Coliseo del Olimpo La hespéride que sujetaba a Hiro frunció los labios y asintió, preocupada:
—
Recogerla o tocarla, pero sí. Sin nosotras, no son más que manzanas corrientes. Supongo que por eso la mujer no nos habrá matado... Por tanto, siempre que una de las ninfas tocara la fruta, sí, su plan funcionaría. Por desgracia para ellos, la coordinación era casi igual de importante.
Hiro acertó la trampa —por supuesto—, que ralentizó a Ladón con éxito. Junto con la tormenta, las esencias y los ataques de las hespérides, el furibundo dragón y sus cien cabezas empezaron a alejarse poco a poco del árbol. Cada vez rezumaba más Corrupción.
Sin embargo, Dos lo retuvo al caer sobre su lomo. Su peso habría resultado imperceptible de... en fin, de no haber sido un dragón de cien cabezas. Llamó la atención de al menos una veintena, y por mucho que sus aliados intentaran reclamarla de vuelta, Ladón consideraba que era demasiado molesto que Dos lo hubiera tomado por un poni.
El
Aturdidor, ahora en un látigo, cortó el movimiento de seis cabezas que se abalanzaron sobre ella, pero no fue suficiente. Thor, que la había seguido de cerca, tuvo que terminar llevándosela en brazos antes de que la devoraran todas las demás. Había sido rápido: sin contar un mordisco que se había llevado en el hombro derecho, estaba ilesa.
O casi. Porque la Oscuridad que desprendía su herida no podía significar nada bueno.
La «distracción» de Dos supuso algo más que un contratiempo para Fátima. La niña logró evitar las cabezas, patas y cola de Ladón hasta entonces, pero cuando las cabezas se giraron la vieron a ella también. Y, si bien sus hijas la protegieron con uñas y dientes, seguían estando en clara desventaja.
Conseguir una manzana supuso casi la destrucción de Celsius y Ondina, que recibieron todos los ataques que le hubieran tocado recibir a ella. Desde mordiscos hasta golpes de cola. Incluso Thor, con Dos todavía encima, tuvo que intervenir para que la Maestra lo consiguiera.
Cayó súbitamente del árbol cuando Ladón lo golpeó con la cola, y aunque la caída había sido algo brusca para su cuerpo de niña, sobreviviría. A menos que los engullera como parecía que tenía planeado hacer.
Pero antes de que Selene disparara, la mano de una de las hespérides rozó el fruto a una velocidad casi frenética. Las había acompañado sin ser detectada por ninguno de los presentes, pero de no haber estado ella el plan entero se habría venido abajo.
El fruto cobró un resplandor propio mientras se dirigía a las fauces abiertas de la criatura. La manzana fue engullida en el acto. Y el efecto fue casi igual de inmediato. El aura que Ladón transmitía, esa corrupción que podían ver y sentir sin problemas… desaparecía.
Incluso las esencias de Fátima se darían cuenta de que ya no había necesidad de pelear contra la criatura. De no ser porque aunque hubiera recobrado la conciencia de sus actos, seguían siendo desconocidos en el jardín que debía proteger.
Retrocedió, sin embargo, al ver que una de las hespérides estaba con los forasteros. Las tres suspiraron de alivio y se dejaron caer, exhaustas por el miedo que habían pasado.
—
¡No hay tiempo que perder! —declaró Hera, hablando a través de Hiro—
. ¡Y ya hablaremos del estado en el que ha quedado mi jardín! La que había acompañado a Fátima fue la responsable de encaramarse con cuidado al árbol y coger una de las manzanas. Al ponerla en las manos de la niña parecían inmensas, y su resplandor parecía incluso mayor ahora que la situación parecía más o menos estable.
—
Puedo realizar un último teletransporte —dijo entonces la diosa, hablando a través de Dos. Parecía cansada, agobiada, o quizá ambas cosas—
. Uno que sería capaz de llevaros al destino que vosotros decidáis. Uno que sería lo más preciso posible. »
Pero os tenéis que poner de acuerdo —continuó, esta vez desde la boca de Fátima—
. Iréis todos al mismo lugar, pensadlo bien. ¿Qué es lo que os urge más? ¿Ayudar a vuestra princesa? O salvar los Corazones de Atlántica y de mi mundo? Era una buena pregunta. Y, a juzgar por el tono de voz de Hera, una fácil respuesta… ¿O no? Tenían la manzana, una que sería capaz de salvar a Aurora. Y Hera les podría llevar directos hasta ella, fuera cual fuera su ubicación seguramente. ¿Pero iban a irse y que las intenciones de Xihn en Atlántica quedaran en mano del resto de sus compañeros? O peor aún: ¿Iban a olvidarse de lo que estaba sucediendo con Coliseo y el conflicto al que se enfrentaban los demás dioses?
Tendrían que elegir uno de esos tres lugares… y rápido, ya que el tiempo corría para todos. Pero Hera había puesto una única condición: que todos estuvieran de acuerdo con el sitio al que ir. No había sitio para rezagados de última hora.
Tocaba ponerse de acuerdo, y dejar a un lado los intereses propios de cada uno.
* * *Atlántica Las cosas sucedieron rápido. Tanto que luego costó unirlas, en especial para las chicas que protagonizaron aquella locura.
Celeste trató de atraer la varita de Miki a la vez que Xihn se precipitaba sobre el grupo. Al mismo tiempo, Daian curó (vagamente) al malherido Poseidón mientras Kairi gritaba.
¿El resultado?
