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Corrí a toda prisa por calle a oscuras, desesperada por encontrar a mi fantasma y al enemigo que me había dejado muda. Durante el trayecto, mientras me esforzaba por hacer el menor ruido posible con mis pisadas e intentando no entorpecerme con mi pelo, palpé nuevamente mi cuello, sin llegar a creerme que realmente me hubiese pillado desprevenida, y qué decir sobre aquella sensación de no poder hablar; era la primera vez que la sufría, y seguía resultándome igual de extraña.

No puede ser…

Apreté mi puño izquierdo y me mordí el labio inferior, impotente, al contemplar ante mí el final del callejón, que se dividía en muchas más calles… Y ni rastro de Gengar. ¿A dónde podía haber ido, maldita sea? Observé con detenimiento los tres caminos, apurada por elegir uno cuanto antes, tenía que tentar a la suerte, pues les había perdido la pista.

Pero fue dar un paso y percatarme de la presencia de alguien por el rabillo del ojo. Sorprendida, me viré a toda prisa para ponerme en guardia, pero se trataba de nada más y nada menos que de una señora; vamos, nada especial que mereciese mi atención. No obstante, parecía querer comentarme algo, por lo que alcé una ceja, desconfiada todavía y a punto de echar a correr por el camino de la derecha, cuando esta me comentó algo de que estaba ciega...

¡No puedo perder el tiempo de esta forma!

Me dispuse a correr como alma que llevaba el diablo hasta que algo sobre un borracho seguido por una pelota atrajo toda mi atención. ¿Un borracho… seguido de una pelota? Me pareció bastante absurdo e incoherente, pero era la única pista que me recordaba vagamente a Gengar.

Esto tiene que ser una broma.

Pero no me quedaba otro remedio. No pensé que el ave o la otra mujer tuviesen nada que ver, así que corrí a toda prisa sin mirar de nuevo a la señora, que gritó algo sobre de que tenía que irme a la cama temprano… ¿Y a ella qué le importaba?

En ese momento, todavía confusa, me llegó un mensaje de Oswald alertándome sobre un gato que… ¿Disparó una bola de fuego? Suspiré, abatida por la cantidad de extraños sucesos que estaba viviendo y la información inútil que me enviaban mis compañeros. Y corrí a toda prisa por el camino de la pelota. ¡Estaba segura de que se trataba de mi pequeñín! Y sobre el ninja…

Me aseguraré de darle su merecido también, faltaría menos.

Sólo esperaba que no me pillase desprevenida de nuevo, por lo que me mantuve con pies de plomo. Temerosa.

Tras que aterrizaramos en algún lado, intenté fijarme si Ilana se había quedado cerca del individuo dandole un aviso mediante nuestro lazo para que así la ilusión parpadease y yo pudiera verla. Tuvimos bastante suerte, la gatita se encontraba en el mismo tejado que la sombra, por lo que podríamos aprovecharnos de ello.

—Ragun, voy a intentar alertarla usando Piro. No voy a ir a dar, si no que quiero que la bola de fuego ilumine su cara para que veamos si es una trampa o el ninja de verdad —le hice saber al chico preparando con una el hechizo mágico y la otra acercándola a mis labios —. Si es una amenaza silbaré e Ilana atacará a sus ojos, aprovecha la distracción para atraparle.

Tras escuchar la respuesta de Ragun, lanzaría la esfera de fuego contra la sombra, pero sin llegar a darle (a no ser que esta se moviera en la dirección del proyectil, claro) y centré mi vista en ver su aspecto. En el momento en que viese a alguien amenazante o hiciera algún amago para huir, silbaría dándole la orden a Ilana para que atacara la sombra y usara Corte Cegador sobre la cara del objetivo. Después todo sería cosa de Ragun, pero intentaría apoyarle atrapando los pies de la sombra con una Sota de Tréboles si empezaba a huir.

Cuando me disponía a aterrizar vi la sombra de alguien subiéndose a uno de los edificios. Para no perderle de vista aterricé directamente sobre el tejado. La misteriosa figura parecía observar algo a lo lejos, pero era imposible decir lo qué.

—Ragun, voy a intentar alertarla usando Piro. No voy a ir a dar, si no que quiero que la bola de fuego ilumine su cara para que veamos si es una trampa o el ninja de verdad —asentí con la cabeza —. Si es una amenaza silbaré e Ilana atacará a sus ojos, aprovecha la distracción para atraparle.

—De acuerdo —asentí conforme.

