[Castillo de Bestia] Un castillo donde pasar la noche

[Sombra]

El lobo se asustó cuando corrí hacia él huyendo junto al resto de su manada, era normal. Éramos tres personas contra dos lobos y ninguno era lo que se podría decir "humano normal". Teníamos la que llamaban "Arma suprema", no sabía exactamente por que, pero eso ya era otra historia.

Hitori estaba en el suelo, parecía bastante cansado y Nadhia también seguía tumbada jadeando. Su cuerpo temblaba bastante.

No podíamos articular ninguna palabra sobre aquello, incluso yo, que me consideraba bastante resistente me encontraba realmente agotado. ¿Sería que todavía no estaba del todo recuperado?

Iba a decir si nos íbamos ya hacia Tierra de Partida, pero algo me hizo cambiar de opinión. Una tormenta.

Los rayos caían en la lejanía del bosque pero hacían un sonido tan fuerte que podría asustar al más valiente y duro de los guerreros.

—Que oportuno —susurré. Con tormenta sería imposible usar los Gliders para salir de allí, seríamos un imán para la electricidad con nuestras armaduras y nuestros vehículos, era un suicidio. Aún por encima empezaba a llover.

No pude evitar recordar Mundo Inexistente y sus interminables tormentas. Aquella no se comparaba ni de cerca, pero seguía causándome algo de pavor.

—Deberíamos entrar en ese castillo pasa pasar la noche —propuse. El castillo parecía abandonado, al menos en apariencia o tal vez sus inquilinos estuviesen fuera. No sabía que clase de mundo era aquel, pero seguramente era del tipo medieval con reinos y castillos, como uno llamado "Reino Encantado" del que había leído unos informes sobre una maldición que había caído sobre él—. Mañana seguramente haya pasado la tormenta y podremos volver a casa.

Si intentasen volver no les detendría, pero yo, por mi parte entraría al interior de aquel castillo para dormir bien calentito.

Intenté empujar la pesada puerta para llegar a lo que parecía ser el patio exterior pero estaba cerrada. Viendo aquello, alcé mi llave espada y apunté a la cerradura provocando que la puerta se abriera lentamente haciendo un chirrío como si las bisagras estuviesen oxidadas y necesitasen urgentemente un poco de aceite (o que fuesen cambiadas por otras nuevas)

[Hitori]

Una gota fría salpicó la cara de Hitori, quien se encontraba boca arriba, jadeando del cansancio. Todo le daba vueltas, y la sensación de mareo era cada vez mayor. A ella se sumaba un fuerte dolor de cabeza, que impedía al chico moverse. El joven aprendiz soltó la Llave Espada, que había estado sujetando hasta entonces, y se llevó la mano a la cara. Soltó un fuerte suspiro y dejó caer su mano de nuevo en el suelo, sin más.

—¿Qué me pasa...? —murmuró, gruñendo—. Me siento... raro... Es como si algo me taladrara la cabeza...

El chico intentó incorporarse, poniéndose lentamente a cuatro patas. Notó entonces que llovía aún más fuerte, y que incluso había empezado a tronar. El cabello y la ropa del joven estaban ya empapados, lo cual hizo que Hitori sintiese un escalofrío. Sin embargo, eso no le importaba en aquel momento. Lo primordial era librarse de aquella sensación y recuperar el completo control de sus sentidos.

Debido a las nubes de tormenta, que ya se habían acumulado desde antes de luchar contra los lobos, el chico no podía ver mucho. La llama de su hechizo ("Lancé la bola de fuego hacia el animal...") ya se había apagado, por lo que la oscuridad volvía a inundar aquel puente. No obstante, algunos tímidos rayos de la luna se filtraban entre las nubes, permitiendo ver algo. Ragun había desaparecido ("¿Habrá ido al castillo...? Juraría que dijo...") y su compañera seguía sentada en el suelo. Hitori intentó acercarse a ella, pero se movía de una forma torpe, ya que sus piernas temblaban ("¿Será cosa del hechizo de Ragun...?").
Sin embargo, la sensación de miedo del hechizo y lo que sentía en aquel momento no era la misma. Y el ataque al animal... no lo había hecho conscientemente. El chico estaba convencido de que en aquel momento, alguien había controlado sus acciones, pero... ¿quién? ¿y cómo?

—No vale de nada preguntarse estas cosas... —sentenció para sí mismo, intentando ir hacia su compañera. El chico estuvo a punto de caerse un par de veces, pero consiguió llegar hacia ella. La sensación de mareo empezaba a remitir—. Nadhia... vamos... tenemos que ir al castillo...

Hitori intentó ayudar a la joven a levantarse, para ir juntos hacia el castillo, donde estarían seguros y resguardados de la tormenta.

[EspeYuna]

No fui capaz de escuchar con claridad las palabras de Ragun. Gotas frías cayeron sobre mis hombros, aliviando el entumecimiento de mi cuerpo. ¿Había empezado a llover, tan de repente?

Un estruendo me despertó por completo. Una tormenta. Era ya la gota que colmaba el vaso. No podríamos arriesgarnos a volver en Glider a Tierra de Partida. ¿Mogara se habría dado cuenta de nuestra tardanza? De ser así, seguro que ya estaría aporreando la puerta de los aposentos de Akio para advertir de nuestra repentina desaparición.

Me costaba aún moverme, pero intenté estirar una pierna para que respondieran mis nervios. Y más me costaba cuando la lluvia empezó a caer de forma más violenta, empapándome por completo.

Cuando me quise dar cuenta, Ragun había desaparecido del puente. Y la puerta del castillo estaba abierta. ¿La habría abierto él? ¡Oh! ¡Qué estúpida! Si en Ciudad de Paso cerré una puerta con mi Llave-Espada... ¿por qué no abrí la que daba al castillo? ¿Por qué no pensé en hacerlo, cuando era tan obvio?

El miedo se había apoderado de mí. Me sentí sola, sin ayuda, rodeada de feroces lobos. Podría haberlos atacado, pero una parte de mí no quería hacerles daño: porque tenían corazón, como nosotros. No eran aquellas criaturas despiadadas que se alimentaban del corazón de la gente. ¿Pero...?

