cayó de la banqueta en la que estaba sentado.

¡Ayyy! ¡Tranquilo, chico! ¿Qué te ocurre?

Tras levantarse rápidamente, el ratón intento tranquilizar al animal, algo un poco difícil dada la diferencia de tamaños, tras hacerlo, buscó algo con la mirada, tras pasar la vista por un callejón susu ojos se abrieron como platos, cosa que me resultó curiosa y posé mi mirada hacía el mismo punto. Tras lo que ví me resultó normal la sorpresa del ratón, allí se encontraba lo que parecía ser un sincorazón, y del mismo tipo al que me había enfrentado en mis islas.

La Sombra se fundió con el suelo y culebreó hasta perderse por el callejón. Mientras, el ratón presenció la escena con una expresión tensa. Pareció estar cavilando en algo. Aunque no durante mucho tiempo, ya que salió escopetado detrás del Sincorazón. Tras ver al ratón salir tras la Sombra, yo no podía quedarme ahí simplemente, así que me levanté rápidamente y perseguí al ratón ya que este podía correr peligro.

-¡EY! ¡Espera! -Gritaba mientras seguía persiguiendo al ratón. En un principio mi plan era llamar la atención de este e ir a avisar a Ryota evitando una confrontación innecesaria, pero si no sucedía de esta manera estaba preparado para defender al ratón de la Sombra y combatir.
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Re: [País de los Mosqueteros] Todos para Uno

Notapor Zodiark » Sab Ene 30, 2016 1:50 pm

Me recosté en una pared, jadeando, agotada tras la carrera (y por los incesantes y molestos gritos de Donald, que seguía aún quejándose).

Y vosotros. No sé de donde habréis salido, pero menuda idea la vuestra la de cabrear a esa panda de indeseables. ¡Ahora sí que no nos los vamos a poder quitar de encima!

Me gire hacia él y le miré, algo enfadada. Fuese Donald o no, no iba a consentir que me tratara de esa forma después de haberle ayudado.

Eh, para empezar ya los teníais encima, y dudo que pudieseis quitároslos temblando desde un barril —Sí, era obvio que estaba muy decepcionada. Donald y Goofy no serían tan cobardes, a pesar de no querer pelearse con unos matones, les habrían puesto en su sitio al menos—. Y es obvio que si sigues dando la nota pegando esos berridos por la calle los volveremos a tener encima ya mismo.

Resoplé e intenté tranquilizarme. Después de todo ellos dos eran los que posiblemente acabarían llevándonos junto al supuesto Mickey, así que no debíamos hacerles enfadar más todavía.

Pero Donald…

¡¡Qué!!

Esos chicos son Portadores de la Llave Espada.

Ay...

A parecer, sí se había dado cuenta, y curiosamente había sido Goofy, el que parecía un poco más tarugo de los dos. Al menos, eso me sirvió para confirmar que no eran los Donald y Goofy de Ciudad Disney, ya que ellos obviamente sí conocían mi naturaleza de Portadora. O, al menos, que habían perdido la memoria. Era una posibilidad que debía contemplar...

¿Cómo…?

Sí, sí. He visto a la chica del sombrero invocarla de la nada. Y, lo de la nube de gas… Eso era magia, ¿no?

Esto... —musité dudando unos segundos, pensando qué decir. No quería decir que había hecho magia, o me podía meter en un lío si lo que dijo Ronin era cierto, pero al parecer ya no tenía remedio, me habían pillado in fraganti, después de todo. Tenía que pensar en algo más para salir del paso—. Sí, es cierto... —Me acerqué a sus oídos, susurrándoles—. Sé hacer magia, pero él no, es solo mi asistente. Veréis, me han enviado para ayudaros a detener la tiranía de la Guardia cardenálica, así que tenéis que mantenerlo en secreto, ¿vale? A cambio, nos han prometido ver cara a cara a Mickey... ¿Vosotros nos lo podríais facilitar?

Parecía algo rebuscado, pero era lo único que logré improvisar para salir airosa de la situación, así que esperaba que colase. Lo malo es que entonces tendríamos que hacer frente de nuevo a aquellos matones, y me sabía bastante mal meter a Lawrence en otro lío, aunque como ya les había dicho que él no sabía hacer magia podía quedarse a un lado y no meterse en follones si así lo prefería.
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Re: [País de los Mosqueteros] Todos para Uno

Notapor Drazham » Lun Feb 01, 2016 1:32 pm

Simbad


Perdonad mi atrevimiento, a mí también, madame. Pero, ¿quién sois exactamente y qué hacéis en una taberna de mala muerte como esta?

La damisela no pudo más que camuflar una sonrisa sagaz con su mano. Se sentó en la mesa que se instaló Simbad y entrelazó sus finos dedos.

Vaya, ¿tan pocas pintas me veis de que venga a tomarme una copa? —se le escapó una risa altanera. Luego, posó una mano sobre su pecho con elegancia—. Pero tenéis razón, debería haberme presentado antes: Anne de Breuil, pero se me conoce comúnmente como Milady de Winter. Con Milady es más que suficiente —añadió, como si incitase al joven que se dirigiese a ella de tal forma. Después, esperó a que Simbad se presentase si así lo deseaba—. Y una servidora pasaba por aquí con total tranquilidad cuando escuchó esos berridos provenientes de la taberna. Ya me imaginaba quienes estarían causando tanto escándalo, pero… nunca está de más repartir disciplina.

Pasó a escuchar la historia de Simbad, rechazando con educación la invitación del joven a acompañarla a beber. Cuando su comentario acerca de buscar venganza salió de su boca, a Milady se le iluminaron los ojos con un pequeño atisbo de interés.

»Mi objetivo también era unirme a los mosqueteros, de los que también he oído hablar. Me da igual una guardia que otra, la verdad. Pero la guardia cardenálica son con los que me he topado antes. La verdad, no sé la diferencia entre unos y otros.

Diferencias las hay, y aunque seáis nuevo en la ciudad, no tardaréis en daros cuenta. La guardia cardenálica, como bien dice su nombre, surgió hace unos años por iniciativa del primer ministro de Francia, el cardenal Richelieu, para fortalecer la ley y la seguridad en el país. Sin embargo, esto ha dado lugar a una pequeña guerra interna entre la guardia y la caballería principal al servicio de su majestad para mantener su honor. —Resolló, desganada—. Y así seguirán hasta que la reina o el cardenal den su brazo a torcer.

»¿Y mi opinión al respecto? Bueno… como humilde servidora del cardenal, apoyo su idea de reformar la seguridad en las calles de París. Sin embargo, sabréis que no me apasiona codearme con la guardia, pero el trabajo es el trabajo.

La sonrisa forzada que mostró la mujer al finalizar su explicación dejaba bastante clara su postura con tener que trabajar con los brutos de antes. No obstante, el mero hecho de que mencionase estar bajo el mando de uno de los cargos más importantes de la nación no se le escaparía al gitano. Y su exhibición de antes demostró que influencia tendría.

Entonces, cuando Simbad hizo ademán de abandonar la mesa tras su desilusión con el resultado de su búsqueda, Milady se apuró en agarrarle del brazo con firmeza, pero sin hacer fuerza. Lo justo para disuadir al chico de que se marchara.

Tampoco hace falta desilusionarse tan rápido. Si no encontráis suerte, tan solo debéis dejar que ella os encuentre a vos. —Aun agarrándole de la manga, la vista de la mujer fue a parar en la guadaña que colgaba de la espalda de Simbad. Su sonrisa se amplió aún más—. ¿Qué os parece si llegamos a un acuerdo? Habéis dicho que sabéis luchar, ¿no? Me vendría bien un guardaespaldas para un pequeño asunto que debo tratar. Uno relacionado con los yeux d’ambre. Vos me acompañáis y, quien sabe… Quizás os sirva para satisfacer vuestras ansias de venganza.

*****


Freya


Moverse con tantas prisas por una plaza hasta arriba de transeúntes le estaba pesando a Freya. Ninguno de los presentes tenía intención de facilitarle el paso, por lo que tuvo que desplazarse a base de empujones y escurrirse entre la gente como podía. Hubo alguno que se molestó por la insistencia de la chica en avanzar y la miró con mala cara. Pero eso era todo, ya que la mayoría parecían más pendientes del griterío y en no llamar la atención para que no les salpicase.