Esperé al momento indicado por el brujo para dar inicio al plan. Si todo salía como el aprendiz creía correría hacia el asesino con la llave espada en mano, sin embargo no sería con ésta con lo que atacaría ya que haría aparecer mi látigo cuando estuviese lo suficientemente cerca, el cual haría girar con fuerza antes de tratar de golpearle. Si conseguía acertar el golpe continuaría el ataque intentando apuñalarle con mi llave espada.

La bola de fuego de Alec iluminó la sombra, revelando la figura del ninja, pero no su cara, puesto que estaba cubierta por una máscara y con los ojos tapados.



El ninja ni se inmutó cuando el fuego pasó a escasos centímetros. Y confirmada su identidad, se lanzaron a atacarle Ragun e Ilana… pasándole limpiamente, haciendo que gato y niño se chocaran y enredaran entre ellos. La figura era inmaterial, y por mucho que intentasen tocarla, verían que la traspasaban sin más.

Habían estado siguiendo a un señuelo. Señuelo que, minutos después, desapareció como si fuera niebla.

Deseo cumplido: las tres balas fueron suficientes para cargarse a las siete vidas del gato, que no se movió con la suficiente rapidez para esquivarlas y acabó tendido en la calle, sangrando y muerto (¡asesino!). La mujer que estaba cerca gritó, asustada al ver el arma, y se fue corriendo. Sin nada más que le impidiera avanzar, a Ban no le quedó otra que seguir por ese mismo camino, que le llevó hasta una encrucijada con una vieja mirando y refunfuñando desde su ventana.

De preguntarle, le diría lo mismo que a Saeko: que había visto más o menos tres cosas: un águila que llevaba su última presa por ahí en dirección recta, un borracho seguido de una pelota hacia la izquierda y una buscona hacia la derecha. Y a una desvergonzada (con la descripción de la susodicha) ir detrás de la pelota mencionada.

Finalmente, Saeko siguió la ruta del borracho y la pelota… ¡y premio! Se encontró con un callejón sin salida, al final del cual estaba Gengar, tirado en el suelo y al parecer confundido, porque se balanceaba sobre sí mismo; y a su lado, el ninja…



Cubierto completamente de negro, con una máscara que le ocultaba el rostro y los ojos tapados. Parecía tener intención de saltar hacia el tejado, pero cambió de idea cuando vio a Saeko y se volvió hacia ella. Sin decir una palabra, dos ninjas idénticos a él se materializaron a su lado, y comenzaron a avanzar hacia la chica.

Ya le tenía. Ahora era cuestión de capturarlo¿s?

Ya te tengo.

Cuando llegué al final del callejón comprobé que allí se encontraba mi pequeño, totalmente fuera de combate y acompañado de mi objetivo, el cual me sorprendió al verlo físicamente. Saqué de inmediato el móvil y escribí a toda prisa, mientras contemplaba de reojo cómo el enemigo se multiplicaba o me intentaba engañar con alguna técnica afín a Ilusión. No podía permitir que escapase, no habiendo llegado tan lejos. Así que con todos mis esfuerzos, exprimí mis neuronas en cuestión de segundos para recordar dónde me hallaba en ese instante.

J-11, callejón, intenta escapar por tejado

No me dio tiempo a escribir nada más, sino que envié el mensaje, guardé el móvil y saqué mi katana, apurada para ponerme a la defensiva. Noté también cómo alguien venía desde atrás, siguiéndome la pista. No me atreví a mirarlo directamente por miedo a perder mi objetivo de vista, pero supuse que se trataba de Oswald. Lamentablemente, no pude responderle ni decirle nada, porque seguía muda y no me salía la voz.

Y antes de que los enemigos pudiesen alcanzarnos, salí rápida en su dirección para propinarles un Aturdidor, esperanzada en que funcionase y le permitiese a mi compañero acabar el trabajo. Gengar, por su parte y en caso de poder hacerlo, se agarraría fuertemente a las piernas del ninja y ejecutaría un hechizo Maldición, a fin de debilitarlo.

Teníamos que ganar, y podíamos hacerlo.

Las dos copias se interpusieron en el camino de Saeko, frenando a la muchacha y desapareciendo a tan solo un golpe de esta. Sin embargo, ya era tarde: el ninja había escalado para escapar y volvía a perderse en la noche.

—¡Jamás me cogeréis! ¡¡Jamás!!

Y efectivamente, no volvió a haber ni rastro de él en las siguientes horas, por muchas vueltas que dieron. Los aprendices tuvieron que regresar a casa, conscientes del fracaso de la captura y curiosos por el misterio alrededor del ninja. Y de que Ban se había cargado a un inocente gatito.