[Castillo de Bestia] Un castillo donde pasar la noche

[Hitori]

~Participantes~
Nadhia
Ragun
Hitori Yagari

~Ubicación~
Tierra de Partida > Ciudad de Paso > Castillo de Bestia

~Cronología~

Posterior a "Corazones Atados" y anterior a la Trama "La adorable fantasma"

El joven aprendiz dio otra vuelta en su cama, poniéndose esta vez en dirección a la ventana. Levantó la mirada hacia el cielo, donde millones de estrellas brillaban, iluminando tanto el espacio como Tierra de Partida con su fulgor. Y sin embargo, la luz de aquellas estrellas también hacía nacer las sombras más oscuras.

—¿Quién sería...? —dijo, susurrando, mientras recordaba la misteriosa sombra que había visto en un callejón de Ciudad de Paso, pocas horas atrás—. Estoy seguro de que me vigilaba... no es la primera vez que tengo esa sensación, pero sí es la primera que veo que de verdad hay alguien observándome.

Se incorporó en la cama, soltando un gruñido. Después de rascarse la cabeza, revolviendo su largo pelo, abrió la ventana y se apoyó en el alféizar para tomar el aire. La suave brisa fresca inundó sus pulmones cuando inspiró con fuerza.

—Si no fuera por Kit... —se quedó en silencio—. Nah... incluso aunque Kit no hubiese venido, yo no tendría el valor de ir detrás de esa misteriosa sombra...

Entonces levantó la cabeza de golpe, mientras sus ojos se iluminaban.

—¿O sí? —murmuró, mientras invocaba su Llave Espada—. Puedo hacerlo. Nadie me lo impide... ¿no?

Se metió rápidamente en la habitación, donde se quitó el pijama y se vistió a prisa con su ropa habitual. Tras colocarse el pequeño trozo metálico, lo pulsó de inmediato, haciendo aparecer su reluciente armadura. Volvió a acercarse a la ventana y abrió, apuntando con la Llave Espada hacia el cielo, un portal que comunicase su mundo con el exterior. Acto seguido, lanzó la Llave hacia adelante, haciendo que adoptase la forma de Glider. Éste se posó bajo la ventana, a través de la cual Hitori salió de un salto, para aterrizar grácilmente encima de su vehículo.

—Allá vamos —dijo, impulsándose hacia delante y saliendo del mundo a través del portal.


El joven surcó el espacio exterior montado encima de su Glider. Tuvo que sortear varios cinturones de asteroides y diversa basura espacial que se acercaba a él con velocidad, y cada vez con más frecuencia. A lo lejos pudo ver, finalmente, el mundo hacia el que se dirigía: Ciudad de Paso. Aceleró la marcha para llegar cuanto antes.


Hitori aterrizó en una gran plaza rodeada de muros y con una gran fuente dorada en una de las esquinas. Se quitó la armadura, lo cual dejó restos de luz que cubrían su cuerpo. Examinó el lugar donde estaba: La gran fuente tenía unas estatuas de dos perros. Al fondo, había un callejón en el que había una puerta con una llama dibujada. Detrás de él, otra puerta, mucho más grande. Otros elementos captaron la atención del chico: unos extraños cables que sobresalían de un tubo, una decoración en la pared con forma de estrella fugaz, y...

—¡Un mapa! —exclamó, acercándose al mural que contenía un esquema de los distintos distritos—. Ya veo... así que este debe de ser el distrito 3. Y por esa puerta se llegará al 1, imagino...

Se acercó al portón de madera y lo intentó abrir, pero éste estaba cerrado.

—Agh, no puedo quedarme mucho tiempo aquí, no sé si es seguro... —miró a los alrededores y vio que había una cerradura al lado del portón—. Quizás...

El joven invocó su Llave Espada y dirigió un rayo de luz hacia la cerradura, la cual hizo un ruido seco. El chico comprobó si la puerta estaba ahora abierta, y así era.
Al otro lado se encontraba el Distrito 1, más vacío que horas antes. Paseó por los alrededores, buscando gente, y pronto encontró a un corpulento señor.

—D-disculpe... —dijo, acercándose al señor, que se giró para verle—. ¿No habrá visto usted a nadie sospechoso por aquí, no? O... si ha pasado algo fuera de lo normal...

—¿Gente sospechosa? ¿Sucesos extraños? —repitió—. ¡Pues sí, chico, han ocurrido! Resulta que me he enterado de unos rumores que cuentan. Dicen que hay un par de tipos muy raros... un chico y una chica, sí... que no son conocidos. O sea, no viven aquí, o eso dice la gente, sí... De cualquier modo, son muy raros, muy raros...

—G-gracias... Esto... ¿dónde están esos tipos raros?

—Dicen que los llevaron a la enfermería, sí... Me pregunto si están bien. Tendré que preguntar, seguro que alguien lo sabe —dijo, comenzando a hablar para sí mismo.

—¿Y dónde está la enfermería? —preguntó Hitori. Inmediatamente, el hombre le miró de forma extraña.

—¿No lo sabes? Mmm, tú también eres un tipo raro, sí... Bueno, de cualquier modo, la enfermería está por allí —señaló en dirección a unos edificios—. Es provisional, pero todo el mundo se ha enterado de que la han puesto ahí... ¿Eres de fuera o algo? Porque no eres de aquí...

—E-eh, esto... —el aprendiz comenzó a ponerse nervioso, pues no podía desvelar su procedencia—. ¡T-tengo prisa, debo irme!

—¡Espera, chico! —exclamó el hombre, pero Hitori no se detuvo a hablar con aquel hombre, sino que tan sólo gritó un "Gracias". Pronto llegó a aquella enfermería provisional, donde esperaba encontrarse con dos "tipos extraños"...

[Sombra]

"Compruebalo tu mismo." Las últimas palabras de aquel monstruo antes de que empezase a despertar de nuevo fueron lo más intrigante de todo aquel encuentro. Aquel monstruo, aquella cosa parecía estar en mi interior, tal vez era solo una ilusión creada por mi mente, pero...

El color dorado que tenía el dispositivo que contenía mi armadura que reposaba en mi hombro había cambiado a un color negro, incluso su material parecía estar impregnado de algún tipo de oscuridad. Estuve tentado a pulsarlo, acabé conteniendome de hacerlo.

Miré el lugar en el que me encontraba. Parecía un hospital, equipado con elementos quirúrgicos, una estantería con analgésicos y otras cosas que desconocía y una mesa en la que suponía que se sentaba la persona que atendiese aquella consulta médica. Un fuerte olor, que no sabría distinguir (aunque era algún medicamente o similar, seguramente) bañaba por completo el lugar.

Tanto las paredes, como techos, así como el suelo estaban pintados en un inmaculado blanco que le daba un aspecto limpio y en cierto modo tranquilizador. Cerca de la puerta, de un color verde había un perchero en el que colgaba mi capa junto a una bata blanca (que supuse que pertenecía a la persona que nos había atendido) Me di cuenta, de que no estaba solo, pues en aquella estancia había dos camas, una ocupada por mí y la otra, por mi compañera Nadhia que dormía profundamente. En su brazo, había una aguja que suministraba sangre desde una bolsita que contenía aquel rojo líquido. Reparé en que hacía algo de frío, tenía sentido pues tampoco tenía la parte de arriba de mis ropas.

¿Dónde estaba el resto de mi atuendo? No quería lucir mi amplia cicatriz por toda la ciudad. Siempre me había preguntado como me la había hecho, pero todavía no recordaba nada referente a ella.

—Allí estáis —dije en voz baja al verlas en una silla que estaba justo frente a la mesa en la que había varios documentos con una ilegible letra, fuese quien fuese el que hubiese escrito eso lo había hecho con bastantes prisas.

[EspeYuna]

"Quiero volver... a mi hogar..."

