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Aunque no resultó ser la persona correcta, no me desanimé. Nadie más había acertado, de modo que todavía podía ganar. ¡Y cada vez iba descartando a más gente!

Con ese pensamiento en mente, eché a correr en dirección a mi siguiente objetivo, presa de la emoción.

—¿Tienes tú ese sello? —pregunté, echando un vistazo a lo que hacían los demás participantes. Si fallaba de nuevo, ¿serviría de algo coaccionar a esa persona para que me contara quién lo tenía?

«Nop».

Pues no había habido suerte. Tendría que ir a por el siguiente. Dio un par de vueltas, mirando a sus compañeros —se habían unido unos cuantos más que habían conseguido superar la prueba anterior— y entonces encaminó sus pasos hacia la siguiente persona. Cada vez había más gente, así que a menos que todos pensaran igual, suponía que en esta o la siguiente ocasión alguien conseguiría por fin el siguiente sello.

Se detuvo frente a la siguiente persona y preguntó, sintiéndose algo tonta porque esta prueba era un poco ridícula —debían parecer patos mareados yendo de un lado a otro— por el sello.

Hiro vio una pequeña aglomeración de aprendices buscando de nuevo a alguien entre la multitud, parecía que aquello estaba terminando ya.

—Bueno, parece que se me ha acabado el descanso — Se levantó de la hamaca y observó con una sonrisa en la cara como iban de un lado a otro.

Se acomodó su bonito sombrero mientras buscaba con la vista a Goei.

***

Resignado por no hallar la respuesta el Moguri se mantuvo unos minutos pensativo, tal fue el caso que incluso algunos aprendices se adelantaron, pero a el le daba un poco de igual, ya que la bombilla de su cabeza se iluminó.

Cuando Rebecca asintió con la cabeza, salté de alegría; el duodécimo sello, conseguido.

La siguiente prueba consistía en buscar a la persona adecuada, la que tenía el último sello. Y no disponíamos de ninguna pista, así que esta vez sí que era pura suerte.

Odiaba estas pruebas con toda mi alma.

Sin embargo, estaba feliz de haber podido llegar a la final y poder luchar por ganar. ¡Era hora de probar suerte! No había más opciones, así que me acerqué corriendo a la primera persona que localicé. Dudé un poco antes de hacerle la pregunta.

—Esto... ¿Tienes tú el sello?

¡Lo había conseguido! Tras colocarme el decimosegundo sello en mi tarjeta, me alejé de la zona de la prueba conseguida. No podía creerlo. Tan sólo me faltaba un sello para terminar la yincana. Incluso cabía la posibilidad de que ganara. Aunque fuera improbable, la posibilidad estaba ahí.

La última prueba consistía en encontrar a la persona que custodiaba el último sello. Lo malo era que no tenía ni la más remota pista de quién podría ser. Era puro azar.

Así, tras unos minutos cavilando, me dirigí hacia una persona concreta de la playa, y algo tímida, le dije:

—Perdona... ¿Es posible que tú tengas el último sello de la yincana?

¡Vaya pifia! La encargada de la prueba le dio un rotundo “no” a sus dibujos. Niko torció el gesto, preguntándose si sus pobres dotes de dibujo tenían la culpa. Tampoco lo había hecho tan mal…

Se encogió de hombros y repasó una por una las pizarras para hallar el error mientras lanzaba y atrapaba la tiza con la palma de su mano una y otra vez. Al rato le vino una idea de cómo enfocar los dibujos en su segundo intento. ¿Tal vez era ese el fallo de antes?

<Habrá que intentarlo una vez más>.

Limpió las pizarras en las que creía haber errado y se dispuso a realizar más trazos con la tiza. Esta vez con la precaución de que los dibujos se entendiesen.

Para mi desgracia la primera vez que la Maestra pasó por nuestros dibujos, nos dio una negativa tajante, mientras que los que estuvieron aquí antes que yo pasaron a la segunda. ¿Pero qué había hecho mal?

—Hum... ¿Y si...?—iba a coger la tiza de nuevo, pero me di cuenta muy tarde de que estaba lleno de cenizas. Cogí disimuladamente otra tiza y me puse a dibujar de nuevo.

... Y a la segunda pasada, la Maestra me dio su aprobación. Suspiré aliviado mientras me colocaba el sello, soltando más humo. Corrí hacia la playa cuando Rebecca nos dijo lo que hacer: encontrar a la última persona con el sello, sin pistas ni nada.

Seleccioné una de las tantas personas al azar y corrí hacia ella.

