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Otro día más en Tierra de Partida, ya hacía un buen tiempo desde que llegué aquí y se podía decir que ya no era un novato, de aquí a nada nadie pondría conmigo.
Aquella mañana me estaba pasando algo raro, ¡tenía hambre!Ya había tenido más veces, pero nunca tanta como en aquella ocasión.
Como parecía que no tenía nada que hacer esa mañana lo primero que hice fue pegarme una ducha, vestirme y coger mi querida espada en caso de que hubiera entrenamiento o por lo que fuera.
Ya en camino al comedor pensé en pasarme a por Rhía, que seguro que le gustaría venir, pero pensé que estaría durmiendo y decidí que era mejor no molestarla.
Cuando entré al comedor cogí el plato, esperé a que me echaran la comida y me senté en una mesa solo, había varios aprendices por allí pero apenas conocía a ninguno, así que mejor solo.
Al empezar a comer vi que estaba incómodo, y al mirar a mi espalda ya vi el problema, mi espada. Así que la dejé en una silla, ya la recogería al terminar de comer.
Acabé con la comida rápido y la verdad es que me quedé bastante lleno, no creo que tuviera necesidad de comer en un día al menos.
Para no perder más tiempo, puse el plato en su sitio y me dirigí a los jardines, tenía la sensación de que había perdido algo. Pero no le di mucha importancia y seguí andando.