Aquellas palabras retumbaban en mi cabeza como un martillo machacando una pared de hormigón. No podía estar segura de que fuesen mis propios deseos por volver a Tierra de Partida o, quizás, fuesen los sentimientos de otra persona.
Porque ya no estaba segura de qué era lo que realmente sentía. El encuentro con mi monstruo, aquella delicada pieza de violín que parecía conocer, sin haberla escuchado en ningún momento de mi vida en Villa Crepúsculo... es más, desconocía la existencia de aquel instrumento musical. ¿Por qué ahora era tan obvio para mí? La melodía... ¿y quién era ese misterioso músico que me dedicaba con dulzura la canción? ¿A dónde quería llevarme? ¿Por qué el ser que me acunaba en mis sueños estalló en furia?

Recordé los acontecimientos sucedidos en Villa Crepúsculo, mi visita con Ragun. Xinjat. Aquel nombre estremecía cada parte de mi cuerpo. Prometió que volvería por mí...

El olor a limpio y desinfectante fue haciendo que mis sentidos despertasen poco a poco. Abrí los ojos con dificultad y observé a mi alrededor, aun sin rotar mi cabeza, puesto que se encontraba muy a gusto en la mullida almohada que me habían facilitado. Las paredes eran blancas, lisas, el techo las imitaba. El olor se intensificó para penetrar fuertemente en mis fosas nasales, lo cuál me molestó en cierto punto e intenté incorporarme. ¿Dónde estaba? Parecía una especie de...enfermería.

"¡Oh", pensé. Ahora me acordaba. Ciudad de Paso, Orfebrería, Aguacero, una cena, Ragun, un muchacho ensangrentado... Kit... un niño de siete años, perdido. El crucero Gumi... una Armadura... y unos corazones que no pudimos salvar.

Oí unos pasos al otro lado de mi cama. Me giré y me encontré con Ragun, buscando sus ropas. Podría haberme sonrojado, dado que no estaba acostumbrada a ver un pecho varonil, me daba algo de vergüenza, supongo... pero aquella vez fue distinto cuando, al alzar los brazos para que entrara su camiseta, pude vislumbrar una espantosa cicatriz en el centro de su pecho.

—¿Ra...Ragun? ¿¡Y...y esa cicatriz!? —pensé por un momento en que la Armadura le hubiese alcanzado, así que sin pensarlo me incorporé de forma demasiado brusca—. ¡Ay! —me quejé, tenía que aprender la lección de no hacer eso... ¡un momento! ¿Una aguja?—. ¿Eh? ¿Me... me están transfundiendo sangre? ¿P-pero... tanto he perdido? —pensé en voz alta—. Ragun... ¿estás bien?

Me inspeccioné. De hecho, tenía razones para preocuparme por mi estado, si había sido necesario la transfusión.

—U-un momento. ¿Cómo han sabido cuál era mi grupo sanguíneo? Se supone que deben saberlo antes de... —tenía ciertos conocimientos sobre enfermería y pequeños auxilios, de algunos libros prestados en mis tardes con el viejo Sendh.

—Si te digo la verdad, los Moguris son criaturas muy listas. Me da miedo pensar cómo llegan a saberlo— una dulce risa apareció tras la puerta que daba al pasillo de aquel lugar. Un muchacho que, por su aspecto, rondaría los quince años. Su pelo podría confundirse con el de un anciano, canoso, pero brillante y sedoso. Vestía como los médicos, con una bata blanca y por debajo de ella un atuendo menos elegante y formal. Lo que más me llamó la atención fue la extraña marca que recorría una de sus mejillas... ¿y su cuello?

Spoiler: Mostrar

—¿Os encontráis bien? ¿Os duele algo en particular? Tenemos calmantes si todavía sentís dolor o escozor —dijo el joven, mientras rebuscaba entre una de las estanterías—. ¡Oh! Mis modales, ¿dónde los he dejado? Me llamo Sam. Y, tranquilos, podéis hablar de vuestro origen. Yo tampoco soy de Ciudad de Paso. Sé lo que es la Llave-Espada, los aprendices, maestros, y todo eso... jeje

El muchacho se acercó a mí con un arsenal de vendas y productos. No pude evitar poner una mueca de desconcierto, no estaba acostumbrada a que me atendiesen en un hospital y me sentía algo nerviosa.

—¡Tranquila! —comenzó a reír, divertido por mi expresión—. Sólo voy a hacerte una segunda cura y a quitarte los puntos del párpado. ¡El hilo fabricado por los Moguris es una pasada! —exclamó cuando me quitó el vendaje del hombro—. Ha sido difícil curarte esto. Tenías parte de tu ropa pegada a la piel quemada y, bueno, te revolvías mucho en la cama por el dolor. ¡Pero prometo no hacerte daño ahora!

—S-sí —asentí. Sus palabras tranquilizaban, a pesar de ser un chico tan joven para ser médico. Y tenía la ligera sospecha de que en realidad no lo era, pero preferí quedarme quieta y aguantar los ligeros escozores que sentí cuando vertió sobre mi herida algún tipo de desinfectante— ¡A-agh...! ¡P-perdona!—dije, avergonzada de comportarme como una cría.

—Jajaj ... ¿por qué te tendrías que disculpar? Somos nosotros, habitantes de Ciudad de Paso, los que os debemos una disculpa por dejaros a cargo de la vida de un niño —cambió a unos ojos serios, pero sin desaparecer su sonrisa—. Muchas gracias.

Spoiler: Mostrar

Al final decidí aparecer a uno de mis secundarios, tras leer el post de Sombra. Pero va a ser un encuentro fugaz ;)

[Hitori]

Hitori agarró el pomo de la puerta verde que tenía enfrente y la empujó con delicadeza. Un fuerte olor desconocido para el aprendiz inundó sus fosas nasales, haciéndole sentir un ligero mareo. La luz del interior, combinada con el inmaculado blanco de la estancia, aturdió un poco al joven, pero pronto se acostumbró y pudo ver en la habitación a tres jóvenes, dos hombres y una mujer.

—B-buenas... —murmuró Hitori, en un tono casi audible. Pasó la mirada por cada uno de los presentes: una joven de rostro algo infantil, con el pelo castaño y algo alborotado; un chaval aparentemente más joven que los demás, vestido con una bata de médico o científico; y...—. ¿R-ragun?

Hitori se acercó al misterioso chico que había conocido una noche en el jardín de Tierra de Partida. Ese chico se había enfrentado a él en una batalla, pero se había retirado del combate poco después de comenzarlo. Observó que el joven no tenía ninguna ropa cubriendo su torso, lo cual hizo que Hitori se sonrojase y mirase hacia otro lado, concretamente, hacia la cama donde la otra chica estaba siendo atendida por el chaval con bata. Sonrió tímidamente y continuó observando la estancia, esperando a que el otro aprendiz se pusiese la camiseta.

Lo primero que vio fue que la chica tenía un tubo rojo que conectaba su brazo con una bolsa llena de sangre. Hitori se preocupó al ver aquello, pensando que debía de haberles pasado algo grave. El resto de la estancia contenía productos químicos guardados en botellas, y todo tipo de utensilios médicos.

—¿Ha pasado... algo? —inquirió el chico, sin mirar a ningún sitio concreto.

[Sombra]

Cogí mi camiseta dispusto a ponérmela sin más cuando escuché a Nadhia exclamar asustada.

—¿Ra...Ragun? ¿¡Y...y esa cicatriz!? —se levantó de forma un tanto descuidada haciendo que sintiese una punzada de dolor—. ¡Ay! —se miró al brazo con algo de sorpresa—. ¿Eh? ¿Me... me están transfundiendo sangre? ¿P-pero... tanto he perdido?

—Eso parece —contesté simplemente observando la bolsa de sangre que colgaba de una especie de hierro que quedaba justo sobre la cama de la chica.

—Ragun... ¿estás bien? —aquella pregunta me extrañó un poco.

—Sí, estoy bien. No tenía ninguna herida grave que yo sepa a parte de un par de rasguños. Creo que solo estaba demasíado cansado.

—U-un momento. ¿Cómo han sabido cuál era mi grupo sanguíneo? Se supone que deben saberlo antes de... —la chica me miró nerviosa. Me encogí de hombros sin saber que contestar, mis conocimientos sobre medicina no superaban el coserme una herida (como había hecho en Mundo Inexistente con mi cicatriz) o vendarme.