Dio saltitos de alegría cuando pasó la prueba de Rebecca a la primera; había desplegado todas sus dotes artísticas y por lo visto le dio resultado. Ya sólo le faltaba un único sello, quién iba a decir que lograría llegar hasta el final.



Corrió hacia la parte de la playa en la que se encontraba la gran mayoría de maestros y aprendices que no participaban. Miró a su alrededor, observando a los otros finalistas: todos estaban bastante ajetreados buscando a la persona que les daría el último sello que necesitaban.

Se había puesto muy interesante, podía ganar cualquiera. Nicoxa estaba contenta de haber llegado tan lejos, ahora sólo le hacía falta una pizca de suerte ¿Lo conseguiría?

Una dolorosa negativa, una que me sentó como si una jarra de agua fría me hubiese caído encima.

Aquella persona no había resultado ser la correcta y al mirar a mi alrededor, me percaté de que cinco aprendices más se habían unido a nuestra búsqueda de la persona perdida y adecuada: dicen que cuanta más gente mejor, ¡pero aquello ya era demasiado! A este paso todo el mundo nos alcanzaría, y aquello se convertiría en una carnicería entre aprendices por ver quien lograba encontrar al portador del último sello.

Respiré hondo, tachando de mi lista mental a la persona que acababa de visitar mientras pensaba en quién ir a ver ahora. Quizá todavía podría tener un poco más de suerte que el resto... sería cuestión de intentarlo una vez más.

Me encaminé hacia aquella persona, y una vez conseguida su atención le preguntaría si tenía o no aquel sello que tanta falta me hacía.

Aún podía conseguirlo, no estaba todo perdido.

- Awaya te dije que la respuesta era una patata.

- Eso no es, déjame hacer a mí.

Parece que se había equivocado en alguna respuesta. Tendría que volver a intentarlo. Mientras veía cómo algunos conseguían avanzar y la mayoría se quedaban estancados como ella, estuvo pensando la respuesta durante un rato hasta que se le ocurrió algo.

"Menos mal", pensé, cuando en las instrucciones del interior de la caja vi que tenía que volver a la playa. Se acabó el frío. Al llegar al lugar de la duodécima prueba, encontré a Rebecca.

—Debéis dibujar el símbolo correcto en los cuadrados. Cada cuadrado tiene un número y un dibujo diferente, depende de vosotros deducir cuál es... Suerte.

Me coloqué frente a una pizarra y cogí una tiza. Miré la pizarra de arriba a abajo, varias veces, tratando de deducir qué debía dibujar. Por fin, se me ocurrió algo y me puse manos a la obra.

Mira que fácil y cómo voy a matar a ese maestro. En serio, no parecía tener bien un tornillo para enviarnos a congelarnos y que el agua, sudor y el pelo quedaran congelados o con escarcha. Tras salir de ahí fui a la siguiente prueba para ver allí a una peliazul, que llevaba mi camiseta puesta.

—¡Eh Aru! Mi camiseta, devuélvemela. —Le inquirí que me devolviera mi prenda antes de que se ensuciara o se olvidase que era mía y se fuera con ella. Además que le quedaba grande. —Bueno, esto no parece tan complicado...

La prueba era simple, si es que tenías buena capacidad de deducción, ¿qué más se espera? Ah, que me tocaba dibujar. Menos mal no era escribir, para algo la letra de médico tiene esa catalogación y no es por una bella caligrafía.

Tercera prueba - Keiko

Keiko no se movió del sitio, así que no avanzó.


Novena prueba - Lyon

Lyon no se movió del sitio, así que no avanzó.


Décima prueba - Saeko

Saeko no se movió del sitio, así que no avanzó.


Undécima prueba - Victoria & Hana

Victoria y Hana no se movieron del sitio, así que no avanzaron.


Duodécima prueba - Maya, Ragun & Nikolai

Colibritany, Watson, Alec, Aru, Goei & Kairi tuvieron la fortuna de su lado. Los seis tuvieron la misma idea, y los seis acertaron. Rebecca asintió cuando pasó por sus pizarras, dándoles el sello que merecían, e indicando que podían continuar. El duodécimo sello, conseguido.

Maya, Ragun y Nikolai no tuvieron tanta suerte. Rebecca negó con la cabeza cuando pasó por sus pizarras, indicando que se habían equivocado en al menos una de las respuestas.


Decimotercera prueba - Fátima, Colibritany, Freya, Watson, Alec, Saxor, Aru, Simbad, Nicoxa, Saito, Jeanne, Goei & Kairi

Fátima, Freya, Saxor, Simbad, Nicoxa, Saito y Jeanne fracasaron en su intento de encontrar a la persona correcta. Colibritany, Watson, Alec, Aru, Goei y Kairi llegaron al poco, dispuestos a participar en la última prueba que consistía en encontrar a aquel de toda la playa que tuviera el sello escondido, pero ya era tarde.


