Xefil y AlannaElia guió a Xefil hacia el rincón donde había dejado a Alanna. La niña cuadraba los hombros y sacaba pecho, deleitándose con las miradas que le dirigían no pocos bailarines al ver a quién acompañaba. Tenía una sonrisa nerviosa, y no dejaba de murmurar para sí:
—
¡Mi madre va a alucinar!En cuanto divisó a la chica, tiró del brazo de Xefil para que se diera prisa. Los ratoncitos, que miraban a Alanna preocupados, chillaron al ver la máscara y corrieron a esconderse tras la niña, que los recogió con cuidado.
—
¡Lo siento mucho, Anisse! —exclamó en cuanto Xefil le contó lo ocurrido con los magos—
. ¡Me choqué...!Henry, mientras, miraba a Xefil con suspicacia.
—
¿Cómo que mi mujer es una falsa? —preguntó, ofendido, con más emoción que en toda la noche.
—
No tiene sentido intentar explicárselo —le dijo Jaq—
. Ni siquiera nos reconoce a nosotros, que llevamos viviendo en el palacio desde antes de casarse con Cenicienta.Henry se cruzó de brazos, pero el enfado desapareció tan rápido como había surgido. Mansamente, suspiró y, sin decir nada, dio media vuelta y se perdió entre la multitud, camino al balcón por el que Ragun se había ido antes.
Elia no hizo preguntas sobre la reina —ni siquiera sobre el rey, al que había estado mirando sorprendida—, pero escuchó a Alanna con toda la atención.
—
Decirles a los guardias que he visto un hada. Vale. Será fácil, ¡no es del todo mentira! Y sí, te lo prometo. Pero ¿qué harás tú? —Admirada, asintió en su dirección y la de Xefil—
. Ve con cuidado. ¡Y tú también, señorita Jeannette!Vieron a los guardias enmascarados dirigir una mirada a la niña cuando esta se acercó, pero no dijeron nada. De hecho, ni la miraron. Entonces, Nagini reptó delante de ellos. Elia la vio, e incluso desde la distancia notaron que se ponía lívida de terror. Chilló antes de salir corriendo hacia una señora alta y morena, pero con el ruido de la música, nadie la oyó más que ella.
Y, sin embargo, algo cambió en los guardias. Sus posturas cambiaron; se tensaron y se relajaron de repente, como si acabaran de electrocutarse. Entonces, se apartaron de la puerta, cabizbajos.
Parecía idílico. Pero al probar a acercarse, no reaccionaron lo más mínimo. La respuesta a ese misterio se encontraba tras la puerta.
—
¡Sorpresa! —exclamó un familiar chico rubio. Sonreía, pero no se le veía especialmente alegre—
. Rápido, no tenemos mucho tiempo. Si estáis aquí, supongo que ya habréis averiguado lo de Cenicienta y... Un momento, ¿y Ragun?Yami bufó.
—
¡Pues tendrá que arreglárselas, que ya es grandecito! Cuando llegue medianoche y se descubra el pastel, ya vendrá... Supongo.Por algún motivo que quizás no querrían preguntar, Yami se conocía bien la distribución del palacio. Los guió con presteza hasta un piso subterráneo sin hablar demasiado. Si Xefil se atrevía a mencionar lo de la Llave Espada Oscura, los labios de la Maestra se quedarían formando una preocupante línea. Tragó saliva antes de contestar:
—
Tenemos que darnos más prisa de la que me pensaba.Que no hubiera añadido su característico «chocobitos» implicaba hasta qué punto se encontraban en una situación crítica. No respondió ninguna de sus preguntas, si es que las tenían, y les dejó disfrutar del silencio que reinaba en el camino.
La música del baile quedaba apagada, relegada a un segundo plano. Eso les permitió avanzar con la suficiente rapidez y cautela como para darse cuenta de que no había ni rastro de los Sincorazón o de las criaturas de tinta de Karel. Tras dejar escaleras y pasillos atrás, oirían un curioso ruido al llegar a la antesala de los aposentos de Cenicienta. En el pasillo había cuatro habitaciones, y en principio ninguno de ellos sabía dónde estaría la Princesa del Corazón. Ni siquiera Yami.
Tres pequeñas figuras emergieron de las sombras, a su izquierda, pero alzaron los brazos al ver a los caballeros. Y se asustaron sobremanera al ver las máscara de Yami y de Xefil.