—Si te digo la verdad, los Moguris son criaturas muy listas. Me da miedo pensar cómo llegan a saberlo—la voz de un joven de no más de dieciseis años llamó mi atención, me giré hacia la puerta, donde el joven nos miraba a Nadhia y a mí, aunque se centraba más en la chica. ¿De verdad era más joven que yo? Al menos su cabello lleno de canas era lo que me hacía dudar. Vestía una bata médica por lo que deduje que se trataba de la persona que nos había atendido. También tenía, lo que parecía ser un par de tatuajes en su cara y cuello bastante extraños.

—¿Os encontráis bien? ¿Os duele algo en particular? Tenemos calmantes si todavía sentís dolor o escozor —cambió de tema. Se acercó a la estantería y rebuscó en esta para coger unas pastillas—. ¡Oh! Mis modales, ¿dónde los he dejado? Me llamo Sam. Y, tranquilos, podéis hablar de vuestro origen. Yo tampoco soy de Ciudad de Paso. Sé lo que es la Llave-Espada, los aprendices, maestros, y todo eso... jeje

Levanté la ceja un poco extrañado por aquello.

—¿No se supone que la mayoría de personas de esta ciudad son de otros mundos y por tanto sus habitantes reales saben sobre nuestra existencia? —expresé mis conocimientos. Había leído sobre los mundos en los que podíamos pasearnos como si nada mostrando que no éramos originarios de aquel mundo. No eran muchos, pero era bueno saber en cuales se podía: Espacio profundo, Ciudad de Paso, Tierra de Partida... Había alguno más, pero no recordaba sus nombres, además entre la lista de aquellos mundos algunos ya no existían por lo que era un libro un tanto antiquado. Seguramente actualizar la biblioteca era un verdadero suplicio.

El joven se aproximó a Nadhia cargado de vendas y demás utensilios médicos que usaría para ayudar que se mejore. Vi en Nadhia algo de nerviosismo.

—¡Tranquila! —se rió al ver la expresión asustada de la chica—. Sólo voy a hacerte una segunda cura y a quitarte los puntos del párpado. ¡El hilo fabricado por los Moguris es una pasada! —soltó de golpe—. Ha sido difícil curarte esto. Tenías parte de tu ropa pegada a la piel quemada y, bueno, te revolvías mucho en la cama por el dolor. ¡Pero prometo no hacerte daño ahora!

Ignorando aquello, me dispuse a ponerme (por fin) mi camiseta, cuando la puerta se abrió por segunda vez, esta vez otro joven pasó al interior. ¿De qué me sonaba su cara?

—B-buenas... —saludó tímido paseando su vista entre todos los presentes hasta que se paró en mí—. ¿R-ragun?

—Ah, tu eres...—dudé un momento. Solo lo había visto una vez, y había sido un breve encuentro—. Hitori.

El joven giró su cara clavandola en la chica evitando mirarme.

—¿Ha pasado... algo? —preguntó con un deje de preocupación.

—Bueno, no mucho. Fuimos hasta el Distrito 3 y allí apareció una armadura gigante, escapamos y acabamos perdiendo la consciencia nada más pisamos el Distrito 1 —resumí omitiendo la parte en la que salvabamos a aquel niño o la de como alguien moría frente a nuestros ojos así como otras tantas que no serviría de nada rememorar—. ¿Y a tí te pasa algo malo? Estás rojo. ¿Fiebre tal vez? —me puse la camiseta al fin y me acerqué al perchero para coger mi capa, la cual me coloqué de la manera que solía llevar siempre.

[EspeYuna]

Me sentí feliz por las palabras de agradecimiento de Sam, al igual que me acordé del abrazo de aquella pobre madre que pensó que nada ni nadie podría salvar a su hijo de su fatal destino. Sonreí, pero mi expresión se esfumó cuando noté de nuevo el escozor.

Vi como Ragun se disponía a vestirse —dándome cuenta de que su cicatriz no era reciente, parecía habérsela hecho hace mucho tiempo puesto que estaba perfectamente cerrada—, cuando un muchacho de largos cabellos y ojos verdes entró en la estancia.

—B-buenas... —saludó con cierta timidez. ¿De qué me sonaba su cara? ¿De Tierra de Partida? ¿O quizás...?— ¿R-ragun?

—Ah, tú eres... Hitori.

Miré hacia los dos respectivamente. Entonces podría ser que a aquel muchacho que respondía por el nombre de Hitori lo hubiese visto por los pasillos de Tierra de Partida. Un aprendiz, como nosotros.

—¿Os conocé...? ¡Ay! —exclamé.

—¡L-lo siento! ¿Te ha dolido? —me preguntó Sam, con un rostro inundado por la preocupación.

—¡No! Estoy bien, lo siento. Debería comportarme como un adulto, perdona —le dije, mientras Hitori me observaba preocupado.

—¿Ha pasado... algo? —preguntó, sin apartar la vista de mí.

¿Haría demasiado calor en la sala? Se había puesto tan rojo de repente...

—Bueno, no mucho. Fuimos hasta el Distrito 3 y allí apareció una armadura gigante, escapamos y acabamos perdiendo la consciencia nada más pisamos el Distrito 1 —explicó Ragun, sin entrar en profundos detalles. En parte se lo agradecía—. ¿Y a tí te pasa algo malo? Estás rojo. ¿Fiebre tal vez? —preguntó, terminando de vestirse. Me hizo gracia haber presenciado el rostro de Ragun sin su capa. Pero la cicatriz en su pecho... ¿cómo demonios se la habría hecho?

—¿Eres aprendiz? ¡Qué alivio! —exclamó Sam, como si la aparición del joven le hubiese "salvado" de algo en concreto—. Me preocupaba que vosotros dos quisieseis iros a Tierra de Partida solos, en vuestro estado. Ahora estáis mejor, pero... no me habría quedado tranquilo. ¿Hitori, verdad? —preguntó el peliblanco, con una grata sonrisa en su rostro— ¿Podrías acompañarlos a vuestro hogar? Perdona si te pongo en un aprieto, pero no creo que sea necesario llamar a algún Moguri para comunicárselo a vuestros Maestros, ¿no?

"Hogar". Esa palabra se estaba volviendo muy importante para mí, de alguna forma u otra. Busqué con mis dedos el contorno del corazón de plata. No sabía de qué me sorprendía. Seguía en su sitio, a la altura de mi propio latir.

Esperaba un sí por parte de Hitori. Me daría bastante vergüenza que mi querido Maestro, Akio, el pequeño demonio de diez años, apareciese para burlarse de mi estado. O bien, que no apareciese siquiera —como si no lo conociera—. Mejor era ahorrarse la escenita o la ausencia.

Sam terminó su trabajo con mi hombro, vendando en perfectas condiciones. No pude evitar sentir envidia por su magnífico trabajo. Aún no sabía efectuar el hechizo Cura y aprender a coser y vendar podía ser interesante. A continuación, Sam me quitó la tira que cubría mi párpado y comenzó a quitarme los puntos. Realmente no dolía mucho, quizás menos que la propia quemadura.

—Este hilo tiene propiedades curativas —explicó, mientras caían pequeños hilos verdes a la bandeja—. Como puedes ver, te duele menos que la quemadura. Lleva impregnado algo, pero no es un analgésico... es como vuestra magia. ¡Realmente es alucinante!

Sus expresiones hablando lo hacían parecer más bien un niño jugando a los médicos, pero era verdad que trabajaba de forma profesional. Su rostro tornó algo serio, inspeccionándome la herida.

—Lo siento. Parece que te va a quedar una cicatriz. Es una pena... —me prestó un espejo mientras me quitaba la aguja que me transfundía la última bolsa de sangre. Una marca algo irregular y bastante visible atravesaba mi párpado izquierdo— Es una suerte que no haya llegado al ojo. Eres muy afortunada. Pero siento no poder hacer nada por la marca—dijo, mientras con una de sus manos acarició la marca de su cuello.