Que, por cierto, se escuchaban más fuerte. Eso significaba que Freya iba por buen camino.

¡Suélteme ya! ¡Yo no he hecho nada!

Ya, ya… Ahórrate las excusas, chiquilla. Tú te vienes conmigo.

Le fue fácil seguir el camino guiándose por medio de las voces. Entonces, Freya logró abrirse paso por un último bloque de personas hasta acabar en un pequeño espacio vacío en el que se acababa la marabunta de gente. La falta de resistencia repentina provocó que la chica se fuese hacia adelante sin control, hasta que se chocó contra algo grande y abultado que la frenó y mandó al suelo de culo.

¡Eh, tú! ¡¿Qué te crees que estás haciendo?!

Si Freya levantaba la vista, se toparía en frente de sus narices a un enorme y tripón gato humanoide, con dos prominentes dientes que le sobresalían de la mandíbula inferior y un escueto bigote. El tipo en cuestión, que la miraba con hosquedad, vestía un atuendo similar al de los mosqueteros de la entrada de la ciudad, pero cambiando los colores por negros y rojos.

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¡Basta! ¡Esto es abuso de la autoridad!

Y a su lado, con un brazo aferrado por su manaza y luchando por liberarse a base de forcejeos, se encontraría la proveniencia de la otra voz: una muchacha humana rubia de ojos verdes que rondaría la edad de Freya, con un bonito vestido con encajes. Detalles más que suficientes para deducir que no sería la transeúnte media que deambulase muy a menudo por los barrios pobres.

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¿Abuso? ¡Ja! Yo solo cumplo con mi deber. —tiró con fuerza del brazo de la chica, sacándole un quejido lastimero—. Ahora mismo me vas a contar que hace una muchachita como tú rondando por estas callejuelas. —Luego, viró la cabeza hacia Freya y gritó—: ¡¿Y tú que estás mirando?! ¡Quítate de en medio si no quieres que te…!

¡Eh, gordinflón! ¿Qué tal si dejas a las damiselas en paz y te metes con alguien de tu tamaño?

Una voz jovial y provocadora se alzó. Todos los mirones de alrededor y el enorme mosquetero dirigieron sus miradas a una figura que salió de la sorprendida muchedumbre. Un joven varón de ondulados cabellos castaños que no llegaría ni a los veinte, armado con un estoque que colgaba de su cinturón, avanzó un par de pasos con porte desafiante.

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¿Cómo has dicho, mocoso? —farfulló el mosquetero, atravesándole con la mirada.

¿Acaso estás sordo? He dicho que dejes de molestarlas y te vayas a asaltar la despensa de alguna taberna, vaca tripona.

La gente que formaba el círculo en el que se situaban se sobresaltó y retrocedió, acongojada.

Vaya, el niñito los tiene bien puestos —escupió, y volvió a tirar del brazo de la muchacha, que gimió y a punto estuvo de caerse de no ser porque la tenía bien agarrada—. ¿Y si no tuviese intención de ello?

El chico gruñó ante la provocación del grandullón y su mano fue directa al estoque, desenvainándolo con un movimiento rápido y apuntándole con el extremo sin titubeos. El mosquetero, alzando una ceja, exclamó un irónico <<¡oh!>>.

Entonces mi espada hablará por mí. Desenfunda tú arma si es que tienes agallas.

Una sonrisa ladina se dibujó en el rostro del gato, encogiéndose de hombros. Su mano libre fue directa a la capa que colgaba de su espalda. En cuanto sacó su arma, los mirones exclamaron de terror y retrocedieron aún más que antes. El chico, por su parte abrió mucho los ojos y boqueó, tratando de mantenerse firme.

Le estaba apuntando con una pistola.

¿A qué viene esa cara? No especificaste qué arma. —Soltó una carcajada cruel—. Ahora, ¿qué tal si te arrodillas y pides disculpas como el gusano que eres? Lo mismo así no te agujereo esa carita de niño mono que tienes.

El muchacho apretó los dientes con saña y se quedó congelado en el sitio, aun en guardia y con el estoque en alto. Mientras, el gato ondeaba su pistola con una sonrisa de oreja a oreja, con el dedo peligrosamente cerrándose sobre el gatillo.

¿Y Freya? ¿Qué haría después de haberse metido en semejante lío? Quedaba claro que el mosquetero no se estaba tirando un farol; estaba dispuesto a endiñarle una bala al joven entre ceja y ceja. Encima, el susodicho no movía ni un músculo, pero no parecía dispuesto a rebajarse y acceder a su petición.

*****


Makoto


A Makoto no le quedó otra que salir pitando detrás del ratón, que corría que se las pelaba. Por desgracia, sus gritos de advertencia no debieron de llegarle, pues en ningún momento de la carrera se giró para advertir su presencia, y que ya le llevaba bastante delantera. ¡Vaya! Tendría las piernas cortas, pero al aprendiz le estaba costando horrores seguirle el ritmo.

Por suerte, la Sombra que perseguía el pequeñajo no estaba optando por tomar los caminos con más encrucijadas y vueltas de esquina, haciendo más sencilla la persecución, pero… se estaban alejando demasiado de la taberna, lo que iba a complicar a Makoto volver para avisar a Ryota a tiempo. Por no mencionar que se las tendría que apañar para recordar el camino tomado y desandarlo…

Y llegó un momento en que el ratón se detuvo nada más acabar en un pequeño patio. Sus fugaces miradas a todos lados eran indicio de que había perdido el rastro del Sincorazón. Fue entonces cuando, girando sobre sus talones, dio por fin cuenta de que le estaban siguiendo, dando un respingo por la sorpresa.

¡Oye! ¿Pero tú de dónde has salido? —Reaccionó con nerviosismo. Con bastante nerviosismo, a decir verdad, intercalando vistazos rápidos entre Makoto y los alrededores. Pareció darse cuenta de que su actitud resultaba sospechosa, y se recompuso con porte autoritario, sacando pecho y carraspeando—. No deberías rondar por estas calles, chico. Son muy peligrosas. Lo mejor será que vengas conmigo y…

Un sonido sordo que reverberó en el patio, y que se repitió unas tres veces más, cortó al ratón, que ahogó un grito de pánico y se viró con celeridad. Makoto, al no haber estado de espaldas, pudo descubrir las cuatro pequeñas acumulaciones de oscuridad que se formaron alrededor de la calle, trayendo consigo a unos visitantes de ojos amarillos que soltaban chasquidos metálicos con sus torpes movimientos.

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(X4)


Los cuatro Soldados traían consigo otra mala noticia para ellos: justo en las dos salidas del patio se levantaron dos barreras de luz que refulgieron tenuemente. Huir de allí les resultaría imposible.

¡Q-quédate atrás! —le ordenó el ratón a Makoto, alzando el brazo. Sus ojos fueron a parar en el estoque de su cinturón y, tras soltar un leve gruñido, agarró la empuñadura y lo desenvainó.

Los Sincorazón se acercaron con pasos lentos a la pareja, alzando sus garras y devorándoles con la mirada. El supuesto aprendiz de mosquetero no se dejó asustar y mantuvo su posición de combate con el estoque en alto. Iba a luchar, sí. Pero Makoto debía recordar que las armas convencionales no eran muy efectivas contra los Sincorazón. Al ratón le costaría bastante deshacerse de ellos. Eso si sus habilidades se lo permitían.

Por otra parte, el muchacho no tendría impedimento alguno en defenderse por su cuenta y ayudarle. Con la consecuencia de invocar un arma mágica delante de él, claro.

*****


Maya y Lawrence


La bruja acabó confesando lo obvio. Le habían pillado con la Llave Espada, y desmentir a esas alturas que su extraño ataque gaseoso era de origen “natural” no serviría de mucho. Por supuesto, pensó que usando su estatus de Portadora le permitiría ganarse la confianza de la extraña pareja, pero…

¡Ahí va! ¿Nos han mandado refuerzos? —Goofy saltó, sorprendido, ante la noticia de Maya.

¡No tan deprisa! Aquí hay gato encerrado… —Sin embargo, Donald dio indicios de que no terminó de tragársela del todo. Le lanzó a la chica una mirada suspicaz y salió con el siguiente argumento—: Vale, listilla, ¿qué pasa con la norma de no intervenir en los asuntos de los mundos? No me creo que los de vuestra Orden os hayan mandado a “acabar con la tiranía de la guardia”. Tengo entendido que son muy escrupulosos con eso.