—
¡S-Somos nosotros! —protestó Jaq, intimidado por la estampa que presentaban.
—
¿Es que quieres que te oiga todo el castillo? —Estuvo a punto de pegarle un capón el ratón del vestido. Los tres se acercaron—
. Sabemos que no podemos hacer mucho, pero...—
Pero queremos a Cenicienta. Es nuestra amiga.Consciente de lo que la máscara provocaba en Jaq y Gus, la Maestra de Tierra de Partida la guardó y se agachó frente a los animales. Pudieron ver cómo suspiraban de alivio. Yami les sonrió con dulzura, si bien permanecía en tensión.
—
Haremos todo lo que podamos por ella, y aceptaremos encantados de que nos ayudéis. ¿Sabéis cuál es su habitación?La ratoncita señaló la que había más al fondo.
—
Es esa, pero… no estaba sola.—
Entiendo. —Miró a los Caballeros y susurró—:
. Recordad lo que hemos hablado. Nada de daños. Nos da igual que Karel escape, ¿me habéis entendido? Ni explosiones, ni magias descontroladas. Cenicienta es demasiado importante.Con la Maestra a la cabeza, los Cabelleros en medio y los animales al final, cruzaron las puertas del dormitorio de Cenicienta, sin saber lo que se esperaban. Todo fue muy confuso porque no habían hecho más que poner un pie dentro cuando sonó un gran estruendo en la lejanía. Una campanada. Las doce.
Una nube de chispas blancas envolvió la sala, pero no duró mucho. Ellos no lo sabrían por la falta de experiencia en ese tipo de transformaciones, pero la magia que se disolvía en el aire fue absorbida a una velocidad anormal. Cómo si algo estuviera alimentándose de ella.
Y no era lo único anormal en el cuarto. No había ni un solo mueble, ni una cama, ni una lámpara. Nada. La única luz visible, entraba por una pequeña ventana abierta y… por el círculo gigante que tenían bajo sus pies.
Yami ahogó un grito y se adelantó en conjurar una pequeña luz que les sirvió para ver lo que había en el centro de éste. Allí, pálida como un cadáver, se encontraba la verdadera Princesa del Corazón a la que habían estado buscando toda la noche. Parecía agotada, como hubiera perdido todas sus fuerzas, y su aspecto en general estaba descuidado, enfermizo.
Pero lo peor eran sus ojos. Amarillos como los de un Sincorazón. Sus dilatadas pupilas eran como dos pozos negros sin fondo.
Horrorizada, Yami se acercó un paso.
—
T-Te sacaremos de aquí...—
¡MARCHAOS! —rugió, con una voz grave demasiado fuera de lugar en su cuerpo maltrecho.
Un centenar de pinchos de oscuridad empezaron a surgir alrededor de ella, protegiéndola. Si se fijaban, distinguirían una forma concreta y muy, muy familiar. Todos la habían visto en algún momento de sus vidas. Todos la habían sostenido en sus manos: eran versiones oscuras de la Llaves Espada inicial Cadena del Reino.
Tras ellos oyeron una voz afectada.
—
¿No veis que la reina no quiere ser molestada? —dijo Karel, fuera de la habitación, con su cuaderno bajo el brazo. Casi sonreía. En su hombro izquierdo descansaban los dos espías que se habían escapado de Xefil y de Alanna—
. Unos pajaritos me han avisado de que vendríais.Un tercero reposaba en el derecho.
—
Aunque, por supuesto, llegáis demasiado tarde.La embestida fue brutal. Ninguno habría visto a Yami cruzar la habitación, Llave Espada en mano, y arrojarse contra el general de Xihn, pero chocó contra la barrera que ya se había alzado. El golpe fue tan tremendo que Karel retrocedió, aunque sin daño alguno. Los pequeños magos se asustaron, pero se lanzaron a la acción de inmediato.
Uno se quedó en su forma original y persiguió a los roedores, por si trataban de sacar de allí a Cenicienta o de avisar a alguno de sus compañeros. Los otros dos mutaron y se lanzaron a por los Caballeros. En otras circunstancias, aplastarles habría sido sencillo. Pero claro, no iban a pelear en una forma tan poco ventajosa.
Por lo que se fusionaron.