—No te preocupes, fue culpa mía —le dije, sonriendo mientras me observaba al espejo—. Es más, parece que me hace más... ¿varonil? —comencé a reír, acordándome de cierto Maestro. Me fijé en Ragun y en Hitori y les señalé la cicatriz — ¿Qué tal? ¿No os recuerdo al Maestro Ronin?

Y continué riendo, esperando la reacción de ambos. Había visto algunas veces a aquel corpulento y amistoso Maestro por el comedor, estallando en grandes carcajadas.

[Hitori]

—Ah, tú eres... Hitori —el mencionado asentió con la cabeza, a pesar de estar mirando por toda la estancia, evitando dirigir la mirada a su semidesnudo compañero.

—¿Os conocé...? ¡Ay! —la chica soltó un pequeño quejido, haciendo que Hitori la mirase. El médico se disculpó y continuó con su tarea.

—¿Ha pasado... algo?

—Bueno, no mucho. Fuimos hasta el Distrito 3 y allí apareció una armadura gigante, escapamos y acabamos perdiendo la consciencia nada más pisamos el Distrito 1 —explicó Ragun, respondiendo a la pregunta que Hitori había hecho.

—¿Una armadura gigante...? Debió de ser la que nos atacó a Kit y a mí —murmuró el aprendiz, todavía mirando hacia la camilla donde estaba la chica.

—¿Y a ti te pasa algo malo? Estás rojo. ¿Fiebre tal vez? —inquirió Ragun, poniéndose la camiseta.

—¡N-n-no, no me p-pasa nada! ¡E-es que hace calor! —rió, intentando disimular su timidez. Finalmente, miró a su compañero, quien recogió su capa y se dispuso a ponérsela.

—¿Eres aprendiz? ¡Qué alivio! —exclamó el médico—. Me preocupaba que vosotros dos quisieseis iros a Tierra de Partida solos, en vuestro estado. Ahora estáis mejor, pero... no me habría quedado tranquilo. ¿Hitori, verdad? —el joven se giró hacia Hitori, sonriendo de forma amable— ¿Podrías acompañarlos a vuestro hogar? Perdona si te pongo en un aprieto, pero no creo que sea necesario llamar a algún Moguri para comunicárselo a vuestros Maestros, ¿no?

—B-bueno, yo... —el chico miró de reojo hacia la puerta verde, pensando en la razón por la que había vuelto en medio de la noche hasta Ciudad de Paso. Se había tomado la molestia de ir hasta ese mundo para investigar a la sombra, y ahora tenía que volver hasta Tierra de Partida para acompañar a los otros aprendices... Por otro lado, no podía negarse a ayudar a dos heridos—...Está bien, les acompañaré.

El aprendiz sonrió a sus compañeros y al médico, aunque le molestaba tener que volver. Mientras la joven hablaba con el médico, quien le informaba de las propiedades de algo que Hitori no llegó a escuchar, el chico se acercó a una mesa donde había un montón de papeles y se apoyó en ella, esperando a que pudiesen partir.

—"Quizás, si nos damos prisa, pueda volver e investigar por mi cuenta..." —pensó, llevándose una mano al mentón.

—Es más, parece que me hace más... ¿varonil? —la chica rió. Hitori levantó la mirada, sin saber a qué se refería, y se encontró a la joven mirando hacia Ragun y él, señalando una marca que cruzaba su párpado— ¿Qué tal? ¿No os recuerdo al Maestro Ronin?

—S-supongo... —musitó el chico, perdiéndose de nuevo en sus pensamientos—. ¿Me... disculpáis un momento? Necesito ir fuera a... tomar el aire.

El joven se acercó a la puerta verde, sumido en sus propias ideas, por lo que ignoró cualquier cosa que pudieran decirle los demás. Al abrir la puerta, una ráfaga de aire fresco le golpeó la cara, reconfortándolo y sacándole del agobio que le producía aquella estancia.

—Esto... cuando estéis listos, venid —les dijo—. Estaré esperando...

El chico pisó las calles de Ciudad de Paso, que permanecían tan vacías como antes de que entrase en la clínica.

—Quizás me dé tiempo a ir hasta el callejón...— se dijo. Nada más decir eso, echó a correr en dirección a aquella calle oscura donde había visto a la misteriosa sombra. Subió las escaleras, saltando los escalones de dos en dos, y pronto se encontró frente a un largo callejón lleno de cajas y barriles viejos y mohosos.

Miró hacia atrás, comprobando si sus compañeros habían salido de la clínica. Acto seguido, tragó saliva y caminó, algo asustado, por el oscuro callejón con olor a humedad. A mitad de camino, vio una rata corretear, yendo en la misma dirección que él. El chico dio un brinco al ver al roedor, pero se percató de que el animalillo llevaba algo brillante con él. Se apresuró a atraparlo, sin embargo, se topó con el gran muro de madera que le impedía continuar, y por el cual el pequeño ratón se coló, a través de un hueco cercano al suelo. No obstante, el objeto brillante se había caído al suelo.

El joven alargó la mano y recogió el objeto del suelo. Debido a la oscuridad, no pudo ver la forma, pero parecía una pequeña placa metálica, no muy pesada, y fría. Hitori salió del callejón, habiendo comprobado que no había nada más allí, y examinó su descubrimiento a la luz de las farolas.

Spoiler: Mostrar

—Parece... una especie de emblema... —por alguna razón, el chico encontraba aquel emblema extrañamente familiar. Sintió un ligero mareo y un agudo pitido inundó sus oídos durante unos instantes, lo cual hizo que se apoyase en una pared, jadeando. La sensación se disipó al rato—. ¿Q-qué... fue eso...?

Tras recuperarse, guardó el emblema en uno de los bolsillos de sus pantalones y volvió al sitio donde prometió esperar a sus compañeros: las puertas de la clínica. Pensó que quizás ellos ya estaban esperando, y deseó que no hubieran estado mucho tiempo, ya que podrían pensar que se había ido sin ellos. Apretó el paso para llegar cuanto antes.

[Sombra]

—¡N-n-no, no me p-pasa nada! ¡E-es que hace calor! —tartamudeó nervioso, cosa que hizo que se ganase una mirada curiosa por mi parte.

—¿Eres aprendiz? ¡Qué alivio! —suspiró el médico—. Me preocupaba que vosotros dos quisieseis iros a Tierra de Partida solos, en vuestro estado. Ahora estáis mejor, pero... no me habría quedado tranquilo. ¿Hitori, verdad? —se dirigió hacia Hitori— ¿Podrías acompañarlos a vuestro hogar? Perdona si te pongo en un aprieto, pero no creo que sea necesario llamar a algún Moguri para comunicárselo a vuestros Maestros, ¿no?

—B-bueno, yo... —pensó, se notaba que no quería hacerlo, pero el deber parecía "ganar aquella ronda" contra lo que en realidad quería hacer—...Está bien, les acompañaré.

Seguí con la mirada a Hitori que se apoyó en una mesa llena de papeles.

—¿Qué tal? ¿No os recuerdo al Maestro Ronin? —dijo de pronto Nadhia. Observé la marca que le había quedado en el parpado.

—Tan solo te falta tener a Mordisquitos como mascota y seríais igualitos —sonreí—. Espero que tus padres no vayan a decirme nada si vuelvo por Villa Crepúsculo contigo luciendo esa cicatriz.

—S-supongo... —contestó pensativo—. ¿Me... disculpáis un momento? Necesito ir fuera a... tomar el aire.

Hitori salió de la consulta, aunque antes de cerrar la puerta añadió:

—Esto... cuando estéis listos, venid. Estaré esperando...

Dicho eso, el joven abandonó el lugar para esperarnos fuera. Me puse contra la pared mirando hacia el blanco techo con la mente en blanco esperando a que Nadhia acabase de ser atendida por aquel adolescente. ¿Cómo había dicho que se llamaba? Bueno, no lo recordaba.

Tras unos momentos, decidí que tal vez fuese mejor esperar fuera con Hitori por lo que me dirigí al exterior también.

