¿Dónde me encontraba?
Tan pronto como esa pregunta surgió en mi cabeza, las luces de la estancia se iluminaron. Aquel lugar... las paredes, el techo, todo... era tan familiar. Recordé la noche que conocí a Ragun, aquella sala dónde había tres asientos parecidos a los de los reyes medievales.
¿Habíamos vuelto? ¿Estábamos en Tierra de Partida?
No... el aspecto era mucho más macabro, incluso cuando yo había estado por primera vez en la sala por la noche, buscando alguna salida a los jardines de mi nuevo hogar. El alivio se esfumó. La pesadilla no había acabado.
Miré a mi alrededor: Kit, Hitori, Kousen, Fátima, Adelaida... todos estaban allí. Pero no sólo ellos: los demás aprendices de Tierra de Partida habían acabado en aquella sala, al igual que nosotros. Busqué con la mirada, encontrándome con caras familiares. El alivio volvía, Fyk, Zait.. estaban vivos.
Una lágrima se asomó por mi mejilla izquierda, cuando vislumbré la figura de Ragun en la sala. Había sobrevivido.
Había "caído" en la sala de bruces al suelo. Me levanté, con las pocas fuerzas que me quedaban. En realidad, todavía tenía fuerza mágica para combatir, pero... ¿sería necesario? ¿Qué estaba pasando allí? ¿Andrei...?
Una maqueta, en el centro de la sala, llamó la atención de nuestros ojos, invadidos por el miedo y la curiosidad. Reconocí una de las figuras que se movían por arte de magia en el tablero... ¿un mapa?
—¿Y-Yuffie?
Así es. Era Yuffie, la chica que nos había querido ayudar. No era posible.
¿Nos habían estado observando desde el principio? ¿Como unas simples marionetas, sabían exactamente cada uno de nuestros movimientos?
Entonces me di cuenta de que había una persona, aparte de todos los aprendices presentes, justo al lado del tablero. Un hombre con mirada cansada, que me recordó por un momento al Maestro Kazuki.
—
Bienvenidos, futuros Maestros —saludó, realizando un saludo de cortesía inclinando su cuerpo ¿Pero qué...?—.
Espero que vuestra estancia en mis dominios haya sido, cuanto menos, instructiva.Tragué saliva. Por un momento, me había parecido un hombre normal, incluso muy parecido a nuestros Maestros. No. Todo lo contrario, noté la sensación que provocaba estar en la misma sala que aquel hombre: negatividad. No sabía si era un sexto sentido que había desarrollado desde hacía algún tiempo, por culpa de los sincorazón o la llave-espada, pero... era escalofriante, a pesar de su inocente aspecto. Se separó del mágico tablero y siguió hablando. Él nos había traído hasta allí, desde Tierra de Partida.
—
Porque… ¿qué otro objetivo que enseñar podría moverme a obligaros a venir hasta aquí? Es una de las pocas cosas que puedo ofreceros. Conocimiento. Sabiduría. Verdad. Nadie debería privaros de ellos. Y pensaréis, ¿qué insinúa? ¿Por qué iban a mentirnos nuestros Maestros? ¿Por qué blasfemas tanto contra sus enseñanzas?»Muy sencillo.Se sentó en el trono central de la sala.
¿A qué se estaba refiriendo con esas "mentiras"? ¿Nuestros Maestros? ¿Akio? No, él no me ocultaba nada... ¿no?
—
Nadie necesita darle explicaciones a la carne de cañón —aquellas últimas palabras del hombre atravesaron mi ser como cuchillas afiladas. "Carne de cañón"—.
¿Sabéis cuántos aprendices había en Tierra de Partida antes de vuestra llegada? Dos de media por cada Maestro. ¿A qué se debe este cambio tan drástico de números? ¿Cuál es el papel que quieren que desempeñéis? —sonrió, pero no despertó en mí la más mísera empatía—.
Los Maestros no son tontos. Sospechan lo que ocurre aquí. Algunos más que otros. Huelen el aroma de la próxima guerra… Y necesitan cuanto antes aumentar las filas de su ejército.—
¿U-una guerra? —susurré, sorprendida de la idea que tenía el hombre sobre nuestros Maestros. No entendía nada. ¿Para qué nos querían?
Surgieron sombras del suelo, haciendo aparecer más personas aparte de aquella persona que mostraba serenidad ante nosotros. Una muchacha apareció en uno de los tronos, rubia, vestida con tonos verdosos.
—
¿Dónde está Wix, Ryota? —preguntó. Así que aquel hombre se hacía llamar Ryota... le guiñó un ojo a alguien, no pude evitar dirigir mis ojos a quien... uno de ellos era Ragun. ¿S-se conocían acaso? Y parece que Hitori y Fran también fueron correspondidos por aquel guiño que, a pesar de parecer infantil e inocente, despertaba en mí la intriga, la duda... la desconfianza.
