—¡Estáis aquí! Cuánto me alegro de veros. Odio no saber qué está pasando en la ciudad.
La sonrisa de Badra era sincera, pero en sus ojos brillaba la preocupación. Una mirada que reflejaría, sin duda, las de Malik, Ragun y Saeko.
Quince minutos. Ese era el tiempo que el grupo llevaba esperando en la antecámara del palacio de la sultana. Lyn estaba cada vez más y más enfadada. La llegada de Badra había interrumpido sus paseos por toda la habitación, con los que intentaba —sin demasiado éxito— calmarse un poco.
—¿Y la sultana?
—Me encantaría poder contestarte, pero aquí el amigo Aladdín —masculló Lyn, fulminando al chico con los ojos—, no nos quiere contar nada. Insiste en que esperemos a que Yasmín salga de la sala del trono.
El susodicho se hundió todavía más en su sillón. La tensión entre él y Lyn había estallado al instante de llegar, pero él tampoco parecía muy contento de estar ahí fuera mientras Yasmín se recluía en la habitación contigua.
—Ya os lo he dicho —replicó con enfado—. Yasmín está bien y a salvo. Está discutiendo la situación con su padre y con Genio, y saldrá en cuanto...
—¡La situación, la situación! ¿Es que no se da cuenta del peligro que nos expone a todos? ¡Xihn podría venir en cualquier momento, y entonces...!
—¿Xihn? —repitió Badra extrañada—. ¿Esa mujer es la responsable de lo que está ocurriendo en Agrabah?
Sus palabras descolocaron a Lyn.
—¿Lo que está ocurriendo en Agra...? ¿Qué está ocurriendo en Agrabah?
Se volvió de inmediato hacia Aladdín. Éste hundió los hombros y se llevó las manos al pelo, con la cabeza gacha. Su silencio no hizo más que empeorar el ánimo de Lyn.
Habían aparecido directamente en la antecámara con el Portal de la Maestra y no se habían movido de ahí en ningún momento. No habían visto la ciudad más allá de lo que podían apreciar por las pequeñas ventanas del palacio. Y no había nada que pudiera sugerirles que algo extraño estaba pasando fuera.
Hasta ahora.
—Muy bien. Se acabó el juego.
—¡Espera, Lyn, no...!
—¡YASMÍN! ¡SAL DE AHÍ AHORA MISMO! —gritó Lyn, aporreando la enorme puerta con las manos.
Los guardias que la flanqueaban se miraron entre sí, con una expresión a medio camino de la incomodidad y el más puro terror. A Lyn se le había caído la capucha, mostrando un rostro más animal que humano, y la estructura temblaba cada vez que daba un golpe. Ninguno se atrevió a moverse.
—¡¡TIENES CINCO SEGUNDOS PARA TRAER EL CULO HASTA AQUÍ O TE JURO POR MI MADRE QUE PIENSO DERRIBAR LA...!!
Afortunadamente para todos, la puerta se abrió antes de que terminara la frase. Yasmín sostuvo la mirada de su Maestra. A pesar de los años, seguía siendo una chica pequeñita, pero el aplomo con el que encaraba a Lyn la hacía parecer mucho mayor. Una auténtica sultana. No se podía decir lo mismo de su padre, que estaba medio escondido detrás de ella, y saludó con una sonrisa nerviosa a los Caballeros.
—Ho-hola, chicos, ¿cómo estáis? ¿Y Nanashi? Hace tiempo que no la veo...
Su intervención, de algún modo, hizo que Yasmín rompiera el contacto visual y se hiciera a un lado.
—Siento haberos hecho esperar. Os debo una explicación...
—Más de una, me temo —dijo Lyn con dureza—. Será mejor que empieces ya. Basta de rodeos.
Yasmín acusó el golpe y terminó de separarse para dejarles pasar. Dentro de la sala del trono esperaba el Genio, mucho más serio de lo habitual, que hizo aparecer sin parsimonia asientos para todos. Lyn se mantuvo de pie, y también Badra, alegando que había apostado a sus nómadas cerca y que la esperaban.
La sultana los miró a todos.
—¿Habéis... visto la ciudad?
—Yo sí. —Badra hizo una pausa antes de explicar para los Caballeros:—. El agua... ha desaparecido de la noche a la mañana. Los pozos están llenos de sapos y ranas en su lugar. El aire está lleno de jejenes y de moscas que atacan toda la comida y... —La nómada sacudió la cabeza—. Hace una hora escasa, el ganado ha empezado a morir. Parece cosa de...
—Hechicería. Sí —confirmó Yasmín, apesadumbrada.
—¿Cómo? ¿Quién?
—Yo.
Y rompió a llorar a lágrima viva. Lyn dio un paso atrás, con el rostro contraído por la sorpresa. Badra ahogó un grito, mientras el antiguo sultán empezaba a protestar. Aladdín se mantuvo callado. Al final, fue el Genio quien carraspeó y continuó, elevando la voz por encima de la de los demás:
—A ver, a ver... Pero explícaselo bien, Yasmín, que si no parece... Bueno... Lo que no es. Sólo querías proteger tu mundo.