¿Y si los Sincorazón fuesen como los lobos? ¿Y si tuvieran hambre y su único alimento fuesen los corazones? ¿Era correcto eliminarlos, así sin más?

"Como siempre, pienso demasiado", dije para mis adentros, hecha un lío en aquel momento.

Sentí como alguien me tocaba, por lo que me estremecí en un primer momento, a causa del poder de Ragun todavía haciéndome efecto... ¿o no?

—Nadhia... vamos... tenemos que ir al castillo... —me dijo Hitori, quien también estaba tiritando y tenía un aspecto horrible. Me fijé en él con mis ojos marrones y asentí lentamente, mientras me ayudaba a levantarme.

Le seguí, aun con las piernas algo dormidas, llena de arañazos. Por suerte, las vendas que protegían la quemadura que me había curado Sam en Ciudad de Paso eran resistentes, propias de los mejores fabricantes, los Moguris.

El castillo estaba en silencio, a oscuras. Nos encontrábamos en el vestíbulo, una enorme sala que conducía a unas grandes escaleras. Lo más lógico habría sido ir a alguna habitación, incluso ser recibidos por alguien...

¡Un momento! Cuando llegué al castillo, el puente levadizo estaba subido. ¿Q-quién lo había hecho bajar? Ragun y Hitori procedían del bosque, por lo que era imposible. ¿Había alguien en el castillo aparte de nosotros?

Quise decir algo a Ragun y a Hitori, pero no me salían las palabras. Mirando de un lado a otro, me asusté cuando los tres divisamos una tenue luz que procedía de una puerta del lado derecho del vestíbulo.

Cuando llegamos allí, una agradable sensación de calor nos inundó. La chimenea iluminaba la pequeña habitación de un color que me recordó a mi Villa. El suelo estaba cubierta de una tupida alfombra, muy bonita y que le daba un toque reconfortante al lugar.

Me acerqué a la chimenea y me calenté las manos, aliviando mi entumecimiento. También era extraño que la chimenea estuviese preparada para nosotros. ¿Quién la habría encendido? ¿Acaso se estaba escondiendo de nosotros?

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Off-rol -> ¡Poned los dos vídeos a la vez! ¿A que mola? xD

Ya comenzaba a pensar con mayor claridad, quizás el hechizo de Ragun había cesado. Le observé durante un momento, pero evadí la mirada. Seguramente él se dio cuenta de aquel comportamiento tan grosero por mi parte, pero en mi mente resurgieron los rumores de Tierra de Partida.

¿Podía confiar en Ragun? ¿Por qué hasta ahora no me había contado nada acerca de lo que pasó en el Coliseo del Olimpo, aquel mundo que aún era desconocido para mí?

Los tres debíamos estar bastante agotados. Puede que Hitori no estuviera acostumbrado a la batalla, y Ragun y yo no nos habíamos recuperado del todo tras lo acontecido en Ciudad de Paso.

Yo me había sentado en la alfombra, observando el nítido fuego que nos protegía del frío, de la lluvia y de los truenos.

—C-chicos, gracias —dije por fin—. P-pensé que no lo contaba. Gracias. Y siento que te hayas metido en esto por nosotros, Hitori. De veras que lo siento.

Y, sin saber por qué, me atreví a preguntar.

—¿K-Kit habrá llegado a Tierra de Partida? ¿Por qué había un cementerio de naves gumi rodeando las cercanías de este mundo...? ¿P-por qué...?

Un trueno hizo que cesaran mis atropelladas preguntas. La tormenta era fuerte, sin duda alguna. Aunque fuese demasiado extraño, agradecía de todo corazón a aquel misterioso habitante que nos hubiera preparado la chimenea.

Bostecé de forma estrepitosa. Avergonzada, me tapé la boca y observé a Ragun y a Hitori. A sus ojos, debía tener un aspecto horrible.

Estaba muy cansada, pero el hecho de tener un inquilino más en el castillo no me tranquilizaba lo más mínimo.

[Sombra]

Los dos me alcanzaron casi de inmediato en cuanto entrara al vestíbulo del lugar. Todo estaba muy oscuro, pero la luz que se filtraba desde una puerta a la derecha del enorme lugar dejaba ver más o menos todo. Había numerosas columnas enfiladas y al fondo una enorme escalinata que se dividía formando una especie de "Y", en la intersección donde se separaban las escaleras había una puerta enorme que no podía saber a donde conducía, aunque tenía curiosidad.

La tenue luz llamó nuestra atención, por lo que los tres nos dirigimos hacia allí. Aquella estancia no era muy grande, pero era cálida gracias a una chimenea que estaba encendida, ¿quién lo habría hecho?

—Los moradores de este castillo saben que estamos aquí —comenté. No quería dudar de la amabilidad del dueño del lugar pero si no se dejaba ver no podía fiarme del todo.

Nadhia se sentó frente al fuego observándolo fijamente con algo de nostalgia, o algo similar. La imité sentándome cerca de la chimenea e hice una seña a Hitori para que se sentase con nosotros también.

—C-chicos, gracias —dijo de pronto rompiendo el silencio—. P-pensé que no lo contaba. Gracias. Y siento que te hayas metido en esto por nosotros, Hitori. De veras que lo siento —se dirigió al muchacho.

—Si no nos protegemos entre nosotros, ¿quién lo haría? —filosofeé un instante.

—¿K-Kit habrá llegado a Tierra de Partida? ¿Por qué había un cementerio de naves gumi rodeando las cercanías de este mundo...? ¿P-por qué...? —preguntó la chica preocupada.

Un relámpago iluminó todo por un instante callando a la joven.

—Supongo que sí. Si lo han escogido como aprendiz es por algo, no creo que un simple campo de asteroides fuera a hacerle nada —opiné—. Y sobre el cementerio... No estoy muy seguro, la verdad. Quizás son naves que se estrellaron contra el campo de asteroides o una flota sincorazón las atacó. Por lo que sé, algunos sincorazón se mueven por el intersticio de los mundos.

Nadhia bostezó, aunque lo ocultó lo más rápido que pudo, los tres estábamos cansados. Tendríamos que dormir en aquel castillo.