—
Enseguida viene —anunció Ryota. Éste castañeó los dedos y apareció en el trono de su izquierda la figura de una mujer joven, atractiva, de largos cabellos rojizos... y no sólo el cabello estaba cubierto de aquel color, todo su cuerpo se encontraba ensangrentado, pero la mujer, a diferencia de la otra muchacha, se mantuve firme, en silencio, sin hablar. Wix se llamaba... la observé horrorizada, debido a su deplorable aspecto... ¿qué le había pasado?
—
¡Menudas pintas! —comentó la rubia, riéndose de su aspecto. No sé por qué, pero mi corazón se llenó de rabia. Había algo en aquella mujer, algo diferente—.
Sabía que dirigirlos hacia ti sería divertido. Pero, ¡no tanto! Y alegra esa cara, mujer. ¿Ves cuántos intrusos tenemos hoy? Todos serán para ti…Más sombras comenzaron a surgir, apareciendo personas de ellas: Andrei se cruzó de brazos, apoyándose en la pared. Aquella sonrisa, observándonos... los nervios volvían a florecer en mi piel. Más chicas, una que parecía burlarse de nosotros con un toque infantil y travieso. Y otras dos más... me quedé helada. ¿Tantos eran? ¿Qué querían de nosotros?
"¡Maldita sea Akio! ¿Dónde estáis?"Ryota siguió su discurso, extendiendo los brazos.
—
Y todo se reduce a esto. Hace siete meses, abrí la puerta que permitió la entrada de los sincorazón a este Reino. Así fue como tres Maestros y cinco aprendices cayeron luchando en Bastión Hueco. ¿Os suena la versión? Si bien la mayoría acudieron horas después del accidente, resultaba bastante sospechoso que un ataque de semejante calibre acabara con tantos hijos de la Llave Espada. ¿O no? Había bastantes coincidencias de por medio…¿¡Qué!?
—
Pero, ¿quién iba a imaginarlas? —intervino la chica rubia que se encontraba a su lado, riendo—
. ¿Quién iba a creer que, precisamente, precisamente ellos, nosotros, seríamos los culpables? ¡Los Maestros son los traidores! ¡Y los aprendices se les han unido! ¡Imposible!—
No tanto como crees… —murmuró Ryota, tras lo que dijo su compañera.
No podía ser verdad... conocía aquellos datos... Maestros y Aprendices que desaparecieron con la invasión de los Sincorazón... ¿acaso...? ¿Ellos fueron los culpables? ¿Eran portadores de la Llave-Espada? No. Aquella arma era para hacer el bien, no el mal. Habían destruido un mundo... ¿pero por qué razón...?
—
Probablemente os hayáis dado cuenta de que falta una persona. O, mejor dicho, dos, ya que esta señorita no forma parte del cupo inicial —mencionó, señalando significativamente a la llamada Wix. Ésta se mantuvo fría y distante—.
Sí… En cuanto acudieron, creyendo que venían a arreglar el problema y a salvar a todo el mundo, se dieron cuenta de quiénes eran los verdaderos culpables. Lucharon y… perdieron. Tengo entendido que os habéis encontrado con ambos. Uno escapó recientemente de su prisión, aunque ya de poco nos podía servir… La otra, en cambio… Bueno, algunos la habréis visto de primera mano… y, sino, ahora podéis hacerlo.No estaba entendiendo nada. En cierto modo, podía asemejar la información, pero existían ciertos detalles que se me escapaban. Nosotros nos habíamos encontrado con Andrei. Quizás, los demás aprendices... aquella mujer, Wix, estaba totalmente cubierta de sangre... ¿habría estado combatiendo con algunos de los nuestros? Miré de reojo a Ragun, y a demás aprendices... algunos presentaban algunas magulladuras, pero otros tenían un aspecto deplorable.
»Desde entonces, Tierra de Partida no ha mandado a nadie más. Ha dejado a la deriva Bastión Hueco. Justo en nuestras manos.No tenía fuerza de voluntad para preguntarle, pues no era timidez, sino miedo, lo que me impedía cuestionarles. Ya lo había dado todo de mí, vencida por el terror, cuando ataqué a Andrei con un hechizo.
—
Desde que pusisteis el primer pie en Tierra de Partida, los Maestros os han enseñado a erradicar a los sincorazón, a eliminarlos a fin de restablecer el equilibrio. Pero, ¿acaso éste no se haya tanto en Luz como en Oscuridad? ¿Por qué defender una y anular la otra? ¿Desde cuándo la Llave Espada ha estado sólo a favor de la primera? —razonó Ryota—.
Tierra de Partida ha mancillado la sagrada tarea a la que se entregaron los antiguos Portadores de la Llave Espada. No acataré más órdenes de ella. Seguiré siendo un Maestro, fiel a las estructuras que rigen nuestro universo, pero no a las suyas.Él era un Maestro. Un Maestro que había traicionado el papel de un Caballero que empuñaba la Llave-Espada, nuestro deber. "Ni siquiera yo soy capaz de anular la mía", pensé. Era así. Cédric era un sincorazón. Cada vez que me encontraba con él, lo tenía más claro. Pero, por alguna razón, no me atacaba. A pesar de que su oscuridad se intentaba alimentar de mi corazón, había adquirido unos sentimientos, una personalidad. Era extraño, pues un sincorazón no parecía tener sentimientos, sólo la sed de devorar la oscuridad de nuestros corazones, ¿no?