La calle estaba bastante tranquila en comparación a como estaba horas antes y ya era de día. ¿Eso significaba que habíamos dormido durante horas?

Intenté ver a Hitori, pero no pude encontrarlo en ningún lugar cercano. ¿Dónde se había metido? En la plaza no estaba, y no quería explorar demasíado por si salía Nadhia y se encontraba con que nadie estaba allí fuera. Suspiré y me senté en los escalones que quedaban justo al lado del buzón de correos de cómico aspecto. Invoqué mi llave espada tan solo para estar listo para hacer aparecer el Glider en cuanto estuvieramos los tres.

[EspeYuna]

Spoiler: Mostrar

Ragun ha dicho que ya es de día, pero entonces sería incoherente con el título del encuentro y también con las menciones de Hitori, quien ha dicho que había salido en plena noche de Tierra de Partida. Así que seguiré como si fuese de noche

—Tan solo te falta tener a Mordisquitos como mascota y seríais igualitos —dijo Ragun, en el que pude notar a través de su capa una sonrisa. Ya era fácil reconocer cuando lo hacía, al observar sus ojos—. Espero que tus padres no vayan a decirme nada si vuelvo por Villa Crepúsculo contigo luciendo esa cicatriz.

—¡Espero que no! —dije, entre risas—. Aunque sé que no les extrañará que haya sido culpa mía... no mirar por dónde piso es algo que va conmigo.

Hitori había aceptado —quizás a regañadientes— el acompañarnos a Tierra de Partida. En parte me sentí mal, pude ver que estaba absorto en sus pensamientos cuando mencioné a uno de nuestros Maestros con respecto a mi nueva herida de guerra.

—S-supongo... —sí, estaba distraído. Pero no me molestó en absoluto—. ¿Me... disculpáis un momento? Necesito ir fuera a... tomar el aire.

—¡Claro! —asentí—. Gracias por hacernos el favor.

Sam siguió con su trabajo, curando la cicatriz y dejándola, por fin, al aire. Ragun salió tras haber esperado un rato a que terminásemos. En parte lo agradecía, así podría hablar con Hitori y hacerle menos aburrida la espera.

El joven médico no había terminado su inspección. Me fui a levantar y me hizo una serie de pruebas, para ver si no me mareaba con algún movimiento brusco. En realidad me sentía un poco atontada al principio, pero gracias a sus ejercicios la neblina se fue despejando y ya era capaz de andar con normalidad.

—Sí, parece que ya te encuentras en condiciones, así que mi trabajo ha terminado—dijo Sam, con una grata sonrisa—. Me ha hecho ilusión poder hacerme cargo de héroes como vosotros.

—¿H-héroes? —pregunté, tartamudeando—. N-no creo que podamos llamarnos a-así... yo... —recordé de pronto a los chicos que no pudimos salvar y mi rostro entristeció— No pudimos salvarlos a todos.

Sam agarró mis manos con decisión y me miró a los ojos. Hasta ahora no me había dado cuenta de que su mirada era de un rojo rubí muy enigmático, quizás demasiado intenso. Y sus cicatrices...

—El simple hecho de haberos enfrentado a los Sincorazón, de haber ido a por los chicos, se considera una heroicidad... y un acto de bondad. Esa valentía falta por nuestros distritos —expresó, sonriendo y mirando hacia una de las ventanas que daban a las calles de Ciudad de Paso—. Ojalá... él estuviese aquí para haberlo visto.

—¿Él...? —pregunté, pero Sam se me adelantó recogiendo los utensilios en su correspondiente estantería—. B-bueno... Sam, gracias por tus cuidados. Debería ir ya con Ragun y Hitori.

—¡C-cierto! ¿Cómo te llamas? ¡P-perdona, casi se me olvida p-preguntar! —exclamó, con timidez, tras haberse dado cuenta de que desconocía también el nombre por el que respondía Ragun.

—Me llamo Nadhia —respondí, estrechándole la mano—. Gracias, doctor— añadí, con una sonrisa.

—¡Jejej, no hay de qué! Aunque, en realidad, no lo soy. No puedo considerar que esté al nivel de los médicos de Ciudad de Paso, pero sí que soy mejor en "mi campo"—agregó el joven, algo sonrojado por el halago.

—¿Cuál es, entonces? —pregunté. Había caído en su anzuelo, era curiosa por naturaleza.

—¡Ven un día y te lo enseñaré! —exclamó, deseoso de mostrarme su auténtica profesión. Yo asentí entre risas, y, sin más, salí de la clínica.

¿Cuánto tiempo habría pasado desde que perdimos el conocimiento? No mucho, puesto que todavía la ciudad seguía iluminada por el cielo estrellado.

Me encontré con Ragun en los escalones, con su Llave-Espada Oscura invocada. Recordé de pronto a Ivan Kit, al visualizar tras la Plaza de la Farola el gran portón que conducía a las naves de los habitantes de aquel mundo.

Le debía explicaciones a Ragun.

—Hola.

Me acerqué a mi amigo y me senté a su lado, esperando a Hitori, quien quizás habría ido a arreglar algún asunto antes de partir.

—R-Ragun... s-sobre lo que pasó con Kit... siento no haber ido contigo, habría sido mucho mejor —y, tras eso, simplemente, las palabras fluyeron solas—. ¿t-te p-puedes creer q-que me abalancé s-sobre él? — me acurruqué sobre mis rodillas ocultando mi rostro, muerta de vergüenza y roja como un tomate— P-pero... ¡no era yo! ¡¡E-este broche me va a volver loca!! ¡Por un momento, sentí ganas de b-besar a Ivan! ¡Y-y estuve a...a punto de...! —toda esa recopilación de sucesos explotaron en mi cabeza. Ragun podría presenciar un humo imaginario salir de mis orejas.

Esperé a que Ragun me hablara, de verdad necesitaba contárselo a alguien para no perder la cordura, mi identidad.

—Ragun... es horrible perder el control de tu voluntad. S-siento haberte soltado todo esto, pero... simplemente, lo necesitaba. Gracias por escucharme —dejé salir de mis rodillas mis ojos para dirigirlos hacia él, dedicándole una expresión de gratitud—. Ojalá... pronto pueda reunirme con Akio y hablar sobre esto.

Tras soltar todo aquello, esperé cualquier pregunta que él quisiera hacerme, o quizás, querría esperar en silencio a Hitori. Pero el que Ivan Kit hubiese desaparecido de la ciudad, aún sabiendo que podría haber sido culpa de mi repentino comportamiento... seguramente, Ragun estaría preguntándose lo mismo que yo... ¿todo eso había hecho que Kit nos abandonara a nuestra suerte? ¿O surgió algo más importante para él? Quería pensar que no era así, que Ivan Kit jamás haría eso, que no traicionaría. Un aprendiz no sería capaz, ¿cierto?

Spoiler: Mostrar

Hitori puede haber escuchado la conversación o no sobre Kit, lo dejo a su elección. qobvio ^^

[Sombra]

Nadhia apareció a los pocos minutos desde que había salido de la enfermería, su rostro era más serio que el de costumbre, cosa que en un principio me extrañó.

—Hola.

—Mmm... Hola —dije, obviamente extrañado ante el saludo de la joven. Se sentó a mi lado sin decir nada—. ¿Estás bien?

—R-Ragun... s-sobre lo que pasó con Kit... siento no haber ido contigo, habría sido mucho mejor —empezó la chica. ¿Por qué habría estado mejor? ¿Ivan le hizo algo, como aquella vez que me hiciera perseguir a un pobre moguri sin motivo alguno?—. ¿t-te p-puedes creer q-que me abalancé s-sobre él? P-pero... ¡no era yo! ¡¡E-este broche me va a volver loca!! ¡Por un momento, sentí ganas de b-besar a Ivan! ¡Y-y estuve a...a punto de...! —la chica estaba muy roja, su rostro estaba colorado como si fuese un tomate y podía detectar la vergüenza que estaba pasando con solo contarme aquello... aunque no entendía por qué. ¿Qué significaba eso de "besar"?