La enorme espada estuvo a punto de rebanarle la cabeza a Xefil, partiendo parte del marco de la puerta y quedándose unos segundos atorada en él. Y su Maestra no estaba en condiciones de ayudarles. La criatura que había invocado Karel para ella no parecía dispuesta a dejarla ir
Pelear en un espacio tan pequeño podría acarrearles muchos problemas, pero también podían aprovecharse de su tamaño para contraatacar. ¿Pero no era más importante sacar de allí a Cenicienta? Aunque claro, parecía imposible acercarse a ella con semejante defensa. Además, nada indicaba que fueran a tener consideración con la joven, por delicado que fuera su estado.
Yami les había ordenado no hacerle daño, pero Cenicienta tenía sus propios planes. Karel, protegido por su barrera, apareció al lado de la Princesa y le susurró algo al oído. Algo que a Cenicienta no le hizo mucha gracia, pero no la oyeron quejarse. Cerró los ojos y, al instante, el círculo empezó a brillar.
*RagunLa falsa Cenicienta intentó disimular su culpabilidad sin mucho éxito.
—
B-b-bueno, ¡quizás me prometió las tres cosas! ¿Y qué? —chilló.
Se cruzó de brazos, todavía sentada en el suelo, y lo miró con el ceño fruncido mientras Ragun hablaba. Sólo relajó la expresión al oír las palabras «reina de un mundo», y ni siquiera entonces tardaron en reaparecer las sombras de preocupación. Pero le dejó terminar hasta que...
—
¿Asesinarme? —repitió, interrumpiéndolo de golpe—
. ¡No! ¡De ninguna manera! Eso disgustaría muchísimo a Cenicienta, y no se atrevería.Entrecerró los ojos.
—
Mira, no es por dármelas de importante, pero es verdad. Mi hermana y yo pasamos mucho tiempo juntas, y cuando Karel está fuera soy yo la que la acompaña en sus... crisis nerviosas. No me importa tener que suplantarla si así está bien. Karel cuida de ella. En serio, la tiene más consentida de lo que a mí me tenía mi madre. Y eso es mucho —le aseguró, abriendo mucho los ojos—
. La adora. No haría nada que pudiera afectarla. Por eso esta noche no quería arriesgarse a que apareciera en público. Tiene que guardar fuerzas para el plan...Anastasia hundió los hombros. Siguió la trayectoria del puñal con la mirada y se puso a la defensiva, pero no gritó más.
—
No quiero más castillos. Fui mala con Cenicienta y quiero compensárselo. Si tú o los tuyos podéis ayudarme... pero Karel... Pareció reflexionarlo un momento. La chica suspiró, y luego dijo:
—
Karel se encuentra con Cenicienta en los aposentos reales. Hace un par de días, dibujó ese extraño círculo que... No sé qué será, porque a la mínima que intentaba acercarme empezaba a sentirme mal, como si me pusiera enferma. A Ceni... le afecta muchísimo.Su voz fue silenciada por una sonora campanada. Medianoche había llegado.
A la vez, una nube de chispas blancas los cubrió a ambos. Era de suponer que a sus compañeros, allá donde estuvieran, les estaba ocurriendo lo mismo. Pero Ragun pronto dio con un problema extra: sus dos disfraces desaparecían. Quizás fuera por la poción, que no era capaz de diferenciar una ilusión de otra. Fuera por el motivo que fuera, la nube se disipó y reveló el verdadero aspecto de ambos.
Anastasia, que era una chica de apariencia muy distinta a la de Cenicienta, reaccionó mucho mejor de lo que cabía esperar.
—
Vaya. Hola —dijo, repasándolo con una curiosa mirada—
. Ya entiendo a qué venía el hechizo. ¿Siempre vas con el pecho al aire? No parece muy práctico, pero bueno.Escuchó su respuesta con bastante interés mientras se encaminaban de vuelta al castillo. Fue poco antes de entrar cuando un grito los alertó.
Medianoche no les había afectado sólo a ellos. Pudieron comprobarlo enseguida: las criaturas de Karel no destacaban por tener un aspecto disimulado. Habían arrinconado a los humanos contra las puertas del palacio, que permanecían abiertas, pero una barrera mágica impedía que nadie saliera. La gente chillaba aterrorizada, pero los monstruos no hacían ademán de atacarles... todavía. Al verlos, Anastasia gimió de miedo. No tenía pinta de que los hubiera visto antes.