—Deberíamos dormir aquí, hagamos turnos para evitar cualquier sorpresa desagradable —propuse, aquello era lo más adecuado para protegernos, dormir siempre con un ojo abierto, en Mundo Inexistente siempre lo había hecho en cambio, ahora había perdido gran parte de esa facultad ante la seguridad que impregnaba Tierra de Partida, tal vez sería bueno recuperar un poco de aquella desconfianza...

[Hitori]

Nadhia se levantó con ayuda de Hitori, y juntos se adentraron en los terrenos del castillo. A pesar de que intentaron cruzar los desvastados jardines (que carecían de hierba; sólo tenían tierra y losas de mármol, la mayoría rotas, formando un círculo en el centro, con cuatro estatuas en las esquinas) lo más rápido posible, no eran capaces. Se movían a duras penas y tropezando de vez en cuando.

Hitori levantó la mirada y observó el enorme castillo que tenían frente a ellos. Todo tenía un aspecto antiguo, desgastado y poco cuidado. Grandes torres se elevaban por todos los lados del castillo, dándole un aspecto de grandeza. Sin embargo, no se podía ver hasta dónde llegaban debido a la oscuridad.

Los dos aprendices pronto llegaron a las enormes puertas de madera, y entraron por una que ya estaba abierta. Una vez dentro, las cerraron y todo permaneció en silencio.

Hitori observó, algo cansado, el interior del castillo. A simple vista podía ver, frente a él, una escalinata que se dividía en dos escaleras a cada lado, mientras que en el centro había otra gran puerta. El resto del recibidor estaba compuesto por gruesas columnas con antorchas, y de puertas que conducían a las distintas estancias. Sólo una de las puertas estaba entreabierta, y en el interior se podía ver algo de luz. Ragun y Nadhia entraron en dicha sala, y Hitori les siguió.

La sala donde entraron era mucho más acogedora que el resto del castillo. A diferencia de lo anterior, en esta sala predominaba la madera, una madera de color castaño que daba una sensación mucho más cálida. Los tres aprendices bajaron por unos pequeños escalones y pisaron una alfombra de tela muy suave. Sin pensárselo, Ragun y Nadhia se sentaron cerca de una chimenea que permanecía encendida.

—Los moradores de este castillo saben que estamos aquí —dijo Ragun, mientras se sentaba. Seguramente el joven tenía razón, pues era muy extraño que las puertas estuviesen abiertas y que hubiese una chimenea encendida justo en el momento idóneo. Sin embargo, Hitori no dijo nada. Ragun le hizo entonces una seña al chico para que se acercase, y éste le obedeció.

—C-chicos, gracias —dijo Nadhia, de pronto—. P-pensé que no lo contaba. Gracias. Y siento que te hayas metido en esto por nosotros, Hitori. De veras que lo siento—se disculpó, mirando al aprendiz. Hitori negó con la cabeza, dando a entender que no tenía importancia.

—Si no nos protegemos entre nosotros, ¿quién lo haría? —comentó Ragun.

Mientras los dos aprendices continuaban hablando sobre Kit, Hitori se percató de que su ropa seguía estando empapada por culpa de la lluvia. El chico se levantó, algo incómodo por culpa de la humedad, y se acercó a uno de los muebles. Empezó a abrir cajones al azar, hasta que encontró unas mantas bastante calientes y mullidas. Cogió tres de ellas y dejó dos al lado de sus compañeros.

—No deberíamos estar mucho rato con la ropa mojada... o nos resfriaremos —dijo, en voz baja. Acto seguido, se quitó su ropa y se tapó rápidamente con la manta. Después, puso su ropa cerca de la chimenea, esperando que se secase.

Curiosamente, en cuanto el chico se despojó de sus ropas, se sintió mucho más aliviado. Achacó su alivio al calor de las mantas, pero no podía estar seguro de ello. Aún así, no importaba. Se encontraba muy cansado y no tenía ganas de pensar en nada.

—Deberíamos dormir aquí, hagamos turnos para evitar cualquier sorpresa desagradable —propuso Ragun, aunque Hitori apenas pudo oírle, ya que estaba casi sumido en el sueño.

[EspeYuna]

Las palabras de Ragun consiguieron tranquilizarme un poco. Pero, ¿de verdad debía preocuparme por Kit? Por lo que lograba entender, nos había abandonado a nuestra suerte, ¿no?

—No deberíamos estar mucho rato con la ropa mojada... o nos resfriaremos — Hitori nos ofreció una sábana a cada uno. Al principio no entendí a qué se refería con aquello, pero en cuanto le vi quitarse la camiseta bajo la sábana aparté la mirada, roja como un tomate.

—Deberíamos dormir aquí, hagamos turnos para evitar cualquier sorpresa desagradable —propuso Ragun al rato de haber escuchado mi bostezo.

—S-s-sí —le contesté. En realidad tenía muchas ganas de secar mi ropa y dormir calentita... pero... ¿i-iba a d-dormir d-d-desnuda en la compañía de dos chicos? Q-quiero decir, n-no lo veo bien. ¡No! Confío en ellos, pero, ¡no! ¡No, no, no!

Me levanté para cubrirme con la sábana entera. Me di la vuelta: Hitori se había quedado profundamente dormido —o al menos eso parecía—, pero Ragun seguía despierto. ¡Oh, por favor! ¿Por qué demonios tenía que pasar por esto?

—R-R-Ragun... ¿p-podrías darte la v-vuelta? —estaba totalmente tapada, pero un simple accidente, el que se me cayera la manta de la cabeza siquiera. Sólo de pensarlo me ponía más roja aún.

Lo primero que hice fue dejar mi broche de plata en un mueble, cerca de la chimenea. Luego, comencé a desnudarme, muerta de vergüenza. Una vez dejé la ropa cerca del fuego, me tumbé con la sábana en un rincón, hecha un ovillo.

Me crucé con la mirada de Ragun, a lo que reaccioné con mi estúpido comportamiento. Me di la vuelta para dormir del lado contrario.

—Llám... llámame cuando estés cansado —fue lo último que conseguí decir. Realmente, el calor que desprendía la gruesa manta agradaba. Y haberme despojado de las ropas mojadas, el contacto del calor con mi piel desnuda, era reconfortante.