—N-no será para tanto... —contesté sin saber muy bien que responderle.

—Ragun... es horrible perder el control de tu voluntad.

—Dímelo a mí... —susurré de manera que no llegase a escucharme nadie.

—S-siento haberte soltado todo esto, pero... simplemente, lo necesitaba. Gracias por escucharme —la chica me miró a los ojos agradecida. Su cara aún estaba bastante colorada—. Ojalá... pronto pueda reunirme con Akio y hablar sobre esto.

—Entonces... ¿Qué es lo que hizo Ivan? ¿Se fue sin más? —pregunté. No lo conocía demasiado, pero sabía de sobra que él era capaz de abandonar a cualquiera, al fin y al cabo Ivan Kit solo confiaba en Ivan Kit o esa era la imágen que trataba de dar.

[Hitori]

—¿Qué es lo que hizo Ivan? ¿Se fue sin más?

Hitori escuchó la voz de Ragun cerca. Preguntaba algo sobre Kit... algo que el chico no pudo escuchar por completo. "¿De qué estarán hablando...?"

Al buscar con la mirada a sus compañeros, vio que estaban más cerca de lo que se imaginaba. Caminó hacia ellos, sin llamarlos, para dejar que continuasen con su conversación. Cuando llegase a donde ellos estaban, se percatarían por su cuenta.

—Siento la tardanza —se disculpó el joven, sonrojándose ligeramente. Pensó que, seguramente, llevaban un buen rato esperándole. Pero como estaban hablando, seguramente no se habrían aburrido.

Hitori comprobó que Ragun tenía su Llave Espada en la mano (aunque ésta tenía una forma distinta a la de la otra vez, por lo que supuso que le había puesto un llavero, igual que él mismo había hecho), por lo que invocó también su Llave.

—¿Nos... vamos ya? —preguntó, intentando no sonar demasiado impaciente. A pesar de que había comprobado que en el callejón no había nada, salvo una rata y aquella placa, todavía tenía ganas de investigar la ciudad. Claro que... —. Una cosa... la armadura gigante esa sigue por ahí, ¿verdad...?

Si así era, investigar la ciudad por su cuenta no era lo más sabio. Si se llegase a encontrar con la armadura, sería, sin duda, su fin. No era rival para un sincorazón tan poderoso.

Esperó la respuesta de sus compañeros para, definitivamente, invocar su Glider y salir de Ciudad de Paso.

[EspeYuna]

—Entonces... ¿Qué es lo que hizo Ivan? ¿Se fue sin más? —preguntó Ragun, desconcertado.

—S-sí... e-eso creo, al menos —dije, dudosa. No quería desconfiar, lo odiaba. Pero, ¿cómo justificar a Kit? —. Tras el "accidente" del broche, me fui corriendo, pidiéndole disculpas. Me quedé un rato en la Plaza de la Farola, luego oí el barullo de la gente del Distrito por el niño... podría haberme alcanzada, s-supongo... —expliqué a mi compañero— Yo lancé un Piro, tú un Electro. Pudo haberlos visto, p-pero no apareció, ¿no...? No sé, Ragun. Mejor será que... que lo busque en Tierra de Partida y le explique todo. A-aunque me va a tratar de l-loca...

Con o sin palabras de Ragun, una voz familiar nos llamó con timidez.

—Siento la tardanza —se disculpó Hitori, algo sonrojado. ¿Sería igual de tímido que yo?

—N-no, no te preocupes —le dije, restándole importancia—. Además, seguramente tendrías cosas que hacer por aquí y te vamos a entretener. Siento las molestias.

Con la presencia de Hitori y tras haberle contado todo a Ragun, me sentía más tranquila. Ya iba siendo hora de volver a casa.

—¿Nos... vamos ya? —preguntó Hitori. Yo asentí con la cabeza, levantándome del sitio—. Una cosa... la armadura gigante esa sigue por ahí, ¿verdad...?

—Sí... —afirmé, pensativa al recordar el gigantesco poder que emanaba aquel sincorazón con forma de armadura gigante— Seguramente siga en el Distrito 3. Deberíamos informar de ello a los Maestros... no podemos dejar que siga rondando por allí.

Dicho aquello, me dirigí al centro de la Plaza de la Farola. A aquellas horas de la mañana no había un alma por las calles, por lo que podríamos partir desde allí sin problemas —y no tendría que comprobar si el crucero Gumi de Kit había partido o no—. Activé mi armadura, lancé mi llave-espada al cielo estrellado y volvió en forma de mi Glider con los colores de mi hogar.

Me iba a subir a mi vehículo cuando alguien nos llamó a lo lejos.

Spoiler: Mostrar

—¡E-esperad! ¡C-caballeros de la Llave-Espada!

Me quité el casco y vi como el niño de siete años a quien habíamos salvado corría hacia nosotros. Le seguía su madre, quien bajaba cuidadosamente las escaleras, sonriéndonos.

Para mi sorpresa, el niño se abalanzó encima mía.

—¡Yo también quiero ser un héroe! ¡Llevadme con vosotros, por favor!

—¿Q-qué? —llegué a decir, confusa por la escena. La madre me dirigió una mirada, resentida del comportamiento de su hijo, y se acercó a mí.

—Perdónale, hija. Es un niño, ya sabes... aventuras. Explorar... pero vuestra tarea es muy peligrosa, ya se lo he dicho.

—¡¡Me da igual!! ¡Yo quiero irme con ellos! —dijo el jovencillo, aferrándose a mi armadura.

—Eso no es posible... —susurré, pensando en que era imposible cumplir los deseos del niño, por ahora—. ¿Cómo te llamas?

—¡Alphonse! —respondió con energía. Parecía dispuesto a impresionarme, por lo que solté una pequeña risa.

—Yo soy Nadhia. Muy bien, Al... ¿te puedo llamar así? —el niño asintió, feliz de que le apodase— Nosotros, ninguno somos Maestros. Acabamos de comenzar, y no somos más que aprendices. No podemos llevarte.

El niño agachó la cabeza, como si la respuesta se la esperase de lejos.

—¿Ves, hijo? Te dije que no podrían. Son muy jóvenes todavía. Y tú también —dijo su madre, pero el niño no quería apartarse de mí. Todo aquello me recordó a cierto Maestro... sonreí. ¿Jóvenes? Sin duda no se había cruzado esta ciudad con Akio, el pequeño demonio.

—¿Y por qué yo? ¿No te gustaría que Ragun o Hitori te acogiesen? —los señalé a ambos. ¿Qué pensarían de aquella escenita?

Para mi sorpresa, el niño se escondió detrás mía, observando a Ragun con cierto temor.

—¡N-no! ¡Me da miedo! —afirmó.

—¿Entonces cómo quieres ser un portador de la Llave-Espada, si incluso te da miedo Ragun? ¡Eso no lo podemos permitir! —dije, entre risas. El niño parecía echarse a llorar de un momento a otro. Entonces me agaché y le acaricié la cabeza— Al, eres demasiado joven. ¿Recuerdas a los Sincorazón? Son muy peligrosos. No vuelvas al Distrito 2, ni al 3, aunque te obliguen los mayores, ¿de acuerdo?

—¡Lo haré... s-si me prometes que vendrás a por mí cuando sea mayor! ¡No quiero a otra Maestra que no seas tú, Nadhia!

Aquella respuesta hizo que me sonrojase por unos instantes... aquel sentimiento... ¿fue el mismo que pudo experimentar Akio cuando le rogué que fuese mi mentor?

Sonreí de nuevo y me levanté, decidida a montarme de nuevo en mi Glider. La vela apareció y me sujeté al soporte, mientras me colocaba el casco.

—Me pides algo muy difícil. Primero tendré que convertirme en Maestra —le expliqué, alzando mi Glider unos metros del suelo, haciendo que una ligera brisa alcanzase a Al y a su madre—. ¡Te lo prometo! ¡Pero debes obedecer a tu madre y no meterte en líos!