»Y segundo. —Se cruzó de brazos y afiló su mirada—. ¿De dónde habéis sacado que su Majestad se encuentra en este mundo?

Si Maya o Lawrence pretendían insistir en el asunto de Mickey de cualquier forma, ya fuese alegando que se le había visto por allí o que se le sacaron fotos, el pato se limitaría a apartarles la mirada con aires despectivos y a negar con la cabeza.

¡Bah! Excusas que no podéis ni demostrar. —Y por desgracia no podían. Las fotos en las que salía Mickey las tenía Ronin. Era su palabra contra la de él.

Pero, Donald… —inquirió Goofy, pasándose la mano por la barbilla—. Si los han mandado aquí será por el asunto de los Sincorazón, ¿no crees?

¡Goofy! —Le chistó, llevándose un dedo a los labios. Dada la ida de lengua de su compañero, Donald resolló y miró con mala cara a los dos aprendices—. Pues sí. Hay un problemilla con los Sincorazón de la zona. Pero nada serio. Los tres lo tenemos todo bajo control.

Donald esbozó una sonrisa de alarde y asintió con la cabeza, dándose aires de superioridad. Miró de reojo a Goofy, quizás esperando que le siguiese la corriente con su comentario, pero la cara de su compañero, con los ojos abiertos de par en par y boqueando, le empezó a extrañar.

Y entonces fue cuando soltó un agudo graznido de horror y se concienció de su metedura de pata.

¡L-los dos! ¡Quería decir que nosotros dos lo… lo…! —La lengua se le trataba de los nervios, viéndose ya incapaz de enmendar su error. Acabó dándose por vencido, llevándose las manos a la cabeza, y soltó—: ¡Vale! El rey está aquí. ¿Contentos? Se supone que debía ser un secreto, pero eso ya da igual…

Enfurruñado, el pato les dio la espalda y, una vez más, se fue a por el barril de antes para desquitarse de nuevo arreándole un puntapié. Cómo no, obtuvo el mismo resultado: barril sin rasguños. Pato aullando de dolor y dando pequeños brincos.

Por otra parte, Goofy se rascó la sien y miró con resignación a su compinche. Luego pasó a llamar a los dos jóvenes con un gesto para atenderles, ya que tras tanto insistirles y habiendo hablado más de la cuenta, no le quedó otro remedio que dar algunas explicaciones.

Lamento todo este lío, chicos. El rey nos pidió que fuésemos discretos con lo que se cuece por aquí. —Volvió a echarle un vistazo a Donald por encima del hombro, que aún seguía quejándose de dolor, y dijo—: ¡Ya se! ¿Qué tal si nos decís que necesitáis? Lo mismo os podemos ayudar y, de paso, bueno… Me sabe mal pedíroslo, pero es cierto que no nos vendría mal que nos echasen un cable con el problemilla de los Sincorazón.



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Re: [País de los Mosqueteros] Todos para Uno

Notapor Shiroe » Jue Feb 04, 2016 2:13 am

Las acciones de mi compañera Maya dejaban bien claro que les había dicho la verdad a los sujetos que yacían frente a nosotros, revelando así la información que Ronin nos prohibió brindar a cualquiera.

Oye...— Le susurré a mi compañera Maya dándole un pequeño choquesito con el codo, tratando de recordarle de forma indirecta lo que Ronin nos había prohibido.

¡Ahí va! ¿Nos han mandado refuerzos? —Sobresaltó el perro, quien parecía haberse tragado por completo las palabras de Maya sin sospechas, acción inesperada claro está.

En eso me relajé un poco e hice un pequeño suspiro, aunque el pato no parecía creerlo del todo.

¡No tan deprisa! Aquí hay gato encerrado… —Respondió de repente el pato "Donald", quien se le notaba ya a kilómetros que no se había creído las palabras de Maya, a lo mismo que una gota de sudor salía lentamente de mi frente debido a los nervios de sus sospechas. —Vale, listilla, ¿qué pasa con la norma de no intervenir en los asuntos de los mundos? No me creo que los de vuestra Orden os hayan mandado a “acabar con la tiranía de la guardia”. Tengo entendido que son muy escrupulosos con eso.

»Y segundo. — Continuó, cruzando sus brazos y afilando la mirada—. ¿De dónde habéis sacado que su Majestad se encuentra en este mundo?

Este pato ya me estaba comenzando a sacar de mis casillas, desde la primera vez que lo había visto no había hecho nada más que sentirse superior a los demás, gritar y farfullar todo el rato. Aunque aún así, no había necesidad de empezar un debate con este sobre algo que sabemos está claro.

Ya sea si Maya hubiera contestado a los comentarios del pato o no, yo habría insistido, alegando que lo que decíamos era la verdad y solo la verdad.

Ya les hemos explicado de pies a cabeza el asunto y créanme que de seguro hemos arriesgado nuestras cabezas al hacerlo.— Dije esto último con un acento relativamente sarcástico. —Si no nos quieren creer es su problema, pero lo cierto es que hemos venido a ayudaros con su pequeño "problemita". Lo único que demandamos es un encuentro con el Rey.

¡Bah! Excusas que no podéis ni demostrar. — Respondió el pato, aún manteniéndose incrédulo a los comentarios.

Pero, Donald… — Le comentó el perro hacia su compañero—. Si los han mandado aquí será por el asunto de los Sincorazón, ¿no crees?

¡Goofy! — Respondió a su compañero llevando uno de sus dedos a su boca en seña de "Haz Silencio", tal parece que los mismos se delataban, ni siquiera hacía falta cuestionarles y ya soltaban la sopa. Luego el pato volteó hacia nosotros con una mirada no muy agradable—. Pues sí. Hay un problemilla con los Sincorazón de la zona. Pero nada serio. Los tres lo tenemos todo bajo control.

Aún así podemos ayudaros, sólo~— Paré un momento, analizando más detenidamente el comentario del pato. —¿Los tres?— Sin duda, había dado en el clavo con lo de que sueltan la sopa fácilmente.

Por supuesto que pude haber pensado que era un mero error del pato, sin embargo no me quedaron dudas del comentario cuando observé la expresión de su compañero al escucharlo, y peor aún cómo se puso él mismo cuando reconoció su error al equivocarse con sus propias palabras.

¡L-los dos! ¡Quería decir que nosotros dos lo… lo…! — El pobre patito no podía hablar de los nervios, sin duda la tenía bien cruda con el error que había cometido, aunque no tardó en revelar todo cuando ya no vio escapatoria. — ¡Vale! El rey está aquí. ¿Contentos? Se supone que debía ser un secreto, pero eso ya da igual…

Enojado, se volteó y no pensó dos veces en propinarle una patada al mismo barril del principio. Claro que el resultado no fue nada distinto, cosa que me hizo un poco de gracia, ya que éste quedó dando pequeños saltitos y sufriendo por su pata lastimada.

En ese mismo momento el perro nos hizo una seña para hacernos entender que fuéramos hacia él. Aún si mi compañera se hubiera acercado o no, yo hubiera procedido a escuchar al ahora arrepentido perro.

Lamento todo este lío, chicos. El rey nos pidió que fuésemos discretos con lo que se cuece por aquí. —Voltéo su mirada momentaneamente a su compañero, que aún seguía dando saltitos de dolor para luego voltear hacia nosotros y proseguir.— ¡Ya se! ¿Qué tal si nos decís que necesitáis? Lo mismo os podemos ayudar y, de paso, bueno… Me sabe mal pedíroslo, pero es cierto que no nos vendría mal que nos echasen un cable con el problemilla de los Sincorazón.

Sin duda debíamos de aprovechar esta oportunidad, cosa que no dudé en dejárselo a mi compañera Maya, quien ya tenía más experiencia en todo esto, de modo que me quedé en silencio y esperé escuchando atento a su respuesta.
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Re: [País de los Mosqueteros] Todos para Uno

Notapor xXOrbOOkXx » Jue Feb 04, 2016 10:03 pm

En un gesto elegante, se tapó la boca con el dorso de la mano, pero yo había visto su sonrisa. Fingí que estaba relajado y algo desencantado, sin dar a entender que aquella sonrisita no me había gustado ni un pelo. Era como si por un momento hubiera sabido exactamente lo que pretendía. Me recordó,ç vagamente a Ilua, la bruja con la que me había cruzado en Port Royal, curiosamente relacionada con el malvado Barbossa.