Sólo deseaba que durante mi sueño no me quitara la sábana por accidente.

Pensando en eso, me quedé profundamente dormida.

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Momento fanservice XD

[Sombra]

Hitori nos pasó unas cálidas sábanas que estaban guardadas dentro de unos pequeños armarios en las esquinas de la estancia, una pena que estando empapado no sirviese de mucho. Al menos podía sentir que la calor que desprendía la chimenéa nos reconfortaba a todos.

—S-s-sí —contestó Nadhia a mi propuesta de vigilar por turnos. La chica se levantó haciendo que mi atención se centrase en ella por unos momentos.

—¿Ocurre algo? —le pregunté algo extrañado.

—R-R-Ragun... ¿p-podrías darte la v-vuelta? —me pidió. No entendí que motivo tenía para pedirme aquello pero obedecí sin decir nada.

Escuché sonidos de tela cayendo al suelo y movimientos por parte de la chica, acababa de comprender todo. La chica lo que quería era cambiarse, mejor dicho. Quitarse la ropa. No entendí que motivo había para avergonzarse, pero no quise darle mayor importancia al asunto.*

—Llám... llámame cuando estés cansado —me dijo. Me giré al fin hacia ella viéndola completamente tapada con su sábana.

—Entendido —afirmé con la cabeza.

Tanto Hitori como Nadhia se habían quedado profundamente dormidos envueltos en sus sábanas quedando despierto para vigilar por si cualquier visitante inesperado se aparecía por allí.

Mi cuerpo se estaba enfriando bastante también por no desvestirme, a aquel paso acabaría cogiendo un resfriado por lo que tomando el ejemplo de Nadhia me desnudé quedando solo en boxers. Resultaba más cómodo estar así. Llevé mis ropas junto a la chimenéa donde también estaba la ropa de los otros dos secándose y me dispuse a vigilar tal y como había dicho.

Parason varias horas cuando empecé a escuchar unos susurros, al principio miraba hacia la pareja durmiente que tenía casi al lado pero pronto me di cuenta de que no eran ellos, aquella especie de voz venía de mi propia cabeza. No podía entender que decía aquella voz. No pude evitar mirar al broche de plata de Nadhia que reposaba sobre uno de los muebles de aquella sala. No estaba brillando, por lo que no era un fenómeno que tuviese que ver con él.

Aquella voz era como sí... intentase decirme algo, aunque no entendiese exactamente lo que. Me senté en el sofá mirando en silencio las llamas sin saber muy bien que debería hacer.

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*Ragun es un idiota que no se entera de una, lol. ¿Se puede ser más inocentón? D:

[Hitori]

—Yo soy tú... Y tú eres yo...

La oscuridad rodeaba todo. Tan sólo unos extraños brillos azulados rompían con aquellas profundidades oscuras. Sin embargo, poco se podía ver con aquella débil luz.
La sensación de opresión aumentaba, y el joven sólo podía huir de aquello que le perseguía. ¿Qué era? Parecían sombras... Unas extrañas sombras, tenebrosas y siniestras, que intentaban darle caza. Sólo podía huir.

El joven se detuvo en seco. Había sombras también delante de él. Ya no había forma de huir.

Una de las sombras se abalanzó sobre él, y el resto la imitaron... Pero de repente, un fuerte brillo apareció en las manos del joven, e hizo huir a las sombras.

—No lo olvides...

Hitori se despertó, sobresaltado. Su cuerpo estaba cubierto en sudor frío, y se había incorporado de forma violenta. El chico se acostó de nuevo, y se quedó mirando el techo.

—Menuda pesadilla... —murmuró. Miró hacia sus compañeros, y vio que Nadhia seguía dormida, mientras que Ragun todavía estaba haciendo guardia. No debían de haber pasado muchas horas...

Hitori, algo más calmado, se levantó para acercarse a Ragun, aún tapado con la manta. Nada más levantarse, escuchó un objeto metálico caer al suelo. Dicho objeto no era nada más y nada menos que la extraña placa metálica.

—¿Qué...? ¿No la había dejado con la ropa...? —pensó, recogiéndola. Tras recogerla y dejarla con el resto de su ropa, se sentó al lado de Ragun—. ¿Estás cansado? Ve a dormir si quieres, me quedaré yo despierto.

[EspeYuna]

La misma sensación.

Un paisaje tenebroso, la arena bajo mis pies, descalzos. El sonido de la marea.

Percaté unos pasos a mi espalda. Al rato unos brazos gigantescos me cubrieron, y el ser abrazó mi cuerpo con angustia. No me di la vuelta. Tan sólo observé el océano de oscuridad que rodeaba a aquella pequeña isla.

—Princesa... ¡temí tanto perderte! —el aliento de mi monstruo rozó mi oreja, haciendo que me estremeciera. Pero no le tenía miedo. Estar con él se sentía bien. Es más, ser abrazada por sus enormes brazos, a pesar de estar hechos de densa y terrible oscuridad— Pero ya estás a salvo.

—S-sí... —logré decir, pero, como la otra vez, estaba agotada. Sumida en un profundo sueño, mis pies cedieron.

Pero mi monstruo me recogió con sutileza por la espalda. Y me volvió a acunar. Cuanta calidez desprendía... me aferré aún más a él y cerré poco a poco mis ojos.

---

A los ojos de Ragun y Hitori, el broche de Nadhia desapareció en un haz de luz, del mueble donde se encontraba. Y, al cabo de unos segundos, apareció al lado de su compañera. Nadhia se dio la vuelta, e, inconscientemente, sacó uno de sus brazos desnudos para recoger el broche. Se lo llevó al interior de su refugio, bajo la gruesa manta, y, aún en sueños, sonrió plácidamente.

[Sombra]

Aquella extraña voz seguía llamándome, no le entendía aún, pero...

Unos murmullos hicieron que dejase de concentrarme en aquella voz para centrarme en Hitori, que acabaa de despertar.

