Ronda #5 - Espinas Negras (II)
Publicado: Vie May 13, 2016 12:56 am
Evitando mirar a nadie, Ban avanzó directo hacia la torre. Procuró no separarse demasiado de Victoria en todo momento, más que nada para evitar que pensara que iba a huir y se llevara otro doloroso puñetazo. Al menos, tenía a Garuda bien pegado en el hombro. A veces le molestaba un poco, pues pesaba lo suyo, pero agradecía que el animal no le abandonase.
Llegaron a lo alto de la torre tras unos minutos de subir escaleras en un incómodo silencio (al menos por parte de Ban). Allí, encontraron a Flora malherida y con unas pintas horribles. Fue Garuda el encargado de despertarla.
—¿Y el príncipe? ¡Oh, no, ese maldito Diablo se lo ha llevado ¿verdad?!
Dejó que Victoria respondiese, pues entendería mejor a lo que se refería, y también le cargó a ella el marrón de explicar la situación de la sala del trono. Ban se metió las manos en los bolsillos, cabizbajo y callado, escuchando lo que explicaba la hada con el interés justo. Su mente seguía perdida entre sus pensamientos, sobre todo porque los remordimientos le estaban pasando factura. Menudo idiota había sido. Un idiota gigante. Y ahora Nithael, una persona (o ángel) que se había ofrecido a ayudarle de forma sincera sin apenas conocerle, se moría. Por su culpa.
—¡Maldita bruja!—gimió Flora, tras su explicación.
En resumen, el cuervo de Maléfica (Diablo), había sido el responsable de darle la espina negra a la niña muerta. Luego, engañó al príncipe para que se entregase voluntariamente con los objetos requeridos a cambio de una tregua. Todo indicaba que era una trampa, pero Felipe aceptó.
Volvieron a toda prisa a la sala del trono, donde Nithael estaba incluso peor que antes. Las alas... Casi parecía que se iban a caer en cualquier momento. Flora empezó a utilizar su magia sobre él, pero se detuvo al fijarse más a fondo en la espina.
—¡Tenéis que sacar esa monstruosidad de aquí!—exclamó—. ¡Si la dejamos clavada en el cuerpo de la niña echará raíces y será imposible librarse de ella, contaminará el resto del palacio!
Ban ni se lo pensó. Necesitaba empezar a liberar culpa contenida, y le pareció lo mejor que podía hacer: así que dio un paso adelante y agarró la espina para arrancarla del cuerpo de la niña. La soltó al instante, gritando de dolor. ¡Dolía a horrores!
Tuvo que esperar para preguntarle a la hada qué podía hacer, porque seguía con su tratamiento al ángel. Poco a poco, la oscuridad de las alas pareció detenerse. Sin embargo, no desapareció. Simplemente, estaba ralentizada. Ban apretó los puños con fuerza, con el alma en los pies. Eso no podía ser bueno.
—Es todo lo que puedo hacer por ahora. Esto es magia arcana, muy antigua, y necesitamos un antídoto. Maldición… No, Maléfica no es tan arrogante. Sí. Eso es. Maléfica debe haber traído consigo un antídoto. Hasta un ser como ella no es indemne a este tipo de oscuridad.
»También cabe la posibilidad de que no lo tenga pero… Pero es nuestra única opción. Desconozco la forma de neutralizar este tipo de Espinas y las Ciénagas, donde el hada Eir podría ayudarnos, no están abiertas. Estamos solos.
Se hizo el silencio. Ban miró de reojo a Victoria, pero antes de que ella pudiese detenerle, él dio un paso adelante y se acercó a Flora.
—Me encargaré de la espina. No puedo acercarme ahora mismo a Maléfica. No puedo.
Fue a decir que temía que le convenciese de nuevo para que cambiase de bando, o que directamente le matara nada más sentirle en su campamento, Fuera como fuese, no quería acercarse a Maléfica. Al menos, no ahora. Necesitaba más tiempo.
»¿Qué hago con ella? ¿Adónde la llevo?
Escucharía con atención lo que la hada le indicara, tomando nota de todo. Acto seguido, invocaría su armadura de caballero (menos el casco) y haría de tripas corazón. Oh, aquello le iba a doler mucho, y eso que hacía bien poco que tenía el brazo sano. Utilizó la misma mano que antes estaba carbonizada y, prefiriendo no pensarlo demasiado, agarró la espina y la arrancó de golpe.