—
¿Esto es cosa de Karel?No se veía por ninguna parte a Xefil ni a Alanna, ni siquiera al príncipe Henry. Anastasia chasqueó la lengua y le señaló una de las puertas que había al fondo de la sala, tras los tronos, que estaba abierta de par en par.
—
Por ahí podemos llegar a los aposentos de Cenicienta —le avisó, sin dejar de mirar de reojo a las criaturas.
¿Debía Ragun dejar a las criaturas campar a sus anchas? De momento eran pacíficas, aunque ¿cuándo un general de Xihn había actuado de forma pacífica? Pero si Ragun se entretenía con ellas, las consecuencias podían ser catastróficas.
En total eran seis magos. Ser alcanzado por un hechizo suyo supondría ver reducido su propio poder mágico, pero tenía la daga de Anastasia bañada en Corrupción, lo cual le facilitaría mucho el trabajo... Ahora bien, ¿era prudente exponerse de aquella manera ante los ciudadanos?
Anastasia le acompañaría si se marchaba, pero lo haría con remordimientos. De la misma manera, no se mostraría muy contenta de quedarse rodeada de monstruos, pero escucharía a Ragun y obedecería sus órdenes, siempre y cuando las formulara debidamente.
Por suerte (o no), llegó alguien que quizás le ayudaría a decidir...
Ragun:
VIT: 199/200
PH: 75/88
***MalikLa Dama del Lago cerró los ojos y expiró. La serpiente emitió un chillido horroroso y se convulsionó, pero pronto cayó junto a su otra mitad. Las dos se sumergieron en el lago y pronto desaparecieron.
El Hada Madrina cerró los ojos y murmuró lo que parecía ser una plegaria.
Malik tuvo que atarse la espada al cinto y esconderla con la capa. Era un arma mágica demasiado poderosa y no le reconocía como amo o portador, de modo que no podía hacerla aparecer o desaparecer a su antojo. Sin embargo, no le sería difícil esconderla. Ni Iwashi ni Nicoxa dieron señales de aparecer en todo ese tiempo.
—
Quizás deberíamos marcharnos —sugirió el hada con delicadeza.
No parecía esperanzada, pero sí aliviada cuando Malik se mostró conforme. El plan de utilizar la espada contra Cenicienta ya no le hizo tanta gracia —incluso dio un respingo cuando el Caballero lo mencionó—, pero se mordió la lengua a sabiendas de que no tenían un plan mejor.
—
¿Montar? —preguntó, alzando las cejas—
. Pero si aquí no hay ningún ca... ¡Oh!El Hada Madrina abrió mucho los ojos al ver a Pegaso, pero de inmediato soltó una carcajada jovial. Maravillada, le acarició la crin y el cuello, y el caballo relinchó encantado con tantas atenciones.
Resultó que no sabía montar, como le explicó a Malik mientras la ayudaba a subir. Las hadas se desplazaban volando o con un golpe de varita y un eficaz teletransporte pero, por suerte, aquello no fue un problema. La mujer se aferró a Pegaso, muy concentrada para no caerse, y apenas se atrevió a moverse durante todo el viaje. El caballo surcó el cielo raudo y veloz, dejando atrás a todos los Sincorazón voladores que salieron a su paso. Antes de que se dieran cuenta, habían llegado a palacio, y el Hada Madrina le indicó que aterrizara cerca de uno de los balcones vacíos. Cenicienta se encontraba en sus aposentos, y no había ninguna ventana lo bastante grande a través de la cual acceder. El camino más rápido era cruzando la entrada principal.
Pero algo iba mal. Tan mal que quizás ni siquiera Pegaso supondría un problema.
La sala del trono estaba amenazada por seis criaturas de tinta de Karel y cerrada por una barrera mágica como la que habían visto en el claro. Podían cruzarla para entrar en el castillo, con eso no habría problema, pero a juzgar por lo que estaban viendo, salir resultaría imposible.
Malik vio a Ragun al otro lado de la sala, y Ragun le vio a él. El Hada Madrina ahogó una exclamación al reconocer a la chica que lo acompañaba, pero algo más llamó su atención.
—
Hay una fuente de magia muy poderosa en este edificio —le confió a Malik—
. No... ¡Hay dos! Una de ellas se encuentra con Cenicienta, y es... es algo terrible. ¡Tanta Oscuridad...! ¡Apenas puedo concentrarme!La mujer se llevó las manos a la cabeza.