El niño asintió, emocionado por nuestra promesa. La madre se adelantó y lo abrazó, mientras yo dirigía mi mirada a Ragun y a Hitori. Oí un "Muchas gracias" de parte de la madre de Al.

—¡¡Vámonos!! —grité, con una nueva Nadhia naciendo dentro de mí.

La aprendiz del Maestro Akio. La futura Maestra de Al.

Y me lancé a toda velocidad hacia el cielo, dejándome envolver por las estrellas fugaces que surcaban el espacio.

---

Pasaron unos minutos desde que abandonamos Ciudad de Paso.
Era feliz, surfeando entre el polvo de diamantes que formaban algunas estrellas y esquivando algún que otro pequeño meteorito.

E-espera... ¿meteorito?

Oh, oh...

Spoiler: Mostrar

ULTRA-MEGA-HÍPER-SÚPER POSTEO (?) Me he emocionado, lo sé U.u

[Sombra]

—S-sí... e-eso creo, al menos —tartamudeó insegura Nadhia—. Tras el "accidente" del broche, me fui corriendo, pidiéndole disculpas. Me quedé un rato en la Plaza de la Farola, luego oí el barullo de la gente del Distrito por el niño... podría haberme alcanzada, s-supongo... —dudó— Yo lancé un Piro, tú un Electro. Pudo haberlos visto, p-pero no apareció, ¿no...? No sé, Ragun. Mejor será que... que lo busque en Tierra de Partida y le explique todo. A-aunque me va a tratar de l-loca...

No supe que contestar, quería darle alguna palabra de apoyo, pero no se me ocurría lo que podría decirle. Cuando iba a hablar algo, una voz a nuestras espaldas se escuchó haciendo que ambos nos girásemos a mirar.

—Siento la tardanza —pidió disculpas el muchacho de cabello castaño por su repentina desaparición.

—N-no, no te preocupes. Además, seguramente tendrías cosas que hacer por aquí y te vamos a entretener. Siento las molestias.

Nadhia, mucho más calmada nos miró con su típica sonrisa que solía aparecer en su rostro cuando se liberaba de un gran peso de encima.

—¿Nos... vamos ya? —preguntó Hitori con su misma timidez de siempre—. Una cosa... la armadura gigante esa sigue por ahí, ¿verdad...?

—Sí... —contestó pensativa la joven— Seguramente siga en el Distrito 3. Deberíamos informar de ello a los Maestros... no podemos dejar que siga rondando por allí.

—¿No es raro que nadie lo haya reportado ya? Esta es una ciudad grande, con bastante gente. Me sorprende que nadie lo haya comunicado a los maestros de Tierra de Partida, no creo que fuese la primera vez que aparece —pensé en voz alta.

Nadhia se dirigió hacia el centro de la plaza, la seguí a aquel lugar donde supuse que alzaríamos el vuelo hacia Tierra de Partida. La joven fue la primera en prepararse para salir, la imité lanzando mi llave espada.

Spoiler: Mostrar

Pero algo pasó cuando pulsé el botón de mi armadura, no había adquirido su color normal que mezclaba negro y blanco por igual, ahora el negro predominaba con una especie de chaqueta negra larga que se abría a mi espalda como si se tratase de una capa y unos pantalones blancos, en mis hombros habían aparecido dos hombreras metálicas, también negras con pinchos y tanto los guantes como las botas habían cambiado a un color mucho más oscuro. En el centro del pecho había dibujado, un símbolo que parecía un corazón, algo cambiado por unos picos que salían hacia el exterior. Por último, el casco que no podía ver, parecía también diferente por la sensación que me producía estar en su interior... ¿Aquel sueño había sido real entonces? Aquella... cosa... ¿Me había hecho algo y había cambiado mi armadura?

Spoiler: Mostrar

Contemplé realmente extrañado mi nuevo atuendo, era más ligero que la armadura anterior ya que las placas metálicas habían sido substituídas en parte por una extrañamente resistente tela.

—Esto es... raro —fue lo único que pude decir.

—¡E-esperad! ¡C-caballeros de la Llave-Espada!

El niño que habíamos salvado acababa de aparecer corriendo atravesando toda la plaza hacia nosotros, una mujer que seguramente era su madre le seguía intentando igualar, sin resultado la velocidad del niño. En cierto modo me recordó un poco a Fyk. Aunque Fyk no se habría lanzado a Nadhia a las primeras de cambio, no.


—¡Yo también quiero ser un héroe! ¡Llevadme con vosotros, por favor!

—¿Q-qué? —contestó nerviosa sin llegar a esperarse aquello.

—Perdónale, hija. Es un niño, ya sabes... aventuras. Explorar... pero vuestra tarea es muy peligrosa, ya se lo he dicho.

—¡¡Me da igual!! ¡Yo quiero irme con ellos! —gritó emperrenchado con ir con Nadhia

—Eso no es posible... —dijo en voz baja con un deje de tristeza en su voz—. ¿Cómo te llamas?

—¡Alphonse! —gritó su nombre mientras lanzaba una enorme y orgullosa sonrisa mostrando todos sus dientes, o casi todos ya que algunos le habían caído...

—Yo soy Nadhia. Muy bien, Al... ¿te puedo llamar así? —el niño asintió, feliz de que le apodase— Nosotros, ninguno somos Maestros. Acabamos de comenzar, y no somos más que aprendices. No podemos llevarte.

El niño agachó la cabeza, como si la respuesta se la esperase de lejos.

—¿Ves, hijo? Te dije que no podrían. Son muy jóvenes todavía. Y tú también —se negó su madre, no pude evitar pensar en Fyk otra vez, o en el maestro Akio.

—¿Y por qué yo? ¿No te gustaría que Ragun o Hitori te acogiesen? —nos señaló.

—¿Y a mí por qué me metes en esto, Nadhia? —pensé, aunque estuve a punto de decirlo en voz alta.

El niño, se escondió tras nuestra compañera mientras este me observaba con pavor.

—¡N-no! ¡Me da miedo!

—Creo que me voy adelantando... —concluí lanzando mi llave espada al cielo convocando mi Glider, me subí y ascendí hacia el exterior del mundo, esperaría en la órbita para no preocuparles.

Allí arriba me sentía como en casa, ¿tal vez en algún momento me vi obligado a vivir en el espacio y por eso me sentía tan bien? No era la primera vez, ni la última que incluso pensaba en como me sentiría si me quitase la armadura. Me sentí realmente tentado a pulsar el pequeño botón de mi hombro izquierdo para comprobarlo, pero fue entonces cuando recordé algo que Kazuki me había dicho el día en el que me convirtiera en su aprendiz... Me había dicho que no debía quitarme la armadura, no comprendía bien por qué, pero lo mejor, por ahora quizás fuese no probarlo...

Vi a Nadhia e Hitori acercarse en sus respectivos Gliders por lo que me uní a ellos para dirigirnos a Tierra de Partida.

Pero el viaje estaba siendo raro... La cantidad de basura espacial era enorme; asteroides, restos de naves que fueron destruídas o abandonadas tiempo ha...

Pero fue entonces cuando vimos algo realmente peligroso. Una enorme roca espacial que se dirigía directa hacia nosotros.

Cambié bruscamente de dirección para esquivarlo, pero un fragmento de nave abandonada que no había visto apareció haciendo que me estrellase contra él, mi Glider dsapareció entre resplandores negros y mi cuerpo empezó a caer sobre un mundo cercano. El golpe había sido realmente fuerte... al menos seguía con vida.

O no...

Ya había llegado a aquel mundo, y notaba que caía a una enorme velocidad sobre un bosque cercano a un castillo que se veía en la distancia. Debajo mía había un lago por lo que respiré aliviado pensando en que podría sobrevivir gracias a que el golpe de la caída se vería mermado gracias a la armadura y el agua, que esperaba que fuese profunda.