—¿Te encuentras bien? —pregunté cuando se levantó para acercarse un poco. Un sonido metálico se escuchó en cuanto dio unos pasos y me di cuenta de que se trataba de una plaquita metálica con forma peculiar. El joven la recogió y volvió a dejarla junto a su ropa.

—¿Estás cansado? Ve a dormir si quieres, me quedaré yo despierto —se ofreció.

—Muchas gracias —agradecí el amable gesto que acababa de tener.

Me tumbé en el mismo lugar en el que había estado él un poco antes durmiendo y me dispuse a cerrar los ojos. Un destello hizo que volviese a abrirlos de golpe para ver como algo que había estado sobre uno de los muebles desaparecía para volver a aparecer junto a Nadhia, que cogió el broche como si supiese de antemano que acababa de acercarse a ella como por arte de magia y siguió durmiendo como si nada. ¿Pasaría aquello siempre? No podía asegurarlo al no haberla visto dormir nunca, pero seguramente era algo normal. Al menos, eso pensaba.

Cerré los ojos esperando al amanecer. Y por fin, aquella voz... Apareció.

"Ayudame"
"Auxilio"
"Ven al bosque"

[Hitori]

Ragun aceptó la proposición de Hitori, y se fue a acostarse al mismo sitio donde él había estado durmiendo. Hitori se quedó sentado cerca de la chimenea, extendiendo las manos para calentarlas al fuego. De repente, el chico vio un extraño destello cerca de la ropa y, acto seguido, otro destello apareció cerca de Nadhia. Hitori se levantó a ver de qué se trataba, y comprobó que era un broche de plata.

—¿Pasaría lo mismo con el emblema este...? —se preguntó el chico, mirándolo.

Después de mirarlo un rato, el chico suspiró y volvió a mirar el fuego. Hacer guardia era algo muy aburrido, pero tenía que hacerlo para que sus compañeros pudiesen descansar. Hitori aprovechó para poner a secar bien la ropa y, una vez hecho eso, se puso a jugar con su Llave Espada, invocándola y haciéndola desaparecer continuamente.

—Qué aburrimiento... —murmuró, mirando al techo.

[EspeYuna]

—Mi princesa —seguía susurrando mi monstruo, acunándome con la misma dulzura. Aquella noche dormí plácidamente a su lado, sin vernos interrumpidos por ningún violinista extraño.

"Mi monstruo"

—Todavía no logro acordarme de ti —mencioné con tristeza. El oscuro ser me siguió acariciando y mimando de la misma forma.

—No te preocupes. Está bien...

—¡No! —señalé, alzando mi mirada hacia la suya, sus ojos amarillos ya no me parecían tan aterradores como antes. "Mi monstruo" — E-es que... ni siquiera sé tu nombre.

La criatura se quedó pensativa durante unos segundos, analizando mis palabras.

—¿Mi... mi nombre? —preguntó, confuso— Qué extraño. No recuerdo cómo me llamo.

—¿No... no lo recuerdas?

La tristeza de mi voz alarmó al monstruo. Riendo —aún seguía sorprendiéndome su risa, ronca y tan humana—, me contestó.

—Es curioso, recordar cada momento a tu lado, querida mía, y olvidarme de mi propio nombre —entonces fue cuando el monstruo sin nombre abrió sus brillantes ojos, como si una idea hubiese pasado por su cabeza de pronto—. De hecho, me acuerdo de un nombre. Pero no sé si será el mío.

—¿Cuál? —pregunté. Ante la inocencia de mi pregunta, él se acercó a mí, abrazándome con fuerza y susurrándome al oído.


Cédric


Y así fue cuando abrí los ojos de golpe, sorprendida por la respuesta de mi monstruo. Me encontraba arropada bajo mi manta, y agarraba algo entre mis manos.

¿E-el broche? Pero si lo había dejado en el mueble... ¿cómo había llegado a parar ahí? Alzando la cabeza un poco, y acordándome de que bajo mi manta estaba totalmente desnuda, saludé a Hitori, quien estaba sentado y con una cara que podría describir con la palabra "aburrimiento" y "sueño". Sentía lástima por haberlo conducido a aquella situación, y más por no haber hecho turno.

—H-hola —volví a mirar el broche y se me pasó por la cabeza algo descabellado. ¿P-podría haber ido hasta el mueble para cogerlo? ¿Habría caminado sonámbula? Ante la idea de haber andado sin ropa en presencia de Ragun o Hitori, no pude evitar preguntarle a Hitori —H-Hitori, ¿n-no habré caminado en sueños, v-verdad? —decía, mientras me levantaba y cogía la ropa.

Me fui vistiendo mientras Hitori me contó lo sucedido. Una vez lista, me quité la manta de encima y, con el broche en la mano, observé a Ragun, quien permanecía dormido.

—Bueno, será mejor que me de el aire un poco —eché un último vistazo al fuego de la chimenea, del que sólo quedaban apenas unas cenizas bailando por el filo de la madera.

Y salí de la sala, de verdad necesitaba aclarar ideas. No perdí el tiempo en explorar el castillo, lo que necesitaba era salir y respirar aire puro. ¿Habría parado la tormenta?

Cuando salí del castillo, el sol me cegó. El amanecer. Recordé el crepúsculo de mi villa. Incluso me olvidé de los lobos, quienes podrían estar aún deambulando por allí cerca.

Me senté en los escalones, observando los rayos de luz que podían atravesar los muros del castillo, y examiné mi broche, mi corazón de plata.

Cédric.

El mismo nombre que mencioné tras mi incidente con Ivan Kit. Entonces... ¿el monstruo se llamaba Cédric? Su princesa... otro nombre... Evangeline. ¿No estaría la criatura confundiéndome con ella, quien quisiera que fuera?

Sumida en mis pensamientos, esperé a que Ragun despertara. No había hecho guardia, pero de verdad había necesitado con urgencia dormir en condiciones.

Aunque, en realidad...

...con esa clase de sueños, me extrañaba haber recuperado energías para volver a Tierra de Partida.

[Sombra]

Oscuridad, rodeaba mi ser en medio de aquel denso bosque. Era de noche y en mis manos llevaba una Llave Espada Oscura. Pero aquello no era lo importante.