Vaya, ¿tan pocas pintas me veis de que venga a tomarme una copa? —rió animadamente, arqueé una ceja con sarcasmo—. Pero tenéis razón, debería haberme presentado antes: Anne de Breuil, pero se me conoce comúnmente como Milady de Winter. Con Milady es más que suficiente + Y una servidora pasaba por aquí con total tranquilidad cuando escuchó esos berridos provenientes de la taberna. Ya me imaginaba quienes estarían causando tanto escándalo, pero… nunca está de más repartir disciplina.

Como fuese, había dado con una pista clave. Le solté todo el rollo que había improvisado, muy atento a todos sus gestos de señorita remilgada. Lo dicho: tenía que ser alguien importante, y más por el hecho de que aquellos dos falsos mosqueteros hubieran salido tan despavoridos.

Diferencias las hay, y aunque seáis nuevo en la ciudad, no tardaréis en daros cuenta. La guardia cardenálica, como bien dice su nombre, surgió hace unos años por iniciativa del primer ministro de Francia, el cardenal Richelieu, para fortalecer la ley y la seguridad en el país —continuó tranquilamente, afirmando mi teoría—. Sin embargo, esto ha dado lugar a una pequeña guerra interna entre la guardia y la caballería principal al servicio de su majestad para mantener su honor. —Asentí, complacido con la nueva información pero sin mostrar mi contento—. Y así seguirán hasta que la reina o el cardenal den su brazo a torcer.

Lo que suponía: la típica guerra entre dos bandas creadas por el mismo sistema autoritario. Era algo tan típico, tan visto en historias y en la realidad que aunque me lo hubiera propuesto no me hubiera sorprendido. Después de todo, el ser humano tenía una naturaleza un tanto volátil.

»¿Y mi opinión al respecto? Bueno… como humilde servidora del cardenal, apoyo su idea de reformar la seguridad en las calles de París. Sin embargo, sabréis que no me apasiona codearme con la guardia, pero el trabajo es el trabajo.

Carraspeé y le di completamente la razón. Me acababa de dar la clave que necesitaba. Ella era parte de la guardia cardenálica, sin duda alguna, y quizás algo cercana al dueño del cotarro. Por otra parte, acababa de romper la mayoría de los esquemas que tenía planeados. No, ellos no parecían los culpables que atañía al número desproporcionados de Sincorazón, y me basaba en que si ellos hubieran estado a sus órdenes los mosqueteros hubieran desaparecido hace tiempo.

Me detuvo con un gesto suave en cuanto intenté irme, no retiré su mano, aunque estuviera completamente helada y me moría por hacerlo, pero necesitaba darle a entender que había una supuesta confianza entre ella y yo.

Tampoco hace falta desilusionarse tan rápido. Si no encontráis suerte, tan solo debéis dejar que ella os encuentre a vos. —Compuso una sonrisa, aunque no supe qué dejaba entreveer—. ¿Qué os parece si llegamos a un acuerdo? Habéis dicho que sabéis luchar, ¿no? Me vendría bien un guardaespaldas para un pequeño asunto que debo tratar. Uno relacionado con los yeux d’ambre. Vos me acompañáis y, quien sabe… Quizás os sirva para satisfacer vuestras ansias de venganza.

Mi mirada se iluminó al escuchar aquello. Y entonces tuve claro tres cosas: la primera era que podía ser el guardián de uno de los cargos más importantes de los posibles culpables; la segunda que no me fiaba ni un pelo de ella y de sus planes conspiradores, no parecía el tipo de persona especialmente inocente y no era del bando de los mosqueteros; y la tercera era que quería un uniforme de la guardia, con sombrero incluido.

De acuerdo, Milady —asentí y la acompañaría a la salida—. ¿Qué problema os atañe?

Ya tenía algo con lo que comenzar.
~Un cuarto de hora de risa, equivale a un año más de vida...~


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Tercera Saga:

Prólogo de Simbad
"Bastión Hueco" Choque de culturas (Encuentro)
"Bastión Hueco" Novatos bajo la lluvia (Primer encuentro - Saga Novatos)
"Tierras del Reino" El nacimiento de un príncipe (Trama)
"Islas del Destino" ¡Buscad a mi perro! (Misión)
"Castillo de Bestia" Solos entre lobos (Primer encuentro - Saga Délaissé)
"La Cité des Cloches" Los miserables (Encuentro)
"Villa Crepúsculo" Una visita guiada (Encuentro)
"Selva Profunda" Día de monos (Encuentro)
"Port Royal" Los muertos no cuentan cuentos (Trama)
"Tierra de Dragones" Linda Flor (Misión)
"Bastión Hueco" Novatos bajo el amanecer (Segundo encuentro - Saga Novatos)
"Ciudad de Paso" Lo que vale la pena (Encuentro)
"Ciudad de Paso" The Game Never Ends (Trama)
"Torre de los Misterios" Orden en la Biblioteca (Misión)
"Evento Global" El esclavo del olvido
"Evento Global" Ruta de los perdidos

Evento Halloween 2014
"Especial libre" El laberinto de los corazones
"Especial libre" San Valentín III
"Islas del Destino" Yincana veraniega
"Evento libre" La Mansión Encantada II: La Venganza

Cuarta Saga:


"Ciudad Inexistente" Dos velas para el diablo (Encuentro)
"Port Royal" De copas con la muerte (Encuentro)
"Bastión Hueco" De magdalenas y vicios franceses (Encuentro)
"La Cité des Cloches" Insomnia (Primer encuentro - Saga La Musique du Silence)
"La Cité des Cloches" Somnia (Segundo encuentro - Saga La musique du Silence)
-"Port Royal" El barco que desaparece en la niebla (Misión)
"Tierras del Reino" Donde duermen los gigantes (Trama)
"País de los Mosqueteros" Todos Para Uno (Trama)
"Ciudad de Paso" Un nuevo Crepúsculo (Trama)
"Ciudad de Halloween" El ataque de Boogieman (Trama)
"La Cité des Clochés" Fuego Infernal (Trama)
"Espacio Profundo" Planta 313 (Encuentro)
"Mundo Inexistente" Pasajes Oscuros (Trama)
"Tierra de Partida" Penúltima Parada (Encuentro)
"Evento Global" El principio del fin
"Atlántica" Perdona pero quiero casarme contigo (Encuentro)

"Especial libre" El laberinto de los corazones II: Escape
"Especial libre" World War Christmas
"Especial libre" El San Valentín está aquí
"Especial libre" ¡Exámenes finales
"Especial libre" La inocencia perdida
"Especial libre" Misión: Salvar la Navidad

Timeskip (Finales 1013-1017)

"Tierra de Partida" Examen de Maestría (30 Diciembre 1013)
"Jardines de Tierra de Partida" Doomsnight (Libre) (31 Diciembre 2013)
"País de las Maravillas" El último regalo (Minitrama) (Julio 1014)
"Jardines de Tierra de Partida" El Regreso (Libre) (Finales de Marzo de 1017)

Saga final:

"La Cité des Clochés" Santuario (Trama)
"La Cité des Clochés" La última noche en París (Libre)
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Re: [País de los Mosqueteros] Todos para Uno

Notapor JRA » Vie Feb 05, 2016 1:19 am

Seguí al ratón hasta acabar en un pequeño patio, la sombra paree que logró su objetivo de atraernos aquí ya que ahora no era solo una sombra a la que debíamos enfrentarnos, si no a cuatro sincorazon diferentes que no conocía, pero era visible que eran de más rango que el anterior. Lo peor de todo es que parece que no podíamos regresar de momento, tras observar las figuras el Ratón reaccionó sacando un estoque y plantandoles cara a los enemigos, aunque que yo recordase las armas normales no eran muy efectivas contra los sincorazon.

No podía dejar al ratón luchando solo así que sin pensarlo dos veces blandí mi llave espada.

-Te estaba siguiendo, ya que me habían dicho de encontrarme contigo a la salida de la taberna, pero parece que hemos tenido un ligero contratiempo. -Respondí con una risa agría a lo que el ratón estaba intentado preguntarme cuando fue interrumpido.

En este momento pensaba que lo mejor sería eliminarlos de uno en uno ya que no me veía luchando contra los cuatro. empezaría con un ataque ha distancia y después rápidamente empezaría a golpear a mi enemigo.