»Y vosotros tenéis ahora la oportunidad de cambiar, como hice yo, el destino que os tienen reservado vuestros Maestros.¿Qué estaba insinuando aquel traidor? ¿Que nuestros Maestros nos estaban traicionando? ¡¡Akio nunca...!!
¿Eh?
Me llevé la mano al corazón, pues mi di cuenta de algo tras lo que había dicho Ryota. ¿Dónde estaban los Maestros? ¿Por qué no habían acudido aún en nuestra búsqueda? ¿Los Moguris no habrían dado ya la voz de alarma tras desaparecer todos los aprendices? ¿Qué demonios...? Deseaba que no fuese cierto, que los Maestros nos estuviesen buscando como los padres que pierden a sus hijos en una ciudad, cuando estos sueltan su mano. No podía ser verdad que, en realidad, Akio... "Carne de cañón", esas palabras volvieron a retumbar en mis oídos, en mi corazón, marcándolo de dolorosas dudas.
El "Maestro Ryota" se levantó del trono y extendió su mano hacia nosotros.
—
Uníos a mí. Podéis seguir siendo la avanzadilla de Tierra de Partida, la primera línea defensiva de una guerra, aquellos que nunca regresan a casa con vida… O podéis ser más. Podéis participar realmente en el futuro que pronto forjaré.Aquello me pilló totalmente desprevenida. ¿¡Unirnos a él!? ¿Tras todo lo que nos había hecho pasar, las incógnitas, el miedo, los combates, la sangre derramada...? Observé a Kit, pues era el amigo que se encontraba más cerca mía.
—
¿Qué demonios está pasando, Kit? —dije, con la voz quebrada. No entendía nada. ¿Para qué nos querían?
Ofrecer conocimiento, verdad... ¡yo no las necesitaba! ¡yo...!
"¡Sí, sí que lo quieres!"
Bum bum, bum bum
"¡Así podré volver a casa! ¡Por favor, ve con ellos, ellos sabrán cómo volver a mi hogar!"Hacía tanto tiempo que no escuchaba aquella voz. La voz de una niña, que quería volver a su hogar, a un castillo el cual desconocía. Sin embargo, la calidez de aquella niña, sus súplicas... me embriagaron.
Di unos pasos al frente, pensando que, quizás, ellos pudiesen ayudarme. Mi broche de plata escondía muchas incógnitas. Su pasado, Cédric, aquella niña que, sospechaba claramente... que era Evangeline. Xinjat... y su amo. El conocimiento, la verdad... tan tentador...
Pero, en el último momento, antes de que mis labios se abriesen para aceptar su invitación, alguien había dado el primer paso.
Y volví a recuperar la poca cordura que me faltaba.
—
Ragun —dije, espantada de verlo marchar con ellos. No, no, no... ¡¡no!! ¿Ragun iba a traicionarnos?
Y, de entre la multitud, un muchacho comenzó a hablar. No le conocía, pero sus palabras me sacaron de la dolorosa desconfianza en Tierra de Partida.
"Fue la Oscuridad quien comenzó esta guerra"Cierto. Los sincorazón se habían multiplicado de forma alarmante. Sobretodo, tras que Ryota hubiese abierto la... ¿puerta? de aquel mundo. ¡¡Era él el responsable de aquel desequilibrio!! Nuestro deber era equilibrarlo. Y además, si fuésemos portadores absolutos de la luz... ¿Kazuki hubiese aceptado a Ragun como su aprendiz? ¿No lo habrían expulsado de Tierra de Partida, tras ver que su llave-espada había tornado a la oscuridad?
Incluso, si yo, tras haber estado en los entrenamientos y clases de Kazuki, había llegado a la conclusión de que era afín a la más pura luz... ¿cómo era que un monstruo de oscuridad adormitaba en mi interior? Podía existir el equilibrio.
Di unos pasos hacia atrás, volviendo con mis compañeros. De una forma patética, debía decir, pues estaba temblando, a pesar de saber que quería quedarme del lado de mi nuevo hogar.
Y miles de voces me abordaron, apoyando mi decisión. Fragmentos de recuerdos lejanos...
"No se encuentras aprendices así todos los días, Akio. Ella merece esta oportunidad."
"¿Querrías ser mi nueva e inútil aprendiz?"
"Cualquier maestro que se precie daría su... vida por sus eh... aprendices. Podríamos decir que somos casi como vuestros eh... padres."Y una promesa.
"¡...y más aún! ¡¡No pienso traicionar a Akio!! ¡No te diré dónde está! ¡¡Puedes hacer conmigo lo que quieras, pero jamás le haré eso a Akio!! ¡¡Jamás...!!"No. Jamás traicionaría a mi Maestro.
Nunca.
Nadhia elige Tierra de Partida