—¡Tengo miedo, tengo miedo! —susurro para que me oiga, aunque lo digo demasiado bajo.
Noto un escalofrío a mis espaldas y me doy la vuelta apresurada, buscando algo a lo que echarle la culpa. Olvido completamente que estamos en un mundo diferente, y me centro en la salida, una pequeña luz tenue que se refleja en el terrorífico lugar.
—¡Vamos ya! —grito mientras corro—. ¿Dónde está la salida? Zait, ¡Zait! —ya un poco descontrolada, encuentro la salida, tal y como estaba antes.
Salgo y veo el ambiente, lo reconozco, y me dirijo sin mirar hacia atrás hacia donde he venido. Vuelvo a ver todos los árboles de distintos tipos, aunque mayoritariamente acres, y las flores que he cogido antes para Zait. Voy tan ofuscada en mi objetivo que tropiezo con una rama, pierdo el equilibrio pero no llego a correr. Lo único que hace tanta prisa es cometer errores.
Estoy en el mismo punto en el que he aparecido cuando habíamos llegado, el mismo lugar. Me posiciono de la misma forma y cierro los ojos.