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Empezaré lanzado un electro a uno de los soldados, después me acercaré usando resbalón y comenzaré a golpearle. Por cierto no se calcular el PH que gasto, supondré que es 8 ya que es la suma del nV de las habilidades que uso, perdón por las molestias
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Re: [País de los Mosqueteros] Todos para Uno

Notapor Crystal » Dom Feb 07, 2016 3:02 pm

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La gente no se molestaba en abrir paso, y moverse por aquel lugar cada vez era más complicado. Dado que Freya era bajita y bastante escurridiza, pudo ir pasando entre las personas sin necesidad de pegar codazos para apartarlas. Ni se percató de la mirada de algunos, molestos por su insistencia a la hora de pasar; solo quería llegar al lugar de dónde provenían los gritos y saber qué pasaba.

¡Suélteme ya! ¡Yo no he hecho nada!

Ya, ya… Ahórrate las excusas, chiquilla. Tú te vienes conmigo.

Finalmente apartó al último bloque de gente para acabar en un pequeño espacio vacío. Sin poder evitarlo, cayó hacia delante, chocando con algo grande que la frenó y la envió al suelo de culo. Ahogó un pequeño grito de dolor.

¡Eh, tú! ¡¿Qué te crees que estás haciendo?!

Si no tuvieses tu culo en medio del cami...

Antes de seguir hablando, la muchacha levantó la vista para saber con quién se había topado. Se trataba de un enorme gato, con un pequeño bigote y unos dientes que sobresalían de su mandíbula. Por si fuese poco, vestía un atuendo similar al de los mosqueteros que había visto antes, pero de distinto color.

Déjalo estar.

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¡Basta! ¡Esto es abuso de la autoridad!

Y a su lado se encontraba la víctima de los gritos. Una joven rubia de ojos verdes, con un precioso vestido con encajes del que Freya se enamoró a primera vista. Estaba claro que no parecía la típica muchacha que se movía en los barrios pobres.

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¿Abuso? ¡Ja! Yo solo cumplo con mi deber. —Tiró con fuerza del brazo de la chica—. Ahora mismo me vas a contar que hace una muchachita como tú rondando por estas callejuelas. —Luego se dirigió a la pelirrosa—: ¡¿Y tú que estás mirando?! ¡Quítate de en medio si no quieres que te…!

¡Eh, gordinflón! ¿Qué tal si dejas a las damiselas en paz y te metes con alguien de tu tamaño?

Antes de que Freya pudiese reaccionar, aquella voz se alzó sobre todas las demás. Todos dirigieron su vista a aquel joven muchacho de cabellos ondulados, armado con un estoque. Aquello se había convertido en la típica escena donde el príncipe salvaba a las damiselas en apuros; aunque algo de ayuda nunca iba mal.

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¿Cómo has dicho, mocoso?

¿Acaso estás sordo? He dicho que dejes de molestarlas y te vayas a asaltar la despensa de alguna taberna, vaca tripona.

Vaya, el niñito los tiene bien puestos —Volvió a tirar del brazo de la muchacha—. ¿Y si no tuviese intención de ello?

El joven gruñó ante aquella provocación y desenvainó su estoque con un rápido movimiento que dejó a Freya embobada. Demostraba tener una destreza increíble con su arma.

Entonces mi espada hablará por mí. Desenfunda tú arma si es que tienes agallas.

El que parecía de los Mosqueteros sonrió, y llevó su mano a la capa que colgaba de su espalda. Al mostrar su arma, todos los mirones que rodeaban la escena retrocedieron, asustados. El semblante del joven también cambió radicalmente, pero intentó mantenerse firme.

¿A qué viene esa cara? No especificaste qué arma. —Rió—. Ahora, ¿qué tal si te arrodillas y pides disculpas como el gusano que eres? Lo mismo así no te agujereo esa carita de niño mono que tienes.

Eso no será necesario.

Freya no se asustó al ver aquella pistola, aunque le pareció bastante ruin que el gato hubiese desenfundado un arma de fuego ante el estoque del joven. Estaba comprobado que tenía una habilidad mágica para meterse de lleno en problemas que no le incumbían, pero una vez ahí tenía claro que debía echar una mano y que no se iría como si nada hubiese pasado.

Se levantó con rapidez, sacó del vestido sus pistolas y apuntó al gato directamente a la cabeza. Intentó mantenerse firme, autoritaria, aunque no estaba muy segura de haberlo conseguido.

No sé qué coño os ronda por la cabeza, pero acabemos esto rápido —Sentenció—. Baje el arma y suelte a la joven, o no dudaré en disparar.

Echó una rápida mirada a la rubia, y luego paró en el muchacho del estoque. Buscaba algún tipo de respuesta por su parte; seguro que ambos sabían con certeza que habría que actuar rápidamente si querían salir de ahí ilesos.

Si el gato hacía algún ademán de querer apretar el gatillo, Freya le dispararía en las manos para que soltase el arma. Su prioridad sería encontrar cualquier momento para poder liberar a la muchacha de las garras de ese rufián, y si el chico se encontraba en peligro, tampoco dudaría en interponerse y hacer uso de sus pistolas una vez más.
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Re: [País de los Mosqueteros] Todos para Uno

Notapor Zodiark » Lun Feb 08, 2016 12:14 am

Pero, Donald… Si los han mandado aquí será por el asunto de los Sincorazón, ¿no crees?

¡Goofy! Pues sí. Hay un problemilla con los Sincorazón de la zona. Pero nada serio. Los tres lo tenemos todo bajo control.

Así que, tal y como había sospechado al principio, aquel mundo también estaba teniendo problemillas con los Sincorazón. Ya no solo era el asunto de Mickey, también teníamos que hacer algo respecto a eso, era nuestra responsabilidad, por mucho que Donald asegurase que tenían todo bajo control. Y también estaba el asunto de aquel murciélago tirano de la Guardia cardenálica...

Aún así podemos ayudaros, sólo~ ¿Los tres?

Sonreí de lado, soberbia, haciéndoles ver que no podían tomarme por tonta y que efectivamente sabía que Mickey también estaba con ellos dos.

¡L-los dos! ¡Quería decir que nosotros dos lo… lo…! ¡Vale! El rey está aquí. ¿Contentos? Se supone que debía ser un secreto, pero eso ya da igual…

Donald acabó por soltarlo, y me llamó la atención especialmente que se refirieran a él como "el rey" allí. ¿Significaba eso que sí eran realmente los de Ciudad Disney? ¿O quizá no, y Mickey también era el monarca de aquel mundo? Estaba hecha un lío.

Donald se enfureció otra vez, y le dio otra patada al mismo barril que anteriormente, con el mismo doloroso resultado. Me crucé de brazos y observé a Goofy, prefiriendo ignorar al enojado pato hasta que se calmase un poco, ya que el perro parecía querer decirnos algo.

Lamento todo este lío, chicos. El rey nos pidió que fuésemos discretos con lo que se cuece por aquí. ¡Ya sé! ¿Qué tal si nos decís que necesitáis? Lo mismo os podemos ayudar y, de paso, bueno… Me sabe mal pedíroslo, pero es cierto que no nos vendría mal que nos echasen un cable con el problemilla de los Sincorazón.

No tienes que disculparte —contesté negando con la cabeza—. Hemos venido para ayudar, así que por supuesto no hace falta que nos lo pidas. Pero como ya he dicho antes, con una condición: si os ayudamos, queremos ver a Mickey y hablar con él.

»Pero bueno, lo primero es lo primero. Explicadnos la situación en este lugar con el rey, los Sincorazón y la Guardia cardenálica. Todo lo que sepáis y podáis contarnos nos será de gran ayuda.
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Notapor Drazham » Mar Feb 16, 2016 3:08 am

Freya


Eso no será necesario.

Las dos pistolas que desenfundó Freya crearon una conmoción aún mayor en el mercado, sacándoles gritos de congoja a la marabunta de mirones. Aunque también consiguió atraer la atención del orondo mosquetero, que puso los ojos como platos por el repentino giro de los acontecimientos.

