—¡Venga, que es para hoy, kupó! ¡Esas paredes no se van a enladrillar solas!
Trabajo, trabajo y más trabajo. Seis Caballeros desafortunados fueron los elegidos para ocupar su día libre en las reparaciones del castillo, yendo de un lado a otro con sacos de cementos ladrillos y otros útiles mientras el jefe de obra, un moguri con un casco amarillo coronando su cabezón, les escupía órdenes con su voz chillona y aguda. Tuviesen la intención de colaborar en la reconstrucción o no, eso a Lyn no le importó en lo más mínimo cuando les encasquetó aquel marrón.
La Maestra tendría una misión urgente que atender con las prisas que tenía en partir, pero eso no le fue impedimento para encontrar a un grupo de «colaboradores», sin reparos a arrastrar a un miembro de Bastión Hueco que andaba por allí, como Ragun. Según ella, mientras estuviese en Tierra de Partida cumpliría con sus órdenes. Y sus órdenes eran aprovechar el tiempo de trabajo para entrenar, típico de ella.
—¡Ah, con que andabais por aquí!
Los recién nombrados peones escucharían una voz vivaracha y muy familiar sobre sus cabezas. En cuanto alzasen la mirada, distinguirían una figura roja asomándose desde lo alto de uno de los andamios de madera por los que trabajaban los obreros. Ronin, el Maestro de Maestros, hizo visera con su mano y le dedicó una amplia sonrisa al grupo.
—¡No os mováis de ahí! ¡Estoy con vosotros en un momentito!
Dicho y hecho. El hombre fue saltando de tablón en tablón y deslizándose por los mástiles que los sostenían, haciendo gala de una agilidad magistral. Aterrizó justo en frente de los aprendices y, después de sacudirse la ropa como si nada, puso los brazos en jarra.
—Mira que me ha costado encontraros. Cuando Lyn me dijo antes de marcharse que os había preparado una sesión de entrenamiento no me imaginaba esto. —Soltó una estridente carcajada un poco forzada pero que ya se parecía a las que solía tener antes de la guerra. Después, dirigió su único ojo al capataz de obra y le señaló a los chicos—. Espero que no te importe que me los lleve. Tengo planes para ellos.
—Oh, bueno… Tampoco me sería mucha molestia —dijo con indiferencia—. De todas formas, con el ritmo que llevaban no íbamos a acabar nunca.
El moguri dio un par de palmadas y un grupo de diez de sus congéneres acudieron raudos a la llamada, alzando en el aire los materiales que cargaban los aprendices gracias a una buena coordinación y trabajo en equipo. Cualquiera diría que el jefe de obra los tenía preparados por si se daba el caso.
Por otra parte, Ronin no esperó ni un segundo más y se llevó a los seis escaleras abajo. Tendrían que apurar el ritmo, porque el pirata iba embalado, y no parecía muy concienciado de que a los pobres los acababa de sacar de una tediosa mañana de carga y descarga de útiles de albañilería.
Y a saber cuáles serían sus “planes” para ellos.
—Menos mal que aun quedabais unos pocos en el castillo. Con tantas misiones y encargos que nos llueven ya ni sé cuántos miembros hemos mandado por ahí o que tenemos disponibles. ¡Y eso que se supone que me encargo yo! —admitió, sonriendo de oreja a oreja. Ahora sí se parecía más al Ronin de toda la vida, pero había algo en su mirada que revelaba un punto de cansancio—. Pero vosotros seis me venís como anillo al dedo. Ryota se alegrará de saber que no tendremos que posponer más eso.
Así pues, Ronin les condujo hasta las enormes puertas dobles del castillo y salieron afuera. Desde lo alto de las escaleras que conectaban con la entrada, discernirían a una persona en pleno centro del patio exterior. El Maestro Ryota miraba al horizonte con una expresión serena, dignificando su figura en aquel paisaje natural.
Ryota se giró con lentitud nada más darse cuenta de que Ronin y su séquito bajaban por las escaleras.
—Te dije que traería unas cuantas manos para que nos ayudasen, ¿no?
El líder de Bastión Hueco posó sus ojos en los aprendices, analizándolos con ojo crítico uno por uno, y frunció el ceño.
—¿Estás seguro? Más bien parece que los hayas sacado de una obra —señaló, seguramente fijándose en que la gran mayoría de ellos aun llevaban encima una capa de polvo y tierra al haber estado moviéndose por la zona de obras.
—¡Pues claro que los he sacado de una obra! No llego a dar con ellos y fijo que se pasaban el resto del día cargando sacos como mulas. Además, seguro que se divierten más con lo que les tenemos preparado.
Ryota entrecerró los ojos y negó con la cabeza.
—Necesitamos a gente en plenas facultades, Ronin, no a muchachos...—miró un momento a Malik y luego continuó tras un silencio— que se han deslomado y a los que apenas les quedarán fuerzas. Recuerda que este es un asunto muy importante.
—Deberías tener más confianza en ellos. —Señaló a Ragun con el pulgar. Si hasta te he traído a uno de tus chicos más avezados. ¡No te quejarás!
Ryota resopló y se masajeó el tabique nasal. Tal vez los aprendices pudiesen intervenir y aligerar las cosas, sobre todo si querían enterarse de una vez por todas que se traían entre manos esos dos y para qué les necesitaban.
Fecha límite: viernes 1 de julio.