—Recibí el aviso para que volviera, Lyn, ¡pero no podía abandonar Agrabah sin más! —exclamó ella—. En este último año, la oscuridad ha avanzado demasiado. Ya apenas se puede salir al desierto. Tenía miedo de que, si me iba, el Corazón terminaría por caer.
—Y empezamos a buscar entre los documentos de Kamra, nuestra antepasada. Era una hechicera muy poderosa, y su magia corre por nuestra sangre. Creímos que un rito de protección...
—¡Pero el hechizo estaba amañado! ¡Yafar, mientras trabajaba de visir...! ¡Él lo hizo! Y n-no nos dimos cuenta hasta que fue demasiado tarde y... y ya no podía interrumpir el ritual y...
—Y ahora estas... plagas destruirán el mundo si no las detenemos —finalizó Aladdín, todavía sin levantar la cabeza.
Lyn miró a los Caballeros. Los rasgos animales ya habían desaparecido, pero seguía en shock por la declaración de la Princesa. Antes de partir hacia Agrabah, la habían visto capaz de ir hasta el fin del mundo con tal de rescatarla de las garras de Xihn. En la antecámara, furiosa por el descaro de su aprendiz, que la había ignorado. Estaba preparada para todo menos para esto.
Y lo mismo se podría decir de los Caballeros. Badra no apartaba la mirada de Malik y de Ragun, expectante y con una mano en el cinto por si alguno de los dos reaccionaba mal. Parecía que tenía esperanzas de que Saeko contuviera la calma al haber sido más amiga de Yasmín.
Despacio, Lyn se acercó a la sultana y le tomó la barbilla con un torpe ademán.
—Vamos, niña. Llorar ahora no sirve de nada, así que sécate las lágrimas y levanta la cabeza, ¿quieres? La amenaza de Xihn es muy real, y tenemos que hacer algo para poneros a salvo a ti y a todo el mundo.
Pero habló con suavidad, y Yasmín se apresuró a obedecer.
—¡S-sí! He estado... Tenemos... Genio, papá y yo hemos encontrado algo que podría ser de ayuda.
—Dispara. Chicos, acercaos. Se nos ha complicado el trabajo.
La Princesa hizo un esfuerzo enorme por no rehuir sus miradas.
—Yafar fue el que preparó el hechizo, de modo que también podrá deshacerlo. Pero como no lo hará por las buenas, usaremos una daga que capaz de matar hechiceros. Está en la Cueva de las Maravillas, donde Salomón la escondió. ¿Genio?
La daga, dibujada en un pergamino muy antiguo, era de aspecto sencillo, pero fácil de reconocer. Genio le entregó la imagen a los Caballeros, y Aladdín se acercó también para observarla.
—Abú y yo nos encargaremos de ella —dijo, algo más animado. El pequeño mono dio un salto sobre su hombro—. ¿Qué me dices, amigo, un último saqueo? ¿Y le damos a Yafar su merecido?
—No iréis solos —apuntó Lyn. Antes de seguir haciendo planes, sin embargo, dejó acabar a Yasmín.
—Yo regresaré a la necrópolis, donde están la tumba de Kamra y las de mis antepasados. Hay algo que... si lo encuentro, podría usarse para proteger Agrabah en mi ausencia. ¡Me quedaré hasta que termine la batalla contra Yafar! —exclamó antes de que Lyn pudiera protestar—. Es mi deber. Yo he causado todo esto. Yo he cometido el error. Y no me marcharé si queda una mínima esperanza de que Agrabah esté a salvo.
Lyn entrecerró los ojos.
—Será peligroso. Ya no sólo por Xihn, Yafar también podría intentar tenderte una trampa.
—Yafar estará encerrado en su torre, en el desierto. Está protegida con magia y es impenetrable. Lo sé por experiencia —terció Badra con una mueca—. Mi gente y yo la tenemos bien vigilada.
—Quizás habría que asegurarse de que no se mueve de ahí hasta que lleguemos con la daga. Estamos hablando de Yafar después de todo.
—¿A nadie más le parece mucha información de golpe? Porque si lo digo yo...
Yasmín sonrió un poco, y hasta Lyn relajó la postura.
—Veamos... Aladdín y Abú se dirigirán a la Cueva de las Maravillas con alguien más para conseguir esa daga. El resto iremos a enfrentarnos a Yafar y... Ah, un momento. Yasmín, tú no vas a irte sola por tu cuenta, maldición.
—Rajah me protegería...
—Ni hablar. Eres la persona más importante de este mundo. Es demasiado arriesgado.
La Maestra se cruzó de brazos y respiró hondo.
—Creo que será mejor que vosotros también digáis la vuestra —sugirió. Miró a Malik, luego a Ragun y, por último, a Saeko—. Sabéis de lo que sois capaces mejor que nadie. Elegid adónde queréis ir y con quién. Sé que no es la misión que esperabais, pero ahora no podemos echarnos atrás. El destino de este mundo depende de nosotros ahora.
Fecha límite: 5 de enero