El caso, es que esos segundos en los que miraba a la aprendiza fueron más que suficientes para que el joven espadachín se le acercase a una velocidad apabullante, asestándole un tajo ascendente en la mano que sostenía la pistola. El gato aulló de dolor, soltando a la chica de cabellos dorados, y retrocedió con torpeza hasta perder el equilibrio y caerse de culo. El corrillo de gente se apartó de inmediato para que el corpachón del animal no les aplastase, llevándose solo por delante un tenderete de fruta que destrozó por completo.

Han atacado al capitán…

Los murmullos de temor por parte de los transeúntes se apoderaron de la plaza, clavando sus miradas en Freya y en el otro muchacho, que le dedicó una sonrisa socarrona a ella y a la otra chica. La segunda se limitó a rehuirle la mirada, no tan contenta como cabía esperar y compartiendo el temor de los demás mientras se frotaba el brazo por el que la tenían presa.

¡Niñatos del demonio! ¡Os vais a enterar!

El felino golpeó con el puño el suelo y se incorporó hecho una furia, cubierto de restos de fruta por todas partes y despedazándoles con la mirada. Hizo amago de desenvainar su estoque, pero justo antes de que sus dedos rozasen la empuñadura, una bola de fuego le pasó por detrás el hombro y se cayó de culo del susto. El chico castaño ahogó una exclamación y pegó un brinco hacia atrás antes de que el proyectil le diese de lleno. ¿Qué había sido eso?

¡Oh, dios mío!

Entonces, una persona ajena apuntó al cielo con el índice, aterrorizado. El motivo de su pánico no era nada menos que una decena de criaturas rojizas con forma de campana y ojos amarillentos, con las puntas de sus cabezas cargando pequeñas bolas ígneas. Cómo no, Freya ya las conocería.

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¡Son los demonios!

Y el caos se desató: una estampida de mamíferos, aves y otras especies animales corrían de un lado para otro, ya fuese para huir de los Sincorazón o de los proyectiles que llovían desde arriba. Al estar en mitad de todo aquello, Freya acabó más perdida que antes. Empujones y codazos de gente desesperada le venían por todos lados. No se veía por ninguna parte ni al gato ni al joven espadachín entre tanto desastre, pero…

¡S-socorro!

Reconocería la débil voz de la chica de antes. Con un poco de esfuerzo lograría dar con ella, agazapada en el suelo y cubriéndose con los brazos para que nadie la pisase. Sin embargo, con la cara tapada no dio cuenta de que justo encima suya tenía a uno de los Nocturnos rojos, acumulando fuego en su cabeza para preparar un nuevo hechizo con el que atacarla.

Si Freya no actuaba rápido, las consecuencias serían terribles, pero… ¿Qué hacer? ¿Se arriesgaría a intentar deshacerse del Sincorazón con tan solo sus pistolas? ¿O se atrevería a usar la magia o la Llave Espada? Lo mismo nadie se percataba cuando se esforzaban en salvar sus vidas, y con tanta bola de fuego volando de un lado para otro…

*****


Makoto


Makoto no se lo pensó dos veces y optó por la opción que creía más efectiva contra los Sincorazón. La Llave Espada apareció en su mano con un chasquido metálico, y ante eso el ratón reaccionó dando un respingo y con los ojos tan abiertos que parecía que se le fuesen a salir de las cuencas. Estaba claro que le había pillado por sorpresa, aunque más que asustado, denotaba… ¿asombro?

Lo primero que hizo el aprendiz fue disparar un Electro al Soldado más cercano, derribándolo en el acto y aprovechando para rematarlo con un par de estocadas. Sin embargo, su plan de acabar con ellos de uno en uno se vio frustrado cuando los otros tres se abalanzaron a por él cual animales rabiosos. La gran desventaja de usar la Llave Espada es que actuaba como un imán para los Sincorazón, y con ello solo consiguió atraer la atención de todos, para mal.

Pronto se vio abrumado por la superioridad numérica y le fue imposible contener a los tres, llevándose un zarpazo en el hombro izquierdo que le escocería como mil demonios. A ese paso no tardarían en echársele encima y destrozarle entre cuchilladas de dolor.

¡Perla!

Hubo un fugaz centelleo, y uno de los Soldados se volatilizó en una explosión de luz, dejando tan solo un corazón que flotó hasta los cielos. Los dos restantes ni siquiera tuvieron la oportunidad de reaccionar, en ese instante sus cuerpos se partieron de súbito en dos y sufrieron el mismo destino que la anterior.

Para cuando Makoto diese cuenta de lo que había ocurrido y los cuerpos de los Sincorazón se desvaneciesen del todo, vería al pequeño ratón a un par de palmos de donde estaba, no empuñando su estoque, sino un arma bastante peculiar que el aprendiz reconocería de inmediato: una Llave Espada.

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¿Te encuentras bien?

El roedor le tendió una mano para ayudarle a incorporarse e inspeccionó la herida de su hombro. Nada más comprobar que no era nada grave, soltó un suspiro de alivio. Lanzó una mirada furtiva en derredor y desmaterializó su Llave Espada, para luego indicarle con un gesto a Makoto para que hiciese lo mismo.

Cielos, no me esperaba para nada toparme con otro Portador por París. Me has dado un buen susto. —Se cruzó de brazos y le dirigió una mirada de reproche—. Aunque deberías ser más prudente al invocar la Llave Espada o puedes acabar en apuros como el de antes. Pero supongo que una emergencia es una emergencia. —Ladeó la cabeza e hizo una mueca—. Ah, sí, perdona mis modales, me llamo Mickey. ¿Qué tal si me explicas que te trae por aquí?

Makoto no se hizo demorar y le contó al ratón que le llevaba siguiendo desde la taberna, cuando le pidieron avisarle. Mickey chasqueó la lengua y se dio una palmada en la frente, como si se hubiese acordado de algo importante de sopetón.

Aaaah, cierto… El capitán Treville dijo que se iba a reunir con un hombre que le ha estado ayudando en… —De pronto, los ojos se le iluminaron, consciente de una revelación, y señaló a Makoto con el dedo—. T-tú no irías con ese hombre, ¿verdad? No será por un casual un maestro de vuestra Orden. —Le revelase o no Makoto que, en efecto, con quien iba acompañado era un Maestro, Mickey prosiguió—: Vale, lo primero de todo es volver a la taberna. El capitán se debe estar preguntando dónde nos hemos metido.

Acordando su plan de acción, Mickey le indicó que le siguiera por el callejón desde el que llegaron. Sin embargo, un problema bastante gordo les iba a impedir dar un paso más hacia la dirección pensada.

¿Pero qué…? —La sorpresa del ratón fue que el despachar a los Sincorazón deshizo las barreras que trajeron consigo… en parte. La de la otra salida ya no estaba, pero la que bloqueaba el camino que les llevaría a la taberna seguía allí. Le dio un ligero golpe al muro de luz con los nudillos y bufó—. Estarás de broma. ¿Y ahora cómo vamos a…?

Calló y frunció el ceño. Acto seguido, pegó la oreja en la barrera y aguardó cinco segundos en vilo hasta que se giró a Makoto con aires de preocupación y declaró:

Se acerca alguien. Creo que son dos por las pisadas.

Miró por encima del hombro la otra salida y posó sus ojos en Makoto, comunicándole e silencio cuál era su intención. Su expresión le dejaría claro bajo ningún concepto estaba dispuesto a arriesgarse a que los encontrasen al llevar consigo a un novato. Bien podían abandonar el callejón por el único camino disponible, o si lo prefería, esconderse en alguna parte y esperar que los que viniesen no los encontrasen. Había unas cuantas cajas y barriles que les podían servir.

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Makoto
VT: 9/12
PH: 6/8

Te explico: el valor de tus PH viene determinado por tu nivel multiplicado por 2. Al ser cuatro (aunque pone que eres cinco, pero no has actualizado ese nivel), tus PHs totales son 8. Te he contado solo el Electro.


*****


Maya y Lawrence


Como os he dicho, tenemos un problema bastante gordo para controlar a los Sincorazón de por aquí. Supongo que habréis escuchado los rumores de unos demonios negros que han estado causando desastres por diversos puntos de la ciudad —comentó, rascándose la sien un tanto preocupado—. Pues han sido bastantes. Más de los que nos podemos hacer cargo.

Tampoco te pases. Ni que fuésemos unos inútiles —le reprendió Donald, poniendo los ojos en blanco. Aunque su expresión agria no le duró mucho cuando Goofy le dirigió una mirada cansada, y esbozó una mueca de sumisión—. Pero… andamos limitados cuando lo único efectivo que tenemos contra los Sincorazón es la Llave Espada del rey. Y tampoco es que podamos usar la magia tan a la ligera en un mundo en el que las acusaciones de brujería están a la orden del día.

