El hechizo magnético que tomó prestado de Xefil funcionó tal como quería y logró robarle la piedra, que no tardó en guardarse en el bolsillo. De no ser por lo ocurrido con Iwashi, le hubiera dedicado una sonrisa socarrona tras quitársela, pero no estaba de humor en ese momento.
Se apresuró a beber los dos éteres y el can, por su parte, trató de protegerle. Sin embargo, tanto amo como mascota quedaron atrapados en las estalagmitas de cristal que el villano acababa de invocar. Ambos pusieron rostros de tensión, alarmados, y empezaron a forcejear de inmediato para liberarse.
«Espero que funcione», desistió, y optó por invocar la Coraza divina +, tal como había planeado. Durante unos segundos, juntó las manos como si estuviera rezando y pronunció unas palabras ininteligibles para crear una barrera transparente con reflejos dorados, que le rodeó.
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Los cristales resultaron destruidos en cuanto contactaron con su magia.
«¡Bien!».
Mientras tanto, una parte del grupo se encargó de combatir contra Raines y otra cuidaba a la Maestra inerte. A saber si había sido un hechizo mortal. Prefirió no dirigir la vista hacia Iwashi y dejar de pensar en esa posibilidad, tenía que concentrarse en detener a aquel hombre que quería robarles la piedra.
Light, tras liberarse del cristal y justo después de que Raines invocara aquella barrera, se unió a sus compañeros. Entonces, les ofreció un trato:
―Yo no tengo nada contra la Orden. ―A saber si lo que decía era verdad―. Devolvedme la magicita y podréis seguir con vuestras tonterías.
—¡Pero nosotros sí contra ti! ¡No te vas a llevar la magicita después de lo que le has hecho a Iwashi! —Maya habló por todos ellos.
Light respondió de forma contundente: invocó su Estilo, Mandoble Celeste. Tanto él como su Llave Espada se rodearon de una luz celeste y ésta además se extendió. Se sentía muy poderoso, tanto que se veía capaz de partir en dos a Raines sin mucho esfuerzo.
Su contrincante, a continuación, cubrió el suelo de cristal, volviéndolo más resbaladizo.
―No. Vas a pagar por lo que has hecho ―sentenció, señalándole con su espada.
Ni se le pasaba por la cabeza la idea de entregarle ese objeto. Ya la habían fastidiado por perder a Ifrit en Agrabah y ahora no podía permitirse darle a Bahamut. Además, había convertido a Iwashi en una estatua, era un sujeto peligroso que debía ser capturado cuanto antes.
No pensaba matarle ―aunque ganas tenía―, pero le propinaría una paliza y se quedaría tan a gusto.
Se lanzó a por el villano, fortalecido por Mandoble Celeste, sin piedad; y con cuidado de no tropezar con el suelo resbaladizo, que resultaba un auténtico fastidio. Realizó varios tajos consecutivos que su enemigo logró esquivar, y éste contraatacó con más estalagmitas que no lograron atravesar su magia defensiva.
Además, contaba con el apoyo de sus compañeros. Raines no podía vencerles, lo sentía, estaba en clara desventaja. Si solo podía emplear aquellos cristales contra él, no tenía ninguna posibilidad de hacerle daño. ¡La victoria estaba a su alcance!
Decidido a acabar con la batalla, Light rugió y liberó el estilo, descargando una serie de ataques circulares que provocó graves daños al hombre. Puso todo su ser y toda su furia en aquellas arremetidas.
¿El resultado? Su aura celeste desapareció por completo, por tanto su Estilo se había desactivado. Y lo mejor de todo: Raines estaba derrotado.
—¿No es irónico? Todo lo que yo quería… era un momento triunfal.
«Pues te jodes».
Y se desmayó. Light chasqueó la lengua y se relajó a partir de ese momento, aunque todavía no desmaterializó la llave por si las moscas. No sería de extrañar que ahora apareciera un Villano Final de la nada para rescatar a su compañero y quitarles la magicita.
Realmente no tenían la certeza absoluta de que Raines perteneciera a su grupo. De hecho, antes les había confesado que no tenía nada contra la Orden, aunque a saber si estaba diciendo la verdad. Quizás era simplemente un delincuente que trabajaba por su cuenta. Villano Final o no, representaba una amenaza y había que hacer algo al respecto, por eso se lo llevaría a Tierra de Partida como prisionero.
Tras el combate, corrió hacia la Maestra (ya no estaba cristalizada del todo), claramente preocupado, y se agachó a toda prisa, colocándose a su lado. Le horrorizó el hecho de que no respirara. Aquella imagen le resultaba desagradablemente familiar y no pudo evitar emocionarse, se le anegaron los ojos por la fuerte impresión.
«No puede ser».
—No… no puedes… —musitó, negando con la cabeza, mientras Alaric y Daichi se encargaban de ella (él también intentaría ayudar en todo lo posible). Después de que acababa de volver a Tierra de Partida… no, no podía creerlo.