Escuchaba los aullidos de los lobos, uno en concreto me seguía de cerca, un simple cachorro que sin duda era mucho más poderoso que sus progenitores al ver que era el único capaz de seguirme la pista.

Por un momento me tentó atravesarlo y hacer lo que solía hacer para cumplir con mi deber. Pero no. Cuando lo vi caer en aquella trampa cambié de opinión. Animal tan bello... En cierto modo me recordaba a mí mismo, ¿por qué dudaba entonces? Era mi misión hacer aquel tipo de cosas.

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De su pata, atrapada por un cepo salía abundante sangre. El pobre aullaba de dolor y yo... Me vi obligado sin saber por qué a liberarle.

Sí... Lo acababa de recordar. Aquellos días siguientes estuve cuidándolo en una vieja cabaña en medio del bosque y al final... Nos separamos, pero algo había cambiado. Una especie de conexión, un lazo invisible entre nosotros dos.

Y ahora...

Él me volvía a necesitar.
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Abrí los ojos de golpe, como si hubiese tenido una pesadilla y me levanté concentrándome solo en la voz que pedía ayuda. Ahora podía sentir donde estaba, en un claro del bosque no muy lejos.

Observé un momento la estancia. El fuego ya no estaba encendido y solo quedaban cenizas en la chimenéa pero aún así permanecía la agradable temperatura, que se vio notablemente mermada por un momento cuando una fría brisa de aire me dio un escalofrío. Aquella corriente de aire venía de una puerta abierta por la que se filtraba la luz del sol gracias a la cual se podía ver sin problemas en el interior de aquel lugar.

—Hitori —llamé a mi compañero, el único en aquella sala a parte de mí. ¿Dónde se había metido Nadhia?—. Tengo que ir al bosque. Hay algo que tengo que hacer —le miré fijamente intentado transmitirle la seriedad de mis palabras. Tras aquello me levanté y me quité la cálida manta para quedar nuevamente en calzoncillos. Rapidamente, mientras el frío me apremiaba apurar me vestí colocándome como mi último detalle la oscura hombrera que no era más que una parte de mi armadura.

Salí de la estancia encontrándome con el enorme vestíbulo, me dirigí directamente a la gran puerta a la izquierda de nuestra improvisada habitación y salí por ella. El sol me cegó por un momento aunque casi al instante me recuperé, al fin y al cabo, después de tanto tiempo la luz del sol ya no me hacía tanto daño como cuando había llegado.

Vi a Nadhia sentada al lado de la puerta, en unos escalones bastante deteriorados. Había una enorme plaza con cuatro estatuas esparcidas por todo el lugar y suelo agrietado, como si allí se hubiesen realizado arduas batallas.

—Tengo que ir al bosque. Hay... Algo me está llamando. Creo que si voy recordaré algo —le expliqué corriendo hacia la salida del castillo sin esperar a nadie ni nada.

Tenía que llegar, no podía dejarle morir. Su voz se hacía débil... No podía permitirlo, tenía que salvarle.

Corrí por el bosque esquivando árboles y sorteando pequeños obstaculos que me impedían ir hacia mi objetivo. Sentía su presencia muy cerca, en poco tiempo conseguiría alcanzarle.

El claro estaba allí, no era muy grande, pero lo suficiente como para que entrasen en él veinte personas, aproximadamente. Tenía hierba bastante alta, que llegaba hasta las rodillas y al fondo, veía un pelaje.

—Has... venido... —jadeó el animal. Parecía un lobo, o algo así. Me aproximé a él cuando escuché algo, una especie de "clank" en ese momento algo se clavó en mi pierna haciendo que soltase un alarido de dolor. Bajé la mirada para ver que acababa de pisar una trampa; un cepo para cazar animales salvajes. Era muy doloroso y sentía como aquellos dientes metálicos me habían desgarrado la piel llegando a rozarme los músculos. Un espero líquido rojo caía de mi pierna ensuciando toda la tela del pantalón.

Me agaché y agarré con ámbas manos aquella trampa para usar todas mis fuerzas para poder liberarme. Rugí de dolor mientras los dientes metálicos se retiraban dejando mermar más sangre todavía.

Tenía que llegar a él...

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—Te salvaré —aseguré aproximandome a él cojeando. Me tiré al lado del cepo del animal, que pude reconocer como un lobo. El mismo de mi sueño.

Abrí el cepo aplicando todas mis fuerzas. LO había conseguido. Pero el animal cayó al suelo, había perdido demasiada sangre.

—Es... ¿Demasiado tarde? —dije con voz ahogada. Lo había recordado, aquel animal, era mi amigo. Un amigo que tuve antes de perder la memoria... Ambos teníamos un lazo tan fuerte que podíamos hablar entre nosotros aun sin entendernos realmente, como si pudiesemos hablar el mismo idioma. Era extraño. ¿Por qué me dolía tanto el pecho? ¿Qué era aquella sensación tan dolorosa? Lo que sentía en mi pierna no era comparable, preferiría clavarme cien cepos antes de sentir aquello...

Aquel dolor era incurable, una herida en el propio corazón.

Una lágrima resbaló por mi mejilla casi de forma imperceptible.

—No... ¡No te mueras! —Grité, ahora las lágrimas salían a chorros por mis ojos. Era la primera vez que lloraba desde que tenía memoria—. Tú eres mi amigo, te recuerdo. Por favor, no mueras. ¡No me dejes!

Un latido.

El animal abrió sus ojos mostrando unos hermosos y azules como zafíros. Estaban llenos de vida, como si su cuerpo hubiese sanado de forma milagrosa. Sus heridas habían cerrado sin más, como el efecto de una Cura. ¿Había sido mi voz?

Me di cuenta, en cuanto se puso en pie de que en su oreja colgaba un pendiente de plumas bastante extraño. ¿De qué me sonaba?

¡Claro! Había sido durante aquellos días, lo había hecho yo mismo y se lo había puesto como símbolo de nuestra amistad.

Su pelaje negro se hacía claro mientras más se acercaba a su cara hasta volverse totalmente blanco, sí. Lo recordaba.

—Nyx... —susurré antes de caer el suelo de bruces por culpa de la herida de mi pierna. Dolía muchísimo.