Y, bueno, respecto a lo del rey…

Goofy y Donald intercambiaron miradas de complejidad, sin saber muy bien como continuar con el pequeño asunto de Mickey. Al parecer, habían topado con un tema delicado.

Siendo francos, la idea principal del rey era ir solo. Tuvimos que ser nosotros los que le convencimos para acompañarle, y vaya si nos costó. Parecía querer a toda costa que nadie más se enterara de su viajecito, ni siquiera los de vuestra Orden —confesó, en cogiéndose de hombros.

Y eso sería lo único que podrían sacar sobre Mickey. Ni sus dos compañeros podían explicarles el por qué el ratón estaba tan empeñado en lidiar con los Sincorazón sin que nadie más lo supiese. Lo única opción que les quedaba era preguntárselo a él mismo cuando lo viesen.

Por cierto, chicos, teníamos pensado reunirnos con el rey para llevarle una pista que nos podría acercar al misterio detrás de los Sincorazón. ¿Os parece bien si antes le echáis un vistazo? —Pasó a mirar a su compañero—. Vamos, Donald. Son Portadores, sabrán mejor que nosotros de estas cosas.

El pato se mostró un tanto reacio al principio, rascándose por debajo del pico, pero al final acabó por ceder y darle el visto bueno con un gesto. Goofy rebuscó en uno de los bolsillos del uniforme y les mostró a los chicos lo que se había sacado: un pequeño guijarro de tono azabache que tintineaba. A Lawrence le costaría percibirlo, pero el ojo experimentado de Maya detectaría unos finos hilos de oscuridad rezumando de la piedra.

Lo encontramos por los alrededores del último lugar en el que aparecieron los Sincorazón. ¿Qué os parece?

Maya y Lawrence no tendrían ocasión de formular sus preguntas o de inspeccionar el guijarro de más cerca cuando una pelota del tamaño de un puño cayó a sus pies y estalló, liberando una inmensa nube de humo que se los tragó. Los ojos les empezarían a escocer, y la humareda les dificultaría respirar (las toses de Donald y Goofy podían escucharse).

Entonces, algo empujó a Lawrence por la espalda y lo envió de morros contra el suelo. Maya también se llevó un codazo que la apartó hacía un lado. Ninguno logró atisbar por donde le vinieron los golpes con todo ese humo.

¡Eh! ¡Para! ¡¿Qué estás haciendo?!

Una mano les agarró de la muñeca y consiguió sacarlos del humo, para su alivio. Resultó ser Goofy, con los ojos llorosos por ese ataque a traición. Donald también andaba cerca, con la mano en el pecho y sufriendo un estridente ataque de tos. Aun desorientado, logró alzar la cabeza y dio un respingo nada más percatarse de un ligero detalle y le señaló para que diesen cuenta los demás.

No estaban solos.

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Una figura alta, muy alta, cubierta de arriba abajo por ropajes oscuros y una siniestra máscara de metal les vigilaba desde la distancia. Bajó la vista hasta la palma de su mano, en la que sostenía una piedra negra muy familiar y jugueteaba entre sus dedos. Goofy exclamó y se llevó la mano a los bolsillos, ansioso.

No halló lo que buscaba. Era su piedra.

¡Ladrón! ¡Eso es nuestro! —le acusó Donald, iracundo.

El enmascarado se mantuvo en silencio y alzó la piedra. El aura oscura que la rodeaba se intensificó, haciéndose más notable, y dos portales negros aparecieron en su frente, trayendo consigo a dos Grandullones que les obstaculizaron el paso al grupo. Donald y Goofy retrocedieron, asustados, mientras que el tipo de negro aprovechó para dar media vuelta y alejarse de la escena.

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Dependía de los aprendices como afrontar este problema de tal “envergadura”, puesto que los dos compañeros del rey estaban demasiado aturdidos para reaccionar a tiempo. Esa clase de Sincorazón destacaba por su fuerza y resistencia, pero eran lentos de narices. Podrían ocuparse de ellos, aunque eso significaría dejar escapar al enmascarado con la piedra y perderle la pista.

*****


Simbad


Milady acentuó su sonrisa de porcelana ante la afirmación de Simbad. Meneó la cabeza para indicarle que le siguiera a la salida, avanzando con paso grácil. El gitano daría cuenta de que todavía tenían pegadas algunas de las miradas de los comensales de la taberna, un poco menos cantosas que cuando se montó el embrollo de antes con los dos individuos de la guardia. Al salir, la mujer procedió a explicarle:

Iremos a investigar por las cercanías de uno de los puntos en los que se vieron recientemente a vuestros queridos demonios. No han vuelto a aparecer por allí desde la semana pasada, pero nunca está de más tener un par de aceros para prevenir —añadió con un ligero vaivén de su índice—. Ah, sí. Debo deciros que contaremos con más compañía.

Milady avanzó un par de pasos e irguió su cuello de cisne para otear los alrededores. Se detuvo nada más dar con tres figuras enfundadas en los uniformes de la guardia cardenálica. El más alto de los tres, dándoles la espalda, parecía discutir con los otros y los despachaba. Si Simbad se fijaba, reconocería a las dos comadrejas de antes, yendo calle abajo.

El que quedaba se dio la vuelta y descubrió a Milady, que le llamaba con la mano. Al acercarse, se le distinguió como un lobo antropomórfico de pelaje pardo y con dos afilados colmillos que le sobresalían de la mandíbula inferior. Hizo ademán de intercambiar palabras con Milady en cuanto se percató de la presencia de Simbad, dirigiéndole una fiera mirada y mostrando un poco más sus afilados dientes.

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¿Qué hace él aquí? —cuestionó con voz ronca. Por su tono despectivo y directo, el gitano podía hacerse a la idea de que las comadrejas debían de haberle mencionado el altercado de la taberna, y que él estaba inmiscuido.

Vendrá con nosotros, Gilles. Más vale prevenir que curar.

El tal Gilles frunció el ceño y gruñó por lo bajo, vigilando por el rabillo del ojo al aprendiz.

Me han encargado vigilarla a usted, no a un jaranero que ha encontrado en una taberna de mala muerte.

¿Me vais a hablar vos de jaraneros cuando he tenido que bajarles los humos a vuestros hombres? —se jacto con tono agrio, dedicándole una expresión adusta—. Vuestro capitán solo os ha mandado seguirme, eso seguirá así. Seré yo la que se haga responsable del muchacho.

Pasó a mirar a Simbad y le mostró una de sus aterciopeladas sonrisas. Gilles negó con la cabeza y chasqueó la lengua, reprobando la idea de la mujer. Al final se dio la vuelta y apuntó hacia una calle con la barbilla.

De acuerdo, no perdamos más tiempo. —Volvió a clavarle los ojos a Simbad—. Y tú mantente en donde pueda verte.

Así pues, la mujer y el lobo emprendieron la marcha. No obstante, antes de que Simbad comenzase a caminar, notaría cierto movimiento por los tejados de la calle. Solo fue por un escaso segundo, pero percibió algo granate moverse a una velocidad apabullante y desaparecer en el acto. ¿Habría sido su imaginación?

No podría pararse a pensarlo. Los otros dos ya se estaban alejando demasiado.

***


Llevarían no más de diez minutos andando. El mayor detalle que llamaría la atención del aprendiz es que las calles por las que deambulaban eran más desoladoras que la avenida por la que comenzó a husmear: todos y cada uno de los establecimientos estaban entablonados, y no con mucha delicadeza, como si lo hubiesen hecho con prisas. Eso sin contar que también se apreciaba un mayor número de destrozos en aquellos por los que se podía husmear.

Entonces llegaron hasta un enorme caserón en mitad de una plazoleta, con las ventanas tapadas por más tablones, y la puerta principal cerrada a cal y canto por un candado. Mientras Gilles se adelantaba a toquetear el susodicho, Milady aprovechó para contarle a Simbad que aquel edificio se utilizaba como hospital militar, antes de que el altercado de los yeux d’ambre hiciera mella en el bulevar.