Ganadores - Light & Celeste

Alexis, que tomaba el sol bajo una buena colección de sombrillas (no fuera a ser que le diera un poco el sol y su piel cogiera color), levantó levemente la mirada de su videoconsola cuando Light y Celeste se acercaron a ella. Estampó el sello en sus tarjetas con rapidez, dándoles unas vagas enhorabuenas, y mandándoles de vuelta al chiringuito para que validasen sus sellos.

Allí, les esperaba Ronin, que de alguna manera, y para envidia de varios de los aprendices, se las había apañado para conseguir alcohol y bebía y reía sin parar. Ryota, que estaba sentado a su lado, fue el encargado de revisar las tarjetas de los dos participantes.

—¡Tenemos ganadores! ¡Enhorabuena a Light Hikari y Celeste!

Todos los moguris, aprendices, y maestros de los alrededores estallaron en aplausos, felicitando a los afortunados. Menos Ronin, que al ir a levantarse para hacerlo se había mareado y caído encima de Ryota.

Por su parte, Mog fue el encargado de repartir los premios a todos los participantes, incluso para los que habían tirado la toalla a mitad de camino. Además, los aprendices tenían hasta que anocheciese para disfrutar de aquel maravilloso día de verano en la playa sin sincorazón, villanos, ni nada que les diese problemas.

Un grupo de moguris, que destacaban por tener unos pelazos que ni el propio Goei, fueron los encargados de la actuación final de la yincana. ¡A disfrutar del verano!

—¿En… serio? —Tuve que preguntárselo a Alexis un par de veces para asegurarme. Pero era verdad, ese chico de Tierra Partida con el que había estado coincidiendo a lo largo de la yincana y yo habíamos ganado. Trece sellos. Increíble.

—Enhorabuena —le dije mientras nos comprobaban las tarjetas—. Quiero decir… entre la avalancha del principio, la vergüenza de las canciones y los chistes, el monstruo marino… hemos tenido una suerte increíble.

»Soy Celeste, por cierto. Creo que no nos habíamos presentado.

Esperé su respuesta.

—¿Sabes una cosa, Light? —añadí en tono confidencial—. Hay algo que todavía me trae de cabeza respecto a la yincana. Y estoy segura que tú también lo crees.

Le hice una seña para que se acercara y se lo comenté entre susurros, con cuidado de que esa persona no nos escuchara por accidente. Al acabar, tenía una sonrisa malévola en los labios.

—¿Y bien? ¿Cuento contigo?

«¡Bien!».

Él y otra chica habían dado finalmente con la persona que portaba el sello final, la tétrica de Alexis. Les estampó el susodicho en sus tarjetas y les envió hacia el chiringuito para que comprobaran todos sus sellos y confirmaran su victoria.

—Enhorabuena —le dijo mientras Ryota revisaba las tarjetas. Light también la felicitó en aquel momento—. Quiero decir… entre la avalancha del principio, la vergüenza de las canciones y los chistes, el monstruo marino… hemos tenido una suerte increíble.

»Soy Celeste, por cierto. Creo que no nos habíamos presentado.

—Sí. Yo soy Light —confirmó, simpático.

—¿Sabes una cosa, Light? Hay algo que todavía me trae de cabeza respecto a la yincana. Y estoy segura que tú también lo crees.

En ese preciso momento echó un estornudo. Aquello bastó para que recordara.

—Oh sí. —Desvió la vista hacia Akio y la retiró rápidamente—. Claro que lo creo.

Se alejaron disimuladamente del joven Maestro para comentar el plan de venganza. Light hizo todo lo posible por contener una carcajada.

—¿Y bien? ¿Cuento contigo?

—Por supuesto. Déjame a mí atraerle, estará pan comido.

Después de que anunciaran la victoria y recibieran los premios, le hizo una seña a Celeste y se metió dentro del agua. Se internó en el mar hasta acabar en una zona lo suficientemente profunda, aunque tampoco se alejaría demasiado. Entonces, intentó llamar la atención de Akio.

—¡Maestro Akio! ¡Creo que un Sincorazón ha traspasado la barrera! ¡Hay algo muy extraño justo aquí!

En cuanto picara el anzuelo, se acercara a ellos y se dispusiera a sumergir la cabeza, intercambiaría miradas con Celeste y se abalanzaría de inmediato sobre el Maestro con todo su peso, dispuesto a hacerle una ahogadilla. Después huiría como alma que lleva el diablo, entre risas, consciente de que Akio les daría una paliza a los dos.