Aquella cabaña del bosque en la que me alojaba durante aquella época que no recordaba, una época en la que solo sabía que había sido nombrado Caballero de Llave Espada, una época en la que había conocido a mi fiel mascota... No, a mi fiel amigo; Nyx. A pesar de que lo había conocido siendo tan solo un cachorro, muchos años atrás y que ahora era bastante grande e incluso imponente, todavía recordaba que era él. No había un animal mejor que aquel.

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Sonreí satisfecho. Le había salvado. Aunque ahora que lo pensaba... ¿Cómo podría llevarlo a Tierra de Partida con el Glider? Si tuviese una Nave Gumi aquello sería mucho más sencillo.

Era conocedor, de que entre los aprendices Ivan Kit era dueño de una y que Simon también tenía una, aunque jamás había hablado con él. Tal vez...

Saqué de mi bolsillo del pantalón un móvil que había conseguido poco tiempo atrás. Me había costado bastante aprender a usarlo, pero al final me había resultado bastante útil, como crear la cuenta de Tuipper o para comunicarse con quien fuese.

¿Cual era el número de Transportes Galaxiano? Me serían muy útiles...

[EspeYuna]

La puerta del castillo se abrió, dando paso a un Ragun apresurado, con un rostro serio y alarmante.

—¿Ragun? ¿Q-qué ocurre? —le pregunté, preocupada.

El joven salió corriendo hacia el bosque, sin tiempo a pararse a explicármelo con mero detalle.

—Tengo que ir al bosque. Hay... Algo me está llamando. Creo que si voy recordaré algo... —y Ragun se alejó del castillo, dirigiéndose al bosque.

¿Recordar algo? ¿S-sobre su pasado?

No hacía falta pensárselo dos veces. Fui en busca de Hitori a la sala donde habíamos dormido y le pedí que me acompañara.

—¡Hitori, ayudemos a Ragun! —sin más, agarré la mano de Hitori y me dirigí al bosque con él, dispuesta a ayudar a Ragun —Mejor que vayamos todos juntos al mismo sitio. Si no, nos pasaría lo mismo que ayer, ¿verdad?

"Ragun...Laguna...", iba pensando a lo largo del camino, esquivando ramas y raíces del suelo.

Un alarido de dolor sonó a lo lejos.

—¡R-Ragun! —grité. Era la voz de mi amigo, estaba segura. ¿Qué le había pasado? ¿Los lobos? Solté la mano de Hitori e invoqué mi Llave-Espada casi por instinto.

Pero cuando llegamos al lugar de donde provenía la voz, me encontré con una escena totalmente diferente a la que me esperaba.

Ragun se hallaba tirado en el suelo, y no pude evitar pegar un grito ahogado al observar su pierna y el extraño artefacto que se encontraba a pocos metros: un cepo, una trampa para animales.

—H-Hitori, no avances... puede ser peligroso —advertí, pues si el mismo Ragun no se había dado cuenta de las trampas, Hitori y yo menos. Entonces fue cuando vi que Ragun estaba hablando con alguien— ¿R-Ragun?

Acercándome un poco, con cuidado de que no pisara algún cepo camuflado, pude vislumbrar un animal, con un pelaje formidable, pero con unos ojos débiles. Sin duda era un lobo, mucho más hermoso, sin duda, que los compañeros con los que me había tenido que enfrentar. Quedé paralizada al percatar que el precioso ser estaba atrapado, con una pata chorreando de sangre. Gemía de dolor. La herida era terrible, tanto como la de mi amigo, quien, con todas sus fuerzas, intentó liberar al pobre canino... y lo consiguió.

Pero el animal cayó al suelo. No pude evitar que una punzada de dolor atravesase mi costado, llegando a mi corazón. Era cierto que era un animal salvaje, que los habitantes de aquel mundo tendrían que defenderse, pero... ¿a ese precio? ¿Tenían que acabar con una criatura de aquella forma?

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Off-rol -> Joder *preparando pañuelos, sniff* ;__;

—Es... ¿Demasiado tarde? —dijo Ragun, con voz ahogada. De repente, escuché sollozos por parte de mi compañero— No... ¡No te mueras! Tú eres mi amigo, te recuerdo. Por favor, no mueras. ¡No me dejes!

¿S-su amigo? ¿Lo recordaba? No... no podía ser. ¿Aquel lobo era parte del pasado de Ragun? ¿Y había muerto, así sin más, de forma tan cruel? No pude evitar que lágrimas traicioneras invadiesen mi rostro.

—Ragun, l-lo siento, lo siento —en pleno llanto, caí de rodillas y me llevé las manos a la cara, incapaz de seguir mirando la escena.

¿Cómo había podido dudar de Ragun? ¿Un asesino, él? ¡¡Una mierda!! ¿Cómo...cómo había podido ser tan despreciable y pensar mal de mi mejor amigo? Me daba asco.

Y no podía hacer nada para ayudar al animal. Nada.

Pero algo maravilloso sucedió. Alcé la mirada cuando Ragun cayó al suelo, observando su herida, la cual pintaba bastante mal. Pero sonreía. Sí. Porque su preciado amigo había resucitado.

¿Q-qué había pasado? Me levanté del suelo y me acerqué un poco más, temblorosa, con cuidado de no pisar ninguna otra traicionera trampa. Una vez que estuve lo suficientemente cerca, pude ver que el lobo se hallaba al lado de Ragun, como si de su amo se tratase, observándolo con admiración. Un bonito adorno hecho de plumas decoraba una de sus orejas. Sonreí, aún con las lágrimas recorriendo mis mejillas, pero ahora de felicidad.

Observé con detenimiento la herida de Ragun, mientras éste sacaba un móvil de su bolsillo. Yo aún no me había hecho con un artilugio como aquel, pero parecía bastante útil. ¿Quizás estaba pidiendo ayuda desde Tierra de Partida?

—¡M-maldita s-sea! —dije, intentando colocar a Ragun en una posición más cómoda, recostándolo y moviendo su pierna con cuidado. Acto seguido, le acaricié el pelo, pues estaba sudando, seguramente debido a la herida —O-ojalá pudiera curarte... soy una inútil.