Xihn atrapó a Miki por la cola con uno de los tentáculos justo cuando Celeste conseguía coger la varita. La muchacha recibió un fuerte golpe en el costado que le hizo crujir las costillas y acabó atrapada en otro tentáculo. La presión empezó a envolverla cuando, de pronto, se vio liberada.
Poseidón, sin decir palabra, se había arrojado sobre Xihn. El poderoso dios atrapó el frágil cuerpo de la enemiga de los mundos y trató de partirle el cuello mientras daba una fuerte voz que hizo temblar el mar y levantó mareas y torbellinos. Miki se aferró a Celeste con un grito y Daian salió disparada una vez más, aunque ella y Kairi pudieron aferrarse a un risco.
Y entonces…
Todos lo sintieron. Sobre ellos explotó una luz dorada y una nueva onda los pegó a las piedras a las que estaban aferrados o, en el caso de Xihn y Poseidón, casi los lanzó directos contra el fondo marino.
Sobre las Caballero habían aparecido nada menos que once resplandecientes figuras, cuyos aspectos no habían cambiado para adaptarse a aquel mundo. Dioses todos ellos, de diferentes colores, con armas relampagueantes. Uno rojo y una azul se adelantaron con un impulso ridículamente potente, aguantando la respiración, para ir a socorrer a Poseidón.
Xihn abrió la boca en una mueca de desconcierto. Pero luego sus ojos se entornaron, resplandecientes de oscuridad, y esbozó una desagradable sonrisa.
Con sus tentáculos, atrapó los miembros de Poseidón pero, en vez de intentar separarlo, lo estrechó en un imposible abrazo. Luego manifestó su incompleta Llave Espada de Oscuridad y la clavó en el corazón del dios de los océanos.
El mundo volvió a estallar.
Cuando Celeste despertó, se encontró en brazos de una diosa azulada que nadaba hacia un risco, donde la esperaban Daian y Kairi. Miki iba aferrado a la cintura de la diosa y sonrió al verla despierta.
—
No hay tiempo para saludos.—La diosa había envuelto su cabeza en una burbuja para poder hablar y su voz llegaba algo distante cuando soltó a Celeste en brazos de Daian—.
Debéis dirigiros hacia allá, donde los dos mundos se están juntando, y arreglarlo de alguna forma antes de que sea el fin. Si lo que ha hecho Xihn con mi tío sale de aquí, no creo que podamos detenerlo. Les llegó el distante golpe de inmensas rocas entre sí y hasta las envolvió un fuerte resplandor. Daian y Kairi, que ya habían visto la monstruosidad contra la que los dioses cargaron mientras Xihn huía hacia donde Atenea había señalado, todavía no podrían dejar de estremecerse.
Era un gigante de al menos cincuenta metros de altura, piel escamada y enormes tentáculos emergiendo de su barba. Zeus, envuelto en rayos, trataba de hablar con él frente a su cara —apenas si parecía un puntito dorado— pero la bestia lo rechazó con un violento golpe y el dios respondió con un rayo.
—
Esperemos que no suelte tinta. ¿Os imagináis cómo lo dejaría todo? Las chicas darían un respingo, Miki incluido, al encontrar al dios del inframundo sentado no muy lejos de ellos. La base humeante de su ropa se retorcía sobre sí misma y el fuego de su cabeza ardía dentro de otra burbuja. No parecía afectado por la lucha de sus dos hermanos.
—
Cierra el pico, Hades, hay cosas más importantes. Sospecho que Xihn se ha dirigido hacia el Corazón del mundo y es vuestro deber proteger a la Princesa del Corazón, ¿no es así? Creo que podremos daros unos minutos para arreglarlo todo antes de que… Poseidón os alcance. —
Qué tierno, debe estar buscando a su nueva madre. —
Mejor ve a luchar, tío. Aquí no haces nada. —
Os las apañaréis bien solos, prefiero mirar. Atenea chasqueó un dedo y de pronto los cuatro sintieron que les volvían las fuerzas. Después la diosa de la guerra partió a enfrentarse a su tío, que se encaminaba a lento paso hacia la dirección que ella había señalado.
En ese camino, detrás de torbellinos que arrastraban corales y restos rocosos, encontraron un lugar donde en su día hubo una cueva. Ahora… Ahora había un enorme agujero dorado, resplandeciente y doloroso, que atraía las corrientes hacia su interior. Si se esforzaban por ver, descubrirían un cielo claro al otro lado.
Pero había problemas más inmediatos, como la batalla que se estaba dando frente al desgarro dimensional. Reconocieron el resplandor del tridente que portaba Ariel. La muchacha se movía a toda velocidad alrededor de la que ahora estaban seguras de que era Xihn y que parecía empeñada en atrapar el arma de la Princesa. Esta trataba de mantenerse lejos del toque de su Caos, que todavía la envolvía, y tenía cierta ayuda.
Él las reconoció (y ellas probablemente lo hicieron por su Llave Espada):
—
¡ATACAD, RÁPIDO, NO PODEMOS DEJAR QUE SE ESCAPE! Parecía que la única que había salido indemne al Caos había sido Ariel, quizá por la gracia del Tridente…
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¡¡FUERA DE MI CAMINO!![color]
Xihn evadió la oscuridad que le arrojaba Ryota y volvió a intentar atrapar el Tridente. Ariel retrocedía, con los dientes apretados, y se notaba que quería dirigirse hacia el desgarro, pero Xihn no se lo permitía.
La pregunta era, ¿podrían enfrentarse a ella antes de que llegara Poseidón, o deberían intentar pedir… ayuda?
Fecha límite: domingo 18 de febrero