Por suerte, los aprendices consiguieron reanimarla, aunque todavía seguía inconsciente. Light sintió un alivio infinito y deseó que estuviera fuera de peligro.
«Menos mal…».
Daichi aseguró que podía tratar a Cid, y por tanto, evitar que muriera. Incluso alguien tan desgraciado como él no merecía morir, así que aprobó su idea:
—Sí, hazlo. Además, si le mantenemos vivo quizás podamos interrogarle y sonsacarle algo.
Ariasu hizo su llamativa y torpe entrada en esos momentos: nada más aterrizar, se tropezó debido al suelo resbaladizo. Light no se cortó un pelo y soltó una sonora carcajada.
―¿¡Pero qué ha pasado aquí!?
—A buenas horas apareces tú…
―Casi nada: conseguimos la magicita, atrapamos a Bahamut y luego ese hombre intentó arrebatarnos la piedra. ―Le señaló―. Es muy peligroso, de hecho casi mata a Iwashi, por lo que me lo llevo ya mismo a Tierra de Partida. Quizás forma parte de los Villanos Finales ―confesó.
Y ese era su resumen. Tras dar las explicaciones, escuchó a Ariasu. Se había encargado de investigar a la sospechosa Reina Grimhilde y había descubierto que deseaba la muerte de una tal Blancanieves porque tenía envidia de su belleza. Se quedó estupefacto al escuchar aquella locura.
“¡No! ¡No! ¡Solo seguía órdenes! ¡Aún quedan algunas jóvenes que pueden ser un peligro para usted…! ¡Aún…!”.
―¿Será posible…? ―Pensó en voz alta―. Después de lo que nos has dicho ahora estoy cien por cien seguro de que esa mujer fue la que daba órdenes al Missgunst. ―Compartió con los demás las últimas palabras que soltó el susodicho Sincorazón antes de desaparecer―. Seguramente estaba cooperando con la Reina para acabar con “la competencia”. Madre mía…
«Menuda loca de mierda».
―Y ahora, arreglemos este estropicio.
―Yo llevaré a la herida y al prisionero a Tierra de Partida. También llevaré la magicita. ―Sacó un momento la piedra de su bolsillo para que todos la apreciaran y sonrió―. Muy, muy, buen trabajo, chicos ―felicitó a los aprendices. Sin ellos, Raines posiblemente hubiera escapado e Iwashi hubiera muerto.
Se acercó a Raines, en cuanto Daichi hubiera terminado de aplicarle los primeros auxilios, y le maniató con su cuerda por si las moscas. Dejaría que Ariasu cargara con él (si no quería, lo llevaría Gaomon en su lomo) y él llevaría a Iwashi en brazos. Los cinco ―Light, Iwashi, Gaomon, Raines y Ariasu― atravesarían el Portal que llevaba a Tierra de Partida.
—Cuídala bien, eh. No quiero tener que despedirme de otro...
—Pues claro que la voy a cuidar bien —contestó rápidamente. No hacía falta que se lo dijera.
Tras llegar al mundo, comunicaría a Ariasu que llevaría a Iwashi a la enfermería; ella podía buscar mientras a algún Maestro para que se hiciera cargo del villano (seguro que le apetecía saludar a su querido Akio).
Depositaría a la Maestra sobre alguna cama de la enfermería para que descansara. No tenía nada que hacer en lo que quedaba de día, así que esperaría allí mismo a que despertara y entonces le daría las buenas noticias:
―Ganamos. Le dimos la paliza de su vida a Raines y la magicita es nuestra. ―No pudo evitar sonreír, orgulloso. Le mostró la piedra que representaba su victoria―. Por poco la diñas, ¿sabes? Otra vez, ya te vale… ―Suspiró.
―Sí… hiciste llorar a mi amo otra vez ―comentó Gaomon, sacándole los colores.
―Cállate. ―Y el eidolon se desmaterializó. El joven miró hacia otro lado, avergonzado―. Pero afortunadamente, ese chico, Daichi, hizo un trabajo genial contigo y te salvó. ―También mencionaría al aprendiz de Fátima si había ayudado en la reanimación―. Ya le puedes invitar a una comilona un día de estos, el chaval se lo merece.
»Raines ahora es nuestro prisionero. Sospecho que es un Villano Final, aunque dijo que no tenía nada en contra de la Orden, a saber. Si eso tú lo sabrás mejor que yo, por lo de la ópera y todo eso. En fin... me alegro que estés bien ―finalizó algo tímido, rascándose la mejilla. Y pensar que en el pasado había sido su enemiga...
Light podría haber aprovechado ese momento para preguntarle sobre su relación con el Missgunst, pero sospechaba que era un tema delicado (y la pobre mujer seguramente no estaba para interrogatorios). Así que lo dejaría pasar, por tercera vez ya, aunque se lo preguntaría al cabo de unos días en cuanto se recuperara.
Respecto a la piedra, se la entregaría a Iwashi mismamente o en su defecto a Ronin, en cuanto le viera.
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