Tuvo que apretar los dientes con todas sus fuerzas para no gritar en voz alta. Salió corriendo, con cuidado de no golpear a nadie con la espina, en la dirección adecuada para lo que Flora le hubiese indicado. Se libraría de aquella maldita espina negra, y volvería para ayudar. Esperaba que para entonces todavía tuviera mano que utilizar.
Llegaron a lo alto de la torre tras unos minutos de subir escaleras en un incómodo silencio (al menos por parte de Ban). Allí, encontraron a Flora malherida y con unas pintas horribles. Fue Garuda el encargado de despertarla.
—¿Y el príncipe? ¡Oh, no, ese maldito Diablo se lo ha llevado ¿verdad?!
Dejó que Victoria respondiese, pues entendería mejor a lo que se refería, y también le cargó a ella el marrón de explicar la situación de la sala del trono. Ban se metió las manos en los bolsillos, cabizbajo y callado, escuchando lo que explicaba la hada con el interés justo. Su mente seguía perdida entre sus pensamientos, sobre todo porque los remordimientos le estaban pasando factura. Menudo idiota había sido. Un idiota gigante. Y ahora Nithael, una persona (o ángel) que se había ofrecido a ayudarle de forma sincera sin apenas conocerle, se moría. Por su culpa.
—¡Maldita bruja!—gimió Flora, tras su explicación.
En resumen, el cuervo de Maléfica (Diablo), había sido el responsable de darle la espina negra a la niña muerta. Luego, engañó al príncipe para que se entregase voluntariamente con los objetos requeridos a cambio de una tregua. Todo indicaba que era una trampa, pero Felipe aceptó.
Volvieron a toda prisa a la sala del trono, donde Nithael estaba incluso peor que antes. Las alas... Casi parecía que se iban a caer en cualquier momento. Flora empezó a utilizar su magia sobre él, pero se detuvo al fijarse más a fondo en la espina.
—¡Tenéis que sacar esa monstruosidad de aquí!—exclamó—. ¡Si la dejamos clavada en el cuerpo de la niña echará raíces y será imposible librarse de ella, contaminará el resto del palacio!
Ban ni se lo pensó. Necesitaba empezar a liberar culpa contenida, y le pareció lo mejor que podía hacer: así que dio un paso adelante y agarró la espina para arrancarla del cuerpo de la niña. La soltó al instante, gritando de dolor. ¡Dolía a horrores!
Tuvo que esperar para preguntarle a la hada qué podía hacer, porque seguía con su tratamiento al ángel. Poco a poco, la oscuridad de las alas pareció detenerse. Sin embargo, no desapareció. Simplemente, estaba ralentizada. Ban apretó los puños con fuerza, con el alma en los pies. Eso no podía ser bueno.
—Es todo lo que puedo hacer por ahora. Esto es magia arcana, muy antigua, y necesitamos un antídoto. Maldición… No, Maléfica no es tan arrogante. Sí. Eso es. Maléfica debe haber traído consigo un antídoto. Hasta un ser como ella no es indemne a este tipo de oscuridad.
»También cabe la posibilidad de que no lo tenga pero… Pero es nuestra única opción. Desconozco la forma de neutralizar este tipo de Espinas y las Ciénagas, donde el hada Eir podría ayudarnos, no están abiertas. Estamos solos.
Se hizo el silencio. Ban miró de reojo a Victoria, pero antes de que ella pudiese detenerle, él dio un paso adelante y se acercó a Flora.
—Me encargaré de la espina. No puedo acercarme ahora mismo a Maléfica. No puedo.
Fue a decir que temía que le convenciese de nuevo para que cambiase de bando, o que directamente le matara nada más sentirle en su campamento, Fuera como fuese, no quería acercarse a Maléfica. Al menos, no ahora. Necesitaba más tiempo.
»¿Qué hago con ella? ¿Adónde la llevo?
Escucharía con atención lo que la hada le indicara, tomando nota de todo. Acto seguido, invocaría su armadura de caballero (menos el casco) y haría de tripas corazón. Oh, aquello le iba a doler mucho, y eso que hacía bien poco que tenía el brazo sano. Utilizó la misma mano que antes estaba carbonizada y, prefiriendo no pensarlo demasiado, agarró la espina y la arrancó de golpe.
Tuvo que apretar los dientes con todas sus fuerzas para no gritar en voz alta. Salió corriendo, con cuidado de no golpear a nadie con la espina, en la dirección adecuada para lo que Flora le hubiese indicado. Se libraría de aquella maldita espina negra, y volvería para ayudar. Esperaba que para entonces todavía tuviera mano que utilizar.