Hasta la fecha es el caso más grave que hemos sufrido. Los mosqueteros no tardaron en aislarlo por completo por miedo a que más demonios apareciesen y la ardua tarea de controlar un lugar tan grande en caso de que se diese el caso —argumentó—. Por eso apenas se investigó, y ahí es donde entramos nosotros. Al cardenal le interesará saber si hayamos cualquier pista que nos lleve hasta la aparición de los demonios.

Milady se quedó observando al oficial de la guardia pelearse con el candado. Simbad podría aprovechar para formular cualquier pregunta que le viniese a la cabeza. Eso sí, no serían muy largas porque su vista detecto a algo escurrirse por la parte trasera del caserón como alma que lleva el diablo. Y le llamaría la atención de que dejó tras de si una estela rojiza, similar a la que vio por los tejados mucho antes.

¿Coincidencia? Podría ser, pero también podía probar a echar un vistazo por detrás para asegurarse de que su mente no le estaba jugando una mala pasada. Eso sí, tendría que ingeniárselas si pretendía separarse del grupo. Gilles no le iba a quitar el ojo de encima (echaba de vez en cuando un vistazo fugaz por encima del hombro mientras se encargaba de la puerta), y se supone que estaba allí para hacer de guardaespaldas de Milady.

Por supuesto también tenía la opción de hacer caso omiso a lo que hubiese visto y esperar para entrar por la puerta principal.


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Re: [País de los Mosqueteros] Todos para Uno

Notapor xXOrbOOkXx » Vie Feb 19, 2016 2:55 pm

Había algo en la sonrisa de Milady que me heló la sangre. No sabría decir muy bien qué era, pero no me daba buena espina. Quizás fueran por sus movimientos gráciles, por su gestos con la cabeza o porque estaba poniendo paranoico con una tontería, pero me había metido de cabeza en un problema yo solito, y tenía que aprovecharme de ello.

Iremos a investigar por las cercanías de uno de los puntos en los que se vieron recientemente a vuestros queridos demonios. No han vuelto a aparecer por allí desde la semana pasada, pero nunca está de más tener un par de aceros para prevenir —añadió con un ademán—. Ah, sí. Debo deciros que contaremos con más compañía.

Asentí con la cabeza, indiferente. O al menos tratando de parecer indiferente. Lo cierto era que no me apetecía más compañía, pero tampoco podía hacer mucho más.

Anduvimos un poco hasta que nos paramos ante tres figuras con los uniformes de la guardia, quisiera o no, aunque estaba claro que eran amigos de la mujer, estaba tan tenso como una cuerda. Un animal más alto, de espaldas, les echaba la bronca a los dos que habían estado armando barullo en la taberna. Alcé una ceja, algo intranquilo. Quizás había realizado hipótesis demasiado pronto.

Tras la verborrea de lo que parecía ser otro de los cardenales más importantes, el aludido se giró y se dirigió a nosotros. No mostré ningún sentimiento cuando observé que era un lobo antropomórfico, bastante grande e intimidante. En una pelea cuerpo a cuerpo no tenía ninguna oportunidad, pero si las cosas se torcían siempre podía quemarle el sombrero.

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¿Qué hace él aquí? —preguntó en cuanto se percató de mi presencia. No quería problemas, y menos con un tipo que parecía lo suficientemente imbécil como para poder manipularle. Que supiera lo del altercado en la taberna ya me gustaba menos.

Vendrá con nosotros, Gilles. Más vale prevenir que curar.

Frunció el ceño, con las mandíbulas tensas, visiblemente tenso con el commentaire. Me limité a no decir nada mientras discutían.

Me han encargado vigilarla a usted, no a un jaranero que ha encontrado en una taberna de mala muerte.

Me abstuve a sonreír con un deje de superioridad. Lo cierto era que me había gustado aquel mote: Simbad el jaranero. Definitivamente parecía salido de una canción de las Cité. Sí, podía imaginármelo:

Aquel jaranero me ha robado el sombrero ¡oh, no!
¡Era una distracción!
¡Realmente me ha robado el corazón!

Tranquila muchacha, que solo era Simbad,
y más estoy seguro de que te lo devolverá.


Era una tontería, desde luego, pero al menos era graciosa. Quizás debería comentárselo a Freya.

¿Me vais a hablar vos de jaraneros cuando he tenido que bajarles los humos a vuestros hombres? —fuera como fuese, la mujer tenía carácter—. Vuestro capitán solo os ha mandado seguirme, eso seguirá así. Seré yo la que se haga responsable del muchacho.

Pero mis pensamientos se disiparon cuando volvió a sonreírme de aquella forma. Tenía la mirada tan inexpresiva a mi punto de vista, que era imposible intentar saber lo que pretendía. Si me hubieran preguntado, nunca hubiera dicho que estaba de los nervios.

De acuerdo, no perdamos más tiempo —se resignó al final. Después volvió a mirarme—. Y tú mantente en donde pueda verte.

No te preocupes por mí. Estoy de tu parte —aseguré con firmeza.

Echaron a andar, y estaba a punto de seguirles cuando algo distrajo mi atención. Fue solo una milésima de segundo, pero me pareció ver algo granate en los tejados, algo que se movía a una gran velocidad. Fruncí el ceño y entorné los ojos. Alguien nos estaba vigilando, y ese alguien o algo tenía una forma de viajar por el espacio.

Estaba seguro.

Gallius, Milady —alertaría en cuanto les alcanzara, mirando de reojo a los tejados—. Algo nos está siguiendo. Mantened los ojos abiertos.

++++

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No habíamos andado más de diez minutos cuando me percaté que las calles estaban mucho más descuidadas de lo que ya me había acostumbrado. Tendría que haberle preguntado a Renata un poco más de su mundo en aquella cornisa, pero tampoco sabía que me iban a elegir a mí para esta misión. Aquella debía de ser la zona en la que habían aparecido tantísimos Sincorazón, por lo rápido que parecían haber tapiado todas las ventanas y los destrozos.

Llegamos a la puerta de un gran caserón que definitivamente me daba escalofríos. La chica se ofreció a comentarme amablemente que había sido un hospital militar antes de que los monstruos asolaran el barrio.

Hasta la fecha es el caso más grave que hemos sufrido. Los mosqueteros no tardaron en aislarlo por completo por miedo a que más demonios apareciesen y la ardua tarea de controlar un lugar tan grande en caso de que se diese el caso —siguió explicando—. Por eso apenas se investigó, y ahí es donde entramos nosotros. Al cardenal le interesará saber si hayamos cualquier pista que nos lleve hasta la aparición de los demonios.

Tal como suponía, me había equivocado estrepitosamente sobre ellos. Es verdad que podían ser enemigos de los mosqueteros, los verdaderos guardianes de la ciudad, pero de ahí a que alguno de ellos tuviera las piedras... Había sacado conclusiones muy precipitadas, en realidad. Pero había algo que seguía sin darme la confianza que necesitaba.

Había otra cosa que no me quedaba claro. Aquel aumento de Sincrorazón tenía que deberse obligatoriamente a alguien que tuviera las piedras. Y además ese alguien tenía que saber para qué servían o aquellos ataques no tenían sentido. Ahora pensemos para qué querría crear alguien tanta confusión en solo un barrio. Quizás era solo por amor al caos, pero quizás estaba buscando algo...

El ruido de las cadenas al ser forzadas por Gallius me devolvió a la realidad. Justo a tiempo para ver una sombra granate escabullirse por detrás del edificio. Perfecto.

Gallius —avisé—. He visto algo que iba detrás del edificio. Sea lo que sea no puede ser bueno, ¿te quedas o me acompañas?

Antes de que pudiera atraparme o frenarme, me apartaría con un salto y sacaría la guadaña. Iría con mucho cuidado, siempre con la espalda apoyada en la pared y vigilando a derecha y a izquierda. Fuera lo que fuese, no necesitaba saber que nos había visto y que era una trampa, pero no podía ejecutar un hechizo si no quería que la guardia desconfiara de mí.

Por lo que me asomaría por la esquina, y si algo se abalanzaba sobre mí intentaría apartarme todo lo rápido que pudiera mientras me protegía con el arma. Si fuera lo que fuera volvía a atacar, le lanzaría una estocada con la guadaña desde mi posición.

Sin embargo, si no había nada, alegaría que quizás solo había sido mi imaginación y intentaría ayudar a Gallius con el candado de la puerta.
~Un cuarto de hora de risa, equivale a un año más de vida...~


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