—¿Puedes esperar ahí un momento? ¿Sí? Gracias.
Ignorando todo aquello y aprovechando que mis compañeros no podían verme, dejé mi arma en el suelo y escribí rápidamente notas acerca de la pérdida del corazón. El cuerpo parecía desaparecer, dejando solo al corazón; aquello no me importaba, lo interesante era la conversión a Sincorazón. El órgano era tragado por oscuridad, un vórtice oscuro... Y rápidamente formaba uno de aquellos monstruos. ¿Cómo funcionaba aquello? ¿Qué era lo que te hacía convertirte en un Sincorazón más fuerte? Demasiadas preguntas para mi curiosa mente.
En cuanto apunté lo básico, retomé mi Llave Espada y me acerqué al Soldado, el cual no supo atacarme sin poder utilizar sus piernas. Era gracioso verle así: Campo Helado era un hechizo débil de Hielo y solo funcionaba contra enemigos no muy fuertes, pero me agradaba verle tan indefenso. Coloqué la punta del Plasma de Abadón en su cuello, amenazándole, mientras le hacía ver su propia impotencia. Le dio igual; al ser incapaz de razonar, solo intentaba escapar.
—Apenas manejo la Llave Espada como arma. Cumple con tu función de saco de boxeo.
Comencé a golpear al Sincorazón con el arma, aunque con mi poca fuerza y poco manejo de armas tardé bastante en eliminarlo. Sin embargo, finalmente lo logré e hice desaparecer el cuerpo oscuro de mi enemigo, liberando el rojo corazón hacia los cielos. Aquel tonto entrenamiento me vendría bien para mejorar algo mi manejo del arma, definitivamente.
Una vez terminado el trabajo, descendí las escaleras y fui a reunirme con mis dos compañeros. Parecía ser que Ragun había eliminado a un par de aquellas bestias, pero otros tres que se encontraban allí le atacaron con dos patadas conjuntas y echaron a correr por la plaza. Me llamó la atención su aspecto cómico: eran muy parecidos a los Soldados, pero más pequeños, tremendamente rápidos y de ropas verdes.
Intenté aproximarme a Ragun, pero uno de ellos se me cruzó y me atacó con una patada lateral que apenas pude esquivar, la cual me arrojó al suelo. El Sincorazón se quedó quieto mirándome, mientras le maldecía mentalmente; cogí mi arma y rabioso me incorporé e intenté golpearle con el Plasma de Abadón, pero salió corriendo como un loco de nuevo.
—Y una porra... —murmuré para mí mismo. Con lo rápidos que eran, haría falta mucha puntería para poder acertarles; por suerte, aquel era uno de mis fuertes. Vi cómo otro corría en dirección hacia su compañero y dirigí mi arma a un camino central entre ambos. En cuanto vi el momento adecuado, invoqué el hechizo perfecto para la ocasión:—. ¡Carámbanos!
Fragmentos de un hechizo Hielo se abalanzaron sobre los enemigos. Esperaba dar a los dos, aprovechando el camino que seguían, pero desgraciadamente uno giró de golpe y se dirigió hacia mí nada más ser eliminado su compañero. No solo había calculado mal la trayectoria del ataque, sino que además me llevé una nueva patada de este y el otro soldadito, a mi espalda. Me tuve que agachar al suelo para recuperarme, intentando recuperar el aliento. Ambos se quedaron quietos nuevamente ante mí, pero no estaba preparado para atacar.
—¡Atacan en equipo al eliminar a uno de ellos! —grité, esperando que Ragun me oyese—. ¡Ataca a uno de ellos ahora, antes de que escapen los dos de nuevo!
No sería posible acertarles a ambos sin que de nuevo corriesen como locos, pero al menos podríamos reducir su número a uno. Después, sería fácil eliminarle con mi buena puntería.