—
Está en esta sala. C-creo que podría ser lo que mantiene la barrera, pero no consigo... no consigo localizarlo. Debería tratarse de un círculo, uno grande y en esta misma habitación. Cerca... Si lo destruimos...Fue pronunciar esa última palabra y todos los hechiceros giraron las cabezas hacia ella a la vez. Parecía que la señalaban como una amenaza, y estaban dispuestos a desatar toda su magia contra ella... sin importar los daños colaterales.
Malik:
VIT: 100/120
PH: 41/54
Poción y Éteres retirados
*Nicoxa—
¿Razón banal? —repitió la reina, pestañeando—
. Pero, niña, ¿es que no lo ves? ¡No tenéis nada que hacer contra una criatura como Xihn! ¡Su magia es algo que ni siquiera yo había visto jamás! —exclamó con una mirada de ensoñación—
. Lo mejor que se puede hacer es unirse a ella... y yo he sido escogida...Elyon estaba ciega ante la realidad, y tratar de explicárselo era inútil. Lo suyo era una obsesión.
Por suerte, su aturdimiento consiguió ganarle a Nicoxa el tiempo suficiente como para auxiliar a Iwashi y rescatar a Verdín. Su magia no se había visto afectada por la corona de flores, pero se las arregló para evitar que la Maestra muriera.
Ésta, casi sin fuerzas, reunió el poder suficiente como para abrir una salida. Elyon gritó de rabia y lanzó un último gran hechizo contra los tres, pero el Portal se cerró antes de que lo atravesara.
El otro extremo del Portal se abrió sobre Tierra de Partida, y los tres cayeron sobre la mullida hierba con un leve golpe. Un grupo de aprendices que se encontraban entrenando soltaron gritos de sorpresa al verles, pero un par mantuvieron la suficiente sangre fría como para avisar a Nithael.
El ángel había acudido de inmediato. Al cabo de pocos minutos, Iwashi, Nicoxa y Verdín se encontraban en la enfermería del castillo.
—
Se recuperará —aseguró Nithael, aplicando magia curativa sobre la Maestra con el rostro contraído por la preocupación—
. ¿Qué ha ocurrido, Nicoxa?Mientras la chica le ponía al corriente, Iwashi abrió los ojos. Miró más allá de Nithael, fijándolos en Verdín.
—
¡Él! —rugió.
—
Iwashi...—
¡Tendrías que haber dejado que se pudriera ahí abajo! —le recriminó a Nicoxa—
. ¡Es nuestro enemigo! ¿Es que no has aprendido nada en todos estos años? ¡Ellos no sienten compasión alguna! ¿O pretendías que lo curáramos para devolvérselo a Xihn, eh?Nithael miró a la aprendiz de reojo, pero no intercedió por ella. Era difícil saber en qué estaba pensando. Que no reprobara los gritos de Iwashi señalaba que, al menos hasta cierto punto, compartía su mismo punto de vista.
Como si el silencio del ángel la alentara, Iwashi se incorporó y, antes de que nadie pudiera detenerla, clavó la lanza de nuevo en el estómago de Verdín. El pequeño hombre escupió algo de sangre y abrió mucho los ojos, pero pronto dejó de ver.
—
Esto va por mi hijo. Asqueroso, desgraciado de...Iwashi gruñó, llevándose una mano a sus heridas, y Nithael volvió a recostarla de nuevo.
—
Será mejor que vuelvas a Castillo de los Sueños —le dijo muy rápido, sin apartar la mirada de la pelirroja—
. La misión no ha terminado todavía, ¿no es así? Y tus compañeros te necesitan. Vamos, te abriré un portal en el palacio...Pero antes de que Nicoxa pudiera cruzarlo, Iwashi la detuvo.
—
Gracias por darme la oportunidad de matarlo con mis propias manos —masculló.
Nunca habría oído tanto sarcasmo ni tanta frialdad en una sola frase. Iwashi se negó a oír sus excusas y Nithael carraspeó. Le puso una mano en el hombro y apretó con suavidad, sin saber muy bien qué decir.
—
Intentaremos restablecer la conexión de los móviles desde aquí. Si averiguáis algo de los grupos de París y de China, o si necesitáis refuerzos, avisadnos. Suerte.Toda la VIT y los PH de Nicoxa restablecidos al máximo (cortesía de Nithael).
Su ruta se suma a la de Ragun y de Malik, llegando al final de ésta.
* * *Fecha límite: jueves 9 de noviembre
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