Cerré los ojos, apreté los dientes y puse mi cuerpo en forma fetal para intentar amortiguar el inminente choque.
Empezaba a caer velozmente sobre aquel mundo, pude ver un lejano castillo en medio de un bosque y, por suerte había un enorme lago en el suelo al que caería. Cerré los ojos y apreté mis puños sin poder evitar la caída

[Hitori]

La chica le confirmó a Hitori lo que se temía: la armadura seguía rondando la ciudad. Y aunque estuviese ahora en el Distrito 3, parecía poder pasearse a sus anchas por todos los distritos. No era seguro volver allí por ahora.
La aprendiz se dirigió, acto seguido, al centro de la plaza, donde invocó su armadura y su Glider. Ragun hizo lo mismo, por lo que Hitori los siguió e invocó su armadura, de colores plateados y dorados, que le seguía quedando grande para su escasa musculatura.
Cuando los tres aprendices ya habían invocado sus vehículos y estaban preparados para partir, un niño se acercó corriendo a ellos.

—¡E-esperad! ¡C-caballeros de la Llave-Espada! —exclamó, antes de abalanzarse sobre la aprendiz. Hitori dirigió la mirada hacia las escaleras, por las cuales bajaba una señora bastante joven que parecía ser la madre del niño.

—¡Yo también quiero ser un héroe! ¡Llevadme con vosotros, por favor! —dijo de repente el niño, haciendo que Hitori se girase en dirección a él. ¿Un niño tan pequeño quería ser aprendiz? A pesar de que la madre del pequeño intentaba persuadirle de que era peligroso, el niño parecía demasiado convencido.

—Eso no es posible... —dijo, finalmente, la aprendiz—. ¿Cómo te llamas?

—¡Alphonse!

—Yo soy Nadhia. Muy bien, Al... ¿te puedo llamar así? —Hitori descubrió entonces el nombre de la aprendiz, dándose cuenta de que, hasta ese momento, no le había preguntado cómo se llamaba— Nosotros, ninguno somos Maestros. Acabamos de comenzar, y no somos más que aprendices. No podemos llevarte.

La madre de Alphonse continuó intentando convencer a su hijo, que cada vez parecía más desanimado. "Pobre chico", pensó Hitori. Pero, sin duda, un niño tan pequeño no podría ser aprendiz. En ese momento, Hitori recordó a Fyk, que debía de tener la misma edad que el pequeño. Sin embargo, el extraterrestre azul era muy fuerte para su edad.

—¿Y por qué yo? ¿No te gustaría que Ragun o Hitori te acogiesen? —soltó Nadhia, de repente. Hitori la miró, extrañado, preguntándose por qué le incluía a él en la conversación.

—O-oye, ¿y yo qué tengo que ver...? —se quejó, aunque nadie pareció escucharle.

—¡N-no! ¡Me da miedo! —dijo el chico, mirando a Ragun. En ese momento, el aprendiz se dio la vuelta.

—Creo que me voy adelantando... —dijo Ragun, montando en su Glider y desapareciendo a través de un portal.

—¿Se habrá ofendido...? —pensó Hitori, mirando hacia el cielo. Mientras, Nadhia y el pequeño Alphonse seguían conversando. El aprendiz decidió esperar a que su compañera acabase de convencer al pequeño para, finalmente, montar en su Glider.

—¡¡Vámonos!! —gritó la aprendiz, cuando hubo terminado de hablar con el pequeño. Parecía llena de energías.

Ambos aprendices se elevaron en sus vehículos y salieron de aquella ciudad. Y mientras salían, Hitori se preguntó cuándo podría volver a investigar... y si serviría de algo.
---

Cuando los dos aprendices alcanzaron el espacio exterior, vieron a Ragun montado en su Glider, esperando por ellos. Los tres juntos fueron en dirección a Tierra de Partida, pero la cantidad de basura espacial era aún mayor que cuando Hitori había salido para ir a Ciudad de Paso.

Un montón de asteroides iban en dirección al trío, que acabó separado. Hitori intentó esquivarlos todos mientras buscaba a sus compañeros, hasta que en un momento determinado, pudo ver a Ragun cayendo, atraído por la órbita de un mundo cercano. El aprendiz se alarmó y se lanzó hacia su compañero, todavía esquivando los asteroides que encontraba por su camino.

Pronto entró en el mundo, sin comprobar si Nadhia le seguía. Tenía que salvar a su compañero, pero éste se precipitaba a gran velocidad. Parecía que iba a caer en un gran lago, pero... ¿sobreviviría a la caída? Hitori intentó incrementar la velocidad para alcanzar a su compañero, pero parecía demasiado tarde.

[EspeYuna]

Oh, oh...

Percaté la gran cantidad de basura espacial que por un momento había pasado desapercibida ante mis ojos, quizás por estar demasiado embobada con las palabras de Alphonse. Al principio resultó fácil esquivar pequeñas rocas, pero me asusté cuando aquellas ardientes bolas de fuego atravesaron la vela de mi Glider, destrozando su preciosa tela de luz solar.

Examinando los daños me di cuenta de una enorme sombra que nos acechaba a Ragun, a Hitori y a mí. Por un momento pensé que había perdido el casco, pues me estaba ahogando en mi propio miedo.

"¡¡Cuidado!!"

Una voz que pude reconocer al momento hizo que mi cerebro reaccionara a tiempo. Me agarré fuertemente al soporte de mi Glider y salí disparada hacia un lado, no sin antes llevarme unas cuantas pedradas que, por suerte, no causaron daños gracias a mi armadura.

La gran roca espacial siguió su curso. Observé los alrededores... ¿n-naves gumi? Completamente destrozadas. Pero era extraño. Ragun y yo no nos habíamos topado con ese paisaje antes de llegar a Ciudad de Paso... ¿no?

¡¡Un segundo!!

—¡Ragun! ¡Hitori! —exclamé, buscándolos entre los meteoritos y las naves fantasma que flotaban en el espacio. Era demasiado molesto notar los rotos de la vela, así que deseé con mi corazón que la tela y el soporte desapareciesen.

No fue difícil acostumbrarme a surfear —por llamarlo de alguna forma— con mi Glider sin necesidad de apoyo alguno. Pensé que perdería el equilibrio, pero por extraño que pareciera lo conseguí en pocos segundos, usando algunos senderos de estrellas como olas imaginarias para navegar más rápido entre los "naufragios".

¿Dónde se habían metido? ¿Q-quizás les había alcanzado la roca? ¡No! ¡Imposible!

Entonces fue cuando una gravedad extremadamente familiar envolvió mi armadura. ¿La órbita de un mundo cercano?
Y lo vi. A Hitori, entrando a toda velocidad. ¿Estaría siguiendo a Ragun?

Propulsé mi Glider al máximo y entré en aquel nuevo mundo.

¿P-pero qué?

La primera imagen que pude vislumbrar fue un enorme castillo que se cernía sobre el espesor de un extenso bosque.

Un castillo.

La presión inundó mi pecho, como si estuviese aplastando mi corazón con un sentimiento de nostalgia y desesperación. ¿Otra vez?

Sabiendo lo que podía llegar a suceder reduje la velocidad y me paré en seco, esperando a que el dolor amortiguase.

Recordé entonces de la voz que me había salvado antes. Era él. Mi monstruo. Hasta ese momento sólo lo había escuchado en mis pesadillas... por primera vez su voz había envuelto mi mente fuera del mundo de los sueños, en la realidad. Podía confirmar mis sospechas: él también formaba parte del broche de plata.

Me distraje lo suficiente como para perder de vista a Hitori. "¡Mierda!", maldecí en mi fuero interno. Primero era lo primero, ¡tenía que encontrar a Ragun y a Hitori!

Aterricé frente a las puertas del castillo, haciendo desvanecer mi Glider y mi armadura. El puente levadizo impedía el acceso. Por una parte me sentí aliviada, así no sentiría el gusanillo de querer entrar... ¿"de volver a mi hogar"? ¡Oh, por favor! ¡Ya basta!

Caminé, aún no muy convencida, hacia el bosque, llamando a Hitori y a Ragun.

Lo que no sabía es que me estaba metiendo en la boca del lobo. Literalmente.

Spoiler: Mostrar

Lo considero un post flojo por mi parte, pero no se me ocurría más... espero poder compensarlo en el siguiente U.u