-Ubicación-
-Cronología-
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Aquel día me levanté tarde, mucho. Más de una reprimenda me llevé por ello. No estaba acostumbrado a horarios, y en aquellas cómodas camas se dormía muy, pero que muy bien. Era algo tarde, cerca de las seis y media, aunque no lo sabía muy bien. Después de comer algo en la cocina, escarbé en mi bolsillo hasta encontrar aquello que deseaba. Era un papel arrugado, que ni siquiera estaba doblado. Lo expandí y lo alisé un poco. Me enfrasqué de lleno intentando descifrar aquél conjunto de notas que ni siquiera entendía. Lo gracioso es que lo necesitaba para poder empezar a entenderlo. Lo estiré frente a mí y entrecerré los ojos. Lo cierto es que había visto muchos mapas de tesoros antes y no tardé mucho en resolver ése. Miré hacia el cielo y calculé como pude la hora según el sol. No era muy tarde, por lo que tenía tiempo.
Volví a arrugar el papel y lo guardé, para seguidamente empezar a andar en busca de mi particular "tesoro". En este caso, se trataba de un lugar exacto. Una habitación.
Miré nuevamente la nota. Era un garabato algo malo. Me encontraba andando entre los muchos pasillos del lugar, pensando en mis cosas. Estaba tan metido en mi mundo que tuve que retroceder hasta estar cara a la puerta de entrada a la habitación. Revisé mi "guía" y verifiqué que era el lugar. Di dos toques a la puerta con el puño cerrado, no muy fuertes, y guardé el papel.
—Dejay, ¿estás dentro? —pregunté. Estaba allí por una sencilla razón, acordamos que me ayudaría con mi pequeño problema de lectura y estaba ansioso por empezar a practicar. Gracias al maestro Kazuki había mejorado bastante.
Miré a ambos lados del pasillo, y me toqué la noca con el brazo derecho, adoptando una pose algo rara, lo cierto es que estaba pensando en cómo saludar, y en qué decir.