Tras decir aquello, dirigí mis ojos hacia los zafiros del lobo, el cual no se apartaba de Ragun. Aún con un poco de miedo, alcé mi mano para acariciarle, detrás de la oreja adornada por las plumas. ¿Se dejaría?

Incluso si no lo hiciese y me llevara un mordisco a casa, sin duda me lo merecía.

Por desconfiar de Ragun.

[Hitori]

Las horas pasaban, mientras el chico miraba alternativamente el fuego de la chimenea, su Llave Espada, el emblema y el anillo de Ben. Por primera vez en todo el día tenía tiempo de sobre para pensar tranquilamente en lo que quisiese. Y eso había hecho mientras sus compañeros dormían.

No tenía sentido seguir pensando en el emblema. Sencillamente, le provocaba un fuerte dolor de cabeza y malestar y, al parecer, también lo conectaba con alguien o algo que le decía cosas e incluso podía controlarlo. Era por esa razón que había atacado al lobo. Tendría que aprender a controlarse...

Lo que más le preocupaba era, sin duda, la "sombra". Estaba seguro de que el emblema pertenecía a aquel tipo que había visto en Ciudad de Paso. Si el efecto del emblema estaba o no relacionado con él, no podía saberlo.

Pensar en todo aquello le llevó, de algún modo, a pensar en Ben. Hitori tenía muchas ganas de verle, pero la oportunidad no aparecía. Además, el chico no sabía cómo actuar delante de él ahora que era un aprendiz...

De repente, Hitori escuchó un extraño ruido que venía del exterior de la habitación. Se levantó, tapado con la manta, y, en silencio, se aproximó a la puerta, a través de la cual miró, entreabriéndola. Lo que vio era inconfundible: La sombra.

Por primera vez, Hitori pudo ver con claridad a la sombra. Era alguien bastante alto, quizás de su misma altura, que llevaba una larga capa negra con capucha. El encapuchado se giró, mirando en dirección a la puerta donde estaba Hitori. Sin duda, le había visto. En ese momento, el encapuchado extendió su brazo y abrió un extraño portal que rebosaba oscuridad.

—¡Espera! —le llamó Hitori, saliendo de la habitación antes de que el encapuchado se metiese en el portal—. ¿Quién eres?

—Deberías saberlo —dijo, únicamente, antes de entrar en la oscuridad. El portal se cerró antes de que Hitori pudiese hacer nada, y el chico se quedó quieto en el sitio, mirando al lugar donde el encapuchado había estado.

—No lo sé... —murmuró, dirigiendo la mirada al suelo. Sin embargo, su voz era extrañamente familar.

Hitori entró, después de un rato, en la habitación. Los dos aprendices seguían durmiendo, ajenos al encuentro que había tenido el chico. Se sentó de nuevo al lado de la chimenea, esperando al amanecer. Finalmente, después de un par de horas, Nadhia despertó.

—H-hola —saludó, algo adormilada. Tras mirar un rato su broche, levantó la mirada y observó a su compañero—. H-Hitori, ¿n-no habré caminado en sueños, v-verdad?

—Mientras yo estaba despierto, no. Pero... tu broche desapareció de donde estaba y apareció a tu lado—. mientras Hitori hablaba, la chica se ponía la ropa.

—Bueno, será mejor que me de el aire un poco—dijo y, tras mirar el escaso fuego que quedaba, cruzó la sala y salió, sin cerrar la puerta. Un poco de luz del exterior entraba, e iluminaba la sala en sustitución del moribundo fuego.

—Hitori —escuchó el chico. Era Ragun, que se había despertado. Sin embargo, su expresión era muy seria—. Tengo que ir al bosque. Hay algo que tengo que hacer.

Sin decir nada más, Ragun se levantó, quitándose la manta. Hitori se sonrojó al verle en ropa interior, pero no era momento para pensar en esas cosas. Ragun se vistó con rapidez y salió de la habitación.

—¡E-espera! —exclamó Hitori, levantándose. Sin embargo, su compañero ya debía de haber salido del castillo. Hitori se quedó un rato sin saber que hacer, hasta que Nadhia apareció, con expresión de preocupación.

—¡Hitori, ayudemos a Ragun! —la chica agarró la mano de Hitori, sin dejarle contestar. El chico no sabía a qué tenía que ayudarle, pero sin duda era algo importante—. Mejor que vayamos todos juntos al mismo sitio. Si no, nos pasaría lo mismo que ayer, ¿verdad?

Hitori asintió, y juntos salieron corriendo de la habitación y del castillo. Una vez en el patio, escucharon un fuerte grito de dolor.

—¡R-Ragun!—gritó Nadhia, invocando su Llave Espada. Sin duda, era su compañero. Los dos aprendices se apresuraron.

Ragun no estaba muy lejos del castillo. El chico se había quedado atrapado, con un pie en una extraña trampa con forma de dientes.

—H-Hitori, no avances... puede ser peligroso—dijo Nadhia. Hitori asintió, pero estaba preocupado por su compañero. Sin embargo, éste fue capaz de quitarse el cepo de su pie con mucho esfuerzo, y avanzó hasta un lobo que se había quedado atrapado en una trampa similar. Ragun le retiró la trampa al animal también, que cayó al suelo, ensangrentado.

—No... ¡No te mueras! Tú eres mi amigo, te recuerdo. Por favor, no mueras. ¡No me dejes! —los gritos de dolor de Ragun hicieron que Hitori se acercase a su compañero, al igual que Nadhia. Quería ayudarle, pero no había nada que el chico pudiese hacer.

Finalmente, el lobo se movió. Estaba vivo. Después de mirarlo un rato, Ragun cayó al suelo, pronunciando el nombre de aquel animal.

—Nyx...

Incluso estando herido y tirado en el suelo, Ragun sacó su móvil y entró a Tuipper. El chico parecía querer comunicarse con alguien.

—¡M-maldita s-sea!—dijo Nadhia, colocando a Ragun en una posición más cómoda—.O-ojalá pudiera curarte... soy una inútil.

—No te preocupes... se pondrá bien. Sólo tenemos que darnos prisa y volver a Tierra de Partida.