¡Post experimental incoming! Sorpresa sorpresa...
¡Mami estaba en peligro!
Había que ver la que había montado yo solita, cuando lo único que quería era que me hiciese un poco de caso. ¡Hacía todos los días lo que me ordenaba para que después se fuese a su cuarto y me dejara abandonada! Con lo que yo sabía que le gustaba jugar conmigo, y toda la atención que me merecía, no podía permitir que se fuese así como así. ¡Pero yo no quería aquello!
El niño juguetón había atacado a mami y lo había tirado por el precipicio, llevándome así el susto de mi vida. Me lancé corriendo al borde, a pesar del peligro de caerme, para observar si, de alguna manera, se habían salvado. Y menos mal que sí: por un momento me había dado por huérfana, pero por suerte ambos estaban colgando, aunque cerca de caerse.
Intenté tomar con mis dos manitas al chico musculoso, mientras este decía algo en el idioma de los humanos. Mami, por otra parte, gritaba algo mientras pataleaba y se movía, como en una de mis rabietas. ¿Es que no se podía tranquilizar? ¡Intentaba salvarles!
Pero desgraciadamente, mi fuerza no era la necesaria para levantarles a ambos. Era una debilucha, siempre lo había sido, y por ello iba a perder a mi única familia. No pude evitar que la tristeza invadiera mi corazón, dejara caer mi culito al suelo y unas lágrimas contenidas saliesen de mi carita. Finalmente, me di por rendida y dejé escapar mis sollozos, dejándolos salir de mi boca. Era tonta, ¡tonta e inútil! No podía hacer nada por mami, absolutamente nada.
Me sequé las lágrimas con mi patita, intentando calmarme, pero fue inútil. De nuevo me dolía el corazoncito por no poder hacer nada. Me sentía muy mal, una inútil.
—
Eh, ¿por qué lloras?Dejé de llorar ligeramente, secándome los mocos, y dirigí mi vista hacia donde aquellas palabras que perfectamente podía entender habían venido. Venía de unos escasos centímetros de mí, del suelo, y no me sorprendí al verlos: un trío de ratoncitos pequeñitos vestidos con algo de ropa que se habían acercado a mí, preocupados por mi estado y mis lágrimas.
—
¡No llores, princesita! —me animó la que parecía ser la chica del grupo, una ratoncita de vestido amarillo y pañuelo rojo tapándole la cabeza.
—
¡Eso, las chicas guapas no lloran! —comentó el de las ropas naranjas, más delgaducho y alto que sus compañeros.
—
Es que... Yo... —intenté contener los mocos que me salían por tanto llorar, pero era difícil en una situación como aquella—
. No puedo salvar a mi mami... Se va a morir... Está ahí, en ese acantilado, a punto de caerse... Pero soy una debilucha y una inútil...—
¿Qué? —se alertó el ratoncito, saltando de la impresión de mi noticia y dirigiéndose hacia sus dos compañeros—
. ¡Vamos, muchachos, hay trabajo que hacer! ¡Debemos salvar a la madre de nuestra nueva amiga!—
¿Podéis hacer algo? —pregunté, levantando mis orejitas y frenando de inmediato mis lágrimas. ¿Había esperanza, después de todo, de salvar a mami?
—
¡Claro! ¡Siempre llevamos los instrumentos de costura encima! —contestó el chico, invocando en su mano un recogedor de hilo verde. Su compañera invocó una aguja por su parte y el otro, gordete, trajo consigo una cita—
. ¡Tenemos que hacer una cuerda en un tiempo récord! ¿Crees que podrás hacer algo, princesa?—
¡C-claro! ¡Dejad que os ayude!Un sonidito de alegría salió de mi boca, emocionada de que hubiese esperanzas de salvar a mami. ¡Y lo que me divertí! Entre los cuatro cosimos, unimos hilos, cintas... Y la verdad es que, aunque yo era más bien inútil en aquello, mis nuevos tres amiguitos hicieron muy bien su trabajo.
El resultado fue impecable. ¡Menuda pedazo de cuerda habíamos creado en apenas un minuto! No pude evitar dar saltitos al ver el resultado final, y en tiempo récord. Una cuerda multicolor, con algunas cintas para poder usarla como escalera, de extensa longitud y muy, muy resistente, tal y como los dientes de los tres ratoncitos comprobaron.
—
¡Gracias, chicos! —me lancé a abrazarlos con energía, mientras los cuatro reíamos energéticamente.
—
¡No es nada! Los ratones se ayudan entre sí —aseguró el larguiducho—
. ¡Y tú nos has llamado!—
¿Llamado...? —ladeé la cabeza, intentando pensar en aquello. ¿Cuándo lo había hecho? Ni siquiera sabía sus nombres...
—
¡Claro! Usaste el hilo mágico —señaló hacia el hilo que se había enganchado a mi pata, que no recordaba cuándo lo había obtenido. ¿Al subirme al árbol, quizás? ¿O tal vez en la ciudad oscura llena de Sincorazón?—
. Vuelve a usarlo cuando quieras vernos. ¡Estaremos encantados de volver a verte! ¡Somos Jack, Gus y Perla!—
¡Gracias, chicos! ¡Lo haré sin duda! —aseguré, mostrándoles mi sonrisa más amplia—
. ¡Yo soy Pichu! ¡A partir de hoy, seréis mis mejores amigos!Los tres ratoncitos desaparecieron con un destello, dejándome sola de nuevo. Estaba muy feliz por aquel minuto que había pasado con ellos, la verdad, ¡eran muy amistosos! Pero no era tiempo para aquello. Cogí la cuerda con la boca, la até a un árbol cercano con fuerza, imitando a mami cuando a veces hacía nudos en la nave, y me apresuré a llevársela al chico de los músculos.
—
¡Mami! ¡Vengo a salvarte, tranquila! —le anuncié, aunque ella solo contestó con más pataletas y grititos.
Antes de que subiesen ambos, miré el hilo mágico que Jack señaló. Iba a ser muy especial para mí a partir de aquel momento, así que lo despegué y lo até bien a mi patita. Lo usaría siempre que me sintiese sola, en la nave, y sonreí al pensar en ellos tres.
Es legal, ¿no? Que un post sea de la mascota. O un tema entero. Y si han sobrado dudas, sí; a partir de ahora ya tengo la invocación de los tres ratoncitos, y será Pichu quien los invoque. Porque todos sabíamos que a Ivan no le iban a hacer ni puto caso xD